.: Novedades :..: Informes :..: Asteríscos :..: Entrevistas :..: Juegos Electrónicos :..: H O M E :..: E-mail :..: Imprimir Documento :.



Adoración, de Atom Egoyan, en DVD
EL DOLOR ANTE LA PÉRDIDA


por AY




Un adolescente criado de niño por su tío intenta averiguar qué fue lo que realmente pasó con la muerte de sus padres (él musulmán, ella cristiana) en un accidente automovilístico. En ese viaje que emprende, en esa exploración que hace, se da cuenta que hay piezas que faltan, que hay versiones dudosas de los hechos, provenientes de sus propios familiares, que lo tornan en un ser cada vez más inquieto, ansioso, y a la vez confundido y vulnerable.

Una vez más, el director egipcio Atom Egoyan (de origen armenio, reside en Canadá) vuelve a su mejor nivel, a aquel que demostrara en films como Exótica (1994) y especialmente en su obra maestra El dulce porvenir (1997), no con el mismo impacto emocional de estos dos films aunque sí con ese estilo de narración no lineal, yendo y viniendo en el tiempo, con la inclusión de personajes que adquieren dimensiones impensadas para el espectador: el joven mencionado que finalmente decide contar una historia que involucra a sus padres fallecidos y a él mismo para compartirla chateando, cámara mediante, y ver qué impresiones recoge de parte de los distintos usuarios de Internet; el tío que lo crió, hombre de pocas palabras, con problemas económicos, y muy dolido ante la muerte de su hermana en aquel accidente; y una profesora, interpretada por la esposa del realizador (la libanesa Arsinée Khanjian), en un rol muy particular, ambiguo, quizás en la mejor labor de todas las que le tocó hacer para las películas de su marido, tratando de ayudar a ese joven desconcertado pero determinante en su objetivo.

No hay dudas de que el formato que maneja Egoyan en sus películas deriva en descubrimientos sorprendentes y de ahí que sea mejor que el espectador los vaya conociendo lenta y serenamente, a medida que transcurre una historia sobre la que no conviene dar muchos detalles. La adoración del título no sólo se expresa en la angustia de los personajes ante las ausencias, sino también en lo que principalmente este joven es capaz de hacer para llegar a la verdad. De ahí que también toda la película cobre un significado desde un punto de vista religioso, en el sentido de que la adoración constituye, además, un acto en reconocimento hacia el dominio supremo de Dios, un elemento que en su momento utilizara el director indio M. Night Shyamalan en Señales (2002), orquestando una invasión extraterrestre para hacerle recuperar la fe a un sacerdote que la había perdido, luego de que falleciera la mujer que más quería.

Y a partir de ahí es donde empieza el Egoyan transgresor, provocador, pero siempre desde la óptica de sus personajes y sin necesidad de generalizar o imponer nada al espectador. Aprovechando una vez más la tecnología audiovisual, el joven mantiene largas sesiones con usuarios en Internet, quienes opinan sobre lo que supuestamente pasó con sus progenitores: el padre era un terrorista que intentó volar un avión con 400 pasajeros, incluyendo a su esposa, que no sabía nada y que estaba embarazada del protagonista, ahora adolescente. La intención, claro, es demostrar cómo una historia se va deformando, alejandose de la realidad, adquiriendo distintas interpretaciones que no lo ayudan mucho a encontrar su propia identidad, producto de una comunicación fría, a distancia, y donde todos opinan de todo, aunque en un momento alguien se pregunta qué es lo peor, si las víctimas que dejan las causas por las que luchan los terroristas, o las que produce el propio sistema capitalista, al que se lo ve como otra forma de terrorismo.

A esa altura Egoyan comienza a profundizar lo que en realidad es un juego de presunciones y apariencias, intentando abrir esa puerta secreta con el fin de develar un mecanismo de mentiras y fachadas, donde lo que se ve no es tan nítido como lo que realmente piensan sus personajes, seres enigmáticos, misteriosos, a veces juzgados presurosa y erróneamente, que parecen ocultar algo fundamental, en ocasiones una pesada mochila de la que no se pueden librar y que prefieren llevarla consigo mismos, sin asumir riesgos, golpeados por un pasado que los hace reaccionar de una manera que ni ellos mismos podrían haber imaginado.


Y ahí es cuando se potencia el relato elíptico de esta Adoración (2008), cuando comienzan a descubrirse piezas de un rompecabezas que sirven para conocer realmente quiénes son esos personajes que rodean al joven. En realidad gran parte del peso dramático recae en ellos (complementado por una notable fotografía y banda sonora), desde que vuelve a detectarse en los trabajos de Egoyan el interés por recomponer los lazos familiares, todo lo que implica la lealtad y la responsabilidad moral hacia los seres queridos (incluyendo a los que ya no están), y el hecho de enfrentar problemas y tragedias del pasado para poder entenderlas y superarlas.

Un conflicto que juega con realidades y en especial ficciones, un drama de personajes, atrapantes y envolventes, una mirada que se aboca en parte al hombre y la sociedad en que vive, con la tecnología como principal distorsionador de la comunicación humana. Adoración no es la mejor película de Egoyan, aunque sí se inscribe dentro de esa línea que había perdido, la de una estructura narrativa compleja pero necesaria, de miradas incisivas, reveladoras, sensibles y muy humanas, por momentos impactantes, dignas de un autor excepcional.


ADORACIÓN (Adoration) - Canadá, 2008 - Guión y Dirección: Atom Egoyan. Con Devon Bostick, Scott Speedman, Arsinée Khanjian, Rachel Blanchard, Noam Jenkins. Duración: 101 minutos


.: E-mail :. .: Derechos Reservados :.