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A propósito del trabajo de Spielberg
LA GUERRA DE LOS MUNDOS: DEL PAPEL A LA PANTALLA

por Isabel Cocorel (julio, 2005)


La idea es abordar la película de Spielberg teniendo en cuenta la novela que la inspiró: La guerra de los mundos de H. G. Wells. Para ello se realiza una introducción que no pretende ser más que eso, sobre la relación entre el cine y la literatura, la presencia de la ciencia ficción en ambas artes, el autor del libro y la propia obra.


CINE Y LITERATURA




El cine y la literatura son expresiones artísticas que se alimentan mutuamente. Se relacionan desde el guión hasta en la elección de temas o técnicas, y en el empleo de formas de lenguaje y comunicación con el público. No significa esto que sean una misma cosa, por el contrario; son expresiones artísticas claramente delimitadas. Guillermo Cabrera Infante (ver "Un lugar para el recuerdo" en la sección Novedades) recordaba que el cine surge independientemente de la literatura, que después de su creación la literatura vino al cine de la mano de Meliés (Viaje a la luna, 1902; Francia) y de los directores que trabajaban con Edison en el estudio de películas "La Negra María".

El cine tomaría de la literatura, en un principio, las estructuras del teatro y de la novela decimonónicas, y posteriormente, en su evolución, atendería a las nuevas expresiones de los distintos géneros literarios.

Se han realizado numerosas adaptaciones cinematográficas de importantes obras literarias anónimas (Las mil y una noches, El Cid, El Lazarillo de Tormes) así como también de grandes maestros de la literatura universal. Ejemplos abundan: Don Quijote (Cervantes), Hamlet (Shakespeare), Fausto (Goethe), Grandes esperanzas (Charles Dickens), Los miserables (Víctor Hugo), El idiota (Dostoievski), Las alas de la paloma (Henry James), El proceso (Kafka), La fuerza bruta (John Steinbeck), La casa de Bernarda Alba (Federico García Lorca), Fahrenheit 451 (Ray Bradbury), Muerte en Venecia (Thomas Mann), El nombre de la rosa (Umberto Eco), Crónica de una muerte anunciada (García Márquez) y El Señor de los Anillos (Tolkien), entre tantos otros.

Asimismo, muchos escritores han mostrado la influencia del cine en sus obras literarias, incluso en ensayos, o han desarrollado actividades relacionadas con este, como la de actor, guionista o consejero de adaptación. Tales son los casos de Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Manuel Puig, Fernando Arrabal, Mario Vargas Llosa, Alain Robbe-Grillet, Marguerite Duras, Camilo José Cela, Guillén, Alberti, Fernando Quiñónez, Gabriel García Márquez y Miguel Delibes.



CIENCIA FICCIÓN


Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne




El término proviene del latín "scientia" y "fictio-onis", formación, creación. Sin embargo, comenzó a usarse a partir del año 1927 como traducción de "Science-fiction", nombre que circulaba en el mundo anglosajón, y que había sido introducido por Hugo Gemsback.

El concepto se aplica a una novela romántica en la que se tratan aspectos reveladores del comportamiento humano desde un futuro utópico. La novela de ciencia ficción es una variante de la novela de aventuras, donde priman la imaginación y la reflexión sobre la vida humana, sobre la sociedad. El protagonista es un arquetipo carente de rasgos psicológicos y de aspectos sentimentales.

Su origen hay que buscarlo en una literatura utópica, en la que se imagina el futuro a partir de unas previsiones más o menos científicas, así como también en la literatura fantástica.

Con la revolución industrial y las transformaciones tecnológicas, surge en la segunda mitad del siglo XIX una literatura de prospección del futuro que confía en los avances del progreso y de la técnica, y reflexiona sobre los cambios que supondrían para la vida humana.

