
Título original: Aniceto
País y año de producción:
Argentina, 2008
Dirección: Leonardo
Favio
Guión: LF, Jorge
Zuhair Jury, Rodolfo Mórtola, Verónica
Muriel, basado en el cuento de JZJ
Con: Hernán Piquín,
Natalia Pelayo, Alejandra Baldoni
Duración: 82 minutos
Calificación:
No apta para menores de 15 años
Género: Musical
Sitio Web: http://anicetodefavio.com.ar/
Reseña argumental:
Aniceto (Hernán Piquín)
es un hombre solitario que vive con su
gallo en un pueblito de Mendoza. Francisca
(Natalia Pelayo) es una chica ingenua
que llega al lugar en busca de trabajo.
Se conocen y se enamoran. Parece un sueño,
pero termina en pesadilla cuando aparece
la enigmática e irresistible Lucía
(Alejandra Baldoni), su nueva vecina,
que perturba al hombre y lo arrastra a
su propia destrucción.
Se trata de una remake del film realizado
por el director en 1966, en el cual actuaban
Elsa Daniel, María Vaner y Federico
Luppi, y se llamaba Este es el
romance del Aniceto y la Francisca, de
cómo quedó trunco, comenzó
la tristeza y unas pocas cosas más.
Es la adaptación del cuento “El
cenizo”, de su hermano Jorge Zuhair
Jury, en el cual también se basó
la de 1966. Esta nueva versión
está protagonizada por los bailarines
Hernán Piquín, Natalia Pelayo
y Alejandra Baldoni. Fue filmada íntegramente
en un hangar de Quilmes, y la nueva puesta
realza las imágenes de la danza
clásica (con sábanas reemplazando
a los paisajes). A diferencia de la de
1966, “en esta vuelta, cambia
el triángulo amoroso. Es el tipo
quien queda entrampao”, confirma
Favio.
Leonardo Favio dijo de esta nueva versión,
que “es el Aniceto y sus circunstancias,
sus amores, sus alegrías y su tragedia
final en su expresión máxima.
Llevar esta tragedia al ballet es un sueño
largamente acariciado por mí. Pero
la música que me acompañaba
en mi sueño siempre era el bullicio
del río de mi pueblo, los gritos
lejanos que a veces llegaban de cualquier
lado o, como te dije antes, el sonido
del agua corriendo por las acequias; pero
eso no alcanzaba para danzar”.
POESÍA Y VERDAD
En el contexto del VII Festival de Cine
de Montevideo, que tuvo lugar en las salas
del Complejo MovieCenter, en el año
2008, organizado junto con la Asociación
de la Crítica de Cine Uruguaya
(FIPRESCI), fue la primera vez que se
pudo apreciar en Uruguay, el film Aniceto,
del realizador argentino Leonardo Favio,
que se preestrena el próximo 24
de febrero, en el Teatro Solís,
para luego pasar a otras salas, entre
ellas, a la "Sala 18" de Cinemateca
Uruguaya, dando lugar a otros eventos
y a una retrospectiva de la obra del director
que ya comenzara, el pasado 18 de febrero
en "Sala Cinemateca".
El opus es una nueva versión del
lejano film sesentista, Este es
el romance del Aniceto y la Francisca,
de cómo quedó trunco, comenzó
la tristeza y unas pocas cosas más
(1965), film cuyo desempeño actoral
hace cuarenta años estuviera a
cargo de Elsa Daniel, María Vaner
y Federico Luppi, y que provocara una
inflexión mayor dentro del quehacer
cinematográfico argentino, en el
exterior, y después.
En su trayectoria, la filmografía
de Leonardo Favio se destaca por títulos
como Crónica de un niño
solo, Juan Moreira,
Nazareno Cruz y el lobo,
Gatica, el mono, entre
varios más. El mítico realizador
se trasladó en el 2008 desde la
vecina orilla a Montevideo; de ahí
que se contara con su emotiva presencia
el día de la proyección
de su remake en clave de ballet.
Un texto entregado a los espectadores,
producto de su labor poética, habla
del oficio del cineasta en estos términos:
"ese es nuestro oficio... testimoniar
el llanto / testimoniar la historia, cantarle
a la pasión, / a la poesía:
ser memoria." Dedica su film a colaboradores
en el quehacer cinematográfico,
y a periodistas que siempre están
cuando los convoca o llama, desde su soledad.
El film en cierto modo es la adaptación
del cuento "El cenizo", de su
hermano Jorge Zuhair Jury.
Aniceto es un drama musical,
con escasos diálogos, en el cual
las formas y evoluciones de la danza clásica
se imponen con una belleza abarcadora,
apelando en ocasiones a compositores románticos
como Chopin, o a otras formas del género
musical más populares. Aniceto,
el protagonista (Hernán Piquín),
es un hombre solitario, vive en una habitación
despojada, en un pequeño pueblito
del interior argentino, y sobrevive gracias
a las apuestas que su querido gallo de
riña le genera. Conoce a la joven
Francisca (Natalia Pelayo), quien trabaja
en una ferretería y lo conquistará
amorosamente por su ingenuidad y mansedumbre.
Una naturaleza atormentada acompaña
a los bailarines, luego que la "cambiante"
luna desaparece. El director sigue los
tópicos del romanticismo para mostrarnos
el descubrimiento del amor a través
del ballet, de lo coreográfico
y de la naturaleza. El transcurso de las
estaciones, y más precisamente
el enfrentamiento de dos gallos de riña,
van generando en un interjuego sutil,
la inminente destrucción que sobrevendrá
como un fatalismo.
Con la llegada de la primavera, la aparición
de un personaje más audaz, Lucía,
interpretado por Alejandra Baldoni, irrumpirá
en el mundo de Aniceto quien abandonará
a Francisca que ha estado junto a él,
en los grandes y pequeños cuidados
de la vida. El erotismo se carnaliza,
y se va plasmando en las imágenes
de los pasos y las figuras que componen
Lucía y Aniceto.
Pero, la enigmática y sensual Lucía
le será infiel a Aniceto. El protagonista
en su loca pasión por recuperarla,
vende su gallo a un usurero, y cuando
intenta robárselo, la muerte es
quien se apodera de su cuerpo. La filmación
de la agonía de Aniceto hasta su
muerte "cierta", es obra de
un maestro. El tratamiento del color se
resuelve en esta escena, y a lo largo
de todo el devenir fílmico, en
un esteticismo sin palabras. De aquí
la admiración profesada y explicitada
por Favio del maestro japonés Akira
Kurosawa, cuando se decide desplegar su
paleta cromática, con su detallismo
inigualable, en obras como Dodes´ka-den,
Ran, Los sueños,
para citar algunas de sus incursiones
fílmicas en el color. Pero el realizador
argentino no se queda atrás. La
voz en off del relator-director,
los escasos movimientos de cámara,
envuelven al espectador en este onírico
microcosmos pueblerino, en el cual la
magia desplegada por sus bailarines-agonistas
deslumbran por su maestría.
Es fantástica la puesta en escena
de este film musical, despojado de todo
artificio, ya que todos los matices de
la interioridad psicológica de
los personajes están jugados a
la danza y a los primeros planos de los
rostros de los tres agonistas, con inefable
poesía. Se cumple en este opus
lo que expresara el poeta florentino:
"amor y muerte son hermanos de
una misma suerte".
P. M.