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ARTIGAS: LA REDOTA


Título original
: Artigas: La Redota
País y año de producción: España / Uruguay, 2011
Dirección: César Charlone
Guión: CC, Pablo Vierci
Con: Jorge Esmoris, Rodolfo Sancho, Yamandú Cruz, Franklin Rodríguez, Mario Ferreira
Duración: 108 minutos
Calificación: Apta para todo público
Género: Drama / Histórico
Sitio Web: http://www.saladomedia.com/Artigas-La-Redota/







Reseña argumental
: El famoso pintor Juan Manuel Blanes recibe en 1884 el encargo de recuperar el rostro de una leyenda. Su fuente son los apuntes de Guzmán Larra, espía español que 70 años antes habría intentado asesinar al caudillo José Artigas. Ese mismo caudillo que, acosado por dos imperios y las intrigas de Buenos Aires, emigró con un pueblo errante y fugitivo, para acampar a orillas del arroyo Ayuí. Sorteando adversidades y en busca de sus destinos, estos tres hombres llegarán a la misma encrucijada: la travesía no tiene un punto de llegada sino apenas un punto de partida.

El destacado y reconocido fotógrafo uruguayo César Charlone (Ciudad de Dios, El jardinero fiel, Ceguera) estuvo en la dirección de El baño del Papa (2007). El aquí coguionista Pablo Vierci estuvo en los libretos de El viñedo (2000) y Matar a todos (2007).





ARTIGAS EN EL AYUÍ Y DESPUÉS


Artigas - La Redota


El film Artigas - La Redota, se estrenó en el año de las celebraciones conmemorativas del Bicentenario independentista latinoamericano, y tiene detrás un trabajo de investigación histórica muy exhaustivo, del que se ocupara el realizador uruguayo, César Charlone, su gran equipo fílmico y de asesores. Charlone anteriormente había codirigido El baño del Papa, con el director Enrique Fernández. El film posee una fotografía deslumbrante, y la crítica especializada, ha visto plasmados en el quehacer cinematográfico los cuadros del "pintor de la patria", el maestro, Juan Manuel Blanes, en cuanto a los encuadres, los colores utilizados, la disposición de los personajes, proeza que se le debe al también destacado director de fotografía, César Charlone, muy aclamado por Ciudad de Dios, Ceguera, para citar algunos de sus films relevantes, en ese rubro técnico.


La música original de Luciano Supervielle, y una banda de sonido muy sugestiva, van subrayando el drama del caudillo de la patria, en sus aciertos y en sus errores, en su personalidad enigmática, en su humanismo, en su utopía, en las traiciones y lealtades que concitara, en su soledad. La reconstrucción de época adolece de un estricto cuidado respecto del código vestimentario, del mobiliario, de las luchas individuales a cuchillo, de las faenas del campo, de la doma de potros salvajes, de las payadas de contrapunto y un extensísimo etcétera, para poner algunos ejemplos, resueltos con real maestría. El estrato dialógico, la gestualidad, que acompaña a las palabras o a los silencios, en sus diversos niveles culturales, de esta sociedad viril, violenta, bárbara, inocente en su nacimiento, hacen de este film, una creación mayor.


Ráfagas de la cinematografía del director británico, Ken Loach, parecerían hacerse presentes, como la elección en ocasiones de actores no profesionales, la entonación documental de lo que se está ficcionalizando, la filmación con luz natural, y con cámara digital en la mano, - entre varias más -. Así las discusiones que se dan en el campamento a orillas del Ayuí - "el éxodo quieto del pueblo oriental" de 1812 -, donde un Artigas bastante impenetrable comienza a darse a conocer para el espectador, interactuando con su pueblo, hacen retrotraer a la memoria, el film loachiano, Tierra y libertad. Si el espectador se fija por ejemplo en una escena, en la que en ambos films aparecen y se ponen de manifiesto diferentes posiciones respecto de la tenencia de la tierra, encontraría similitudes referidas a diferentes contextos históricos, pero que pueden llegar hasta nuestro presente.


El film del director Charlone apela para la puesta en escena por momentos, a la voz en off respecto de la narratividad, y al recurso de los flashbacks, para irse aproximando a un momento significativo de la historia de José Gervasio Artigas, cuando se repliega con su pueblo - criollos de tez blanca, mestizos, negros, paisanos, indios, una mezcla multirracial - en el Ayuí, con todo un pueblo que ha abandonado sus casas, lo material para seguirlo como movimiento de masas, en sus ideas, en sus sueños que son también los suyos, y que se van forjando en la reciprocidad cotidiana. Vemos a Artigas en una actitud de espera, asediado por los portugueses, enfrentando a la Junta hegemónica de Buenos Aires, y a Montevideo; en una difícil coyuntura histórica, que también lo fue para la España colonizadora imperialista, ansiosa por poseer y mantener el oro y la plata de México y Potosí, también el Virreinato del Río de la Plata, proceso otrora enlentecido y quebrado por la invasión napoleónica.


