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UN CUENTO CHINO


Título original
: Un cuento chino
País y año de producción: Argentina / España, 2011
Dirección: Sebastián Borensztein
Guión: Sebastián Borensztein
Con: Ricardo Darín, Muriel Santa Ana, Huang Sheng Huang, Pablo Seijo, Iván Romanelli
Duración: 93 minutos
Calificación: Apta para todo público
Género: Comedia
Sitio Web: http://www.uncuentochino.com.ar/








Reseña argumental
: Roberto, un veterano de la Guerra de las Malvinas, vive recluido casi sin contacto con el mundo. El chino Jun es arrojado a la calle desde el interior de un taxi, luego de haber sido asaltado. Jun cae justo a los pies de Roberto. El veterano de Malvinas no habla chino y Jun no habla español. Roberto intenta dejarlo en una comisaría y luego en la embajada de China pero nadie quiere recibirlo. Entonces, decide llevarlo a su casa. Comienza así una convivencia forzada, pero lo que Roberto ignora, es que ambos están unidos por un extraño destino desde antes de conocerse, y al descubrirlo ambos modifican definitivamente sus vidas.




A TODO CORAZÓN

Si hay un film que merece verse es Un cuento chino, del realizador argentino Sebastián Borensztein. El film, casi un cuento de hadas cuyo subtexto tiene un contenido social, pone en escena valores que hoy están perimidos, como el de la solidaridad entre seres diferentes, el de la justicia con respecto al desvalimiento de uno de los personajes, el amor al prójimo, por encima de todas las cosas, en definitiva. Y ello no es poca cosa, en la era del espectáculo banal y de la frivolidad a todo trapo.

La actuación de Ricardo Darín es notable, deslumbrante, se configura una vez más como uno de los grandes representantes del cine argentino. Ya en películas como Nueve Reinas, Carancho, El secreto de sus ojos - para nombrar algunos títulos - había mostrado su versatilidad, su carisma para componer desde dentro diversos personajes.

Los créditos finales de Un cuento chino son explicativos de un hecho casi inverosímil, sucedido en China, que terminara con la muerte de una joven a quien se desea desposar. Las primeras imágenes muestran a una parejita romántica, que la tragedia que se cierne desde lo alto, separará inexorablemente. Así Jun (Huang Sheng), el muchacho, queda en el mayor desamparo moral y físico, y así irá a parar a otro continente, en la búsqueda de su tío de América, y así llegará a la Argentina. El agonista no sabe una palabra de español, y lleva en su brazo grabada una dirección, como única pista acerca de su identidad.

Con maestría, el realizador hace girar la imagen de una cerrajería de Buenos Aires, que cuando queda fija para el espectador, muestra en su interior a su dueño, Roberto, que ha agregado en el presente el rubro de ferretería. Aquí se encuentra Darín, y el director comienza a bosquejar el retrato del personaje, en su vida rutinaria, solitaria, en su malhumor, en su encierro afectivo, pero todavía capaz de no enquistarse en sí mismo, y brindar asilo a un joven chino lastimado, que es arrojado por un taxi que se da a la fuga. Es magistral cómo el director, va mostrando el relacionamiento de dos seres tan disímiles en edad, separados por la pertenencia a culturas muy diferentes, incomunicados por la ajenidad lingüística. Un interjuego de equívocos, de gags, de malosentendidos, señalan su diaria convivencia que irá connotando un humor muy particular que se desarrolla a lo largo del devenir fílmico. El director registra sus rostros, sus gestualidades, ya que la palabra está ausente.

La policía ineficiente y corrupta, la embajada de China indiferente, respecto de un ser perdido en el ancho mundo, harán que Roberto (Darín) tenga que imponerse en defensa del desvalido Jun (Huang), a quien comenzará a querer a su modo.

Casi próximos al desenlace, el espectador se entera mediante una serie de flashbacks, que Roberto ha padecido un pasado que lo quebrara como adolescente ya que fuera reclutado para ir a la guerra de las Malvinas. Ha tenido un padre que lo crió solo, un inmigrante italiano que se muere fatídicamente, cuando conoce de primera mano los horrores de la guerra.

De aquí que Roberto desde jovencito, tuviese que hacerse cargo del negocio en soledad, y sacralice la figura de sus padres, a quienes visita frecuentemente en el cementerio, descuidando su esfera afectiva, a pesar de que una joven de provincias lo aceche en términos amorosos (Muriel Santa Ana).

Roberto es un coleccionista de noticias insólitas, absurdas, que traen los periódicos de todo el mundo, puesto que lo ayudan a sostenerse en esa suerte de escepticismo visceral y/o se aliena en fugas casi surrealistas. Pero la peripecia de Huang lo sacude, y lo hace ver otras realidades no auto-referenciales.

La relación entre estos dos perdedores, antihéroes, que han emprendido sin saberlo un viaje de aprendizaje de la vida, en el cual Jun le señalará al veterano Roberto, mediante un dibujo, su destino; luego de haber encontrado a los suyos, en la esperanza de una nueva vida, posee la frescura de las cosas verdaderas.

P. M.


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