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LA CASA MUDA


Título original
: La casa muda
País y año de producción: Uruguay, 2010
Dirección: Gustavo Hernández
Guión: Oscar Estévez, sobre historia de GH y Gustavo Rojo
Con: Florencia Colucci, Abel Tripaldi, Gustavo Alonso, María Paz Salazar
Duración: 79 minutos
Calificación: No apta para menores de 12 años
Género: Terror
Sitio Web: http://lacasamuda.com/







Reseña argumental
: Laura (Florencia Colucci) y su padre Wilson (Gustavo Alonso) se internan en una lejana casona de campo para reacondicionarla, ya que su dueño Néstor (Abel Tripaldi), muy pronto la pondrá a la venta. Todo transcurre con normalidad hasta que Laura escucha un ruido que se intensifica en el piso superior de la casona... Inspirada en una historia real ocurrida en un pequeño poblado de campaña, La casa muda centra su relato en los últimos setenta y ocho minutos, segundo por segundo, en los cuales Laura intentará salir con vida de una casa que encierra un oscuro secreto.

Curiosidades: Se trata de la primera película uruguaya en tener una versión americana. En Argentina ya la han visto más de 50.000 personas.



SUSTOS Y ALGO MÁS

La casa muda (2010) es una ficción que se inspira en un caso real que tuvo lugar en la década del ´40, en una casona de campo del interior de Uruguay donde se encontraron los cadáveres mutilados de dos hombres que habían sido torturados, además de algunas fotografías. La policía investigó el caso pero no lo pudo resolver, cerrándolo poco tiempo después. La versión que aquí se exhibe es la que Gustavo Hernández (director), Oscar Estévez (guionista) y Gustavo Rojo (creador de la historia en que se apoya el libreto final, junto al realizador) pensaron que pudo haber sucedido.

Hecha con apenas 8.000 dólares, dinero que el productor tenía pensado usar para cambiar su auto, y una cámara de fotos y video digital, en un solo plano secuencia (como hiciera el maestro Aleksandr Sokurov en El arca rusa, 2002), La casa muda viene a romper una sequía de casi 17 años sin estrenos de largos nacionales de terror en circuito comercial uruguayo; el último (por no decir el primero) había sido La trampa (1994) de Ricardo Islas y Julio Porley, y que en realidad se trataba de un relato más bien de suspenso.

Por más que tiene puntos en común, en lo que respecta al argumento, con películas de casas abandonadas o incluso con el hecho de transmitir tensión e inquietud a través de la cámara en mano, la película no es un mockumentary (falso documental), aunque tiene toda la esencia típica del terror y las atmósferas logradas en ese tipo de trabajos, desde Alien Abduction (Dean Alioto, 1998; hecha para televisión) o El proyecto Blair Witch (Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999) hasta casos sensiblemente menores como REC (Jaume Balaguero, Paco Plaza, 2007) o Cloverfield (Matt Reeves, 2008). También algunos clichés típicos de películas de fantasmas, especialmente del terror asiático de los últimos años.

Pero en realidad, más allá de influencias que forman parte del gusto por el género (los asiáticos también las tienen respecto al cine clásico de terror norteamericano), La casa muda tiene sus virtudes; quizás la más importante no pasa paradójicamente por la sugestión y el horror explícito que transmite (iluminación con velas y lámparas halógenas mediante, además de flashes de fotos, el uso de espejos para reflejar otros ángulos, el buen trabajo de sonido que siempre acompaña y refuerza lo tenebroso), sino por el hecho de que en un momento determinado de la película el espectador se encuentra viendo un drama. El "miedo real en tiempo real" de la publicidad ya de por sí es un logro, que requiere de una planificación meticulosa y también de no caer en un largo viaje en tren fantasma. De hecho promediando casi las dos terceras partes de la película, se produce un giro inesperado, como si ese tren cambiara de riel, tomando por otro camino, el cual termina haciendo dudar al propio espectador de lo que está viendo, con el sonido y las imágenes distorsionadas complementándose con esa sensación de desesperación de la protagonista principal, a la que le espera quizás algo más traumatizante que cualquier fenómeno sobrenatural.

Y este cambio es más que bienvenido, por qué no, para una película de género que en principio tiene tan sólo el fin de entretener, con escasos recursos y bastante de ingenio. Pero como siempre decimos por esta casa, entretener, lograr mantener la atención del espectador (por más que hay algunos estiramientos innecesarios en la exploración de la protagonista dentro de la casa), también es un arte. Y Gustavo Hernández demuestra ser un buen fabricante de sustos, además de un buen narrador visual; el realizador de un trabajo poco común, que nos da más de un punto de vista con un solo plano secuencia y que increíblemente (esto último, por tratarse de una película del género de terror) vuelve a poner a Uruguay en el mapa del cine mundial.

Alejandro Yamgotchian


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