A propósito
del trabajo de Spielberg
LA GUERRA DE LOS
MUNDOS: DEL PAPEL A LA PANTALLA
por Isabel Cocorel
(julio, 2005)
La idea es abordar la película de
Spielberg teniendo en cuenta la novela que
la inspiró: La guerra de
los mundos de H. G. Wells. Para
ello se realiza una introducción
que no pretende ser más que eso,
sobre la relación entre el cine y
la literatura, la presencia de la ciencia
ficción en ambas artes, el autor
del libro y la propia obra.
CINE Y LITERATURA

El cine y la literatura son expresiones
artísticas que se alimentan mutuamente.
Se relacionan desde el guión hasta
en la elección de temas o técnicas,
y en el empleo de formas de lenguaje y comunicación
con el público. No significa esto
que sean una misma cosa, por el contrario;
son expresiones artísticas claramente
delimitadas. Guillermo Cabrera Infante (ver
"Un lugar para el recuerdo" en
la sección Novedades) recordaba que
el cine surge independientemente de la literatura,
que después de su creación
la literatura vino al cine de la mano de
Meliés (Viaje a la luna,
1902; Francia) y de los directores que trabajaban
con Edison en el estudio de películas
"La Negra María".
El cine
tomaría de la literatura, en un principio,
las estructuras del teatro y de la novela
decimonónicas, y posteriormente,
en su evolución, atendería
a las nuevas expresiones de los distintos
géneros literarios.
Se han realizado
numerosas adaptaciones cinematográficas
de importantes obras literarias anónimas
(Las mil y una noches,
El Cid, El Lazarillo
de Tormes) así como también
de grandes maestros de la literatura universal.
Ejemplos abundan: Don Quijote
(Cervantes), Hamlet (Shakespeare),
Fausto (Goethe), Grandes
esperanzas (Charles Dickens), Los
miserables (Víctor Hugo),
El idiota (Dostoievski),
Las alas de la paloma (Henry
James), El proceso (Kafka),
La fuerza bruta (John Steinbeck),
La casa de Bernarda Alba
(Federico García Lorca), Fahrenheit
451 (Ray Bradbury), Muerte
en Venecia (Thomas Mann), El
nombre de la rosa (Umberto Eco),
Crónica de una muerte anunciada
(García Márquez) y El
Señor de los Anillos (Tolkien),
entre tantos otros.
Asimismo,
muchos escritores han mostrado la influencia
del cine en sus obras literarias, incluso
en ensayos, o han desarrollado actividades
relacionadas con este, como la de actor,
guionista o consejero de adaptación.
Tales son los casos de Jean Paul Sartre,
Simone de Beauvoir, Manuel Puig, Fernando
Arrabal, Mario Vargas Llosa, Alain Robbe-Grillet,
Marguerite Duras, Camilo José Cela,
Guillén, Alberti, Fernando Quiñónez,
Gabriel García Márquez y Miguel
Delibes.
CIENCIA FICCIÓN

Viaje al centro
de la tierra, de Julio Verne
El término proviene del latín
"scientia" y "fictio-onis",
formación, creación. Sin embargo,
comenzó a usarse a partir del año
1927 como traducción de "Science-fiction",
nombre que circulaba en el mundo anglosajón,
y que había sido introducido por
Hugo Gemsback.
El concepto
se aplica a una novela romántica
en la que se tratan aspectos reveladores
del comportamiento humano desde un futuro
utópico. La novela de ciencia ficción
es una variante de la novela de aventuras,
donde priman la imaginación y la
reflexión sobre la vida humana, sobre
la sociedad. El protagonista es un arquetipo
carente de rasgos psicológicos y
de aspectos sentimentales.
Su origen
hay que buscarlo en una literatura utópica,
en la que se imagina el futuro a partir
de unas previsiones más o menos científicas,
así como también en la literatura
fantástica.
Con la revolución
industrial y las transformaciones tecnológicas,
surge en la segunda mitad del siglo XIX
una literatura de prospección del
futuro que confía en los avances
del progreso y de la técnica, y reflexiona
sobre los cambios que supondrían
para la vida humana.