Aparecen las obras de Julio Verne (Francia, 1828-1905), novelas de viajes y aventuras con intención didáctica y moral que se ubicarían en los límites de la actual ciencia ficción: Cinco semanas en globo (1862), Viaje al centro de la tierra (1864), De la tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1873); Verne es considerado el iniciador de la literatura de ciencia ficción.

Herbert George Wells (1866-1946) se destaca en Inglaterra con la elaboración de la novela científica. Era un estudioso de la biología, y esa base científica influyó en su actividad como escritor. Sus novelas La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898) obtuvieron notable éxito.

También en Inglaterra encontramos a Aldous Huxley, nacido en Godalmieg en 1894 y muerto en Hollywood en 1963; escribió Un mundo feliz que apareció en 1932. George Orwell, seudónimo del inglés Eric Arthur Blair (1903-1950), escribió una novela titulada 1984, y Fred Hoyle, nacido en Yorkshire, en 1915 publicó La nube negra.


Cabe destacar los aportes de otros escritores británicos, como John Brunner, Arthur Clarke, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss y Michael Moorcock, y de revistas como Authentic, Nebula y Science Fantasy.

Paralelamente a una literatura que se caracteriza por la preocupación científica, social y moral, nace un tipo de novela de aventuras ubicadas generalmente en el espacio, donde aparecen los viajes interplanetarios, la exploración de los planetas supuestamente habitados por humanoides. Estos temas son difundidos en los cómics. Aparece el super- héroe Flash Gordon.

A partir de la década de los treinta, el género cobra nueva fuerza, fundamentalmente a través del relato corto, recogido en revistas especializadas. Esto se da en gran medida en Estados Unidos. Hugo Gemsback funda en 1926 la primera revista periódica especializada Amazing Stories. Otros de los tantos ejemplos los constituyen revistas como Astounding SF, Galaxy, The Magazine of Fantasy and Sciencefiction, Science Fiction Stories, Infinity, Fantastic, If y Analog, entre otros.

Se destacan en Norteamérica autores como Isaac Asimov, nacido en Rusia en 1920, (Yo, Robot; Fundación e Imperio; Segunda Fundación) que trata temas referidos a un futuro lejano; Ray Bradbury, nacido en 1920 (Crónicas Marcianas, Fahrenheit 451) trata con pesimismo las incidencias de una sociedad futura; Alfred Elton van Vogt, nacido en 1912 (El Mundo de los Noa) imagina un futuro utópico donde las formas del pensamiento y la percepción han sufrido importantes cambios; Robert Anson Heinlein, nacido en 1920 (La puerta del tiempo) trata sobre los viajes a través del tiempo; Henry Kuttner, nacido en 1914 (Mutante) refiere a las posibles mutaciones humanas en un futuro posible; Clifford D. Simak, nacido en 1904 (Anillo en torno al sol) trata el problema de las alteraciones genéticas.

Después de la década del cincuenta se destacan autores como Samuel Delany, Philip J. Farmer, Harlan Ellison, Roger Zelany, Philip K. Dick, Jack Vance, Hal Clement, Theodore Surgeon, Fritz Leiber, Frederick Pohl, y la lista sigue.

Los temas, como es posible comprobar, varían desde la supuesta existencia de humanoides, pasando por la posible destrucción atómica, las paradojas espacio-temporales, la imaginación de nuevos sistemas filosóficos, y originales formas de pensar y razonar, imitaciones humanas, mutaciones orgánicas del ser humano, la utopía política de carácter pesimista, hasta el mundo de los robots, entre otros.



LA CIENCIA FICCIÓN EN EL CINE


Lo que vendrá, de Menzies y con guión de Wells




Muchas de las obras citadas han inspirado un gran número de películas. Las primeras manifestaciones de valor las encontramos en Europa, con obras por ejemplo como Aelita: Reina de Marte (1924) de Yakov Protázanov, Metrópolis (1926) de Fritz Lang, y Lo que vendrá (1936) de Wiliam Cameron Menzies.

