ARTIGAS EN EL AYUÍ Y DESPUÉS
Artigas - La Redota
El film
Artigas - La Redota,
se estrenó en el año de las
celebraciones conmemorativas del Bicentenario
independentista latinoamericano, y tiene
detrás un trabajo de investigación
histórica muy exhaustivo, del que
se ocupara el realizador uruguayo, César
Charlone, su gran equipo fílmico
y de asesores. Charlone anteriormente había
codirigido
El baño del Papa,
con el director Enrique Fernández.
El film posee una fotografía deslumbrante,
y la crítica especializada, ha visto
plasmados en el quehacer cinematográfico
los cuadros del "pintor de la patria",
el maestro, Juan Manuel Blanes, en cuanto
a los encuadres, los colores utilizados,
la disposición de los personajes,
proeza que se le debe al también
destacado director de fotografía,
César Charlone, muy aclamado por
Ciudad de Dios,
Ceguera,
para citar algunos de sus films relevantes,
en ese rubro técnico.
La música original de Luciano Supervielle,
y una banda de sonido muy sugestiva, van
subrayando el drama del caudillo de la patria,
en sus aciertos y en sus errores, en su
personalidad enigmática, en su humanismo,
en su utopía, en las traiciones y
lealtades que concitara, en su soledad.
La reconstrucción de época
adolece de un estricto cuidado respecto
del código vestimentario, del mobiliario,
de las luchas individuales a cuchillo, de
las faenas del campo, de la doma de potros
salvajes, de las payadas de contrapunto
y un extensísimo etcétera,
para poner algunos ejemplos, resueltos con
real maestría. El estrato dialógico,
la gestualidad, que acompaña a las
palabras o a los silencios, en sus diversos
niveles culturales, de esta sociedad viril,
violenta, bárbara, inocente en su
nacimiento, hacen de este film, una creación
mayor.
Ráfagas de la cinematografía
del director británico, Ken Loach,
parecerían hacerse presentes, como
la elección en ocasiones de actores
no profesionales, la entonación documental
de lo que se está ficcionalizando,
la filmación con luz natural, y con
cámara digital en la mano, - entre
varias más -. Así las discusiones
que se dan en el campamento a orillas del
Ayuí - "el éxodo quieto
del pueblo oriental" de 1812 -, donde
un Artigas bastante impenetrable comienza
a darse a conocer para el espectador, interactuando
con su pueblo, hacen retrotraer a la memoria,
el film loachiano,
Tierra y libertad.
Si el espectador se fija por ejemplo en
una escena, en la que en ambos films aparecen
y se ponen de manifiesto diferentes posiciones
respecto de la tenencia de la tierra, encontraría
similitudes referidas a diferentes contextos
históricos, pero que pueden llegar
hasta nuestro presente.
El film del director Charlone apela para
la puesta en escena por momentos, a la voz
en
off respecto de la narratividad,
y al recurso de los
flashbacks,
para irse aproximando a un momento significativo
de la historia de José Gervasio Artigas,
cuando se repliega con su pueblo - criollos
de tez blanca, mestizos, negros, paisanos,
indios, una mezcla multirracial - en el
Ayuí, con todo un pueblo que ha abandonado
sus casas, lo material para seguirlo como
movimiento de masas, en sus ideas, en sus
sueños que son también los
suyos, y que se van forjando en la reciprocidad
cotidiana. Vemos a Artigas en una actitud
de espera, asediado por los portugueses,
enfrentando a la Junta hegemónica
de Buenos Aires, y a Montevideo; en una
difícil coyuntura histórica,
que también lo fue para la España
colonizadora imperialista, ansiosa por poseer
y mantener el oro y la plata de México
y Potosí, también el Virreinato
del Río de la Plata, proceso otrora
enlentecido y quebrado por la invasión
napoleónica.
Como el film es más una interrogación
constante que una aseveración, Charlone
y Pablo Vierci (guionista)
*,
introducen la historia del pintor Juan Manuel
Blanes, a quien el dictador Máximo
Santos, setenta años después
de la gesta artiguista, le ha pedido con
apremio, que realice un retrato del ahora
reconocido héroe nacional, como referente
insoslayable. Blanes se encuentra en la
encrucijada (entrañable personaje
encarnado por el actor Yamandú Cruz),
de quien sólo posee palabras, frases
atribuidas al héroe, que derrotado
y traicionado se autoexiliara y muriese
en total soledad en el Paraguay. "No
venderé el rico patrimonio de los
orientales al bajo precio de la necesidad",
"Clemencia para los vencidos",
"Con libertad no ofendo ni temo",
"Los más infelices serán
los más privilegiados", para
citar sólo algunas. A Blanes se le
ha proporcionado un cuaderno con dibujos,
bocetos, que perteneciera al sicario español,
que el triunviro argentino, Manuel de Sarratea
(Mario Ferreira), le mandara a Artigas en
1812, con la finalidad de asesinarlo; Guzmán
Larra será su nombre ficticio, interpretado
por el actor español Rodolfo Sancho.
