
Título original: Laitakaupungin
valot
País y año de producción:
Alemania / Finlandia / Francia, 2006
Dirección: Aki
Kaurismäki
Guión: Aki Kaurismäki
Con: Janne Hyytiäinen,
Maria Järvenhelmi, Maria Heiskanen,
Ilkka Koivula, Sergei Doudko
Duración: 78 minutos
Calificación:
No apta para menores de 12 años
Género: Drama
Reseña argumental: Koistinen
(Janne Hyytiäinen), un guarda de
seguridad que trabaja de noche, recorre
las calles buscando un pequeño
lugar al sol, pero la indiferencia general
y la mecánica sin rostro de la
sociedad se unen para hacer trizas, una
tras otra, sus modestas esperanzas. Un
grupo de mafiosos explota su sed de amor
y su profesión con la ayuda de
una mujer calculadora. Organizan un robo
del que se acusa a Koistinen como único
responsable. El guarda de seguridad pierde
su trabajo, su libertad y sus sueños.
El director finlandés Aki Kaurismäki
es conocido por trabajos como La
muchacha de la fábrica de fósforos
(1990), Juha (1999) y
El hombre sin pasado
(2002).
CONTRA VIENTO Y MAREA
Algunos la han denominado la trilogía
de Helsinki, otros la trilogía
de "perdedores" de Aki Kaurismäki,
compuesta por Cambio de vientos
(1996), El hombre sin pasado
(2002; más cerca del homenaje a
su querido cine mudo, como en Juha)
y esta Luces al atardecer
(2006), que sigue las vivencias de un
honesto guardia de seguridad que va de
mal en peor, al ser algo marginado en
su ambiente laboral y todavía engañado
por una mujer, aliada a un grupo de mafiosos,
de la que se enamora y que no tiene otro
objetivo más que usarlo para el
robo de una joyería.
Esta trilogía se ha puesto del
lado del trabajador hostigado por el sistema
con el fin de darle a su director la excusa
de pasear ciertos valores humanos por
una Helsinki desalmada y con una fauna
de personajes que es utilizada con un
sutil ojo y un no menos fino sentido del
humor. Un par de segundos dentro de un
plano es suficiente para detectar un gesto
significativo o incluso muy gracioso.
Una simple pregunta ("¿Y
ahora qué? ¿Nos casamos?",
le dice el protagonista a la rubia misteriosa
que se sienta con él en un bar
y a la que acaba de conocer) es capaz
de transformar una situación normal
en algo delirante y que puede darse en
plena pesadilla interna de su personaje
principal o durante otros momentos que
llaman la atención por un lado
pero que en realidad terminan importando
más por otro.
A pesar de estar integrado (en teoría)
a la sociedad, con un trabajo que no le
alcanza para abrir su propia empresa de
seguridad, el hombre es marginado socialmente
por su carácter solitario y de
pocas palabras, empezando por sus propios
compañeros de trabajo, y luego,
al intentar cumplir con su tarea, por
un grupo de hombres tomando cerveza en
un bar. Hay un plano impagable en la vereda,
con la expresión de un niño
y sobre todo del perro al que quiso proteger
(cuyos dueños lo tenían
abandonado), que lo miran salir del lugar,
todo golpeado, y otro con un camarero
altísimo que despacha a la mujer
para servirle una casi invisible tacita
de café en su enorme mano.
Helsinki es mostrada durante el día
y la noche, con su riqueza y pobreza,
con música nostálgica y
emotiva, con su arquitectura moderna y
zonas descampadas, también con
esa calma y frialdad donde parece poco
creíble que ocurra una historia
como la que se cuenta. A pesar de todas
las desgracias y los nubarrones que parecen
estar permanentemente sobre la cabeza
de los protagonistas, esta trilogía
tragicómica de "perdedores"
los muestra con la suficiente fuerza y
determinación como para no dejarse
pasar por arriba y seguir firmes con su
objetivo, aguantando lo que venga.
La típica visión pesimista
de su director se filtra con algunos planos
que marcan, por ejemplo, el cambio de
estaciones pero no para asimilar alegría
o felicidad ante una inminente salida
de la cárcel por parte de su personaje
central. De hecho el único momento
en que se lo ve reír es justamente
cuando está en prisión,
en el patio y junto a otros presos. Su
vida tiene la misma apatía, tanto
dentro como fuera del centro carcelario,
aunque a la vez hay algunas tomas coloridas
y con intensa luminosidad que acompañan
al protagonista desde la puesta en escena
y a lo largo de toda la película,
con una virtuosa composición de
planos y una marcada ausencia de diálogos
que descansa y mucho en gestos faciales
y corporales en general.
Si bien su carrera cuenta con películas
que se acercan a verdaderas tragedias,
con su punto más álgido
de prueba de resistencia en la joven de
La muchacha de la fábrica
de fósforos (1990), todas
se nutren de un cálido epílogo
que empieza a inclinar la balanza para
el otro lado en los descuentos, a través
de una leve señal de esperanza
y optimismo que apunta definitivamente
al tan anhelado cambio justiciero. Más
que una reiteración de fórmula,
Luces al atardecer (2006)
es una confirmación del estilo
de Kaurismäki, de su forma de hacer
cine, que sigue encajando a la perfección
con una sociedad cuyo sistema le exige
al hombre algo más que honestidad
al momento de integrarse, quizás
un costado más siniestro o maquiavélico
para poder sobrevivir, que bien puede
ser una fachada hipócrita o lisa
y llanamente una forma de ser casi contraria
a todo lo que son sus personajes. Pero,
como en Cambio de vientos
que sigue siendo no solo la mejor de las
tres sino también una de las mejores
películas de su carrera, al final
la infelicidad y las injusticias (en este
caso, una pareja con planes futuros que
de golpe se queda sin trabajo) terminan
combatiéndose con otras cosas,
mucho más positivas y por qué
no milagrosas, y ahí es donde ese
cine tildado de extraño y depresivo
convierte a su director en un artista
capaz de conmover con lo más mínimo,
con historias salpicadas de mucho golpe
absurdo, ironía y desilusión
que golpea a esos mismos personajes ingenuos
y trabajadores que, a pesar de todo, jamás
pierden su dignidad.