En Estados Unidos, donde el género se consolidaría como un producto comercial definido, iba a ser marginado. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la ciencia ficción cinematográfica fue más que nada asunto de los superhéroes del serial (Buck Rogers, Flash Gordon, Batman) con fama previa en la historieta.

A partir del ingreso del hombre en la Era Atómica y de la Guerra Fría, especialmente en la década del cincuenta, se da un fenómeno de producción numerosa de films "Clase B" sobre extraterrestres malévolos y probablemente comunistas. Casos como El enigma de otro mundo (1951) de Christian Nyby, La guerra de los mundos (1953) de Byron Haskin, Llegaron de otro mundo (1954) de Jack Arnold, Muertos vivientes (1956) de Don Siegel; también sobre monstruos generados por la radioactividad (El mundo en peligro de Gordon Douglas), y con fines para nada destructivos (El día que paralizaron la tierra de Robert Wise) o semidestructivos (Invasión de discos voladores de Fred Sears).

Los aportes más logrados en los años sesenta llegaron de Europa: Fahrenheit 451 (1967) de Truffaut, Alphaville (1965) de Godard. Sin embargo el gran salto se da con 2001, Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick ya que fue realizada por un autor cinematográfico reconocido y porque tuvo a su alcance los recursos tecnológicos para un despliegue de efectos especiales muy llamativo. Además de realizar una reflexión sobre los orígenes y el destino del hombre, esta película es un antecedente de los grandes espectáculos futuristas de los años setenta y ochenta (Viaje a las estrellas, Encuentros cercanos del tercer tipo, La guerra de las galaxias, las antiutopías como Blade Runner). Otra obra reconocida a destacar es la de Andrei Tarkovskii, Solaris (1972), junto a otra posterior del mismo maestro ruso, La zona (1979).



EL AUTOR DE LA NOVELA


Herbert George Wells nació el 21 de setiembre de 1866 en Bromley, un pueblo muy cercano a Londres. Realizó estudios sobre ciencia en la capital inglesa, teniendo como maestro a T. H. Huxley, fisiólogo que seguía a Darwin y abuelo del novelista Aldous Huxley. Además de su dedicación a la ciencia fue periodista, ensayista y novelista. Hizo más de ochenta libros.

Escribió y fue uno de los iniciadores de la novela científica. Le pertenecen, entre otras obras, La máquina del tiempo, La visita maravillosa, La isla del Dr. Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos. En ellas encontramos el aspecto científico, la imaginación y la actitud moralizadora. Se le ha criticado, diciendo que la base científica es muy pobre, o que los personajes no están caracterizados en profundidad. Lo primero es discutible y lo segundo no parece ser un requisito para este tipo de Literatura, ya que la ciencia ficción no se destaca especialmente por indagar en el interior del personaje.

Dentro de su obra encontramos también novelas sobre ideología (El nuevo Maquiavelo, El señor Brithing, Dios, Rey invisible o Juana y Pedro) y sobre la vida misma (Kipps, Tono-Bungay, La historia de Mr. Polly, El amor y Mr. Lewishan).

Su producción literaria está ubicada sobre dos siglos, entre la novela tradicional, decimonónica y la novela moderna. En el contexto cultural de la época encontramos a escritores como Rudyard Kipling, John Galsworthy, Henry James, Joseph Conrad. Inglaterra se encontraba en la época victoriana (reinado de la reina Victoria, desde 1837 a 1901) caracterizada por el maquinismo (una explosión en la creación de diferentes máquinas de importante uso para el hombre, como el teléfono, la máquina de escribir y un largo etcétera) y la moral burguesa.

Es la época de la expansión colonial europea, del crecimiento de las ciudades y del surgimiento del proletariado, de las guerras mundiales, de la crisis económica del año 1929, de la publicación de los trabajos de Albert Einstein, que luego se emplearían para elaborar la bomba atómica.

Falleció en Londres, el 13 de agosto 1946.