Como el film es más una interrogación constante que una aseveración, Charlone y Pablo Vierci (guionista)*, introducen la historia del pintor Juan Manuel Blanes, a quien el dictador Máximo Santos, setenta años después de la gesta artiguista, le ha pedido con apremio, que realice un retrato del ahora reconocido héroe nacional, como referente insoslayable. Blanes se encuentra en la encrucijada (entrañable personaje encarnado por el actor Yamandú Cruz), de quien sólo posee palabras, frases atribuidas al héroe, que derrotado y traicionado se autoexiliara y muriese en total soledad en el Paraguay. "No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad", "Clemencia para los vencidos", "Con libertad no ofendo ni temo", "Los más infelices serán los más privilegiados", para citar sólo algunas. A Blanes se le ha proporcionado un cuaderno con dibujos, bocetos, que perteneciera al sicario español, que el triunviro argentino, Manuel de Sarratea (Mario Ferreira), le mandara a Artigas en 1812, con la finalidad de asesinarlo; Guzmán Larra será su nombre ficticio, interpretado por el actor español Rodolfo Sancho.


A la política centralista de la Junta de Buenos Aires, la molestaba el pensamiento federalista de Artigas, su concepción política que con la caída de la monarquía española, la soberanía sería divisible entre cada uno de los pueblos o villas. Sarratea lo consideraba un "centauro autoritario, que se aprovechaba y reinaba sobre los más empobrecidos e ignorantes", una especie de Lucifer que avala la leyenda negra que pesaba sobre el jefe de los orientales.


Las secuencias que van mostrando a Larra, un soldado realista español, que se le conmuta la pena de muerte - la escena del abortado ahorcamiento del personaje, con una cámara que va mostrando sus pies es obra de un maestro -, por la proposición de la misión a emprender, matar en la otra orilla, al general en su laberinto, haciéndose pasar por lo que no es, un periodista que trabaja para un diario estadounidense, van creando una expectativa mayor. Llegar a ver a Artigas, le cuesta a Larra una serie de peripecias casi operísticas, hasta tiene que luchar con una naturaleza hostil, endemoniada. Pero finalmente, el negro Ansina, "la sombra de Artigas", su fiel custodio lo llevará hasta él, no sin temor.


Larra sueña con una amada que ha tenido que dejar por su tarea de oficial de "inteligencia", pero a quien ve en las aguas turbulentas, en la tierra, en el fuego, en el aire, en un llamado en que tal vez esté en juego su inconsciente, una suerte de metáfora paralela de la perdida madre-patria. Imágenes febriles, oníricas envuelven al agonista. Larra es un personaje rico en matices, tiene como militar de carrera su cultura, que será lo que le permitirá comprender que en el campamento del Ayuí, todos pueden ser "Artigas".


Y cuando lo ve (muy digna la actuación de Jorge Esmoris, encarnando al protagonista), y entabla un diálogo con respecto a su investigación, Artigas le contesta: "hable con ellos, yo soy lo que ellos quieren". Los "otros", el "nosotros" definen la frase posterior que adquirirá una relevancia fundamental en el Congreso de Tres Cruces: "mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana". El "conductor-conducido" como lo llamara el historiador José P. Barrán, es el punto de vista al cual se afilian Charlone-Vierci, en el decurso fílmico.


A través de la mirada de Larra, el espectador va conociendo a Artigas en su campamento "militarizado", en espera de noticias, en relación con la etnia guaraní y sus ritos, en lo festivo, en la hospitalidad brindada a los hermanos paraguayos, en la religiosidad cristiana que se practica, con la presencia del cura revolucionario, en la relación sexual con una mujer con quien ha tenido un hijo, en el extraño episodio con respecto a la figura de Pancracio, en la traición que implica el abandono del campamento por el Teniente Martínez, llevándose tropas y armas, en la muerte, en el dolor.


El godo, el sicario logra entrar en la mente de Artigas y adherir a su persona, ya que allí "naides es más que naides", y el verdadero oro es la gente que lo rodea, en su despojo, en las ideas que están en ebullición y contradicción, en el caos primario.


También Blanes, desde el encierro de su atelier, llega a comprender con admiración al héroe, y si bien el Presidente Santos no le acepta el primer cuadro que le entrega, de un Artigas rodeado por su gente, por el pobrerío; un segundo cuadro que hoy está en todas las oficinas públicas y escuelas del país, "Artigas en la Ciudadela", llevará escondida la impronta misteriosa del pintor, más allá de la invención icónica; la utopía igualitaria y libertaria hacia la cual caminaba con tesón, en la búsqueda de un nuevo tiempo que debería nacer.


P. M.


* Pablo Vierci, es también autor de una novela, que tiene por título el mismo nombre del film, de reciente presentación.



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