.: Películas :..: Informes :..: Asteríscos :..: Entrevistas :..: Dimensión Desconocida :..: Dimensión Desconocida :..: H O M E :..: E-mail :..: Imprimir Documento :.


El cine de Lucrecia Martel
LA SUBLIME MISIÓN DE FILMAR

por Diego Faraone (novimebre, 2004)
[email protected]




La niña santa




Existen directores que tienen un talento especial para la creación de atmósferas, para transmitir a la audiencia no tanto un estado de ánimo, (esa sería en un sentido amplio tarea de todos los directores), sino algo así como un olor, una sensación térmica particular e insustituíble que lleva al espectador, ante todo, a olvidarse de que está viendo una película, pero también a sentirse transportado a nivel sensorial a ese mundo alternativo presentado.


Pero, como se sabe, las películas no tienen un mismo efecto en todo su público. Cierta gente puede caer en un estado de semihipnosis cuando ve una película de Sokurov, por ejemplo, mientras que a otros los puede sumir en el tedio más absoluto. Cuando se habla de climas, nos internamos en un terreno altamente subjetivo.


Desde su experiencia personal, quien escribe estas líneas considera que los más grandes generadores de climas cinematográficos en la actualidad son David Lynch, Darren Aronofsky y Jim Jarmusch en Estados Unidos; Eric Rohmer, los hermanos Dardenne y Gaspar Noé en Europa; Wong Kar Wai, Tsian Ming Liang, Park Chan Wook, y el maestro Hayao Miyasaki en oriente y, como ejemplo único en Latinoamérica, Lucrecia Martel.


De La niña santa emana una naturalidad que impresiona, gracias en principio a una muy buena dirección de actores, diálogos que parecen calcados de la vida cotidiana y una preferencia por los ambientes cerrados y los sonidos fuera de cámara. A esto le debemos sumar las referencias al calor, a los olores, a la enfermedad y el casi permanente contacto entre los personajes, que bordea lo incestuoso, lo lésbico, lo moralmente dudoso. Una atmósfera en la que se conjugan una y otra vez el erotismo, el humor y el suspenso, y que puede provocar sensaciones ambiguas de atracción y rechazo simultáneo.

La niña santa puede leerse en clave autobiográfica. El hotel donde la acción se desarrolla es el antiguo Hotel de las Termas de Salta, lugar que, con sus calores vaporosos y su olor alcanforado, sedujo enormemente a la niña Lucrecia Martel cuando apenas contaba con ocho años.


Martel nació y pasó su adolescencia en la ciudad de Salta, donde recibió una educación religiosa. Ella misma relata: "Teníamos catorce o quince años. El mundo tenía la medida exacta de nuestras pasiones. La intensidad de las ideas religiosas y el descubrimiento del deseo sexual nos hacía voraces. Eramos implacables en nuestros planes secretos. Alrededor, la vida se desnudaba, más rápido que nosotras, en su vasta complejidad. Estábamos alertas porque teníamos una misión santa, pero no sabíamos cuál era. Cada casa, cada pasillo, cada habitación, cada gesto, cada palabra, necesitaba de nuestra vigilia. El mundo era monstruosamente bello. Fue entonces cuando conocí al Dr. Jano."


En determinado punto, en medio de una aglomeración callejera, el Dr. Jano, un médico que está de paso por la provincia, se acerca a Amalia, la protagonista, y se le apoya por detrás, siendo para ella un perfecto desconocido. Esta misma vivencia la había tenido Lucrecia Martel en la adolescencia, y una vez que el desconocido se retiraba ella lo siguió, descubriendo que el hombre tenía una manía casi infantil de aprovechar los espectáculos callejeros para apoyarse contra las jóvenes.


Por otra parte, los diálogos de la película son, según asegura la directora, copiados de los diálogos cotidianos de su propia casa de la provincia. En entrevista con la revista El Amante dice: "Es una influencia del estilo coloquial de las conversaciones entre mamá y mi abuela. Cuando ellas hablaban, los interlocutores eran muchísimos más que los presentes, estaban mi bisabuela, mi papá... Había un diálogo con los muertos. El tiempo se condensaba y se disolvía, y los diálogos nunca tenían la lógica de pregunta y respuesta." 1

Uno de los puntos más atractivos del argumento es el planteo de unificar el descubrimiento de la sexualidad con la devoción por la religión. Martel explica: "Hay una educación católica que pone la atención sobre la percepción, sobre el contacto, para evitar la concupiscencia y los pecados de la carne, que es maravillosa. Y la iglesia, con su hábito represivo termina potenciando lo que justamente no quería que sucediese."2 Que religión y deseo sexual vayan de la mano, y que en las mentes de las protagonistas no devenga una contradicción provee a la película de una belleza mística conmovedora y un poder de seducción único.


Amalia está atenta para recibir una señal divina, señal que según le dicen, va a iluminar su senda a seguir, su función en el mundo. El contacto con el Dr. Jano provocará en ella una revolución a nivel hormonal tal que será interpretada como la indefectible señal. No es casual que Jano en la mitología romana, fuese el dios de las puertas, los comienzos y los finales, y por tanto de los cambios y las transiciones y de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el futuro del pasado. La revelación que el Dr. Jano sin saber ocasiona marcará el paso definitivo de "la niña santa" a la pubertad.

Un rasgo autoral que la directora ha mantenido en sus dos largometrajes es el de no dar al público lo que exige y que está acostumbrado a ver sino, por el contrario, exigir del público algo más de lo que normalmente quiere dar. En La ciénaga no existía un hilo argumental del que aferrarse, y sólo una vez concluída la película y reflexionando sobre ella uno podía terminar de comprenderla, (si es que realmente se puede comprender una película de Lucrecia Martel). En La niña santa si bien tenemos una historia y una estructura narrativa más tradicional, la directora guionista nos ahorra el desenlace, como diciendo: "yo podría cerrar esta película de una manera más complaciente, pero de nada serviría". Otra vez se nos invita a repensar la película, orientándonos a encontrar su esencia en lo visto hasta entonces.


Profundizar mucho en el análisis de una película tan abierta a la interpretación del espectador es internarse otra vez en la subjetividad más absoluta. Se nos ofrece un sinfín de puntas interrelacionadas entre sí como son la acústica, la sensualidad, la religión, la enfermedad, las pulsiones, la medicina, el provincianismo, la moral. Interpretaciones puede haber tantas como espectadores, y arriesgar una es negar otras no menos válidas.


Y un párrafo aparte merecen las excelentes y hermosísimas actrices María Alché y Julieta Zylberberg, quienes fueron seleccionadas de entre 1400 chicas para sus respectivos roles. No son las típicas carilindas a las que los cánones de belleza nos tienen acostumbrados, sino que se trata de una belleza sutil, que se lee en sus enigmáticos antes que expresivos rostros. Dos revelaciones a seguir.




1 - El Amante Cine - Nº 145 - Pág. 12
2 - Idem.

.: Derechos Reservados :.
.: E-mail :.