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A propósito de El amanecer de los muertos
RESUCITADOS MULTIUSO

por Alejandro Yamgotchian


Lo que George Romero no hizo en la primera y segunda parte de su trilogía zómbica (crear una gran guerra entre humanos y muertos vivientes) sí lo hizo en El día de los muertos vivos (1985), del mismo modo que Tom Savini con su aceptable versión de 1990 (más violenta y con final distinto) y Zack Snyder casi una década y media más tarde con la remake de Muertos vivos: La batalla final (1978), El amanecer de los muertos (2004); zombies desesperados atacando seres humanos a como diera lugar. Tanto en algún ejemplo aislado de la era dorada terrorífica de la Universal (Zombie, de Victor Halperin y con Bela Lugosi), en la sugestión y las atmósferas empleadas por el francés Jacques Tourneur mientras Val Lewton lo producía (Caminé con un zombie / Yo dormí con un fantasma, 1943), y en la estética de la ultraviolencia generada en obras como las del fallecido Lucio Fulci (Zombie / Zombie 2, secuela, Pánico en la ciudad de los muertos vivientes), a modo de ejemplo, nadie como George Romero le ha dado una dimensión tal a sus resucitados que los llevara a trascender más allá de lo que representa el más puro terror. Por ahí no es uno de los más importantes directores del cine norteamericano (sus primeras labores así lo perfilaban, de todas maneras), pero las primeras dos partes de su trilogía zómbica están entre las mejores películas que ha dado el cine norteamericano a lo largo de su historia, denunciando hechos mucho antes que Michael Moore y toda la camada de talentosos y jóvenes realizadores independientes compatriotas de las décadas del ´80 y ´90.


IMÁGENES LATENTES


El gore (subgénero caracterizado por la abundancia de sangre) no era el objetivo principal de un director sumamente visionario como Romero, por más que marcara un considerable quiebre respecto a lo gráfico y explícito (luego de lo que había comenzado Herschell Gordon Lewis un lustro antes) de un subgénero cinematográfico inaugurado por él mismo: el de los muertos vivientes. De lo que no hay dudas es que ha sido uno de los realizadores más críticos para con su propio país natal, desde los valores de la sociedad hasta el propio autoritarismo estadounidense (que sí se veía en El día..., aunque muy superficialmente); todo filtrado a través de películas de horror donde teñir de rojo la pantalla era lo que menos importaba y en donde el terror y la fantasía sirven, en general, para llegar a conclusiones que bien hacen valer al cine como auténtico medio de comunicación, sobre todo en lo que respecta a sus primeras labores.

La noche de los muertos vivos (1968), su ópera prima, es una película fundamental y que coincide con el nacimiento del llamado Nuevo Cine Norteamericano. De todas maneras casi siempre fue puesta al margen de dicha corriente. Se la ha olvidado tan injustamente que no hace mucho fue incorporada a los archivos del Museo de Arte Moderno de Nueva York, junto con La masacre de Texas / El loco de la motosierra (1974), de Tobe Hooper. Algo que caía de maduro pero que a buena parte de la crítica elitista le costó entender.

Ya no estamos hablando de un clásico del cine de terror sino de un clásico del cine todo y del mismo modo que un trabajo notable de Herk Harvey, producido seis años antes, que inspiró en cierta medida a Romero y que se llamó El carnaval de las almas. El personaje de Barbra (encarnado por la actriz Judith O´Dea) le debe mucho al de Candace Hilligoss, que fue una de las primeras heroínas del cine de terror. Curiosamente el moreno Duane Jones también se convirtió en el primer actor de color en tener un rol protagónico dentro de una película de terror, gracias a La noche....

Filmada en blanco y negro (por una cuestión estrictamente presupuestal; luego hubo una versión en colores), con simpleza y puntería admirable, y gran sacrificio de por medio, el film de Romero lanzaba fuertes dardos hacia una realidad americana convulsionada, dejando que las imágenes y los hechos hablaran por sí solos, sin necesidad de apelar al diálogo como arma reflexiva.

El tema del racismo estaba muy presente en Estados Unidos. El año de producción coincidió con la muerte del luchador pacifista por los derechos de los negros Martin Luther King y también con la gran polémica que generaba en buena parte de la opinión pública la guerra de Vietnam. Curiosamente el protagonista y líder de los refugiados en una cabaña rodeada de muertos vivos en La noche... era un moreno. Y el destino final de ese personaje hacía pensar en el esfuerzo en vano y en que frente a la numerosa cantidad de ciudadanos con rifle en mano que salían lisa y llanamente a matar lo apenas sospechoso que se moviera uno no valía nada. Los infectados parecían deambular por un campo de tiro y eran bajados con furibundos disparos, al mejor estilo de un juego electrónico.

