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A propósito de El nacimiento
EL CAMINO A LA NAVIDAD

por Isabel Cocorel (diciembre, 2006)
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Apenas comenzó diciembre, se empezó a sentir el aire navideño. Los supermercados son decorados en forma alusiva (vaya uno a saber si el dueño festeja la Navidad o es un gesto para los clientes). Las luces del arbolito titilan a través de las cortinas de los balcones. Los centros de ventas se llenan los bolsillos. La música enternecedora lo hace sentir a uno más bueno mientras hace sus compras. La televisión desempolva las típicas comedias navideñas y el cine estrena alguna película sobre la historia de Jesús.

Se da por descontada por estas fechas, si se pertenece al Cristianismo, una determinada conducta en las personas. Se supone que debe reinar la solidaridad y la alegría. Esto realmente ocurre, aunque no en todos los casos. Hay quienes sufren, entre otros motivos, porque están solos o porque han perdido a alguien muy querido, o no han logrado ninguna de sus metas, o no tienen dinero para cumplir con el consumo televisivamente establecido. O tienen mucho dinero y entonces se da el caso de que no desean festejarla o les da lo mismo, porque ya no los conmueve esta celebración.

"¡Feliz Navidad! ¡Al diablo con vuestras felices Navidades! ¿Qué es Navidad sino el momento de pagar cuentas sin tener el dinero necesario; el momento en que te hallas un año más viejo y no una hora más rico?" Esto era lo único que le preocupaba al viejo avaro Ebenezer Scrooge, el muy conocido personaje de la clásica historia de Charles Dickens, Canción de Navidad (Un cuento de navidad con fantasmas). Consideraba un tonto a su empleado porque con el miserable sueldo que él le pagaba igual festejaba la Navidad. Su aborrecimiento de esta celebración vino a cambiar solamente después de que lo visitaron el fantasma de su socio muerto hacía siete años y tres espíritus navideños que lo hicieron escarbar en su pasado y recordar que en una época tuvo sentimientos. Además, el protagonista es paseado por el presente, comprobando que había gente que festejaba y estaba contenta aunque no tenía dinero. Cuando le muestran un futuro desastroso comprende que puede hacer algo para cambiarlo, empezando por su propia actitud.

El famoso cuento de Dickens escrito en 1843 dio lugar a numerosas adaptaciones para el cine, la televisión e incluso la radio y los dibujos animados. Probablemente una de las versiones más populares sea la película inglesa de 1951, Canción de Navidad, dirigida por Brian Desmond Hurst, y otra que la televisión repite cada tanto, Los fantasmas contraatacan (Richard Donner, 1988) con una divertidísima actuación de Bill Murray haciendo el papel de un director televisivo interesado únicamente por el trabajo y el dinero. Esta película hace gala de un humor negro que permite que, por ejemplo, un señor muera de un ataque cuando el personaje de Murray ordene cambiar la tierna presentación navideña del cuento de Dickens por una horripilante y cruel.

Este año se acaba de estrenar en cine Santa Cláusula III, de Michael Lembeck (la continuación de la saga, con un curioso Papá Noel), y El nacimiento (The Nativity Story), dirigida por la estadounidense Catherine Hardwicke.

Si aquellos que sí festejan la Navidad y cumplen con los ritos de la celebración sienten que ya no recuerdan por qué lo hacen, pueden encontrar una respuesta en la película de Hardwicke. Aquí se recrea la época y se describen los meses previos al nacimiento de Jesús hasta llegar al propio alumbramiento anunciado por los tres magos. La obra es muy fiel a La Biblia y no pone en discusión ningún aspecto ni sobre la concepción del Niño como Hijo de Dios ni sobre María. El Vaticano la eligió para exhibirla en primer lugar como estreno mundial debido a esa fidelidad. La historia fluye de manera entretenida, creando una atmósfera calma y cautivante. Contribuyen a darle verosimilitud bíblica las buenas actuaciones de la australiana Keisha Castle-Hughes, como María, y del guatemalteco Oscar Isaac, como José.

Esta obra cinematográfica recuerda la sencillez con que se debe relacionar a la Navidad, puesto que Jesús nace en un establo rodeado de pasto y corderos, y sus padres estaban muy pobres. Alude al sacrificio, al valor de las cosas simples y auténticas, y a la fe cristiana.


Es el mismo espíritu que mueve al joven pobre y entumecido de frío que igualmente se atreve a cantar una canción de Navidad a través del ojo de la cerradura del inconmovible Scrooge, y a pesar que este lo va a sacar corriendo, le puede decir unas palabras, que por estos días seguramente se repitan, más o menos así, en muchos hogares: "¡Que Dios os otorgue felicidad y que nada os apene en esta Navidad!"

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