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                                      Un proyecto que estuvo 25 años durmiendo 
                                      en un cajón. El cajón del 
                                      escritorio de un veterano realizador que 
                                      tan solo cuenta con cuatro largometrajes 
                                      en su carrera y que los hace una vez cada 
                                      tanto, al mejor estilo del ya fallecido 
                                      Stanley Kubrick. Entre su segundo trabajo 
                                      (Días de gloria, 
                                      1978) y el tercero, La delgada línea 
                                      roja (1998), pasaron veinte años 
                                      (se había retirado a Francia, pasando 
                                      casi desapercibido). Y entre este último 
                                      y el siguiente (El nuevo mundo) 
                                      siete. 
                                    Hacer un 
                                      balance de fin de año nos llevaría 
                                      mucho tiempo y es por eso que preferimos 
                                      concentrarnos en la que por esta casa ha 
                                      sido una de las mejores películas 
                                      del año. Porque El nuevo 
                                      mundo (2005) ha marcado una diferencia 
                                      considerable y desde muchos puntos de vista, 
                                      dentro de un circuito comercial cada vez 
                                      más bombardeado por productos industriales 
                                      y también por una buena cantidad 
                                      de esos tildados "independientes" 
                                      y que en realidad copian disimuladamente 
                                      fórmulas marketineras para poder 
                                      abrirse paso en el mercado. 
                                    El 
                                      nuevo mundo ha sido recientemente 
                                      editada en DVD y video, y eso constituye 
                                      una buena oportunidad para aquellos que 
                                      no pudieron disfrutarla en cine (apenas 
                                      duró una semana en cartel) y desean 
                                      ver el excelente trabajo de un director 
                                      que se toma sus tiempos para hacer las cosas, 
                                      que nunca desea aparecer en campañas 
                                      publicitarias; ni siquiera en fotografías; 
                                      prácticamente no habla con la prensa. 
                                    Malick tiene 
                                      muy bien estudiado el paño. La 
                                      delgada línea roja supo 
                                      contar con varias estrellas que sin embargo 
                                      se vieron opacadas ante una mirada atípica 
                                      sobre la inutilidad de la guerra; por una 
                                      visión que trascendía la anécdota 
                                      para meterse en el costado humano y hundirse 
                                      de lleno en la naturaleza, personaje gravitante 
                                      y todo un marco para la reflexión 
                                      en casi todos los trabajos de este realizador. 
                                    En El 
                                      nuevo mundo hay dos culturas (los 
                                      exploradores ingleses y los nativos americanos, 
                                      a comienzos del siglo XVII) estudiadas casi 
                                      de manera antropológica aunque no 
                                      precisamente desde el libreto sino a partir 
                                      de la fotografía. El hombre a cargo 
                                      de la misma ha sido el mexicano Emmanuel 
                                      Lubezki, quien junto con Malick ha sido 
                                      el alma máter de la obra, logrando 
                                      incluso una nominación al Oscar dentro 
                                      de su rubro. 
                                    Una vez 
                                      más, la historia, lo que pasa, no 
                                      es lo más importante. El mítico 
                                      romance de Pocahontas con uno de los colonizadores 
                                      británicos, a partir de las narraciones 
                                      (siete libros) del propio explorador protagonista 
                                      John Smith (interpretado por Colin Farrell), 
                                      es tan solo un soporte para lo que realmente 
                                      importa; una mirada escrupulosa, una visión 
                                      muy personal, entre el drama y el documental 
                                      (se usó cámara en mano prácticamente 
                                      durante todo el rodaje), de dos grupos de 
                                      seres humanos en tierras intactas, sin necesidad 
                                      de establecer bandos de buenos y malos. 
                                    El ojo y 
                                      el oído de Malick contemplan lo que 
                                      esos nativos y exploradores no pueden apreciar, 
                                      y lo vuelcan equilibradamente y con un detallismo 
                                      tal que lo llevó a componer y supervisar 
                                      prácticamente cada uno de los planos 
                                      en el momento, sin guión técnico 
                                      ni papel en mano, experimentando, a veces 
                                      diciéndole a los actores que caminaran 
                                      hacia donde quisieran y hasta agarrándolos 
                                      in fraganti, apenas ellos pensaban 
                                      que había finalizado la toma; indicándole 
                                      a Lubezki (casi siempre con cámara 
                                      al hombro) que filmara lo que a él 
                                      le pareciera inspirador, no sin antes tener 
                                      una larga charla. Eso lo llevó luego 
                                      a hacer una selección entre un montón 
                                      de material filmado; lo que iba a ser un 
                                      largometraje de dos horas y media, por razones 
                                      comerciales tuvo que ser reducido (lamentablemente) 
                                      a 135 minutos. 