Realmente no se sabían las causas que llevaban a resucitar los muertos y convertirlos en máquinas asesinas e insaciables, por más que la radio sintonizada en la casa de campo señalaba a la radiación de una prueba espacial como hipotética culpable. Pero tampoco eso le importaba mucho a Romero, al igual que en Muertos vivos: La batalla final, estupenda secuela, también dirigida y libretada por Romero, con participación de Darío Argento que luego armó su propia película a partir de un montaje al que le restó los fragmentos humorísticos y le agregó más violencia que había quedado en la sala de montaje. El resultado fue Zombie, el otro título por el cual se conoció a Dawn of the Dead, que incluso llevó a una secuela (Zombie 2) dirigida por Lucio Fulci, donde los resucitados invadían el Caribe. Cabe señalar también que acaba de salir editada en Uruguay y en DVD (en video jamás se la vio) otra secuela de Zombie realizada por el fallecido Fulci titulada Zombie 3 y producida en 1988.

AMANECER CON CLASE


Aquí el tema del consumismo era el epicentro de un asunto donde el gore tampoco faltó a la cita y en donde su director volvía a cuestionar a través de simples imágenes algunos aspectos de la sociedad norteamericana. Las mismas debilidades humanas que se apreciaban en el grupo de sobrevivientes de la casa en la primera parte vuelve a estar presentes aquí, lo que vuelve a ponerlos a la par de la ingenuidad (y la violencia) de los muertos vivos a los que se enfrentan.

Hay visiones muy sarcásticas de Romero para con los integrantes de S.W.A.T., en especial uno que hace comentarios absolutamente racistas y despectivos hacia los habitantes de un complejo residencial, casi todos inmigrantes de zonas centroamericanas, quienes salen a pelear contra los uniformados en una batalla que evoca las reacciones de aquellos policías y civiles norteamericanos que salían a la caza de muertos vivos al final de la primera parte (mucha gente de color es hecha pedazos en la referida escena de la secuela).

En esta continuación hay un grupo de personas (dos oficiales, un conductor de helicóptero y una periodista embarazada) al que no le queda otra que refugiarse en un shopping center (el equipo tuvo que filmar las escenas entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana, cuando permanecía cerrado al público). Al principio parece el lugar ideal, ya que hay todo tipo de productos y como para quedarse un buen tiempo. Pero los zombies están al acecho, la convivencia va empeorando cada vez más, y por si fuera poco una pandilla de motociclistas entabla una lucha a muerte contra humanos y resucitados.

Poco a poco los refugiados van siendo tentados por lo material; desde comestibles, bebidas y juegos electrónicos pasando por ropas, armas (oh casualidad...) y muchas cosas más. Incluso hay varias tomas de zombies caminando sin rumbo fijo por los pasillos del shopping, donde planos generales y muy a la distancia los convierte en seres normales que caminan como hipnotizados por un contexto lleno de marcas publicitarias y por tanto órdenes (compre aquí, vea estos precios, etc.), yendo de una tienda a otra y como si se tratara de un típico día de compras.

A Romero no le importa tanto el tema de matar para salir con vida, o bien las batallas que puedan haber (como en la remake de Zack Snyder). Si vamos al caso los zombies son extremadamente lentos y no tienen uso de razón (en El amanecer de los muertos eran mucho más vivos). Eso fue hecho así a propósito, ya que los objetivos eran otros, por ahí más explícitos, sí, que los de la primera parte. También sus protagonistas parecen perder su personalidad al estar frente a tantos objetos estimulantes y gratuitos... hasta que la mencionada pandilla entra en acción.

A esa altura Muertos vivos: La batalla final deja de trascender como película de terror y hasta comedia para convertirse en instrumento netamente crítico y destructivo para lo que es el ciudadano americano. En algunos planos los propios maniquíes, captados en sus respectivos rostros por la cámara, y montaje rápido mediante, figuran como observadores atónitos de lo que pasa delante de sus narices, objetos hasta más racionales que los propios humanos, en ese momento ya consumidos por la avaricia e inmersos en una increíble lucha por lograr el dominio dentro de un lugar lleno de productos, mientras el Apocalipsis ya estaba reinando por toda la zona Este de Estados Unidos.

