
No es común toparse con este tipo de películas,
que dejan una sensación realmente extraña
y bastante alejada del humor que imperaba en películas
anteriores comentadas en esta misma sección.
Algo curioso es que es muy probable que la persona
que la vea y logre entrar en el juego aquí
planteado (olvidarse de lo racional en casi todo
sentido) vuelva a verla una vez más (y
quizá otra y otra). ¿Por qué?
Porque a Motorama (1991) no hay que buscarle
mucho la vuelta, más allá de algún
mensaje elemental que al final se sugiere. Es
simplemente una aventura de carreteras, pero muy
especial, seductora y hasta adictiva. Ocurren
cosas que llaman la atención a cada rato;
algunas graciosas y otras chocantes, que no apuntan
al sensacionalismo ni tampoco a algo que sólo
el director de la obra y un puñado de intelectuales
desparramados por el globo pueda entender de manera
exclusiva. No hay que tratar de comprenderla sino
de disfrutarla a como dé lugar y a partir
de hechos que van a contramano en muchos sentidos,
aunque son tan sorprendentes que no dejan de resaltar
en numerosas ocasiones.
La película
(que se toma o se deja) trata de un pibe de diez
años (J. C. Michael, en una de las mejores
actuaciones que se haya visto de un niño
en película alguna), que, cansado de escuchar
las violentas discusiones de sus padres, roba
un Mustang y se manda conduciendo por los desérticos
caminos de gran parte de un territorio que no
se sabe cual es (obvio que se trata de Estados
Unidos), con el objetivo de ganar una promoción
cuyo premio es de medio de millón (se entiende
que son dólares). Para eso deberá
completar las letras de la palabra del título
de esta película, cargando nafta en distintas
estaciones de servicio, cuyos empleados entregan,
con la compra de combustible (el pago mínimo
que se acepta son cinco dólares), tarjetas
que quizá contengan esas letras tan deseadas
por los participantes.
Uno recuerda el viejo caso de
un conocido, aficionado al cine, que para un
concurso audiovisual filmó un corto que
consistía en dar vueltas con la cámara
alrededor de una manzana, apoyada en una mesa,
cosa de intentar romperle la cabeza al jurado
y ya de paso entretenerse con la variedad de
comentarios que pudieran llegar a surgir. El
caso de Motorama no es tan
alevoso, pero bien pueden apreciarse algunos
rasgos de picardía y, más que
nada, burlones para con el espectador y en especial
la crítica.
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Gus
recibe flor de trompada por estar robando
nafta. Después es secuestrado y
hasta pierde un ojo. Para qué.. |
Cuando hablábamos
de mensajes elementales, que saltan a simple
vista en la película, puede afirmarse
que lo material es el motor desencadenante de
algunas de las locuras que aquí acontecen.
Si uno se pone ansioso, obsesivo, es muy difícil
que le salgan las cosas, de igual manera que
a esa otra persona que cuando menos espera algo
al final le llega. Pero lo más importante
aquí son los hechos que ocurren y la
forma en que se dan; mejor dicho, las circunstancias
y sus respectivos implicados.
Para empezar, conviene saber que los nombres
de ciudades conocidas están todos cambiados;
incluso el mapa de lo que supuestamente es Estados
Unidos, una empresa distribuidora de combustible
(parecida a la Shell, de nombre “Quimera”),
el propio dinero que se maneja (los billetes
son iguales a los usados en juegos de caja tales
como El financista, Monopolio
y El banco del hogar). Por
otro lado la integridad moral y los valores
familiares ni existen; todo parece como anárquico;
cualquiera puede hacer cualquier cosa, que está
todo bien; un menor manejando es visto como
algo normal, igual que el caso de una pareja
que abandona a sus hijos en un picnic por problemas
monetarios. También es cosa común
que un menor sea agredido verbalmente por una
patota de motociclistas sin piedad alguna o
que otra pareja de adultos ni se preocupe por
ayudarlo cuando está a punto de perder
la vista en un ojo. El pequeño protagonista
madura en cuestión de días (mejor
dicho, horas), roba, apuesta, es agredido en
muchos lados y hasta es lanzado por la ventana
desde el alto piso de un rascacielos.
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...
para seguir sufriendo. Gus pierde una
apuesta, al jugar pulseadas con un pandillero,
y todavía se la liga. |
Mientras
tanto, los pequeños
hermanitos, abandonados en el picnic,
se preguntan dónde fueron sus padres. |
Es muy poco probable que
el director Barry Shils haya querido jugar a ser
David Lynch, por ejemplo, o quizá John
Waters (más en la línea; menos serio
y trágico, si vamos al caso). Ha hecho
tan solo dos películas, ésta y un
documental que pasó sin pena ni gloria.
La idea es no contar demasiado y sí que
vean Motorama.
Si quieren después publicamos todos los
comentarios que nos quieran hacer llegar al respecto,
en caso de que les haya gustado o al menos interesado,
claro. Conviene aclarar que no está en
todos los videoclubes, aunque sí pueden
conseguirla en los más grandes y también
en algún puesto de venta en la feria (Tristán
Narvaja o Piedras Blancas, por ejemplo). Véanla
y después nos comentan. En Uruguay no llegó
a pasar por el cine, aunque sí fue editada
en video a principios de los ´90. En el
elenco aparecen figuras muy conocidas como Drew
Barrymore (unos pocos segundos), el cantante Meat
Loaf, Flea (de los Red Hot Chili Peppers), Robert
Picardo y Dennis Miller (estos dos siempre aparecen
en las películas de Joe Dante), entre otros.
Barry Shils,
hombre desconocido por estas latitudes, llegó
a estar asociado a algunas películas dirigidas
por Larry Cohen (La sustancia mortal /
La cosa / The Stuff; La isla
del monstruo / El monstruo está
vivo 3; y El regreso de las brujas de Salem).
Motorama fue escrita por Joseph Minion,
también guionista de una de las mejores
comedias (y películas) de Martin Scorsese
(Después de hora, 1985), además
de El beso del vampiro (1989; con Nicolas
Cage).
MOTORAMA (Motorama) - Estados Unidos,
1991 - Dirección: Barry Shils. Guión:
Joseph Minion. Con Jordan Christopher Michael,
Martha Quinn, John Diehl, Robert Picardo, Flea,
Drew Barrymore, Meat Loaf, Dick Miller, Sandy
Williams. Duración: 90 minutos.
Calificación: No apta para menores de 15
años. Editó: CENSA |