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Buenos Aires Rojo Sangre 2005
MARCA REGISTRADA PARA EL BUEN TERROR

por Alejandro Yamgotchian (marzo, 2006)


Del pasado 27 de octubre al 2 de noviembre tuvo lugar la sexta edición del festival de cine Buenos Aires Rojo Sangre, en el Complejo Tita Merello, organizado por QuintaDimension.com y Mondo Macabro, con la colaboración del Museo de Cine de la Ciudad de Buenos Aires, con el fin de dar a conocer ese otro cine que no es para nada frecuente en festivales que acostumbran a exhibir materiales "de calidad".



EN PERMANENTE CRECIMIENTO


Beneath the Cogon, de Filipinas, fue la ganadora del festival




La concurrencia superó todos los pronósticos; hubo un 15 % más de entradas vendidas respecto a la edición anterior; y eso teniendo en cuenta que se contaba con una sala menos (antes eran tres, ahora fueron dos) y con un precio levemente superior al de años anteriores. El público pudo ser testigo de numerosos cortos y largometrajes exhibidos dentro y fuera de concurso, y provenientes de todas partes del mundo, del mismo modo que de homenajes (uno a Lovecraft), retrospectivas (una sobre los famosos Súperagentes, otra sobre el "Ed Wood colombiano", Jairo Pinilla), ciclos especiales con clásicos (La danza de los vampiros, Nazareno Cruz y el lobo, la versión original de El enigma de otro mundo) curiosidades (Seis pasajes al infierno, film-trash argentino de Fernando Siro) más varios preestrenos de España, Japón y Canadá. Las largas colas y (otra vez) funciones con entradas agotadas ratificaron al BARS como un evento que crece año a año.

Cabe señalar que hubo un bloque dedicado a la producción uruguaya, donde pudo verse el largo Sangre en La Mondiola, de Guzmán Vila, interesante trabajo, con suspenso y varios toques de ingenioso humor, a propósito de un asesino que aterroriza el viejo barrio del título y un detective vampiro que le sale al cruce. Una película que se convirtió rápidamente en objeto de culto y de la que ya mismo se está preparando una secuela. Otro de los largos que se sumó fue la inquietante Fauces de la noche, de Ricardo Islas. Respecto a los cortos se exhibieron (dentro y fuera del bloque) muy buenos trabajos, como los de Pablo Praino (Otra de kung-fu), Guillermo Carbonell (84715), Laura Báez (Posdata, del Taller de Cine Independiente de Maldonado) y también El mosquito de Roxana Ukmar, otro de mALCINE, El Señor D, de Alejandro Craper, y Arcano, de Patricia Kenny y Max Müller.

El hecho de que el festival se haya convertido en competitivo aumentó la curiosidad del público y estimuló aún más a los distintos realizadores, muchos de ellos haciendo sus primeras armas. El premio a Mejor Largometraje Internacional se lo llevó una película de Filipinas, país, aunque parezca mentira, para nada ajeno a la producción de cine fantástico. La premiada Beneath the Cogon, de Rico María Ilarde, gira sobre los extraños experimentos que un joven descubre en una mansión abandonada.

El premio a Mejor Largometraje Argentino volvió a caer en La Plata, y fue para Grité una noche, del español, radicado en la mencionada localidad, Adrián García Bogliano, de quien ya se había visto en Uruguay Habitaciones para turistas (2004). La película es una historia coral donde tres jóvenes mujeres deben enfrentarse a sus miedos más profundos.

El público votó al largo De noche van a tu cuarto, humor bizarro del argentino Sebastián De Caro, sobre joven con poca suerte que todavía es afectado por un virus espacial.

En cuanto a los cortos el español Retruc se llevó el premio al mejor dentro de la competencia internacional, mientras que Después de recién (que fuera visto en la Tercera Muestra de Cortos y Largos de Punta del Este) ganó dentro de los argentinos; el público se inclinó por el canadiense Alex: Vampire Slayer.

La idea para la edición séptima de 2006 es conseguir más pantallas, con el objetivo de ampliar la programación y poder también repetir las películas, dándole al espectador una mayor oferta horaria.



CADA VEZ MEJOR


Suspenso a la peruana: El misterio del Kharisiri




Año a año la producción argentina y de habla hispana continúa creciendo en cantidad y calidad. El cine bizarro, el humor irónico y extravagante, lo experimental, van dejando paso a un terror más serio, cargado de sustos y buen suspenso.

El caso de El marfil fue prueba de esto último; basada en el famoso cuento La pata de mono, del inglés William W. Jacobs, ahora el objeto es un cuerno de elefante hindú, que otorga los tres deseos aunque de un modo bastante particular... La dirección corrió por cuenta de Guillermo Bengandi y Manuel Méndez, entre buen suspenso y escalofríos varios que impresionan, del mismo modo que la sobresaliente actuación de la pareja principal, especialmente de Enrique Liporace, que interpreta al hombre que pierde el control de su vida y que por ende pone en peligro a toda su familia.

Un caso que por momentos sedujo fue el de la película peruana El misterio del Kharisiri, de Henry Vallejo Torres. Algo extensa en su narración, la historia se centra en dos periodistas que son enviados a cubrir un accidente. Cuando ella desaparece, él comienza a investigar otro caso, supuestamente vinculado con el poder maléfico del ser del título y una serie de crímenes perpetrados. Un relato que echa raíces en espectaculares paisajes y sobre todo en varias leyendas de la región.

