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Ciencia Ficción de primera línea
SUBLIMADA EVOCACIÓN DE LA CLASE "B"


por Álvaro Sanjurjo Toucon






El reciclaje cinematográfico asomó triunfal en el díptico Grindhouse de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez comentado en nota aparte. Una senda similar emprende Sector 9, con la peculiaridad de no provenir del Hollywood motivador, sino de una particular conjunción de figuras experimentadas y debutantes, del cine de Sudáfrica y Nueva Zelanda.


La película es una de las más atractivas realizaciones de ciencia ficción de los últimos años, a la vez que una producción sudafricana/neozelandesa que rompe con los esquemas del género manejados por la cuantiosa producción norteamericana actual y retoma meritorios aspectos del cine hollywoodense del género en los años '50. Su director es el debutante sudafricano Neill Blomkamp, y la producción pertenece al experimentado neocelandés Peter Jackson (El Señor de los Anillos, Criaturas celestiales y el último King Kong)

En Sector 9 una gigantesca nave espacial extraterrestre se posa a gran altura sobre la ciudad sudafricana de Johannesburgo. Sus ocupantes, una vez en tierra, son confinados a misérrimos "ghettos" al tiempo que se les combate salvajemente. Detrás de una primera lectura donde prima la agitada y bien resuelta aventura (persecuciones, balaceras, etc.) emerge la alegoría del film. La ley del "apartheid" (vigente entre 1948 y 1994) resurge simbólicamente cuando ahora blancos y negros enfrentan, con variable intensidad, a los extraños visitantes. Individuos con aspecto de gigantescos camarones, y hábitos en definitiva no tan diferentes a los de los terrícolas, son considerados criaturas deleznables.


El rechazo hacia el recién llegado, el "diferente", en una Sudáfrica encaminada legalmente hacia la multirracialidad, no es sino el resurgimiento del "apartheid" con nuevos destinatarios. Así lo plantea el director y coguionista Blomkamp, debutante en el largometraje con este Sector 9 que no es sino la ampliación de su cortometraje Alive in Joburg (2005). Pero por cierto que las coordenadas sociales contemporáneas no restringen este "mensaje" al teóricamente superado racismo sudafricano, sino que amplían y proyectan el mismo sobre un planeta que se siente convulsionado por las grandes olas inmigratorias. Acaso las actuales y agitadas penetraciones de latinos (y otros pueblos) en los EE.UU. y Europa reeditan, pacíficamente, las lejanísimas invasiones a Europa por parte de los llamados "pueblos bárbaros", y hallan en este film su paráfrasis.



Los "legendarios" '50

La semejanza entre el arribo de extraterrestres o la presencia de amenazantes criaturas, tuvo concreta significación en la producción de ciencia ficción de los EE.UU. de los ´50. Títulos como la magistral El día que paralizaron la tierra (1951, Robert Wise), El planeta desconocido (1956, Fred McLeod), El enigma de otro mundo (1951, Christian Nyby), y la inquietante El mundo en peligro (1954, Gordon Douglas) dentro de una filmografía mucho mayor, no fueron sino la expresión indirecta de una guerra fría con la por entonces temida y temible Unión Soviética. Si bien coexistió lo que podía entenderse como racismo a nivel individual, en filmes como la humilde y encantadora El hombre del planeta X (1951, Edgar Ulmer) o la inquietante El monstruo de la laguna negra (1954, Jack Arnold) con una Julie Adams cuya sensualidad era más que suficiente para desquiciar a seres biológicamente humanos o a un pobre y solitario monstruo de perdida laguna amazónica.


Aquellos títulos del medio siglo -como los señalados- supieron conjugar la acción y los (frecuentemente rudimentarios) efectos especiales, con los requerimientos anecdóticos y conceptuales. Luego, en los últimos treinta años la aparición de la paradigmática Alien, el octavo pasajero (1979, Ridley Scott) abre las puertas a un cine de "monstruos babeantes" cuya razón de existir se aproxima más al cine "gore" que a otra cosa, ubicando al género en una franja de franca decadencia. Será el trágico 11-S el hecho que recubre nuevamente de peligrosidad a la "cosa" o seres "extraños" de un cine de ciencia ficción hollywoodiano muy distante de los aciertos de sus precedentes.



La huella de un maestro

Esta renovadora coproducción sudafricano-neocelandesa se nutre de un brillante antecedente radiofónico. La mixtura que hace el film de ficcionados telenoticieros, entrevistas e imágenes obtenidas por cámaras de seguridad, se pliegan a mecanismos similares utilizados por Orson Welles para recrear otra invasión extraterrestre en "La guerra de los mundos" (sobre H.G. Wells) trasmitida por la cadena radial CBS, el 30 de octubre de 1938, a unos EE.UU. emergiendo de la depresión y atisbando el fantasma de una guerra mundial.


Digno alumno de Welles, el realizador Blomkamp juega admirablemente con el sonido, imponiendo con este la sensación de caos que en las imágenes se resuelve con la magistral compaginación de tomas relativamente sencillas antes que por los costosos "efectos especiales". Reducidos a la expresión mínima (y simplificada) imprescindible para llevar adelante este atendible y creativo Sector 9.


Los "mercantilistas" y su acertado instinto


Un único reproche cabe a Sector 9. Sus 112 minutos lucen algo excesivos. La vieja duración "standard" de 90 minutos, intuitivamente establecida por implacables productores hollywoodenses, que sabían poco de arte y mucho de negocios (y comportamiento del público), hubiera sido más adecuada.


El cine de perdidas "matinés" emerge a modo de atendible referente.


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