EL LIBRO


A La guerra de los mundos se la ubica dentro del género de ciencia ficción, aunque hay que especificar que sería más apropiado el término de novela científica, ya que su trama argumental gira en torno a descubrimientos científicos, más allá de que estos sean reales o no.

Tiene como tema la invasión marciana al sur de Inglaterra, que permite la reflexión sobre lo falso de la seguridad que cree tener el hombre en nuestro planeta y sobre su vanidad. Esa conclusión se extrae del fuerte contraste que se produce entre las características de la vida tranquila de los hombres en el pueblo de Woking y la violenta llegada de los marcianos.

La estructura de la obra muestra dos partes claramente identificadas: el Libro Primero, que contiene diecisiete capítulos dedicados a la llegada de los marcianos y la reacción de los hombres frente a ese hecho, y el Libro Segundo, que contiene nueve capítulos sobre la situación de la Tierra en poder de los marcianos. Asimismo, se evidencian las características de dos mundos, el marciano y el terrícola, a través de un narrador-personaje que es un escritor de temas filosóficos, que vive en el pueblo inglés, y que es testigo de los hechos. Se introduce al personaje del hermano del escritor, un estudiante de medicina que vive una serie de episodios que sirven para completar la narración.

Más allá del despliegue espectacular de la llegada y la acción bélica de los marcianos, hay que prestar atención a la reflexión sobre la actitud despreocupada e inconsciente de los hombres que no pueden ver más allá de su nariz: "Con infinita suficiencia iban y venían los hombres por el mundo, ocupándose de sus asuntillos, serenos en la seguridad del imperio sobre la materia. ¡Es posible que bajo el microscopio obren de igual manera los infusorios!"


A PARTIR DE LA NOVELA DE H. G. WELLS…

Orson Welles creó el argumento para la elaboración de la bomba lingüística que lanzó, a través de la radio, sobre Estados Unidos, en mayo de 1938, haciendo creer a la gente que los marcianos habían invadido la Tierra, provocando el pánico.

Byron Haskin, con guión de Barré Lindon, realizó en 1953 la película homónima del libro, donde los hombres ven caer una serie de meteoros de donde salen los platillos voladores, conteniendo a los marcianos que parecen proponerse acabar con la humanidad.

Steven Spielberg, con guión de David Koepp y Josh Friedman más actuación protagónica de Tom Cruise, dirigió el reciente estreno La guerra de los mundos (2005), donde al parecer se tuvo en cuenta lo que escribió Orson Welles en su transmisión radial, y se homenajea a la película de Haskin, poniendo en el papel de la suegra del personaje central a la actriz Ann Robinson, que había desempeñado en la versión original el de compañera del protagonista, en su peripecia huyendo de los marcianos.



MÁS ALLÁ DE LA INVASIÓN


La guerra de los mundos, de Steven Spielberg




Tom Cruise (Ray) interpreta a un no muy buen padre divorciado que debe quedarse a cargo de sus dos hijos (un joven adolescente y una niña) durante el fin de semana. Todo aparentaba ser un monótono e incómodo encuentro familiar de un padre con sus dos hijos, entre los que no parece haber muy buena comunicación; aunque agentes externos van a transformar la situación.

Una increíble tormenta eléctrica se cierne sobre la zona, seguida de la espectacular aparición de seres extraterrestres que emergen de máquinas enterradas bajo tierra. Ray es uno de los atónitos espectadores del suceso que pronto obliga a todo el mundo a emprender una carrera por la vida, huyendo de los marcianos que destruyen todo a su paso. El protagonista carga con sus hijos y trata de protegerlos del peligro, mientras se mueve rápidamente para sobrevivir.

La época en que se ubica la historia es la actual, y por lo tanto las características del lugar y su gente van a ser las del siglo XXI, mientras que la película de Haskin mostraba a California a mediados del siglo XX, y el libro de H G Wells a Londres y sus aledaños a fines del siglo XIX.