Hay una escena en la que un muerto vivo queda frente a frente con la periodista pero separados a través de un cristal. Y esa imagen imborrable logra algo impensado: sentir pena por uno de estos resucitados, aquí más parecido a alguien pidiendo ayuda que a un cuerpo en busca de carne humana. La mujer, efectivamente, lo queda mirando como con compasión y a la vez desconcierto por la situación que tanto ella como el zombie atraviesan.

Esta secuela no es solo una película de horror, ya que las patadas de Romero hacia la propia idiosincrasia norteamericana sobrevuelan permanentemente el relato. En un pasaje donde un grupo de seres humanos descansa en el bosque y ante la aparición de algunos resucitados estos últimos comienzan a ser ejecutados con total indiferencia, mientras los autores de los disparos siguen consumiendo y bebiendo muy tranquilos, como si estuvieran en un picnic. Los zombies, claro está, no son los verdaderos villanos de la película, algo que ya se había notado en el final de La noche de los muertos vivos. Romero también comenzaba a dar trascendencia al tema de los medios (en La noche... la radio, en Muertos vivos:... la televisión). El público de un programa televisivo se muestra reaccionario contra las declaraciones de un científico, cuando renace la plaga de los resucitados y hay muchas sospechas de que un experimento pudo ser el causante de todo. Mientras tanto dentro de la propia emisora televisiva, donde toman lugar los primeros minutos de la secuela, un personaje da la orden de mostrar imágenes sensacionalistas del caos reinante para mantener el rating.


UNA REMAKE DISTINTA


Lo único que El amanecer de los muertos puede llegar a tener en común con Muertos vivos: La batalla final (y gran parte del cine de Romero) es el hecho de ver a varios personajes comunes en situaciones desbordantes. Nada más.

Vistos los resultados de esta remake de Muertos vivos:... es evidente que Snyder no fue uno de esos mediocres que hizo una película de terror porque le resultaba divertido. El hombre, debutante absoluto, se tomó la cosa en serio, aplicó una óptica muy alejada de lo que se concebía en la secuela de Romero e incluso apostó a algo que el realizador de El día de los muertos vivos había hecho en dicha película: convertir a los zombies en meras máquinas asesinas.

El día..., la más floja de la trilogía zómbica, hizo gala de efectos y maquillajes varios a cargo de Tom Savini, por más que quepa señalar algunas quejas de Romero hacia el papel de los científicos e incluso los militares, algo que haría brillante equilibrio en una pseudoremake (por más que no quiso serlo) titulada El regreso de los muertos vivos 3 (1993) de Brian Yuzna, la mejor de las tres partes de "regresos", cuyo comienzo se había dado en 1985 cuando Dan O´Bannon dirigió una estupenda comedia de humor negro violentísima titulada El regreso de los muertos vivos y cuya secuela (El regreso de los muertos vivos 2, la más endeble de la saga) fue realizada por Ken Wiederhorn en 1988.

Hay que ver, sí, lo que es el comienzo de El amanecer..., algo impresionante en materia de horror, con brillantes tomas, creación de atmósferas y manejo de tensión, que parecía prometer muchísimo, por más que luego todo se diluyera en una larga lucha entre humanos y muertos vivos muy similares (rápidos movimientos, ruidos) a los empleados por Danny Boyle en Exterminio (2003), una película que sí tenía su interés, por el punto en común con otras labores de Boyle e incluso porque coincidía mucho con la visión de Romero en Muertos vivos: La batalla final.

Snyder pareció, sí, cumplir el mismo anhelo de aquellos que vieron frustradas sus posibilidades de no ver La Guerra de las Galaxias (George Lucas, 1977) en Blade Runner (Ridley Scott, 1982). El tema es que al final su obra se parecía más a una cinta para complacer adolescentes que a una buena remake de la película de Romero. El resultado, de todas maneras, es interesante y despierta curiosidad por el próximo trabajo que Zack Snyder pueda realizar vinculado al género.


Curiosidades: Consideramos importante señalar un capítulo de Dimensión Desconocida, filmado en 1963 y titulado "El Señor Garrity y los muertos" (Mr. Garrity and The Graves), donde las víctimas eran personas que recobraban la vida y bajo perfecto estado físico y mental, saliendo de las tumbas del cementerio de un pueblo en el Lejano Oeste para vengar las acciones de un astuto bandido. Lamentablemente apenas se notaban que eran muertos vivos por el casi indetectable deterioro de sus prendas y para nada por el maquillaje, que no existía, algo que en lo que sí hizo hincapié 20 años después John Landis en el notable videoclip de la canción "Thriller", donde aparecía Michael Jackson, una estupenda coreografía, y la inconfundible, memorable voz de Vincent Price.

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