Aparecen
las obras de Julio Verne (Francia, 1828-1905),
novelas de viajes y aventuras con intención
didáctica y moral que se ubicarían
en los límites de la actual ciencia
ficción: Cinco semanas en
globo (1862), Viaje al
centro de la tierra (1864), De
la tierra a la Luna (1865), Veinte
mil leguas de viaje submarino (1870),
La vuelta al mundo en ochenta días
(1873); Verne es considerado el iniciador
de la literatura de ciencia ficción.
Herbert
George Wells (1866-1946) se destaca en Inglaterra
con la elaboración de la novela científica.
Era un estudioso de la biología,
y esa base científica influyó
en su actividad como escritor. Sus novelas
La máquina del tiempo
(1895), El hombre invisible
(1897) y La guerra de los mundos
(1898) obtuvieron notable éxito.
También
en Inglaterra encontramos a Aldous Huxley,
nacido en Godalmieg en 1894 y muerto en
Hollywood en 1963; escribió Un
mundo feliz que apareció
en 1932. George Orwell, seudónimo
del inglés Eric Arthur Blair (1903-1950),
escribió una novela titulada 1984,
y Fred Hoyle, nacido en Yorkshire, en 1915
publicó La nube negra.
Cabe destacar los aportes de otros escritores
británicos, como John Brunner, Arthur
Clarke, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss y
Michael Moorcock, y de revistas como Authentic,
Nebula y Science Fantasy.
Paralelamente
a una literatura que se caracteriza por
la preocupación científica,
social y moral, nace un tipo de novela de
aventuras ubicadas generalmente en el espacio,
donde aparecen los viajes interplanetarios,
la exploración de los planetas supuestamente
habitados por humanoides. Estos temas son
difundidos en los cómics. Aparece
el super- héroe Flash Gordon.
A partir
de la década de los treinta, el género
cobra nueva fuerza, fundamentalmente a través
del relato corto, recogido en revistas especializadas.
Esto se da en gran medida en Estados Unidos.
Hugo Gemsback funda en 1926 la primera revista
periódica especializada Amazing Stories.
Otros de los tantos ejemplos los constituyen
revistas como Astounding SF, Galaxy,
The Magazine of Fantasy and Sciencefiction,
Science Fiction Stories, Infinity,
Fantastic, If y Analog,
entre otros.
Se destacan
en Norteamérica autores como Isaac
Asimov, nacido en Rusia en 1920, (Yo,
Robot; Fundación
e Imperio; Segunda Fundación)
que trata temas referidos a un futuro lejano;
Ray Bradbury, nacido en 1920 (Crónicas
Marcianas, Fahrenheit 451)
trata con pesimismo las incidencias de una
sociedad futura; Alfred Elton van Vogt,
nacido en 1912 (El Mundo de los
Noa) imagina un futuro utópico
donde las formas del pensamiento y la percepción
han sufrido importantes cambios; Robert
Anson Heinlein, nacido en 1920 (La
puerta del tiempo) trata sobre
los viajes a través del tiempo; Henry
Kuttner, nacido en 1914 (Mutante)
refiere a las posibles mutaciones humanas
en un futuro posible; Clifford D. Simak,
nacido en 1904 (Anillo en torno
al sol) trata el problema de las
alteraciones genéticas.
Después
de la década del cincuenta se destacan
autores como Samuel Delany, Philip J. Farmer,
Harlan Ellison, Roger Zelany, Philip K.
Dick, Jack Vance, Hal Clement, Theodore
Surgeon, Fritz Leiber, Frederick Pohl, y
la lista sigue.
Los temas,
como es posible comprobar, varían
desde la supuesta existencia de humanoides,
pasando por la posible destrucción
atómica, las paradojas espacio-temporales,
la imaginación de nuevos sistemas
filosóficos, y originales formas
de pensar y razonar, imitaciones humanas,
mutaciones orgánicas del ser humano,
la utopía política de carácter
pesimista, hasta el mundo de los robots,
entre otros.
LA CIENCIA FICCIÓN EN EL CINE

Lo que vendrá,
de Menzies y con guión de Wells
Muchas de las obras citadas han inspirado
un gran número de películas.
Las primeras manifestaciones de valor las
encontramos en Europa, con obras por ejemplo
como Aelita: Reina de Marte
(1924) de Yakov Protázanov, Metrópolis
(1926) de Fritz Lang, y Lo que vendrá
(1936) de Wiliam Cameron Menzies.