Spielberg nos deja ver la situación de un barrio donde cada cual está en lo suyo y se centra en la vida de una familia, cuestionando la falta de comunicación entre el padre y sus hijos y la inconsciencia de no valorar y cuidar los afectos más cercanos. Es en ese contexto que van a irrumpir los marcianos. En el libro está bien marcada la situación pacífica, de comarca tranquila y despreocupada, haciendo hincapié en la vanidad humana que solo piensa en sí misma y no cree que haya vida en otra parte. El director norteamericano, por su lado, se inclinó por dirigir la mirada hacia la familia y de esa manera darle más contenido al personaje, en comparación a la obra literaria, donde, como es habitual en los relatos de ciencia ficción, no es prioritaria la profundización en la construcción de los protagonistas.

La diferencia entre los dos mundos, el marciano y el terrícola, está presentada desde el comienzo. Así como en el libro, al inicio de la película se hace referencia a la superior inteligencia del primero sobre el segundo y a la insignificancia de los hombres, que eran observados como bajo una lupa por los marcianos con total suficiencia y dominio de la situación. Vemos en la pantalla el verde de la hoja donde es examinada una gota de agua conteniendo formas de vida que se mueven inquietas. Es el color verde de la vida, que envidian los extraterrestres.

"Nadie hubiera creído... que las cosas humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre, y mortales, sin embargo, como la de éste..." En una lectura rápida se nos puede pasar por alto, pero el narrador de la novela, además de mostrarnos el asombroso poder de los marcianos y su situación ventajosa respecto a los hombres, casi como al pasar, nos recuerda que también eran mortales. Un dato a tener en cuenta.


Durante millones de años las naves de Marte habían estado enterradas en el corazón de la tierra hasta que hacen su aparición explosiva. El libro no dice que estuvieran enterrados desde tanto tiempo atrás las naves; simplemente son cilindros que caen en el momento y la gente cree que son meteoros.

Se pararon todos los relojes. Cambia el sentido del tiempo para el hombre. Se termina el suyo sobre el mundo o empieza otro distinto. Es el tiempo de la utopía.

La religión apenas se menciona en la película. Aunque lo primero que destruyen es una Iglesia y al final, la voz en off; cita las palabras de H. G. Wells sobre la incidencia de las criaturas que ha puesto Dios en este planeta para beneficio del hombre y que tienen que ver con la resolución del relato.




La guerra de los mundos
, de Byron Haskin





En la película de 1953, entre los primeros que matan los marcianos, está un cura, que se acerca a ellos cuando recién estaban apareciendo en escena. Les pide que no disparen, pretende comunicarse, lleva una cruz; pero estos seres no parecen entender su significado ni tener interés en un relacionamiento pacífico. En aquella película el último refugio en el que se albergan el protagonista y sus amigos es una Iglesia. Además, en varias ocasiones, rezan pidiendo ayuda a Dios. Contenía más referencias religiosas que el film de Spielberg


En el libro, si bien se dicen palabras de agradecimiento hacia Dios, hay un fuerte tirón de orejas a la Iglesia o al menos a aquellos que en momentos de crisis deberían ser los primeros en luchar y defender a sus hermanos, pero no lo hacen. Un ejemplo claro es la figura del vicario (sacerdote) con quien se encuentra el protagonista en una casa de la que no pueden salir por muchos días, porque al lado mismo está uno de los cilindros con los extraterrestres merodeando. La cobardía y la falta de fe son tales en este personaje, que el otro ya no sabe cómo lidiar con la situación, y en un momento en el que los gritos histéricos del vicario amenazan con atraer a los marcianos, resuelve matarlo para poder sobrevivir.

