
                                        Título original: Le concert
                                        País y año de producción: 
                                        Bélgica / Francia / Italia / Rumania 
                                        / Rusia, 2009 
                                        Dirección: Radu 
                                        Mihaileanu
                                        Guión: RM, Matthew 
                                        Robbins, Alain-Michel Blanc, sobre historia 
                                        de Héctor Cabello Reyes y Thierry 
                                        Degrandi
                                        Con: Alexeï Guskov, 
                                        Dimitri Nazarov, Mélanie Laurent, 
                                        François Berléand, Miou-Miou
                                        Duración: 119 
                                        minutos
                                        Calificación: 
                                        Apta para todo público
                                        Género: Comedia 
                                        / Drama / Musical
                                        Sitio Web: http://www.europacorp.com/dossiers/leconcert/
                                        
                                        
                                        Reseña argumental: 
                                        En épocas de Leonid Brezhnev (secretario 
                                        general del Partido Comunista de la Unión 
                                        Soviética desde 1964), Andreï 
                                        Filipov (Alexeï Guskov) era un prodigio: 
                                        el mejor director de orquesta, conductor 
                                        de la célebre Orquesta del Bolshoi. 
                                        Hoy, a la edad de 50 años, continúa 
                                        trabajando en el Bolshoi… pero haciendo 
                                        la limpieza. 
                                      Durante la era comunista fue despedido 
                                        en el auge de su fama por rehusarse a 
                                        deshacerse de todos sus músicos 
                                        judíos-"sionistas y enemigos 
                                        del pueblo"-entre ellos su mejor 
                                        amigo Sacha Grossman (Dmitry Nazarov). 
                                        Andreï se hundió en el alcoholismo 
                                        y la depresión. 
                                      El Director del Bolshoi, un viejo apparatchik 
                                        (funcionario burócrata del partido 
                                        comunista), le ha venido prometiendo a 
                                        Andreï un "pronto" retorno 
                                        a la dirección de la orquesta, 
                                        pero sólo se está burlando 
                                        de él, humillándolo sádicamente. 
                                        Para él, Andreï es una reliquia 
                                        del pasado, y le está haciendo 
                                        un gran favor al mantenerlo como encargado 
                                        de la limpieza. 
                                      Un día Andreï, sacando brillo 
                                        a la oficina del perverso director, encuentra 
                                        un fax con una invitación para 
                                        que la orquesta se presente en el Théâtre 
                                        du Châtelet de París, en 
                                        tan sólo dos semanas, para reemplazar 
                                        a la indispuesta Filarmónica de 
                                        Los Ángeles. 
                                      A Andreï se le ocurre una descabellada 
                                        idea: reunir a sus viejos amigos, un ecléctico 
                                        grupo de empobrecidos músicos, 
                                        luchando para ganarse la vida en Moscú 
                                        trabajando como conductores de taxis, 
                                        en servicios de mudanzas, como vendedores 
                                        en mercados de pulgas, proveedores de 
                                        efectos sonoros en películas pornográficas… 
                                        Ellos irán a Paris haciéndose 
                                        pasar por el Bolshoi. ¡Ellos retarán 
                                        sus destinos y tendrán su revancha! 
                                        ¿Lo lograrán?
                                      El realizador rumano Radu Mihaileanu 
                                        había dirigido Ser digno 
                                        de ser (2005). El guionista Matthew 
                                        Robins fue director de El verdugo 
                                        de dragones (1981) y Milagro 
                                        en la calle 8 (1987); también 
                                        estuvo en el libreto de Mimic 
                                        (Guillermo del Toro, 1997).
                                     
                                     
                                      
                                      
                                      
                                      SIEMPRE AMANECE
                                      
                                      
                                      "El concierto"
                                      
                                      
                                      Hace aproximadamente treinta años, 
                                      Leonid Brezhnev, envió a sus burócratas, 
                                      con la finalidad de interrumpir el célebre 
                                      concierto para violín y orquesta 
                                      del magistral compositor ruso Piotr Ilich 
                                      Tchaicovsky, argumentando que el maestro-director 
                                      de la orquesta del Bolshoi, Andrei Filipov 
                                      (en la cálida, sentida 
performance 
                                      de Alexei Guskov) no se había desprendido 
                                      - como se le ordenara - de los músicos 
                                      judíos que la integraban, y a los 
                                      que se consideraban peligrosos para el régimen 
                                      soviético. De ahí que la imagen 
                                      de la batuta escindida, quebrada en dos 
                                      partes, se vuelva un 
flashback 
                                      recurrente, en el film del director rumano-francés 
                                      Radu Mihaileanu, titulado 
El concierto; 
                                      conocido también por otros opus, 
                                      en los cuales se exponía el tema 
                                      de la identidad rumana - 
El tren 
                                      de la vida (1998), 
Ser 
                                      digno de ser (2005) -.
                                      
