
Título original: Okuribito
País y año de producción:
Japón, 2008
Dirección: Yôjirô
Takita
Guión: Kundo Koyama
Con: Masahiro Motoki
, Tsutomu Yamazaki, Ryoko Hirosue, Kazuko
Yoshiyuki, Kimiko Yo
Duración: 130
minutos
Calificación:
Apta para todo público
Género: Drama
Sitio Web: http://www.departures-themovie.com/
Reseña argumental:
Daigo Kobayashi (Masahiro Motoki), antiguo
violonchelista de una orquesta que se
acaba de disolver, acaba vagando por las
calles sin trabajo y sin demasiada esperanza.
Por ello, decide regresar a su ciudad
natal en compañía de su
esposa (Ryoko Hirosue). Allí consigue
un empleo como enterrador: limpia los
cuerpos, los coloca en su ataúd
y los envía al otro mundo de la
mejor forma posible. Aunque su esposa
y sus vecinos contemplan con desagrado
este puesto, Daigo descubrirá en
este ritual de muerte la chispa vital
que le faltaba a su propia vida.
El film ganó el Oscar a Mejor
Película Extranjera en 2009.
"NO SE VE BIEN SINO CON EL CORAZÓN.
LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS."
Antoine de Saint Exupéry
FINAL DE PARTIDA
Final de partida, film
multipremiado del realizador japonés
Yojiro Takita (de quien no ha llegado
aún a nuestro país, When
the Last Sword is Drawn, una
obra que ha sido calificada como una culminación),
pone en escena patterns de la
cultura japonesa, rituales practicados
a los cuerpos muertos, realizados antes
de la cremación, y de la entrada
en el "portal" del más
allá.
El lavado del cuerpo de los sagrados
difuntos, la posición adecuada
de sus manos y pies, el cambio de sus
ropas por otras vestiduras, el maquillaje
de sus rostros, -entre otros- forman parte
de los actos preparativos, del ceremonial.
Este ritualismo se practica en presencia
de los familiares, que pertenecen a diferentes
clases sociales y practican diversas creencias
religiosas. Es una forma de manifestación
del amor o de la reconciliación
póstuma con aquellas historias
de vidas que inexorablemente se van.
El arte forma parte de este compromiso
con los muertos. Final de partida,
fue ganadora del premio Oscar 2009, como
mejor película de lengua no inglesa,
y nos introduce desde el prólogo,
en la preparación de los cuerpos
que perdieron la partida de ajedrez con
la muerte, la gran agonista de este film.
Así el espectador asiste a la
preparación fúnebre de una
viejecilla abandonada por la vida, a la
de un transexual, a la de una dueña
de una casa de baños públicos
-entre varias más. Si bien el oficio
desde fuera no es bien visto, el director
logra que el entorno social y el espectador,
lleguen a comprender el sentido moral
que alberga.
El protagonista paradójicamente
será un violonchelista, que integraba
una orquesta en Tokyo, que se desintegra,
y con ella se evaporan sus sueños
de conocer el mundo con su música.
Regresa a su lugar de origen, acompañado
por su joven esposa, y se instalan en
la casa de su madre que ha fallecido,
hace algún tiempo.
Masahiro Motoki es el actor que interpreta
a Daigo Kobayashi (una gran actuación
de este joven actor), y comienza a evocar
mediante sutiles flashbacks al niño
que fue, antes de que su padre los abandonara.
Un periódico lugareño ofrece
un trabajo de "partidas" y conoce
a su jefe que inmediatamente lo contrata.
Dará comienzo su aprendizaje con
la muerte, que connota una gran cuota
de dolor, de pudor. Así la cámara
lo enfoca solo con su secreto, añorando
su ayer que lo llevara por los caminos
de la música -Beethoven, Brahms
y tantos otros compositores-, de la mano
de un padre abandónico, pero infatigable
melómano. Su oficio que poco a
poco irá asumiendo, da lugar a
que el actor Tsutomu Yamazaki (genial
performance), el jefe del negocio,
sea muy cuidadoso con la enseñanza
del mismo, en cuanto a los valores humanos
que están en juego y se pueden
descubrir.
El ciclo de las estaciones va pautando
la historia, en un correlato psicológico
cargado de significaciones. Los muertos,
o se conocen antes de que la hora llegue,
en sus rutinas, en sus trabajos; o en
ocasión de la misma muerte, abriendo
para los familiares infinitas posibilidades
de sentimientos, de encuentros. Las plantas
que rodean el habitab del jefe
en su papel de maestro, hablan del color
de la vida, así como el acto de
comer para vivir, es imprescindible para
poder servir a los demás. La moral
de servicio samuraica no está ajena
en este film, por supuesto que en otro
contexto.
Una bandada de pájaros se torna
una imagen sugerente, así como
los cerezos en flor son la primavera que
irrumpe con total esplendor en las vidas.
El film está cargado de simbolismos,
una piedra que se elige y se da, un pescador
solitario que se muere, y de quien hay
que hacerse cargo, mientras el recuerdo
se esconde y luego de pronto se ilumina.
Un notable elenco, una maravillosa fotografía,
una inefable banda sonora, hacen de Final
de partida, un film sobrio, conmovedor,
humano.
P. M.