
"Que suenen las campanas que necesitan
sonar. Olvida todas tus ofrendas perfectas.
Hay una grieta en todo. Es por ahí
que entra la luz." Leonard Cohen:
Anthem
Lo primero que sabemos es que hay dos personas
que se niegan a ser desalojadas. Nos enteramos
de esto porque escuchamos sus voces en un
reporte informativo. No hay imágenes
o secuencias que demuestren esto, tan sólo
la pantalla en negro y sus voces mientras
pasan los títulos que inician el
film. Aparentemente el gobierno les ha dado
una semana para abandonar el monoblock en
que habitan, dado que se ha declarado como
zona insalubre. Esa misma semana es también
la última del milenio. Las razones
para no ser desalojados no tienen que ver
con rebeldía o con algún tipo
de enfrentamiento político, sino
más bien con desidia y fastidio frente
a la posibilidad de moverse.
Inmediatamente después de la secuencia
de títulos se nos presenta a nuestro
protagonista (masculino), al cual ya habíamos
esuchado hablar pero nunca habíamos
visto. Está tirado en un sofá,
dormitando, con una lata de cerveza en la
mesa. Todo el ambiente de su departamento
es impersonal, anónimo. Suenan unos
golpes en la puerta, a los cuales él
tarda un poco más de lo acostumbrado.
Todo en él es pereza, cansancio.
La persona detrás de la puerta es
un (aparente) plomero, al que se le ha informado
que hay una gotera. La situación
es absurda. Nuestro (anti) héroe
la ve sin la más mínima curiosidad
o interés, aunque de hecho le estén
reventando el suelo del apartamento sin
ningún tipo de permiso.
La otra protagonista es la que vive en el
piso debajo del hombre. Que conste; en ningùn
momento conocemos sus nombres, son tan sólo
el hombre de arriba y la mujer de abajo.
A ella la vemos entrar a este monoblock
y luego llegar a su apartamento. Está
absolutamente enfrascada en tareas domésticas
que tienen mucho de inútil. De la
misma forma en que su vecino está
absolutamente vencido por la abulia, ella
se encuentra absolutamente obsesionada con
sus goteras, su apartamento, sus rutinas.
Están muertos.
Pero el agujero que los comunica es imposible
de obviar, por más que lo intenten
con todas sus fuerzas. Es más; hace
su aparición tirándole reboque
en el ojo de ella. Ya no hay forma de evitarse,
los dos están, por el momento, conectados,
aunque de hecho no les haga mucha gracia.
Y es aquí que irrumpe el primer musical
de la película. Y nos sorprende,
porque es un golpe de movimiento y colores
en el medio de ese gris eterno del monoblock,
de esa rutina y molestia inabarcable, de
esa lluvia que no para de caer. La primera
canción se llama "Oh calypso"
y vemos a nuestra protagonista femenina
en el ascensor del monoblock, bailando y
cantando en el medio de pequeñas
luces titilantes. No sabemos precisamente
si es una imaginación de ella o de
él. Simplemente aparece, choca, como
si fuera el mismo hueco que está
en el piso de él y el techo de ella.
Una vez terminado el musical volvemos a
la "trama en sí". Él
está, en el ascensor, tirado en el
piso, completamente borracho. Ni bien llega
a su casa, se pone a vomitar en el hueco
que hay en su piso, no por agredir realmente,
sino simplemente porque fue el primer lugar
que encontró para hacerlo. Sin embargo,
ese primer contacto, un tanto repulsivo,
será el primero de una serie de intercambios,
violentos, antipáticos entre los
dos, generados por la incomdidad del hecho
de ahora estar conectados.
Posteriormente ella va a tirar flee para
desinfectarlo, logrando contaminar el apartamento
de él. Lo otro que los pone en contacto,
es el hecho de una epidemia, de la cual
ambos no tenían idea, hasta el momento
en que son testigos de un contagio.
Aparentemente, esta enfermedad se llama
"Virus Taiwan", y hace que la
gente tenga miedo a la luz, se retraiga
en lugares oscuros y se comporte, básicamente,
como cucarachas. No hay una verdadera explicación
para la enfermedad, no se sabe la causa.
Es tan solo otro síntoma de incomodidad,
otra carga molesta. Pero aún así
es algo temible, y los dos lo saben, más
alla que no lo quieran admitir, que su desarraigo
e incomunicaciòn no les permitan
acercarse y terminar de percibirse.
Sin embargo esa brecha está presente.
Y cada vez más están presentes
el uno en la vida del otro. En cierto momento,
ella pone cinta aisladora para tapar el
hueco, para ignorar la presencia de esa
vida que ha ingresado a la suya. Él
se niega a ser ignorado, a dejar de existir
para alguien más, y al ver que ha
sido incomunicado de su vecina tira agua
en el agujero e incluso lo agiganta, hasta
el punto de introducir su pierna por él
e ingresar, incluso penetrar, en el apartamento
ajeno. Se ha vuelto, como dice una de las
canciones de la película, "un
enamorado secreto".
Pero eso no será suficiente, porque
ella se ha contagiado de la epidemia, y
deambula por su apartamento como si fuera
un insecto. Esto sería un final terrible,
similar o incluso aún más
desconsolador que el de Viva el
amor, o El río,
películas anteriores de Tsai Ming-liang,
pero nuestro (ahora sí) héroe,
a golpes se comunica con su vecina y quiebra
con toda la indiferencia, con todo el aislamiento.
Tsai Ming-liang ha declarado que los personajes
de sus películas no piden la salvación;
tan sólo quieren una pequeña
ayuda, como un vaso de agua. Esto es exactamente
lo que sucede al final de este film. Él
la rescata a ella, más que nada,
por la magìa del cine.
Pero no resulta un final falso o condescendiente.
El agujero es una gran
pelìcula que no niega que el lugar
que nos ha tocado en suerte es de hecho
el infierno. Pero sabe muy bien de que hay
instantes de maravilla y de asombro en el
cine, y que de alguna forma el arte puede
cambiar la vida del espectador.
"Así que si ves a un hombre
quebrado, levántalo y cárgalo,
y si ves a una mujer quebrada, pónla
entre tus brazos, porque no sabemos de donde
venimos; no sabemos quiénes somos."
Laurie Anderson: Ramon
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