En Estados
Unidos, donde el género se consolidaría
como un producto comercial definido, iba
a ser marginado. Antes de la Segunda Guerra
Mundial, la ciencia ficción cinematográfica
fue más que nada asunto de los superhéroes
del serial (Buck Rogers,
Flash Gordon, Batman)
con fama previa en la historieta.
A partir
del ingreso del hombre en la Era Atómica
y de la Guerra Fría, especialmente
en la década del cincuenta, se da
un fenómeno de producción
numerosa de films "Clase B" sobre
extraterrestres malévolos y probablemente
comunistas. Casos como El enigma
de otro mundo (1951) de Christian
Nyby, La guerra de los mundos
(1953) de Byron Haskin, Llegaron
de otro mundo (1954) de Jack Arnold,
Muertos vivientes (1956)
de Don Siegel; también sobre monstruos
generados por la radioactividad (El
mundo en peligro de Gordon Douglas),
y con fines para nada destructivos (El
día que paralizaron la tierra
de Robert Wise) o semidestructivos (Invasión
de discos voladores de Fred Sears).
Los aportes
más logrados en los años sesenta
llegaron de Europa: Fahrenheit 451
(1967) de Truffaut, Alphaville
(1965) de Godard. Sin embargo el gran salto
se da con 2001, Odisea del espacio
(1968) de Stanley Kubrick ya que fue realizada
por un autor cinematográfico reconocido
y porque tuvo a su alcance los recursos
tecnológicos para un despliegue de
efectos especiales muy llamativo. Además
de realizar una reflexión sobre los
orígenes y el destino del hombre,
esta película es un antecedente de
los grandes espectáculos futuristas
de los años setenta y ochenta (Viaje
a las estrellas, Encuentros
cercanos del tercer tipo, La
guerra de las galaxias, las antiutopías
como Blade Runner). Otra
obra reconocida a destacar es la de Andrei
Tarkovskii, Solaris (1972),
junto a otra posterior del mismo maestro
ruso, La zona (1979).
EL AUTOR DE LA NOVELA

Herbert George Wells nació el 21
de setiembre de 1866 en Bromley, un pueblo
muy cercano a Londres. Realizó estudios
sobre ciencia en la capital inglesa, teniendo
como maestro a T. H. Huxley, fisiólogo
que seguía a Darwin y abuelo del
novelista Aldous Huxley. Además de
su dedicación a la ciencia fue periodista,
ensayista y novelista. Hizo más de
ochenta libros.
Escribió
y fue uno de los iniciadores de la novela
científica. Le pertenecen, entre
otras obras, La máquina del
tiempo, La visita maravillosa,
La isla del Dr. Moreau,
El hombre invisible y La
guerra de los mundos. En ellas
encontramos el aspecto científico,
la imaginación y la actitud moralizadora.
Se le ha criticado, diciendo que la base
científica es muy pobre, o que los
personajes no están caracterizados
en profundidad. Lo primero es discutible
y lo segundo no parece ser un requisito
para este tipo de Literatura, ya que la
ciencia ficción no se destaca especialmente
por indagar en el interior del personaje.
Dentro de
su obra encontramos también novelas
sobre ideología (El nuevo
Maquiavelo, El señor
Brithing, Dios,
Rey invisible o Juana y Pedro)
y sobre la vida misma (Kipps,
Tono-Bungay, La
historia de Mr. Polly, El
amor y Mr. Lewishan).
Su producción
literaria está ubicada sobre dos
siglos, entre la novela tradicional, decimonónica
y la novela moderna. En el contexto cultural
de la época encontramos a escritores
como Rudyard Kipling, John Galsworthy, Henry
James, Joseph Conrad. Inglaterra se encontraba
en la época victoriana (reinado de
la reina Victoria, desde 1837 a 1901) caracterizada
por el maquinismo (una explosión
en la creación de diferentes máquinas
de importante uso para el hombre, como el
teléfono, la máquina de escribir
y un largo etcétera) y la moral burguesa.
Es la época
de la expansión colonial europea,
del crecimiento de las ciudades y del surgimiento
del proletariado, de las guerras mundiales,
de la crisis económica del año
1929, de la publicación de los trabajos
de Albert Einstein, que luego se emplearían
para elaborar la bomba atómica.
Falleció
en Londres, el 13 de agosto 1946.
