LA MAQUETA PRETENCIOSA
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Pocas películas
han logrado dividir las aguas de la crítica
como Dogville. Por un lado
hubo quienes la consideraron poco menos
que una obra maestra, dedicando todo tipo
de elogios a su director, y por el otro
quienes la odiaron con saña, imprecando
contra Von Trier y denigrando la película
hasta niveles inauditos.
Pero pareciera
que los más aguerridos detractores
de la película no han sido muy justos.
Teniendo en cuenta su riqueza de significados
y el pie que da a interpretaciones desde
múltiples enfoques (1), que como
experiencia cinematográfica es sumamente
original y que desde un punto de vista técnico
es casi intachable, llaman particularmente
la atención las magnitudes de indignación
por parte de estos críticos.
Los principales
argumentos que se han enarbolado en contra
de la película fueron:
Que es larga
y lenta, que no mantiene un buen ritmo a
lo largo de los 177 minutos de metraje.
Que la filmación en un set con líneas
y nombres pintados en el suelo en sustitución
de paredes y puertas, a pesar de ser una
idea original no aporta nada al relato.
Que en la película abundan los golpes
bajos, que agreden al espectador y se reiteran
una y otra vez sin dar aportes concretos.
Que el recurso de la cámara al hombro
tampoco se justifica.
Que el director odia a sus propios personajes.
Se sitúa a sí mismo en un
altar y los crea con el único objeto
de martirizarlos, en un acto despótico
y sádico.
Que el director odia a la humanidad entera.
Falsea la realidad al exponer sólo
las peores facetas del ser humano, y cae
en generalizaciones al pensar que todos
somos mezquinos, abusivos e individualistas.
Que por todas estas razones expuestas anteriormente,
la película es extremadamente pretenciosa.
Con excepción del primero de los
argumentos, es muy interesante ver cómo
algunos caen por su propio peso, y cómo
a los otros la película los elude
olímpicamente. Detengámonos
en cada uno de ellos:
1. Películas
largas y buenas las hay por centenares,
la longitud puede llegar a ser una molestia
para espectadores inquietos y muy acostumbrados
a las medidas estándares, pero es
curioso cómo incluso desde Hollywood
se han hecho recientemente una buena cantidad
de películas considerablemente largas.
En cuanto a la lentitud, es cierto que Dogville
puede irritar a más de uno, teniendo
en cuenta que está filmada íntegramente
en una sola locación y que la abundancia
de diálogos le otorga un aire de
obra teatral a la película. Pero
de ahí a que sea particularmente
lenta hay un largo trecho. Dogville
tiene un ritmo más rápido
que la mayoría de las películas
japonesas, mucho más rápido
que las de Antonioni e infinitamente más
rápido que el cine de Tarkovsky.
Películas largas y aclamadas como
Secretos de un matrimonio
de Bergman (167 min.), Rocco y sus
hermanos de Visconti (177 min.)
o Principio y fin de Ripstein
(188 min.) que, al igual que Dogville
se basan en los diálogos y en las
relaciones entre los personajes. Quien haya
tolerado cualquiera de estas tres no tendrá
ningún problema para ver Dogville,
que alcanza momentos de tensión superiores
y un clímax al final que bien hace
valer la espera. Ahora, si lo que se quiere
ver son gags o explosiones, entonces ni
asomarse.
2. Von Trier
se inspiró para la eliminación
de puertas y paredes en el teatro de Bertolt
Brecht, quien si bien nunca lo hizo a la
manera de Von Trier, requería para
sus obras la mínima cantidad de elementos
indispensables en el escenario. En el teatro
moderno es cosa bastante común que
los actores abran y cierren puertas imaginarias,
pero lo de delimitar las casas con líneas
en el suelo es algo muy original. Lo que
se logra en primera instancia es que se
le preste singular atención a los
personajes, sin que ningún elemento
externo se interponga. También sirve
para descontextualizar la historia de un
espacio y un tiempo. Si bien Von Trier eligió
situar al pueblito en un lugar remoto de
las Montañas Rocosas, al oeste de
los Estados Unidos, y en plena época
de la gran depresión, el recurso
permite generar una idea de atemporalidad,
como si lo contado no estuviera sujeto a
ese entorno particular, sino que pudiera
acontecer en cualquier momento histórico
y en cualquier sociedad. Se presenta al
hombre como cualquier otro hombre, más
allá de su raigambre social y cultural.