Clásico, de Marcelo Daniel Gil, es un largometraje de 70 minutos que hasta pudo haber sido un corto. Un hombre que no puede dormir tranquilo es acosado por extrañas pesadillas que vuelven una y otra vez, siempre con la misma mujer. La película se anota algunos puntos a favor en sus misteriosos y envolventes climas, y en su rigurosa composición visual.

Otro caso interesante y con llamativos resultados, por momentos, fue el de la probablemente primera película cyberpunk argentina, Ultra-Toxic, de Jimmy Crispin. De ribetes experimentales, la obra trata sobre un drogadicto que escapa de una operación fallida, con presumibles fines manipuladores. El problema es que el chip que le habían instalado todavía está en su cerebro y eso lo lleva a perder absolutamente el control.

Dentro de los cortos hubo muchos casos que llamaron la atención. Romeo contra la muzarella lisérgica asesina de nuestro compatriota Manuel Facal despertó unas cuantas risas y posteriores aplausos ante una sala prácticamente llena. Finalmente obtuvo una mención del jurado como Mejor Corto Bizarro del Festival. El humor argentino estuvo en la ingeniosa, imaginativa y ya mencionada Después de recién, en la lucha subterránea de Madriguera abajo, de Emanuel Pascual, con conejos contra "Alicias" dentro de un País de las Maravillas extremadamente cómico y delirante, en una insólita parodia argentina sobre La Guerra de los Mundos (Noticias de la invasión, de Cristian Sabaz) y en Una y otra vez, de Gabriel Grieco, sobre cita a ciegas por Internet donde la protagonista (Verónica Pelaccini) comienza a experimentar graciosamente lo mismo y tal cual lo dice el título.

La historia de un hombre atado en una oscura habitación y a merced de un psicópata que desea conocer sus temores más profundos fue otro de los puntales, esta vez proveniente de España y bajo la dirección de Christian Ray: Graveless. Muy bueno fue el resultado de The Painter of Nosferatu, del macedonio Gjorgi Kakshevski, donde un vampiro obtiene su alimento haciéndose pasar por pintor, y lleno de intriga, al mejor estilo Dimensión Desconocida, fue el de Retruc, de Francesc Talavera, que se terminó llevando el premio a Mejor Cortometraje del Festival.

Siguiendo en la misma línea de terror "serio", pero en Argentina, el español Adrián García Bogliano volvió a confirmar su talento, en este caso para inquietar al espectador y con bastante suspenso, en Encubierto, a propósito de un asesino que aprovecha la confusión reinante en la dictadura militar argentina para hacer desaparecer estudiantes. Mirador, de Mauro Cangiannelli produjo quizá uno de los más notables sobresaltos del BARS, al narrar el momento en que un niño va a buscar su pelota dentro de una casa demasiado tenebrosa. Ella o yo, de Sebastián Franco, llegó a poner algún que otro pelo de punta con una vibrante, intensa historia donde una joven (Brenda Vera, de notable actuación) huye a su casa, una vez que alguien sospechoso la aborda cuando iba caminando junto a su amiga. El precio de la traición hacia esta última le será bastante caro.

Párrafo aparte merecen la curiosa y original 9 de copas, de Gabriel Otero, que también tuvo una mención del jurado, con su pantalla fragmentada por donde desfilan distintas mujeres y cuyas acciones van formando una masacre colectiva, y también el poderío visual y el universo creado para La plaza, de Gastón Inavi, a partir de una obra de Ray Bradbury, sobre adulto atormentado por los recuerdos de su infancia.



VALIOSOS CICLOS


Los siete vampiros de oro




Un importante homenaje Lovecraft tuvo lugar gracias un elogiado mediometraje de Andrew Leman, El llamado de Cthulhu, y también a un film histórico argentino, de Fernando Villalba, El traseúnte, policial basado en otro cuento, El horror de Red Hook, cuya nueva versión (remontada) difiere de la que se estrenó en 1997 (en lugar de 60 minutos eran 90).

En otro espacio pudo verse el Drácula (1974) de Dan Curtis, con guión del gran Richard Matheson y rol protagónico para Jack Palance. Además se exhibió La máscara siniestra (John Brahm, 1954), con Vincent Price como el mago vengador que se enloquece ante aquel colega que no solo le robó las ideas sino también a su propia esposa, y Los siete vampiros de oro (1974) de Roy Ward Baker, que aquí solíamos ver con frecuencia en televisión abierta.

Respecto al material argentino pudo verse El hombre bestia (1934) una película perdida durante décadas, del italiano (luego radicado en Rosario) Camilo Zaccaría Soprani. Según el programador del BARS, Pablo Sapere, "el film tiene un nivel de delirio que la puede ubicar como una de las grandes joyas del cine bizarro argentino". La historia del piloto que cae en la selva y luego en manos de un científico loco, que de hombre peludo lo convierte en perseguidor de doncellas (así como lo leen), es considerada la primera aproximación argentina de género fantástico, mucho antes que Una luz en la ventana (1942) de Manuel Romero y con Ibáñez Menta, y que, por cierto, ya había vuelto a tener su paso por Rosario y Buenos Aires recién en 2003, casi setenta años después de su producción.

La hora de María y el pájaro de oro (1975), dirigida por Rodolfo Kuhn antes de partir al exilio por la dictadura militar, fue otro de los puntales, que según Sapere "construye una metáfora sobre la explotación de los criollos en manos del hombre blanco, a partir de una leyenda folklórica comprometida con la realidad".

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