EL LIBRO

A La guerra de los mundos
se la ubica dentro del género de
ciencia ficción, aunque hay que especificar
que sería más apropiado el
término de novela científica,
ya que su trama argumental gira en torno
a descubrimientos científicos, más
allá de que estos sean reales o no.
Tiene como
tema la invasión marciana al sur
de Inglaterra, que permite la reflexión
sobre lo falso de la seguridad que cree
tener el hombre en nuestro planeta y sobre
su vanidad. Esa conclusión se extrae
del fuerte contraste que se produce entre
las características de la vida tranquila
de los hombres en el pueblo de Woking y
la violenta llegada de los marcianos.
La estructura
de la obra muestra dos partes claramente
identificadas: el Libro Primero, que contiene
diecisiete capítulos dedicados a
la llegada de los marcianos y la reacción
de los hombres frente a ese hecho, y el
Libro Segundo, que contiene nueve capítulos
sobre la situación de la Tierra en
poder de los marcianos. Asimismo, se evidencian
las características de dos mundos,
el marciano y el terrícola, a través
de un narrador-personaje que es un escritor
de temas filosóficos, que vive en
el pueblo inglés, y que es testigo
de los hechos. Se introduce al personaje
del hermano del escritor, un estudiante
de medicina que vive una serie de episodios
que sirven para completar la narración.
Más
allá del despliegue espectacular
de la llegada y la acción bélica
de los marcianos, hay que prestar atención
a la reflexión sobre la actitud despreocupada
e inconsciente de los hombres que no pueden
ver más allá de su nariz:
"Con infinita suficiencia iban
y venían los hombres por el mundo,
ocupándose de sus asuntillos, serenos
en la seguridad del imperio sobre la materia.
¡Es posible que bajo el microscopio
obren de igual manera los infusorios!"
A PARTIR DE LA NOVELA DE H. G. WELLS…
Orson Welles
creó el argumento para la elaboración
de la bomba lingüística que
lanzó, a través de la radio,
sobre Estados Unidos, en mayo de 1938, haciendo
creer a la gente que los marcianos habían
invadido la Tierra, provocando el pánico.
Byron Haskin,
con guión de Barré Lindon,
realizó en 1953 la película
homónima del libro, donde los hombres
ven caer una serie de meteoros de donde
salen los platillos voladores, conteniendo
a los marcianos que parecen proponerse acabar
con la humanidad.
Steven Spielberg,
con guión de David Koepp y Josh Friedman
más actuación protagónica
de Tom Cruise, dirigió el reciente
estreno La guerra de los mundos
(2005), donde al parecer se tuvo en cuenta
lo que escribió Orson Welles en su
transmisión radial, y se homenajea
a la película de Haskin, poniendo
en el papel de la suegra del personaje central
a la actriz Ann Robinson, que había
desempeñado en la versión
original el de compañera del protagonista,
en su peripecia huyendo de los marcianos.
MÁS ALLÁ DE LA INVASIÓN

La guerra
de los mundos, de Steven Spielberg
Tom Cruise (Ray) interpreta a un no muy
buen padre divorciado que debe quedarse
a cargo de sus dos hijos (un joven adolescente
y una niña) durante el fin de semana.
Todo aparentaba ser un monótono e
incómodo encuentro familiar de un
padre con sus dos hijos, entre los que no
parece haber muy buena comunicación;
aunque agentes externos van a transformar
la situación.
Una increíble
tormenta eléctrica se cierne sobre
la zona, seguida de la espectacular aparición
de seres extraterrestres que emergen de
máquinas enterradas bajo tierra.
Ray es uno de los atónitos espectadores
del suceso que pronto obliga a todo el mundo
a emprender una carrera por la vida, huyendo
de los marcianos que destruyen todo a su
paso. El protagonista carga con sus hijos
y trata de protegerlos del peligro, mientras
se mueve rápidamente para sobrevivir.
La época
en que se ubica la historia es la actual,
y por lo tanto las características
del lugar y su gente van a ser las del siglo
XXI, mientras que la película de
Haskin mostraba a California a mediados
del siglo XX, y el libro de H G Wells a
Londres y sus aledaños a fines del
siglo XIX.