Además
Dogville admite lecturas
desde el punto de vista religioso, y no
es casual que la película comience
con una muestra del pueblito desde arriba,
en un picado cenital desde donde se puede
ver, dentro de sus casas, a la gente en
sus quehaceres cotidianos. Los techos también
son invisibles, y de esta manera la cámara
emula al ojo de Dios, una mirada omnipresente
capaz de englobar todo lo que los habitantes
hacen, y más adelante capaz de ver
a través de las paredes a uno y a
otro personaje a la vez. La escena donde
mejor funciona el recurso es en la que Grace,
la protagonista, es violada por primera
vez y se ve por detrás de la pared
a un oficial de la ley que la busca, a unos
pocos metros, agregándole tensión
al asunto.
Y por último,
el recurso puede dar una idea de desnudez
y de fragilidad, de pobreza a nivel tanto
material como espiritual en la que está
sumida la totalidad de los habitantes del
pueblo.
3. Que desde
una película se den golpes bajos
no es de por sí algo criticable.
En todo caso lo sería si fuesen realmente
gratuitos, o sea, que con el golpe no viniera
ningún mensaje adjunto. Los golpes
bajos se utilizan muchas veces para alcanzar
a un nivel más íntimo al espectador,
lograr grabarle a fuego un mensaje y que
no lo olvide fácilmente. Por lo general
quienes los utilizan lo hacen a modo de
grito desgarrado, para denunciar los peores
vicios del ser humano. El referente obligado
es Saló (1976) de
Pasolini, que, al igual que Dogville
es, entre otras cosas, una reflexión
sobre los abusos de poder perpetrados por
los hombres. Otros claros ejemplos de terrorismo
audiovisual son Réquiem por
un sueño (2000) de Aronofsky,
en donde se da cuenta de la capacidad destructiva
de las adicciones, Los chicos no
lloran (1999) de Kimberly Peirce,
un alegato contra la discriminación,
e Irreversible (2002) de
Gaspar Noé, que también comparte
con Dogville el señalar
que todos los seres humanos poseen un demonio
latente dentro, que aflora sólo en
determinadas circunstancias extremas. ¿Se
agrede al espectador? Sin lugar a dudas,
pero ése es precisamente el objetivo:
machacarlo bien, una y otra vez, obligándole
a ver una realidad horrenda pero que urge
ser mostrada.
4. ¿Debe
un artista justificar todos sus recursos?
La cámara al hombro otorga, sin duda,
una mayor agilidad a la película,
ya algo lenta de por sí. Por otro
lado, puede acentuar la sensación
de incomodidad en el espectador, que es,
como se vio en el punto anterior, lo que
el director desea. Aquí surge otro
parentesco con Irreversible,
donde en las primeras escenas de la película
la cámara se movía como si
tuviera vida propia y un serio problema
de hiperactividad.
5. Von Trier
no odia a sus personajes más de lo
que se odia a sí mismo. Uno de los
personajes que más rechazo provoca
en la película es Tom, encarnado
por Paul Bettany, y no es otro que el álter
ego de Von Trier, un escritor preocupado
por la moral que quiere contar la historia
de Dogville y que tiene una fijación
con las trilogías. Cerca del final,
luego de que este personaje dio muestras
de su faceta más repulsiva, la voz
en off del narrador dice: "Tom
estaba enojado. De pronto, supo por qué.
No por haber sido erróneamente acusado,
sino porque era culpable. Estaba enojado
porque sus sentimientos más desagradables
habían sido desenmascarados. Un golpe
duro para el joven filósofo, esto
podía crecer y, algún día,
comprometer toda su cruzada moral."
Como Von Trier se critica a sí mismo
y se integra a la bolsa que vapulea, no
se lo debería acusar de sentirse
superior ni de estar dando mensajes moralizantes.
De este dato se desprende también
que el director tiene algo que lo aqueja,
y por tanto una urgencia personal por contar
su historia, es decir, que no es simplemente
un niño malcriado que quiere llamar
la atención y ofender a sus abuelos
como muchos críticos quisieran creer,
sino que es un autor que, comprometido con
su material, realmente tiene algo para decir.
6. Quienes
piensan que en Dogville
se afirma que el ser humano es por naturaleza
individualista y abusivo está partiendo
de una lectura poco atenta de la película.
