El declive del imperio americano se acentúa
en este año de Las invasiones
bárbaras, al menos para
Dennys Arcand y el equipo de actores que
tomaron unas vacaciones de 17 años
con el propósito de entregarle a
una audiencia más sensitiva una perspectiva
sardónica, algunas atávicas
realidades en contra del Tío Sam
y sus infelices quehaceres puritanos.
Cuando Arcand,
genial director canadiense de pequeña
pero importante filmografía, que
incluye Jesús de Montreal,
vistió a sus compinches con túnicas
de críticas incisivas sobre las bondades
y desventuras de la guerra fría o
la desfachatez de los nuevos imperios, aún
existía la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, el muro de
Berlín y las Torres Gemelas; sin
embargo ahora, luego de sangre, fuego y
aviones en el corazón del coloso
del norte, y meros ataques posteriores a
la barbarie, Rémy (Rémy Girard),
un profesor divorciado, cincuenta y picón,
que está hospitalizado con la muerte
soplándole los oídos, recalca
que definitivamente “entramos
en una época de barbarie”.
Si bien Arcand en su trabajo de 1986, El
declive del imperio americano / La decadencia
del imperio americano, analizaba
rasgos de una sociedad anclada en el consumismo,
el poder y el dinero, cuya reflexión
era la agonía de un estado fracasado
en todos menos en el dólar, ahora
a través del mismo protagonista,
pero a unos pasos de las verjas de hierro
de San Pedro, concluye que el imperio americano
ya reina de forma absolutista en todo el
mundo y tendrá que rechazar los constantes
ataques de los bárbaros.
Así,
el 11 de septiembre de 2001, por ejemplo,
fue el primero de esos ataques que consiguió
tocar el corazón del imperio, pero
vaticina el enfermo terminal que “habrá
otros”. Afortunadamente en ambos escenarios
cinematográficos el sexo y el humor
cínico eran la llave digestiva ante
tanto parlamento feroz. Otro referente de
estas invasiones bárbaras de las
que Rémy necea es el acaparamiento
del mercado de las drogas canadienses –
tan necesarias para aliviar el extremo dolor
- por parte de elementos foráneos.
De hecho,
Las invasiones bárbaras,
el estreno más interesante de esta
semana en las salas de cine panameñas
es uno de esos raros ejemplares que sufren
del mal del fracaso de taquilla, enfermedad
que padece cada vez que de estos extraños
títulos que son opacados por cada
Alien vs. Depredador o
Anacondas que aparezcan
entre fines de semana y que para colmo de
males encuentran un público convencido
de que ese cine enriquece el intelecto y
alimenta el espíritu.
En esta
película canadiense, es la ex esposa
de Rémy quien inicia la aventura
luego de que llama a Sébastien (Stéphan
Rousseau), el primogénito que se
entregó al arrasador capitalismo,
que decide regresar a Montreal para complacer
a su madre y atender a su no muy ponderado
padre.
El mugroso
dólar que tanto cuestiona Rémy
es precisamente la herramienta que le permite
a su hijo hacerle llevadero el final de
sus días, para lo cual organiza un
reencuentro con aquel solemne grupo de cínicos
intelectualotes - amigos, familia y ex amantes
- para pasar conmemorar inolvidables momentos
de tertulia sobre sexo y decadencia.
El resultado es un cóctel explosivo
de reencuentro entre padres, hijos, amigos
y amigas, amantes y una sociedad putrefacta,
pero no caduca.
LA LUPA DE ARCAND

Las invasiones
bárbaras
El cine de Denys Arcand tiene dos temas
recurrentes, pero muy importantes: la historia
de las sociedades y los niveles sociales
de cada personaje que recalca en sus historias.
Antes, Arcand
había realizado dos documentales,
On est au cotton (1979),
sobre la situación de los obreros
que trabajan en la industria textil en Canadá
(censurada durante seis años suscitando
una enorme controversia en ese país)
y Québec, Duplessis et après,
que describe las secuelas políticas
después del reinado del primer ministro
Maurice Duplessis.
El realizador
ha filmado La maudite galette
(1971), Réjeanne Padovani
(1973), Gina, le confort et l’indifférence
(1981), y Le crime d’Ovide
(1984), basada en una novela de Roger Lemelin.
La crítica
internacional lo reconoció como uno
de los mejores realizadores del mundo gracias
a El declive del imperio americano,
de 1986, la primera película rodada
en Quebec que sería récord
de taquilla tanto en su país de origen
como en otros mercados.
Su logro
posterior lo hizo al filmar Jesús
de Montreal, seleccionada para
competir en Cannes, donde ganó el
Premio del Jurado, además de ser
nominada al Oscar.
Luego, hacia 1991, realiza el segment “Vue
d'ailleurs”, para el Montreal Sextet;
en 1993 también dirige una de las
entregas de Montreal vu par...;
hacia 1995 dirige su primer largometraje
rodado en inglés, La verdadera
naturaleza del amor, adaptación
de una obra de Brad Fraser y un año
más tarde dirige Joyeux calvaire,
un telefilm acerca de los sin techo, premiado
con tres Géminis, Mejor Obra Dramática,
Mejor Guión y Mejor Director, entregados
por la Academia Canadiense de Cine y Televisión.
Para el
año 2000, Arcand rueda Stardom,
acerca de la obsesión por el estrellato
y la explotación que implica. El
filme fue escogido para clausurar el Festival
de Cannes y seleccionado para los festivales
de Londres, Toronto y Vancouver.
Su último
trabajo, que continúa en los Cines
Extreme Planets y en los Cinemark, Las
invasiones bárbaras, es
puro arte fílmico, ganador del Oscar
al Mejor Filme de habla no inglesa y triunfador
absoluto en los premios César y Cannes
en Francia.
Las Invasiones
Bárbaras
Por:
Denys Arcand. Mayo de 2003
“Escribí
el guión en estos dos últimos
años. Hace tiempo que el tema me
persigue, pero nunca había conseguido
darle una forma que me convenciera. Siempre
acababa con guiones lúgubres y deprimentes
hasta que se me ocurrió usar los
personajes de El declive del imperio
americano. Su humor, su cinismo
y su inteligencia me permitían abordar
el tema con una ligereza que me gustaba.
Además,
todos los intérpretes estaban disponibles
y todos tenían ganas de participar
en una nueva aventura. Pero el tiempo no
pasa en balde, el tono se hizo más
grave; los plazos, más apremiantes.
Había llegado la hora de hacer balance.
Rémy
está convencido de que entramos en
una época de barbarie. Cree que la
cultura occidental, la que nació
con Dante y Montaigne, está a punto
de desaparecer. Le parece muy importante
conservar los manuscritos, como en la Edad
Media. Y ése será el papel
de Natalie, la heredera de su biblioteca.
El imperio
americano ya reina de forma absolutista
en todo el mundo y tendrá que rechazar
los constantes ataques de los bárbaros.
El 11 de septiembre fue el primero que consiguió
tocar el corazón del imperio, pero
habrá otros.
Cada
vez me siento más alejado de la sociedad
que me rodea. Supongo que es la señal
más común de que uno envejece.
La constante aceleración y los alaridos
mediáticos me hartan. Las películas
hechas por ordenadores no me interesan mucho,
me gustan los diálogos y los actores.
Creo
que los países están en vía
de extinción. Las futuras generaciones
no conocerán las fronteras. El hijo
de Rémy ya ha llegado a ese punto.
Habrá ciudadanos estadounidenses
y los otros. Visto desde Washington, que
uno sea francés, búlgaro o
japonés es lo mismo, son todos unos
bárbaros”.
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