Spielberg
nos deja ver la situación de un barrio
donde cada cual está en lo suyo y
se centra en la vida de una familia, cuestionando
la falta de comunicación entre el
padre y sus hijos y la inconsciencia de
no valorar y cuidar los afectos más
cercanos. Es en ese contexto que van a irrumpir
los marcianos. En el libro está bien
marcada la situación pacífica,
de comarca tranquila y despreocupada, haciendo
hincapié en la vanidad humana que
solo piensa en sí misma y no cree
que haya vida en otra parte. El director
norteamericano, por su lado, se inclinó
por dirigir la mirada hacia la familia y
de esa manera darle más contenido
al personaje, en comparación a la
obra literaria, donde, como es habitual
en los relatos de ciencia ficción,
no es prioritaria la profundización
en la construcción de los protagonistas.
La diferencia
entre los dos mundos, el marciano y el terrícola,
está presentada desde el comienzo.
Así como en el libro, al inicio de
la película se hace referencia a
la superior inteligencia del primero sobre
el segundo y a la insignificancia de los
hombres, que eran observados como bajo una
lupa por los marcianos con total suficiencia
y dominio de la situación. Vemos
en la pantalla el verde de la hoja donde
es examinada una gota de agua conteniendo
formas de vida que se mueven inquietas.
Es el color verde de la vida, que envidian
los extraterrestres.
"Nadie
hubiera creído... que las cosas humanas
fueran escudriñadas aguda y atentamente
por inteligencias superiores a la del hombre,
y mortales, sin embargo, como la de éste..."
En una lectura rápida se nos puede
pasar por alto, pero el narrador de la novela,
además de mostrarnos el asombroso
poder de los marcianos y su situación
ventajosa respecto a los hombres, casi como
al pasar, nos recuerda que también
eran mortales. Un dato a tener en cuenta.
Durante millones de años las naves
de Marte habían estado enterradas
en el corazón de la tierra hasta
que hacen su aparición explosiva.
El libro no dice que estuvieran enterrados
desde tanto tiempo atrás las naves;
simplemente son cilindros que caen en el
momento y la gente cree que son meteoros.
Se pararon
todos los relojes. Cambia el sentido del
tiempo para el hombre. Se termina el suyo
sobre el mundo o empieza otro distinto.
Es el tiempo de la utopía.
La religión
apenas se menciona en la película.
Aunque lo primero que destruyen es una Iglesia
y al final, la voz en off; cita las palabras
de H. G. Wells sobre la incidencia de las
criaturas que ha puesto Dios en este planeta
para beneficio del hombre y que tienen que
ver con la resolución del relato.

La guerra de los mundos, de Byron
Haskin
En la película de 1953, entre los
primeros que matan los marcianos, está
un cura, que se acerca a ellos cuando recién
estaban apareciendo en escena. Les pide
que no disparen, pretende comunicarse, lleva
una cruz; pero estos seres no parecen entender
su significado ni tener interés en
un relacionamiento pacífico. En aquella
película el último refugio
en el que se albergan el protagonista y
sus amigos es una Iglesia. Además,
en varias ocasiones, rezan pidiendo ayuda
a Dios. Contenía más referencias
religiosas que el film de Spielberg
En el libro, si bien se dicen palabras de
agradecimiento hacia Dios, hay un fuerte
tirón de orejas a la Iglesia o al
menos a aquellos que en momentos de crisis
deberían ser los primeros en luchar
y defender a sus hermanos, pero no lo hacen.
Un ejemplo claro es la figura del vicario
(sacerdote) con quien se encuentra el protagonista
en una casa de la que no pueden salir por
muchos días, porque al lado mismo
está uno de los cilindros con los
extraterrestres merodeando. La cobardía
y la falta de fe son tales en este personaje,
que el otro ya no sabe cómo lidiar
con la situación, y en un momento
en el que los gritos histéricos del
vicario amenazan con atraer a los marcianos,
resuelve matarlo para poder sobrevivir.
En el vecindario
de Ray había muchas banderas de Estados
Unidos flameando en el frente de las casas.
Parecen tan inútiles como la bandera
blanca que esgrimen los primeros curiosos
que se acercan a la nave marciana en la
película de Haskin y perecen bajo
el "Rayo Ardiente". Los marcianos
no respetan ni a la mayor potencia de nuestro
mundo, hábil en los enfrentamientos
militares con sus hermanos y opresora de
los que se le crucen en su camino. Tampoco
entienden lo que simboliza la bandera blanca,
pero los hombres en su creencia de que son
el centro del universo piensan que los marcianos
van a entender sus códigos. El jefe
militar en la película del ´53
toma café mientras prepara el ataque,
piensa que es un enfrentamiento más.
