
Título original: 127 Hours
País y año de producción:
Estados Unidos / Inglaterra, 2010
Dirección: Danny
Boyle
Guión: DB, Simon
Beaufoy, basado en el libro de Aron Ralston
Con: James Franco, Amber
Tamblyn, Kate Mara, Clémence Poésy,
Kate Burton,
Duración: 94 minutos
Calificación:
No apta para menores de 15 años
Género: Aventuras
/ Drama / Thriller
Sitio Web: http://www.127hoursmovie.com/
Reseña argumental: Drama
que sigue la historia real del montañista
Aron Ralston, un intrépido montañero
norteamericano que se hizo tristemente
famoso porque en mayo del año 2003,
durante una de sus excursiones por Utah,
cayó a una sima. Tras varios días
inmovilizado e incapaz de encontrar una
solución, la única manera
de salir con vida de allí fue amputándose
el brazo que tenía atrapado.
El director inglés Danny Boyle
había hecho Tumba al ras
de la tierra (1994), Exterminio
(2002) y ¿Quién
quiere ser millonario? (2008);
en esta última estuvo acompañado
también por el guionista británico
Simon Beaufoy.
UNA NUEVA LECCIÓN
Las filmaciones que hizo el montañista
de esta historia real, Aaron Raslton,
cuando su antebrazo quedó atrapado
en una grieta por una enorme roca en Utah
(2003), tan sólo fueron vistas
por su familiares más cercanos,
los amigos… y el director y el actor
principal de 127 horas
(2010). Ralston quedó muy conforme
con el resultado de la película,
que se basa en un libro de su autoría,
publicado en 2004, y aclaró que
la lamentable experiencia le sirvió
de lección para que al salir sólo
la próxima vez, al menos le avisara
a alguien respecto a dónde iba
a estar.
Una vez más, y como en tantas
películas de Danny Boyle, el poderío
y la adrenalina de su lenguaje visual,
y al igual que el argumento en sí,
se interponen por delante de lo que realmente
quiere dejar plasmado y que es lo más
importante. Los lógicos trastornos
psicológicos de ese personaje que
durante el tiempo del título queda
atrapado en una zona desértica
revelan varias cosas que a Boyle le vinieron
como anillo al dedo para expresar su permanente
inconformismo con la sociedad moderna,
de consumo y especialmente aquí,
con el egoísmo que las grandes
metrópolis generan en varios de
sus residentes.
El protagonista James Franco interpreta
muy bien a un joven que vive para sí
mismo, dedicado plenamente a su afición,
y que pasa por encima de todas las personas
que lo rodean, dejándolas en un
plano secundario… hasta que llega
el momento en que las necesita de forma
desesperada para poder salvar su vida.
Tan simple como eso. Esta nueva película
de Boyle trata de otra situación
pero con un mismo objetivo: poner en tela
de juicio el comportamiento humano que
cae ante tentaciones materiales u objetivos
demasiado personales. Hay una escena muy
graciosa, cuando el montañista
queda atrapado, donde pone sobre la roca
toda su artillería tecnológica
para ver cómo puede salir de la
situación. Con el paso de las horas
y los días, toma consciencia de
que ninguna le sirve; tan sólo
cuenta con el agua, su propia orina y
un pequeño cuchillo sin filo, que
es el que al final le va a salvar la vida.
Como en ¿Quién
quiere ser millonario? (2008),
las experiencias que este montañista
vive le irán dando respuestas para
otro juego de supervivencia, hasta llegar
a una decisión final que al menos
le evitará un destino mucho peor.
De hecho, la roca en sí es objeto
de análisis, en el sentido que
el protagonista la ve como un simple pedazo
de meteorito que lo estaba esperando a
él.
Por supuesto que no puede faltar en una
película de Boyle el clásico
despliegue surrealista, aquí con
visiones de seres queridos, conversaciones
imaginarias, y alucinaciones que lo hacían
sentir más cerca de gente a la
que antes poco valor o atención
le brindaba.
El único exceso, quizás,
que se aprecia en la película es
justamente la escena de la amputación,
que dura entre dos y tres minutos, que
es bastante fuerte, y que perfectamente
podía haberse dado a entender en
mucho menos tiempo y con un montaje que
se jugara más a planos generales,
o a las expresiones faciales del actor,
que a mostrar detalladamente cómo
se iba cortando el brazo (con distintas
cámaras) hasta el desprendimiento
liberador del final.
Lo más importante de todo, a pesar
de esto último, es que Boyle sigue
al firme con su postura crítica,
siempre con disfraces distintos pero con
un objetivo único, simple y sobre
todo aleccionador.
AY