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EL NIÑO DE BARRO


Título original
: El niño de barro
País y año de producción: Argentina / España, 2007
Dirección: Jorge Algora
Guión: JA, Christian Busquier, Héctor Carré
Con: Maribél Verdú, Daniel Freire, Chete Lera, Abel Ayala, Rolly Serrano
Duración: 103 minutos
Calificación: No apta para menores de 15 años
Género: Drama / Thriller
Sitio Web: http://www.elninodebarro.com/



Reseña argumental: Una serie de brutales asesinatos a menores se propaga por la ciudad. Mateo, un niño de 10 años, esconde un secreto: a veces su mente le conduce a un oscuro lugar de la memoria donde es testigo de los asesinatos. Al descubrirse su secreto, Mateo se convierte en el principal sospechoso. Estela, su madre, con el apoyo del forense de la policía, el Dr. Soria tratan de encontrar una explicación racional a las visiones y así minar el escepticismo del Comisario Petrie. Pero los asesinatos siguen ocurriendo... Y el caos termina por adueñarse de la situación.

Los crímenes del popularmente conocido "petiso orejudo" de Boedo (un niño que torturaba y mataba a sus víctimas, generalmente niños y animales, a veces hundiéndole clavos en la cabeza, quemándoles los ojos con cigarrillos, enterrándolas vivas, o directamente prendiéndolas fuego) sirvieron de inspiración a este thriller dramático del español Jorge Algora que es contado desde el punto de vista de uno de los pequeños que sobrevivió a los ataques en Buenos Aires, en 1912. Este último puede ver los espantosos asesinatos con los ojos del criminal. La idea, sin embargo, es reflexionar sobre la violencia infantil en un contexto de marginalidad y promiscuidad.





EN CONSTRUCCIÓN


Un par de funciones en el reciente Festival de Cine Montevideo y apenas dos semanas en cartel fue lo que duró El niño de barro (2007). El único cine que se animó a estrenarla comercialmente fue el Casablanca y la película terminó siendo exhibida en horario algo marginal, con dos funciones diarias los primeros siete días, y una sola (a la tarde) durante los otros restantes. Con sorpresa venimos a descubrir que algunas exhibidoras no se animaban a darla, por algunos temas y especialmente escenas que tenía esta ópera prima del español Jorge Algora, inspirada en hechos reales que estremecieron la capital bonaerense a comienzos del siglo XX.


Los pocos que la han visto bien sabrán que al lado de otros estrenos de circuito comercial ya no de terror sino de tortura gráfica (saga de Hostal y secuelas de El juego del miedo, por ejemplo) El niño de barro no tiene prácticamente nada de sensacionalismo. Sí hay, por supuesto, alusiones indirectas a los horribles crímenes que cometía contra niños el famoso "petiso orejudo" del barrio de Boedo y aquí es donde radica el primer gran mérito de la película: la forma en que se va creando el perfil de Cayetano Santos marcando pautas a través de los inmigrantes que ya estaban establecidos en Buenos Aires, con ilusiones de retornar a sus países de origen convertidos en multimillonarios, con sueños opacados por inmediatos problemas sociales y económicos. Esto llega a un punto tal que al autor de los asesinatos casi que ni se lo ve en la obra, pero sí a un niño que tiene el don de poder observar los mismos mientras ocurren y no estando necesariamente en el lugar de los hechos.


Si el caso en el que se inspira este film lleva a que algunos cines se nieguen a exhibirlo por la reacción que pudieran tener algunos espectadores, habría que imaginar la reacción que aquellas personas recién llegadas a tierras porteñas tenían ante un caso de tales características. Lo bueno es que esa impresión de asombro es filtrada aquí por ciertos escepticismos que también son prejuicios y fachadas de la época. La pobreza, los abusos y la negligencia van moldeando a ese niño rechazado, irracional y con retraso mental, mientras que el cable a tierra lo pone el personaje de Maribel Verdú, como la madre del niño con visiones, que prácticamente recibe todo el impacto de ese contexto donde se mueve, mientras trata afanosamente de demostrar la inocencia de su hijo a través de la razón y la justicia, moviéndose entre corruptos y violentos, y cuando la policía y la psiquiatría no estaban acostumbradas a resolver ese tipo de casos. Mientras las autoridades lo devolvían a la calle, la medicina llegó a pensar que en sus grandes orejas estaba la causa de su instinto asesino...


Ahí es donde entra a gravitar la notable dirección del realizador gallego Jorge Algora y especialmente en rubros técnicos trabajados casi a la perfección para reconstruir y reflejar esa época callejera donde se aprendían más cosas afuera que adentro, y en donde el desinterés daba paso a la curiosidad al tratarse de buscar explicaciones más allá de los moldes establecidos y con tal de ayudar a la otra persona. Por un lado, la fotografía cuyos tonos acompañan el sacrificio de los trabajadores, la depresión en la gente, y otros un poco más luminosos donde las cosas aparentemente iban marchando bien dentro de una comunidad esperanzada que apuntaba a consolidarse pero que a la vez tenía algunas carencias humanas. Por otro la brillante dirección artística y el vestuario; todo muy llamativo y como extremadamente meticuloso. Ayudan y mucho también las labores de los actores principales, especialmente la de los niños; hay que ver lo que es el trabajo del actor platense Abel Ayala (el de El polaquito) interpretando al asesino; impresiona realmente, para ser un papel secundario, y por supuesto la labor de Juan Ciancio, con un temple y seriedad poco frecuentes dentro de los actores infantiles.


Recientemente Patagonik firmó un contrato con destacados realizadores argentinos de cine fantástico ultraindependiente, y esa es una muy buena señal. Esta coproducción hispano-argentina cuenta con la participación de las productoras vecinas Pol-ka y precisamente Patagonik. Y es sorprendente que ambas hayan impulsado una película donde hay temas muy escabrosos y quizás no tan comerciales. El principal, la explotación infantil, a través del trabajo y del sexo. Ni qué hablar de las víctimas de los crímenes, donde figuraban niños de apenas dieciocho meses de vida. El " petiso orejudo" fue considerado el primer asesino en serie de Argentina. De padre alcohólico y golpeador, y con una salud muy frágil que lo tuvo al borde de la muerte en reiteradas ocasiones, el niño cometió su primer asesinato con tan solo siete años y ese instinto asesino se mantuvo inexplicablemente con él y durante toda su vida.


Alejandro Yamgotchian


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