Del pasado 27 de octubre al 2 de noviembre
tuvo lugar la sexta edición del festival
de cine Buenos Aires Rojo Sangre, en el
Complejo Tita Merello, organizado por QuintaDimension.com
y Mondo Macabro, con la colaboración
del Museo de Cine de la Ciudad de Buenos
Aires, con el fin de dar a conocer ese otro
cine que no es para nada frecuente en festivales
que acostumbran a exhibir materiales "de
calidad".
EN PERMANENTE CRECIMIENTO

Beneath the
Cogon, de Filipinas, fue la ganadora
del festival
La concurrencia superó todos los
pronósticos; hubo un 15 % más
de entradas vendidas respecto a la edición
anterior; y eso teniendo en cuenta que se
contaba con una sala menos (antes eran tres,
ahora fueron dos) y con un precio levemente
superior al de años anteriores. El
público pudo ser testigo de numerosos
cortos y largometrajes exhibidos dentro
y fuera de concurso, y provenientes de todas
partes del mundo, del mismo modo que de
homenajes (uno a Lovecraft), retrospectivas
(una sobre los famosos Súperagentes,
otra sobre el "Ed Wood colombiano",
Jairo Pinilla), ciclos especiales con clásicos
(La danza de los vampiros,
Nazareno Cruz y el lobo,
la versión original de El
enigma de otro mundo) curiosidades
(Seis pasajes al infierno,
film-trash argentino de Fernando Siro) más
varios preestrenos de España, Japón
y Canadá. Las largas colas y (otra
vez) funciones con entradas agotadas ratificaron
al BARS como un evento que crece año
a año.
Cabe señalar
que hubo un bloque dedicado a la producción
uruguaya, donde pudo verse el largo Sangre
en La Mondiola, de Guzmán
Vila, interesante trabajo, con suspenso
y varios toques de ingenioso humor, a propósito
de un asesino que aterroriza el viejo barrio
del título y un detective vampiro
que le sale al cruce. Una película
que se convirtió rápidamente
en objeto de culto y de la que ya mismo
se está preparando una secuela. Otro
de los largos que se sumó fue la
inquietante Fauces de la noche,
de Ricardo Islas. Respecto a los cortos
se exhibieron (dentro y fuera del bloque)
muy buenos trabajos, como los de Pablo Praino
(Otra de kung-fu), Guillermo
Carbonell (84715), Laura
Báez (Posdata, del
Taller de Cine Independiente de Maldonado)
y también El mosquito
de Roxana Ukmar, otro de mALCINE, El
Señor D, de Alejandro Craper,
y Arcano, de Patricia Kenny
y Max Müller.
El hecho
de que el festival se haya convertido en
competitivo aumentó la curiosidad
del público y estimuló aún
más a los distintos realizadores,
muchos de ellos haciendo sus primeras armas.
El premio a Mejor Largometraje Internacional
se lo llevó una película de
Filipinas, país, aunque parezca mentira,
para nada ajeno a la producción de
cine fantástico. La premiada Beneath
the Cogon, de Rico María
Ilarde, gira sobre los extraños experimentos
que un joven descubre en una mansión
abandonada.
El premio
a Mejor Largometraje Argentino volvió
a caer en La Plata, y fue para Grité
una noche, del español,
radicado en la mencionada localidad, Adrián
García Bogliano, de quien ya se había
visto en Uruguay Habitaciones para
turistas (2004). La película
es una historia coral donde tres jóvenes
mujeres deben enfrentarse a sus miedos más
profundos.
El público
votó al largo De noche van
a tu cuarto, humor bizarro del
argentino Sebastián De Caro, sobre
joven con poca suerte que todavía
es afectado por un virus espacial.
En cuanto
a los cortos el español Retruc
se llevó el premio al mejor dentro
de la competencia internacional, mientras
que Después de recién
(que fuera visto en la Tercera Muestra de
Cortos y Largos de Punta del Este) ganó
dentro de los argentinos; el público
se inclinó por el canadiense Alex:
Vampire Slayer.
La idea
para la edición séptima de
2006 es conseguir más pantallas,
con el objetivo de ampliar la programación
y poder también repetir las películas,
dándole al espectador una mayor oferta
horaria.
CADA VEZ MEJOR