                                      
                                      El desmembramiento de la orquesta, tiene 
                                      por consecuencias la dispersión de 
                                      sus ejecutantes, y la realización 
                                      de trabajos precarios e insólitos, 
                                      como el de volverse un sonidista de películas 
                                      pornográficas - entre otras -; y 
                                      que el director del Bolshoi fuese degradado 
                                      al punto de hacer tareas de limpieza, en 
                                      el mismo y mítico teatro en el que 
                                      fuera considerado un dios de la más
                                      excelsa de las artes.
                                      
                                      
                                      La violinista solista de ese entonces, se 
                                      conocerá por las imágenes 
                                      que muestran su enajenación en Siberia, 
                                      recreando una y otra vez en el vacío, 
                                      la belleza de esa partitura musical que 
                                      quedara trunca. Tendrá un protagonismo 
                                      silente en el devenir fílmico, puesto 
                                      que ella formará parte del misterio 
                                      que otros develarán.
                                      
                                      
                                      Un fax - que contiene la invitación 
                                      para la auténtica orquesta Bolshoi 
                                      -, llegará inesperadamente a las 
                                      manos del ex-director, Filipov, proveniente 
                                      del teatro Chatelet de París; y lo 
                                      pondrá en camino de una loca idea, 
                                      la de rehacer su orquesta de "perdedores", 
                                      con la ayuda de un amigo, y de un 
manager 
                                      muy especial, para así hacerla pasar 
                                      por el Bolshoi actual, una orquesta en decadencia 
                                      en el presente fílmico.
                                      
                                      
                                      De esta aventura titánica, es de 
                                      lo que trata el film. El realizador va mostrando 
                                      situaciones caóticas, surrealistas, 
                                      absurdas, humorísticas, satíricas, 
                                      dolorosas, que se darán en Rusia 
                                      y en París, en las cuales se ponen 
                                      de manifiesto las pasiones del alma eslava. 
                                      Filipov tendrá que acudir a un grupo 
                                      de gitanos de su entorno, para hacerse de 
                                      un primer violín, un muy particular 
                                      autodidacta, que extrae de su instrumento 
                                      los más cautivantes arpegios. Es 
                                      una suerte de mítico Orfeo.
                                      
                                      
                                      Una entonación casi picaresca envuelve 
                                      a la 
troupe de músicos, 
                                      las búsquedas políticas del 
                                      
manager constatan en París, 
                                      la tragedia globalizadora de un ayer, que 
                                      terminara resguardándose únicamente 
                                      en sus símbolos. Sólo al maestro, 
                                      le quedará más allá 
                                      de la "revancha", la opción 
                                      de asentar la grandeza de su patria, casi 
                                      como un elegido, con sus músicos 
                                      tocados también por la magia de Tchaicovsky.
                                      
                                      
                                      El ex-director, un verdadero artista, piensa 
                                      que la música tiene un poder que 
                                      une, enlaza a los hombres, y rompe con la 
                                      lógica de las etiquetas, de las categorías 
                                      sociales, en la búsqueda de la armonía 
                                      totalizadora. El tiempo de la espera, de 
                                      que pueda ser plasmado el "gran" 
                                      concierto llega, no sin tensiones, y dificultades 
                                      varias para su concreción. Con la 
                                      primera entrada y fraseos del violín 
                                      solista, en manos de una joven famosa (encarnada 
                                      con sensibilidad arrolladora por Mélanie 
                                      Laurent), quien sin que medien las palabras, 
                                      descubrirá su verdadero pasado; se 
                                      producirá el milagro, y así 
                                      el arte que otrora fuese pisoteado, irá 
                                      apoderándose de todos los músicos 
                                      que logran lo imposible, culminando una 
                                      versión memorable del único 
                                      concierto para violín de Tchaicovsky.
                                      
                                      
                                      Es tan real el arte que fluye sin presiones 
                                      de ningún tipo, que el público 
                                      asistente aplaude de pie la interpretación 
                                      inefable que ha oído y visto en la 
                                      ficción. Es toda una experiencia 
                                      cinematográfica y musical que hace 
                                      pensar en lo que expresara un poeta francés: 
                                      "la música está por encima 
                                      de todas las cosas"; y crea por momentos 
                                      esa hermandad sin fronteras, sin clases, 
                                      sin palabras. 
                                      
                                      
                                      No olvidemos el personaje del virtuoso pianista 
                                      de Roman Polanski, en el film 
El 
                                      pianista, que salvara su vida del 
                                      horror nazi, gracias a la música 
                                      que conmoviera a un oficial del régimen 
                                      nacional socialista, que ocasionalmente 
                                      lo descubre y escucha. En el decurso temporal 
                                      - ficcion o realidad -, de algún 
                                      modo, siempre amanece.
                                      
                                      
                                      
P. M.