UN TESTIMONIO INCOMPARABLE

La vuelta de Mario Handler, con su film
documental, Decile a Mario que
no vuelva, título ampliamente
coloquial, puesto que es una advertencia
explicitada por un compañero preso,
a Handler que se había exiliado
en Venezuela, es decididamente una obra
mayor. Quizás es su último
film, realizado con el alma del exiliado
que siempre quiso volver, y con la ética
de quien sentía que le debía
a su país, las imágenes
y las palabras de quienes padecieron trece
años de dictadura militar.
No es casual que Handler en el comienzo
de su largometraje tome al investigador
en neurología, el Dr. Henry Engler,
caminando por un infinito corredor, con
el fin de presentificar el mundo pesadillesco
vivido, por quien fuese uno de los rehenes
del régimen de facto. El anti-clímax
relevante será el de la asfixia
y opresión, en el devenir fílmico.
Luego de esta presentación, Handler
se internará en las ferias de su
barrio montevideano, que lo reconoce como
vecino y cineasta, y a la vez realiza
una profunda reflexión, respecto
de su postura ideológica (M. L.
N. - T) y de su quehacer político.
Se toma su tiempo para presentar a un
conjunto de seres que vivieron en los
años de oscurantismo, resisitiendo
con mayor o menor compromiso el horror
desatado.
Así el relato va pasando de un
periodista a una muchacha, que vive su
adolescencia en ese clima duro, arbitrario.
De aquí, salta a la figura de un
escritor reconocido que se fue gestando
en la cárcel, para volver a tener
en cuenta las palabras del periodista
cinéfilo. El friso se va ampliando
con ex-prisioneros, ex-rehenes, heroicas
mujeres que dicen sus verdades, y que
el documentalista confronta con las verdades
de los militares, policías, servicios
de inteligencia y sus colaboradores, políticos,
en un interjuego circular de sutilezas,
de matices; invadiendo así de múltiples
interrogantes al espectador.
Su
cámara no da tregua, muestra inéditas
imágenes de archivo, fragmentos
de sus primeros films como Carlos,
Elecciones, Me
gustan los estudiantes, hasta
llegar al docudrama Aparte
donde la marginalidad socio-cultural llega
al clímax, una realidad que después
del horror dictatorial, no fue revisada
por la clase política con la debida
inmediatez. La óptica de Handler
en este film es la misma del narrador
Akutagawa y del gran Kurosawa con Rashomon,
tal vez porque aspira a una suerte de
reconciliación de todos los uruguayos,
de aquí en adelante.
El tema de la tortura, de sus límites,
es abordado desde múltiples puntos
de vista, desde la violencia más
cruel, pasando por las más perversas
torturas psicológicas, para terminar
adhiriéndose a las formas más
sofisticadas de la ideología nacional-socialista
y sus nuevas lecturas. El siniestro relato
de un "especialista", es registrado
gestual y fonológicamente en su
cruento detallismo.
El casamiento entre presos, con la finalidad
de dejar un hijo como afirmación
de la vida, en un contexto en el cual
la pulsión de la muerte es la tónica
predominante, las "entrecomilladas"
lecturas, la creatividad literaria, pictórica
o lúdica, la creencia en lo mesiánico
son presentadas por el realizador como
formas alternativas de "salvación",
de seres que tenían que sobrevivir
en una zona fronteriza.
Los testimonios de los agonistas en su
total desvalimiento conmueven y convencen
por demás. Los primeros planos
de esos rostros evocados permanecerán
para siempre en la memoria individual
y colectiva. Si bien las olas que irrumpen
en la playa no son las mismas de ayer,
quizás puedan hablar. Mario Handler
en su cathártico film documental
ha sabido tocar el corazón de todos
los uruguayos.