                                    Las tomas 
                                      magistrales, refinadas, se codean con las 
                                      de un soñador, dueño de un 
                                      espíritu formado en base a agudas 
                                      observaciones y reflexiones que hasta trazan 
                                      paralelismos con grupos humanos contemporáneos, 
                                      donde reina la envidia, el dolor y la violencia. 
                                      Pero lo más llamativo es que todo 
                                      es real, dentro de esa ficción. No 
                                      hay efectos especiales por computadora ni 
                                      tampoco cables ni luces; tan solo luz natural 
                                      y el fuego durante la noche, también 
                                      en los interiores de las casas. 
                                    En los dos 
                                      bandos hay valores y sufrimiento, y eso 
                                      llevó a Malick a emparentar todo 
                                      con el contexto donde se mueve; una tierra 
                                      pura, fértil, majestuosa, y una historia 
                                      cuyo trasfondo cultural quiso ser lo más 
                                      auténtico posible. De ahí 
                                      que el director norteamericano se asesorara 
                                      con expertos en Lingüística, 
                                      Arqueología, Historia, y que también 
                                      mantuviera largas charlas con escritores, 
                                      profesores y hasta un miembro del Consejo 
                                      de Indígenas de Virginia. Malick 
                                      mismo ha volcado sus conocimientos como 
                                      Profesor de Filosofía que es. 
                                    Asombra 
                                      también lo que esta película 
                                      logra captar desde la flora y la fauna, 
                                      desde personajes que irrumpen en paisajes, 
                                      formando parte de cuadros vivientes e interactuando 
                                      como un todo, que abarca desde insectos 
                                      en los bosques hasta nubes suspendidas. 
                                      La esencia de El nuevo mundo 
                                      no pasa más bien por lo que se dice 
                                      sino por el cómo se registra, por 
                                      ese momento justo donde el montaje pasa 
                                      de un plano a otro sin perder el tiempo 
                                      en descripciones. La narración es 
                                      básicamente visual, los actores hablan 
                                      muy poco; cuando lo hacen es más 
                                      bien en off.  
                                    Sin dudas 
                                      que esto ha sido todo un desafío, 
                                      porque, insistimos, estamos ante un drama 
                                      romántico que es tan solo un pretexto 
                                      para dar protagonismo a otras cosas, a una 
                                      naturaleza en potencia que fue testigo, 
                                      sí, de cómo casi toda una 
                                      colonia murió víctima del 
                                      hambre y las enfermedades, de cómo 
                                      un grupo de nativos se vio invadido en sus 
                                      más preciados tesoros: sus cultivos, 
                                      sus hogares pero especialmente la paz y 
                                      la libertad. 
                                    Malick logra 
                                      algo cautivante, por momentos una poderosa 
                                      obra maestra, cuya banda sonora (brillante 
                                      James Horner) también irrumpe acompañando 
                                      los sentimientos escondidos de los personajes 
                                      y minimizando la acción y el sonido 
                                      en escena. Y es por eso que al El 
                                      nuevo mundo la elegimos como una 
                                      de las mejores películas del año. 
                                      Por suerte, para su próximo trabajo 
                                      no va a haber que esperar tanto; tan solo 
                                      un par de años más. Y se trata 
                                      de otro proyecto que concibió hace 
                                      casi 30 años y lo tuvo guardado... 
                                      hasta ahora. Se titula The Tree 
                                      of Life (El árbol de la 
                                      vida) y ha dicho, a sus 63 años recién 
                                      cumplidos, que se trata de su trabajo más 
                                      personal. Habrá que esperarlo, entonces, 
                                      deseándole a la futura obra, eso 
                                      sí, un poco más de tiempo 
                                      en cartel. Lejos del éxito, la fama, 
                                      la publicidad y las alfombras rojas, lo 
                                      que hace Malick es noble, sentido; es cine 
                                      de verdad.  |