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Se estrena El juego del miedo
MENTE SINIESTRA

por Alejandro Yamgotchian (julio, 2005)




Hay otro afiche más sugerente, pero chocante al fin.





Los rumores de una encuesta hecha entre el público joven de Los Ángeles, que llevó a decir que El juego del miedo fue la película que más gustó de todas las que ahí se estrenaron durante 2004, aumentaron bastante las expectativas de aquellos norteamericanos que se preparaban para verla en cines, fuera de la mencionada localidad.

Esta película fue hecha por dos jóvenes amigos australianos de 27 años de edad (compañeros de la universidad donde estudiaban, en Melbourne), con muy poco dinero (antes de empezar el director estaba desocupado y todo lo que le quedaba eran 40 dólares), limitaciones de todo tipo, aunque con mucha sensatez e inteligencia.

Luego de varios rechazos, una agente australiana que conocían los contactó con otro estadounidense, residente en Los Ángeles, dispuesto a ver lo que traían entre manos. El director James Wan y el creador de la historia, Leigh Whannell, se la jugaron y viajaron a Estados Unidos. Todo comenzó con la filmación de tan solo un fragmento del film (que al final terminó costando 2000 dólares; es el relacionado a la joven del afiche); el mismo mostraba cómo una de las víctimas intentaba evitar contrarreloj una muerte casi segura. De ahí en más el largometraje fue tomando su forma, a partir del entusiasmo y hasta el aliento de los productores, que empezaron a hacerlo circular por distintos estudios.

El juego del miedo fue presentada en el famoso Sundance, pero tuvo mayor repercusión aún en la sección "Midnight Madness" del Festival de Toronto, donde tanto Wan como Whannell fueron muy aplaudidos, al culminar la edición 2004 del festival. El viernes 22 de agosto llega a pantallas capitalinas una película que seguro dará que hablar.



UN COMPLEJO ACERTIJO


¿Hombre o juguete?: más vale que ni se te acerque




Ya de por sí hay un atractivo desde el vamos y es saber por qué hay dos hombres atados a una pared por una gruesa cadena, distanciados uno del otro y en un baño subterráneo. Ellos tampoco lo saben, claro, y quedan más perplejos al ver, en el medio de la habitación, un cadáver ensangrentado, una pistola y dos serruchos. A medida que ambos empiezan a dialogar, los libretistas echan a rodar un rompecabezas que pasea al espectador por ambientes externos, hechos del pasado vinculados a los dos personajes principales, y que presenta a un misterioso hombre que se comunica con sus víctimas. Bueno; víctimas hasta cierto punto, ya que si uno logra matar al otro en menos de ocho horas pues habrá al menos uno que se salve.

Por más que se piense y se especule hay un factor sorpresa en la película, algo que por ahí le otorga cierta originalidad. De todos modos pueden venir a la mente algunos clásicos del género, que por respeto al lector no los vamos a mencionar, ya que hay uno especialmente donde la motivación del asesino es algo similar a la de este loco psicótico de El juego del miedo, quien ha decidido llevar su divertimento a extremos insólitos para la mente humana. Pero ojo; no confundir con exceso de sangre ni violencia gratuita. La película, salvo por algún que otro segundo de imagen, está muy bien armada y cuidada, en ese sentido.

Da gusto observar un planteo como éste, poniéndose en el lugar de los protagonistas y dejándose llevar por la intrigante propuesta de Wan y Whannell, cargada de situaciones límite y dilemas donde entra en juego la propia vida. Como dato curioso, una historia parecida había sido elaborada por el veterano Larry Cohen (otra más de las que le había planteado al mismísimo Hitchcock para que dirigiera, junto con la que luego se llamó Enlace mortal); la misma verá luz verde recién para el año que viene.

La ansiedad, la falta de serenidad, el no bajar la pelota al piso y por un momento pensar con claridad, las crisis de nervios... es lo que en realidad las víctimas deben evitar. Síntomas muy comunes de hoy día y que a veces nacen de los temores más profundos de uno mismo. Peor aún es saber que hay una persona que conoce muy bien a los desafortunados y que está al tanto de toda esa problemática que a uno atañe.