A la política centralista de la Junta
de Buenos Aires, la molestaba el pensamiento
federalista de Artigas, su concepción
política que con la caída
de la monarquía española,
la soberanía sería divisible
entre cada uno de los pueblos o villas.
Sarratea lo consideraba un "centauro
autoritario, que se aprovechaba y reinaba
sobre los más empobrecidos e ignorantes",
una especie de Lucifer que avala la leyenda
negra que pesaba sobre el jefe de los orientales.
Las secuencias que van mostrando a Larra,
un soldado realista español, que
se le conmuta la pena de muerte - la escena
del abortado ahorcamiento del personaje,
con una cámara que va mostrando sus
pies es obra de un maestro -, por la proposición
de la misión a emprender, matar en
la otra orilla, al general en su laberinto,
haciéndose pasar por lo que no es,
un periodista que trabaja para un diario
estadounidense, van creando una expectativa
mayor. Llegar a ver a Artigas, le cuesta
a Larra una serie de peripecias casi operísticas,
hasta tiene que luchar con una naturaleza
hostil, endemoniada. Pero finalmente, el
negro Ansina, "la sombra de Artigas",
su fiel custodio lo llevará hasta
él, no sin temor.
Larra sueña con una amada que ha
tenido que dejar por su tarea de oficial
de "inteligencia", pero a quien
ve en las aguas turbulentas, en la tierra,
en el fuego, en el aire, en un llamado en
que tal vez esté en juego su inconsciente,
una suerte de metáfora paralela de
la perdida madre-patria. Imágenes
febriles, oníricas envuelven al agonista.
Larra es un personaje rico en matices, tiene
como militar de carrera su cultura, que
será lo que le permitirá comprender
que en el campamento del Ayuí, todos
pueden ser "Artigas".
Y cuando lo ve (muy digna la actuación
de Jorge Esmoris, encarnando al protagonista),
y entabla un diálogo con respecto
a su investigación, Artigas le contesta:
"hable con ellos, yo soy lo que ellos
quieren". Los "otros", el
"nosotros" definen la frase posterior
que adquirirá una relevancia fundamental
en el Congreso de Tres Cruces: "mi
autoridad emana de vosotros y ella cesa
por vuestra presencia soberana". El
"conductor-conducido" como lo
llamara el historiador José P. Barrán,
es el punto de vista al cual se afilian
Charlone-Vierci, en el decurso fílmico.
A través de la mirada de Larra, el
espectador va conociendo a Artigas en su
campamento "militarizado", en
espera de noticias, en relación con
la etnia guaraní y sus ritos, en
lo festivo, en la hospitalidad brindada
a los hermanos paraguayos, en la religiosidad
cristiana que se practica, con la presencia
del cura revolucionario, en la relación
sexual con una mujer con quien ha tenido
un hijo, en el extraño episodio con
respecto a la figura de Pancracio, en la
traición que implica el abandono
del campamento por el Teniente Martínez,
llevándose tropas y armas, en la
muerte, en el dolor.
El godo, el sicario logra entrar en la mente
de Artigas y adherir a su persona, ya que
allí "naides es más que
naides", y el verdadero oro es la gente
que lo rodea, en su despojo, en las ideas
que están en ebullición y
contradicción, en el caos primario.
También Blanes, desde el encierro
de su
atelier, llega a comprender
con admiración al héroe, y
si bien el Presidente Santos no le acepta
el primer cuadro que le entrega, de un Artigas
rodeado por su gente, por el pobrerío;
un segundo cuadro que hoy está en
todas las oficinas públicas y escuelas
del país, "Artigas en la Ciudadela",
llevará escondida la impronta misteriosa
del pintor, más allá de la
invención icónica; la utopía
igualitaria y libertaria hacia la cual caminaba
con tesón, en la búsqueda
de un nuevo tiempo que debería nacer.
P. M.
*
Pablo Vierci, es también autor de
una novela, que tiene por título
el mismo nombre del film, de reciente presentación.