Ray es un
simple trabajador de los muelles, no es
científico ni tampoco tiene un espíritu
de investigación. Características
que sí están presentes en
la obra literaria y de alguna manera en
la película de 1953. La mirada científica
es relegada por Spielberg. En el filme de
Haskin el protagonista es un doctor y hay
un equipo que analiza a los marcianos (hasta
estudian su sangre y revisan el ojo de una
de sus máquinas). En el libro el
protagonista es un escritor con espíritu
científico.
Sin embargo,
Ray es un padre de familia divorciado que
huye despavorido junto a sus hijos. Los
marcianos lo despabilan. Antes él
no tenía ni idea sobre lo que les
pasaba a sus hijos. En un momento la niña
le dice que es alérgica a la mantequilla
de maní, pero él no lo sabía.
Su hijo apenas le habla. Tenía escasa
comunicación con ambos. Ante el peligro
de perderlos, reacciona y los defiende con
uñas y dientes. Pone todos sus reflejos
y recursos en esa causa.
Toda la
travesía huyendo de los marcianos
la realiza en compañía de
su hija y en gran parte con el muchacho.
En la película de 1953, el personaje
central, el Dr. Forrester, es acompañado
por una mujer. En el libro el protagonista
está solo, se encuentra con algunas
personas que lo acompañan por momentos,
pero después sigue en soledad; lo
motiva, eso sí, el poder encontrar
a su mujer a la que había dejado
al cuidado de unos primos.
Ray toma
algunas cosas antes de huir con sus hijos
y entre ellas está un revólver.
Lo curioso es que el arma no le va a servir
con los marcianos, pero sí con los
humanos. Frente a la cercanía de
la muerte, la gente solo piensa en ella
y quiere salvarse al precio de que perezcan
los demás, si es necesario. Pierde
el control y el uso de la razón.
Los hombres se amontonan, atropellan y matan
tratando de huir. Algunos que no comprenden
lo que pasa cuidan lo material más
que a nada. Así, un hombre no quiere
que Ray se lleve un auto de su taller y
aunque este le explica que si no sube con
él va a morir, sigue en su terquedad
e ignorancia y muere arrasado por el rayo
de los marcianos. En la película
de Haskin un individuo detiene su huída
para juntar los billetes que se le han caído,
del mismo modo que en la novela otro busca
afanosamente sus monedas aunque un carro
de caballos le pase por encima.
El enemigo
es demasiado poderoso y cuenta con el factor
sorpresa. No solamente no se lo esperaba,
sino que viene de lo desconocido. La imaginación
y el conocimiento científico del
escritor de ciencia ficción están
puestos al servicio de aspectos que el hombre
desconoce y que, por lo tanto, teme. Antes
se preocupaba y elaboraba fantasías
sobre los seres que podrían habitar
los mares que estaban fuera de su comprensión.
El diseño
de los marcianos y sus máquinas es
muy similar a la descripción que
se hace en la novela. Se acerca más
al libro de lo que lo hacía la película
de 1953. El despliegue de los extraterrestres
es espectacular y Spielberg cuenta con más
recursos para realizar sus efectos especiales
que el director del viejo film.
Las máquinas
que esconden marcianos dentro se apoyan
en un trípode y cuentan con largos
brazos que rematan en un ojo que lo ve casi
todo. En la película de 1953 el personaje
lo compara con una cámara de televisión.
Ese ojo controlador y peligroso bien puede
ser sí, el de los medios masivos
de comunicación. Es una máquina.
El hombre ha creado muchas. En los tiempos
de Wells, como consecuencia de la revolución
industrial, se produce el auge del maquinismo,
y ni hablemos ahora. No queda artefacto
que no inventemos. Es posible que eso en
determinadas circunstancias pueda volverse
en nuestra contra. En aquel contexto histórico
aparecerán los descubrimientos científicos
de Einstein que serán utilizados
para crear la bomba atómica. Si nos
descuidamos es posible que las máquinas
nos dominen a nosotros. Ese podría
ser un mensaje.
Al comienzo,
Ray aparece manejando con total dominio
una máquina de descarga en el puerto.
El aparato es bastante grande. Parece que
el hombre tuviera el control. Pero en realidad,
después, se puede ver esta escena,
como una triste parodia del dominio de los
marcianos sobre las espectaculares máquinas
que manejan. En el libro, el personaje narrador
dice verlas como si tuvieran vida, como
si fueran animales.