En ella se expone el paulatino y sutil surgimiento
de estos comportamientos deleznables en
los hombres, pero queda bastante claro que
están atados a ciertas pautas coyunturales
que los desencadenan. Los habitantes del
pueblo atraviesan un período arduo
de aguda crisis económica; la estancia
de Grace supone un riesgo constante para
ellos, ya que está siendo requerida
por la ley y, para colmo, las autoridades
ofrecen a quien la entregue una jugosa recompensa,
que podría ayudarlos a paliar su
situación. Pero más allá
de todo esto, el detonante real es que Grace
se les entrega como si fuera un regalo,
ofreciéndoseles para cualquier tipo
de tarea, sin nunca poner un límite,
en una actitud de poner la otra mejilla
por momentos hasta exasperante.
Con el concepto
de microfísica del poder (2), el
filósofo Michel Foucault da cuenta
de que el poder reside en el interior de
todos los individuos, y que toda relación
interpersonal es una relación de
poder. Desde el momento en que Grace se
somete de forma total a los pobladores de
Dogville las relaciones de poder se vuelven
absolutamente unidireccionales, dando paso
a la explotación y al abuso por parte
de los últimos. Chuck, el primero
en violar a Grace, ya había dicho
al comienzo de la película: "La
gente es igual en todos lados: animales
rapaces. Pero en un pueblo tiene menos posibilidades.
Aliméntelos y comerán hasta
reventar". Con su actitud, Grace
está otorgándoles una cuota
de poder sin precedentes en sus vidas, despertando
sus perfiles más sádicos.
Vale la pena aclarar que por más
que a cierta gente pueda parecerle que en
la película se falsea la realidad,
todas las actitudes de los personajes son
aterradoramente humanas, y la ilusión
de verosimilitud no se quiebra en ningún
momento. En la calle Elm de Dogville
acontecen pesadillas que harían temblar
al mismísimo Freddy Krueger (3).
El pesimismo
y la misoginia son características
de algunos autores que tampoco deberían
ser criticadas, por el simple hecho de que
un autor no puede y no debe adecuar su cosmovisión
a la de la crítica, sino que debe
ser fiel a sí mismo y poder manifestarse
sin trabas. El problema surge cuando las
obras de estos nihilistas son leídas
por gente que mantiene inamovible su confianza
en la humanidad, que conserva su romanticismo
y a la que no le gusta que le desvirtúen
su tablero personal de principios morales.
Porque una película como Dogville
es más que una cachetada, es una
certera patada en las partes blandas a nuestra
preciada fe. Es entonces perfectamente comprensible
que haya desatado tanta indignación
y críticas adversas.
7. Si se
afirma que Von Trier es pretencioso por
hacer películas enigmáticas
y abiertas a interpretaciones variadas,
entonces sin duda también han pecado
por pretenciosos Kubrick, Bresson, Antonioni,
Wajda y Zhang, entre una decena de indiscutibles
maestros más. Si, en cambio, se le
llama pretencioso por haber osado tocar
temas profundos e inherentes al ser humano,
entonces pretenciosos son Bergman, Chaplin,
Fellini, Kieslowski, Imamura y tantos otros.
Si lo es por transgredir, cuestionar verdades
inquebrantables o por querer experimentar,
entonces los críticos que lo afirman
deberían considerar seriamente dedicarse
a otra cosa, porque he aquí las características
que hacen que el cine se renueve y se enriquezca.
Nadie niega que Von Trier sea pretencioso,
pero ojalá lo siga siendo, porque
la inmensidad de una obra muchas veces es
directamente proporcional a las pretenciones
de su autor.
(1) Dogville admite, sin
ningún tipo de rebuscamientos, por
lo menos, tres lecturas: una desde una óptica
sociológica, otra en clave mística
y otra como crítica a la sociedad
estadounidense. Los elementos que dan pie
para cualquiera de estas tres interpretaciones
se repiten una y otra vez a lo largo de
la película, por lo que Von Trier
no quiso dejar a ninguna como única
y definitiva.
(2) L´Ordre
du discours, M. Foucault, Editorial
Marginales, Barcelona 1973, 1987, 1999.
Original en 1970, París.
(3) La referencia
que se hace a la serie de películas
Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on
Elm Street) es evidente. |