En el vecindario de Ray había muchas banderas de Estados Unidos flameando en el frente de las casas. Parecen tan inútiles como la bandera blanca que esgrimen los primeros curiosos que se acercan a la nave marciana en la película de Haskin y perecen bajo el "Rayo Ardiente". Los marcianos no respetan ni a la mayor potencia de nuestro mundo, hábil en los enfrentamientos militares con sus hermanos y opresora de los que se le crucen en su camino. Tampoco entienden lo que simboliza la bandera blanca, pero los hombres en su creencia de que son el centro del universo piensan que los marcianos van a entender sus códigos. El jefe militar en la película del ´53 toma café mientras prepara el ataque, piensa que es un enfrentamiento más.

Ray es un simple trabajador de los muelles, no es científico ni tampoco tiene un espíritu de investigación. Características que sí están presentes en la obra literaria y de alguna manera en la película de 1953. La mirada científica es relegada por Spielberg. En el filme de Haskin el protagonista es un doctor y hay un equipo que analiza a los marcianos (hasta estudian su sangre y revisan el ojo de una de sus máquinas). En el libro el protagonista es un escritor con espíritu científico.

Sin embargo, Ray es un padre de familia divorciado que huye despavorido junto a sus hijos. Los marcianos lo despabilan. Antes él no tenía ni idea sobre lo que les pasaba a sus hijos. En un momento la niña le dice que es alérgica a la mantequilla de maní, pero él no lo sabía. Su hijo apenas le habla. Tenía escasa comunicación con ambos. Ante el peligro de perderlos, reacciona y los defiende con uñas y dientes. Pone todos sus reflejos y recursos en esa causa.

Toda la travesía huyendo de los marcianos la realiza en compañía de su hija y en gran parte con el muchacho. En la película de 1953, el personaje central, el Dr. Forrester, es acompañado por una mujer. En el libro el protagonista está solo, se encuentra con algunas personas que lo acompañan por momentos, pero después sigue en soledad; lo motiva, eso sí, el poder encontrar a su mujer a la que había dejado al cuidado de unos primos.

Ray toma algunas cosas antes de huir con sus hijos y entre ellas está un revólver. Lo curioso es que el arma no le va a servir con los marcianos, pero sí con los humanos. Frente a la cercanía de la muerte, la gente solo piensa en ella y quiere salvarse al precio de que perezcan los demás, si es necesario. Pierde el control y el uso de la razón. Los hombres se amontonan, atropellan y matan tratando de huir. Algunos que no comprenden lo que pasa cuidan lo material más que a nada. Así, un hombre no quiere que Ray se lleve un auto de su taller y aunque este le explica que si no sube con él va a morir, sigue en su terquedad e ignorancia y muere arrasado por el rayo de los marcianos. En la película de Haskin un individuo detiene su huída para juntar los billetes que se le han caído, del mismo modo que en la novela otro busca afanosamente sus monedas aunque un carro de caballos le pase por encima.

El enemigo es demasiado poderoso y cuenta con el factor sorpresa. No solamente no se lo esperaba, sino que viene de lo desconocido. La imaginación y el conocimiento científico del escritor de ciencia ficción están puestos al servicio de aspectos que el hombre desconoce y que, por lo tanto, teme. Antes se preocupaba y elaboraba fantasías sobre los seres que podrían habitar los mares que estaban fuera de su comprensión.

El diseño de los marcianos y sus máquinas es muy similar a la descripción que se hace en la novela. Se acerca más al libro de lo que lo hacía la película de 1953. El despliegue de los extraterrestres es espectacular y Spielberg cuenta con más recursos para realizar sus efectos especiales que el director del viejo film.

Las máquinas que esconden marcianos dentro se apoyan en un trípode y cuentan con largos brazos que rematan en un ojo que lo ve casi todo. En la película de 1953 el personaje lo compara con una cámara de televisión. Ese ojo controlador y peligroso bien puede ser sí, el de los medios masivos de comunicación. Es una máquina. El hombre ha creado muchas. En los tiempos de Wells, como consecuencia de la revolución industrial, se produce el auge del maquinismo, y ni hablemos ahora. No queda artefacto que no inventemos. Es posible que eso en determinadas circunstancias pueda volverse en nuestra contra. En aquel contexto histórico aparecerán los descubrimientos científicos de Einstein que serán utilizados para crear la bomba atómica. Si nos descuidamos es posible que las máquinas nos dominen a nosotros. Ese podría ser un mensaje.