Suspenso a la peruana:
El misterio del Kharisiri
Año a año la producción
argentina y de habla hispana continúa
creciendo en cantidad y calidad. El cine
bizarro, el humor irónico y extravagante,
lo experimental, van dejando paso a un terror
más serio, cargado de sustos y buen
suspenso.
El caso
de El marfil fue prueba
de esto último; basada en el famoso
cuento La pata de mono,
del inglés William W. Jacobs, ahora
el objeto es un cuerno de elefante hindú,
que otorga los tres deseos aunque de un
modo bastante particular... La dirección
corrió por cuenta de Guillermo Bengandi
y Manuel Méndez, entre buen suspenso
y escalofríos varios que impresionan,
del mismo modo que la sobresaliente actuación
de la pareja principal, especialmente de
Enrique Liporace, que interpreta al hombre
que pierde el control de su vida y que por
ende pone en peligro a toda su familia.
Un caso
que por momentos sedujo fue el de la película
peruana El misterio del Kharisiri,
de Henry Vallejo Torres. Algo extensa en
su narración, la historia se centra
en dos periodistas que son enviados a cubrir
un accidente. Cuando ella desaparece, él
comienza a investigar otro caso, supuestamente
vinculado con el poder maléfico del
ser del título y una serie de crímenes
perpetrados. Un relato que echa raíces
en espectaculares paisajes y sobre todo
en varias leyendas de la región.
Clásico,
de Marcelo Daniel Gil, es un largometraje
de 70 minutos que hasta pudo haber sido
un corto. Un hombre que no puede dormir
tranquilo es acosado por extrañas
pesadillas que vuelven una y otra vez, siempre
con la misma mujer. La película se
anota algunos puntos a favor en sus misteriosos
y envolventes climas, y en su rigurosa composición
visual.
Otro caso
interesante y con llamativos resultados,
por momentos, fue el de la probablemente
primera película cyberpunk
argentina, Ultra-Toxic,
de Jimmy Crispin. De ribetes experimentales,
la obra trata sobre un drogadicto que escapa
de una operación fallida, con presumibles
fines manipuladores. El problema es que
el chip que le habían instalado todavía
está en su cerebro y eso lo lleva
a perder absolutamente el control.
Dentro de
los cortos hubo muchos casos que llamaron
la atención. Romeo contra
la muzarella lisérgica asesina
de nuestro compatriota Manuel Facal despertó
unas cuantas risas y posteriores aplausos
ante una sala prácticamente llena.
Finalmente obtuvo una mención del
jurado como Mejor Corto Bizarro del Festival.
El humor argentino estuvo en la ingeniosa,
imaginativa y ya mencionada Después
de recién, en la lucha subterránea
de Madriguera abajo, de
Emanuel Pascual, con conejos contra "Alicias"
dentro de un País de las Maravillas
extremadamente cómico y delirante,
en una insólita parodia argentina
sobre La Guerra de los Mundos (Noticias
de la invasión, de Cristian
Sabaz) y en Una y otra vez,
de Gabriel Grieco, sobre cita a ciegas por
Internet donde la protagonista (Verónica
Pelaccini) comienza a experimentar graciosamente
lo mismo y tal cual lo dice el título.
La historia
de un hombre atado en una oscura habitación
y a merced de un psicópata que desea
conocer sus temores más profundos
fue otro de los puntales, esta vez proveniente
de España y bajo la dirección
de Christian Ray: Graveless.
Muy bueno fue el resultado de The
Painter of Nosferatu, del macedonio
Gjorgi Kakshevski, donde un vampiro obtiene
su alimento haciéndose pasar por
pintor, y lleno de intriga, al mejor estilo
Dimensión Desconocida,
fue el de Retruc, de Francesc
Talavera, que se terminó llevando
el premio a Mejor Cortometraje del Festival.
Siguiendo
en la misma línea de terror "serio",
pero en Argentina, el español Adrián
García Bogliano volvió a confirmar
su talento, en este caso para inquietar
al espectador y con bastante suspenso, en
Encubierto, a propósito
de un asesino que aprovecha la confusión
reinante en la dictadura militar argentina
para hacer desaparecer estudiantes. Mirador,
de Mauro Cangiannelli produjo quizá
uno de los más notables sobresaltos
del BARS, al narrar el momento en que un
niño va a buscar su pelota dentro
de una casa demasiado tenebrosa. Ella
o yo, de Sebastián Franco,
llegó a poner algún que otro
pelo de punta con una vibrante, intensa
historia donde una joven (Brenda Vera, de
notable actuación) huye a su casa,
una vez que alguien sospechoso la aborda
cuando iba caminando junto a su amiga. El
precio de la traición hacia esta
última le será bastante caro.
Párrafo
aparte merecen la curiosa y original 9
de copas, de Gabriel Otero, que
también tuvo una mención del
jurado, con su pantalla fragmentada por
donde desfilan distintas mujeres y cuyas
acciones van formando una masacre colectiva,
y también el poderío visual
y el universo creado para La plaza,
de Gastón Inavi, a partir de una
obra de Ray Bradbury, sobre adulto atormentado
por los recuerdos de su infancia.
VALIOSOS CICLOS

Los siete
vampiros de oro
Un importante homenaje Lovecraft tuvo lugar
gracias un elogiado mediometraje de Andrew
Leman, El llamado de Cthulhu,
y también a un film histórico
argentino, de Fernando Villalba, El
traseúnte, policial basado
en otro cuento, El horror de Red
Hook, cuya nueva versión
(remontada) difiere de la que se estrenó
en 1997 (en lugar de 60 minutos eran 90).
En otro
espacio pudo verse el Drácula
(1974) de Dan Curtis, con guión del
gran Richard Matheson y rol protagónico
para Jack Palance. Además se exhibió
La máscara siniestra
(John Brahm, 1954), con Vincent Price como
el mago vengador que se enloquece ante aquel
colega que no solo le robó las ideas
sino también a su propia esposa,
y Los siete vampiros de oro
(1974) de Roy Ward Baker, que aquí
solíamos ver con frecuencia en televisión
abierta.
Respecto
al material argentino pudo verse El
hombre bestia (1934) una película
perdida durante décadas, del italiano
(luego radicado en Rosario) Camilo Zaccaría
Soprani. Según el programador del
BARS, Pablo Sapere, "el film tiene
un nivel de delirio que la puede ubicar
como una de las grandes joyas del cine bizarro
argentino". La historia del piloto
que cae en la selva y luego en manos de
un científico loco, que de hombre
peludo lo convierte en perseguidor de doncellas
(así como lo leen), es considerada
la primera aproximación argentina
de género fantástico, mucho
antes que Una luz en la ventana
(1942) de Manuel Romero y con Ibáñez
Menta, y que, por cierto, ya había
vuelto a tener su paso por Rosario y Buenos
Aires recién en 2003, casi setenta
años después de su producción.
La
hora de María y el pájaro
de oro (1975), dirigida por Rodolfo
Kuhn antes de partir al exilio por la dictadura
militar, fue otro de los puntales, que según
Sapere "construye una metáfora
sobre la explotación de los criollos
en manos del hombre blanco, a partir de
una leyenda folklórica comprometida
con la realidad". |