VIAJE SIN RETORNO


Leigh Whannell no entiende nada de lo que está pasando




Si había una cosa clara era que la película debía ser rápida y barata, sin lugar a ningún tipo de efectos computarizados y con escasas posibilidades de filmar nuevamente escenas, debido que algunos de los actores principales ya no iban a estar disponibles. Al final Leigh Whannell (coguionista, que también interpretó a uno de los dos protagonistas) tuvo que sustituir a varios, cuidando que la cámara no lo tomara muy de cerca. Se filmaba y editaba prácticamente al mismo tiempo.

El director Wan estaba tan entusiasmado con la película, luego de que se aprobara el estreno de El juego del miedo en salas norteamericanas (y que al final no fuera directo a video, como se pensó en un momento) que aceptó no cobrar salario y sí un porcentaje en base a lo que su trabajo llegara a recaudar. Y el negocio le salió bien.

El juego del miedo fue filmada en 18 días, y, vistos los resultados en taquilla del fin de semana de estreno, inmediatamente fue aprobada la realización de una segunda parte, aunque cabe señalar que tanto James Wan como Whannell optaron por desvincularse del proyecto, y ya están trabajando para una nueva cinta de horror que distribuirá Universal.

Una buena noticia, sin dudas, para la filosofía de la hoy famosa dupla australiana, en el sentido de que van a poder crear una nueva historia. Según Wan "es difícil ir a Hollywood y que te acepten de entrada con una idea original. Nosotros nos sentimos orgullosos por el éxito de El juego del miedo. Pero la industria hoy día prefiere adaptar cómics, juegos de computadora, libros, hacer remakes...; ése es el problema."



EL CINE QUE LOS FOGUEÓ


James Wan dando instrucciones a Cary Elwes




Por más que El juego del miedo sea una película tildada de thriller psicológico no cabe duda que perfectamente puede ubicarse dentro de un género injustamente golpeado, marginado incluso hasta en lugares donde se enseña cine y, peor aún, bastante mal interpretado, que es el de terror.

Influencias hay varias, reconocidas por los propios realizadores. Sería bueno aclarar que aquí no figura el antecedente (en realidad son dos películas famosas que no conviene señalar, para el que todavía no la vio) al que hacíamos referencia al comienzo de esta nota.

Lo primero que James Wan reconoció como inspiración fue al italiano Dario Argento, especialmente por el estilo creativo de las muertes más un par de guiños relacionados a la notable Rojo profundo (1975), aunque cabe señalar que en nada se parecen, por ejemplo, esa especie de muñeco de torta gigante de la película de Argento con algo que aquí se ve montado en un triciclo y que realmente causa escalofríos. También hizo referencia a los climas claustrofóbicos empleados por David Lynch (especialmente en Carretera perdida) y a la intensidad en ese juego de gato y ratón que brindó Steven Spielberg en aquel brillante trabajo hecho para televisión que se llamó Reto a muerte (1971), con el misterioso camionero que perseguía tenazmente a un automovilista en la carretera.

Whannell, por su parte, es fanático declarado de John Carpenter y admirador de grandes clásicos del terror norteamericano. Sostuvo que no le gustan las películas de terror con chistes o chistosos, sino algo hecho en serio. El ejemplo en el que más hizo hincapié fue El Exorcista (William Friedkin, 1973). Tampoco dejó pasar a la canadiense El Cubo (1998) de Vincenzo Natali, donde un grupo de personas estaba atrapado en el objeto del título sin saber cómo llegó ahí y sin siquiera poder vislumbrar una segura salida del laberinto.

Como última curiosidad, Wahnnell trabajó en Australia con la hermana de Nicole Kidman en un programa de televisión en Australia, de media hora de duración y vinculado a noticias del mundo del espectáculo, interviniendo con aportes informativos. La conoce desde los 17 años, cuando estaban juntos en la Secundaria.

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