Al comienzo, Ray aparece manejando con total dominio una máquina de descarga en el puerto. El aparato es bastante grande. Parece que el hombre tuviera el control. Pero en realidad, después, se puede ver esta escena, como una triste parodia del dominio de los marcianos sobre las espectaculares máquinas que manejan. En el libro, el personaje narrador dice verlas como si tuvieran vida, como si fueran animales.

El aspecto del marciano no es tan grandioso como el de los artefactos que maneja. Son deformes y torpes en sus movimientos, debido a la gravedad que los vuelve más pesados. En el libro son más que nada cabeza y manos.


Tom Cruise en La guerra de los mundos (2005)




H. G. Wells coloca en su obra la supuesta profecía de cierto escritor de reputación casi científica, que afirmaba que el hombre acabaría por adquirir una estructura no muy distinta a la de los marcianos. Dice el texto: "...el perfeccionamiento de la mecánica aplicada acabaría por hacer innecesarias las piernas y el perfeccionamiento de la química la digestión, añadiendo que no serían esenciales al hombre el cabello, la nariz externa, los dientes, las orejas y la barba, y que la tendencia de la selección natural iría disminuyendo gradualmente en las edades venideras el tamaño de dichos órganos. Solo el cerebro sería de absoluta necesidad, y solo otra parte del cuerpo conserva grandes probabilidades de supervivencia: la mano, `maestra y obrera del cerebro´. Mientras el resto del organismo está condenado a la disminución perpetua, las manos parecen destinadas a crecer." En este organismo se suprime lo animal y todo lo que tenga que ver con los sentimientos y las emociones.

Los marcianos no aparecen tanto como una expresión del mal, sino como seres de una frialdad cerebral y egoísta carente de contemplaciones, como una inteligencia sin afectos. Son como la tecnología y la ciencia puestos al servicio del poder. Desconocen la presencia de los microbios que tantas enfermedades han causado al hombre. Al final de la historia se puede ver si este aspecto les va a jugar a favor o en contra.

Spielberg nos muestra ciudades y campos devastados, desolados. El color que prima en el paisaje es el gris de las ruinas, luego del fuego del rayo que disparaban los marcianos, y el plateado de las máquinas. El gris es más que nunca el color de Londres, al caer bajo el poder de los marcianos, como nos describe el libro. Es el color de la desolación, del fin, de la muerte. En la película hay algo que se distingue, el color de la "Hierba Roja" que los marcianos trajeron de Marte (que es el color de la sangre que extraían de los hombres que atrapaban y no pulverizaban con su rayo mortal) y el traje multicolor que viste la hija de Ray.

La niña con su inocencia es como un amuleto contra la desgracia. Se mueve con toda su fragilidad entre el peligro mayúsculo, pero algo la protege. Su hermano adolescente en un momento, se escapa del padre y se dirige, aparentemente, hacia donde están los hombres del ejército, tal vez para investigar y para ayudar. Este gesto es de destacar en una multitud de personas egoístas que solo piensa en su salvación y los demás que se las arreglen como puedan. Quizás sea posible ver acá un mensaje de esperanza dado por las nuevas generaciones. Dentro de tanta podredumbre, el hombre conserva algunos valores, como el del padre que defiende a sus hijos heroicamente o el del caso citado del adolescente.

Robbie calma a su hermana, cuando esta sufre ataques debido a su claustrofobia. Le dice: "este es tu espacio", para tranquilizarla. El tema del espacio es importante en las obras de ciencia ficción. Muchas veces están apoyadas en paradojas espacio-temporales. El hombre se cree dueño del espacio que ocupa, se siente tranquilo, porque cree que le pertenece y que nadie puede hacerle daño allí. Aunque a menudo suela invadir el terreno de otros y si pudiera conquistar otros planetas, lo haría. Si hubiera petróleo en Marte, no sería difícil imaginarse al presidente de los Estados Unidos mandando un contingente de soldados para conquistarlo, en el nombre de la paz.

Aparece en la película el espacio abierto, la calle, el campo, el agua, el aire, en dominio de los marcianos; y en el cerrado, el hombre tratando de esconderse, en el auto, en la casa, en habitaciones pequeñas, en el sótano, en cualquier agujero que lo proteja. No es el mejor momento para ser claustrofóbico. Hasta se piensa en los túneles como solución.

El empleado de la salud que encarna Tim Robbins, quien le presta su sótano a Ray y su hija, ha comenzado a construir un túnel, aunque no parece tener una finalidad clara ni perspectivas de éxito, dadas las características de inseguridad y demencia del personaje. Este hombre es ganado por el miedo y la desesperación, que le perjudican, porque en su locura hace ruidos que atraen a los marcianos.

Y en este, precisamente, el libreto reúne las características de dos personajes de la novela, el del vicario que ya se mencionó y el del artillero, un militar que se encuentra el protagonista en más de una oportunidad y que tiene un proyecto fantástico para salvar a la humanidad de los marcianos, creando un mundo subterráneo en las alcantarillas. Este queda maravillado con la idea, pero cuando va a su escondite, ve que ha tardado muchos días en lo que era apenas el comienzo de un túnel y que toda su iniciativa se le va en divagues que no conducen a ninguna parte.

Lo que el artillero del libro proponía era que el hombre se arrastrara por las alcantarillas, como las ratas. La película deja ver la imagen degradada y animalizada del hombre, su insignificancia en el universo. Aparece, al principio, como partículas en una gota de agua de una planta, como hormigas, en la multitud apilada en los caminos, como deshechos que el río arrastra, como muñecos que las máquinas de Marte alzaban por los aires desde el suelo, como ratas arrastrándose para sobrevivir. El hombre parece un animal acorralado, va de un lugar a otro y en todas partes hay peligro.

También la propia creación del mundo es descalificada. En la película de Haskin, Sylvia, la mujer que acompaña al Doctor Forrester, dice que los marcianos estarían tomando la tierra en seis días y que "se necesitaron siete para crearla", haciendo referencia al Génesis de la Biblia. En el libro se nombra "la obra de quince días", al referirse a los estragos provocados por los marcianos. Es una especie de Apocalipsis, de fin del mundo. Siempre ha pensado el hombre en cómo sería ese final, y se ha imaginado causas naturales, catástrofes ocasionadas por agentes externos o por su propia acción sobre la tierra. En esta historia la causa sería la invasión marciana, o si vemos a sus artefactos como una representación del maquinismo exacerbado, los causantes del daño podrían ser los resultados de una tecnología que al hombre se le fue de las manos.

La curiosa "Hierba Roja" que sembraron los marcianos y que lo empieza a cubrir todo, de pronto se seca. Se puede apreciar en la pantalla, los troncos secos de la planta que había trepado por la espalda de la estatua, como una plaga que se hubiera apoderado del hombre que el monumento representaba. Se trata del poder de un mundo sobre el otro.

Muchas veces hemos pensado que cuanto más evolucionada es una inteligencia cabría esperarse mayor espiritualidad, mayor sensibilidad, un espíritu más elevado; pero no parece ser así, según esta historia. Cuanto más se potencia la inteligencia, mayor crueldad y egoísmo se adquiere. Tal vez el hombre deba atender con cuidado el camino que toman sus progresos y el uso que hace de sus conocimientos e inteligencia.

En la guerra de los mundos ganará el que tenga mayor poder e inteligencia, o el que cuente con la ayuda de Dios o se haya ganado un lugar a costa de sacrificios.

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