El aspecto
del marciano no es tan grandioso como el
de los artefactos que maneja. Son deformes
y torpes en sus movimientos, debido a la
gravedad que los vuelve más pesados.
En el libro son más que nada cabeza
y manos.

Tom Cruise en La
guerra de los mundos (2005)
H. G. Wells coloca en su obra la supuesta
profecía de cierto escritor de reputación
casi científica, que afirmaba que
el hombre acabaría por adquirir una
estructura no muy distinta a la de los marcianos.
Dice el texto: "...el perfeccionamiento
de la mecánica aplicada acabaría
por hacer innecesarias las piernas y el
perfeccionamiento de la química la
digestión, añadiendo que no
serían esenciales al hombre el cabello,
la nariz externa, los dientes, las orejas
y la barba, y que la tendencia de la selección
natural iría disminuyendo gradualmente
en las edades venideras el tamaño
de dichos órganos. Solo el cerebro
sería de absoluta necesidad, y solo
otra parte del cuerpo conserva grandes probabilidades
de supervivencia: la mano, `maestra
y obrera del cerebro´. Mientras
el resto del organismo está condenado
a la disminución perpetua, las manos
parecen destinadas a crecer."
En este organismo se suprime lo animal y
todo lo que tenga que ver con los sentimientos
y las emociones.
Los marcianos
no aparecen tanto como una expresión
del mal, sino como seres de una frialdad
cerebral y egoísta carente de contemplaciones,
como una inteligencia sin afectos. Son como
la tecnología y la ciencia puestos
al servicio del poder. Desconocen la presencia
de los microbios que tantas enfermedades
han causado al hombre. Al final de la historia
se puede ver si este aspecto les va a jugar
a favor o en contra.
Spielberg
nos muestra ciudades y campos devastados,
desolados. El color que prima en el paisaje
es el gris de las ruinas, luego del fuego
del rayo que disparaban los marcianos, y
el plateado de las máquinas. El gris
es más que nunca el color de Londres,
al caer bajo el poder de los marcianos,
como nos describe el libro. Es el color
de la desolación, del fin, de la
muerte. En la película hay algo que
se distingue, el color de la "Hierba
Roja" que los marcianos trajeron de
Marte (que es el color de la sangre que
extraían de los hombres que atrapaban
y no pulverizaban con su rayo mortal) y
el traje multicolor que viste la hija de
Ray.
La niña
con su inocencia es como un amuleto contra
la desgracia. Se mueve con toda su fragilidad
entre el peligro mayúsculo, pero
algo la protege. Su hermano adolescente
en un momento, se escapa del padre y se
dirige, aparentemente, hacia donde están
los hombres del ejército, tal vez
para investigar y para ayudar. Este gesto
es de destacar en una multitud de personas
egoístas que solo piensa en su salvación
y los demás que se las arreglen como
puedan. Quizás sea posible ver acá
un mensaje de esperanza dado por las nuevas
generaciones. Dentro de tanta podredumbre,
el hombre conserva algunos valores, como
el del padre que defiende a sus hijos heroicamente
o el del caso citado del adolescente.
Robbie calma
a su hermana, cuando esta sufre ataques
debido a su claustrofobia. Le dice: "este
es tu espacio", para tranquilizarla.
El tema del espacio es importante en las
obras de ciencia ficción. Muchas
veces están apoyadas en paradojas
espacio-temporales. El hombre se cree dueño
del espacio que ocupa, se siente tranquilo,
porque cree que le pertenece y que nadie
puede hacerle daño allí. Aunque
a menudo suela invadir el terreno de otros
y si pudiera conquistar otros planetas,
lo haría. Si hubiera petróleo
en Marte, no sería difícil
imaginarse al presidente de los Estados
Unidos mandando un contingente de soldados
para conquistarlo, en el nombre de la paz.
Aparece
en la película el espacio abierto,
la calle, el campo, el agua, el aire, en
dominio de los marcianos; y en el cerrado,
el hombre tratando de esconderse, en el
auto, en la casa, en habitaciones pequeñas,
en el sótano, en cualquier agujero
que lo proteja. No es el mejor momento para
ser claustrofóbico. Hasta se piensa
en los túneles como solución.
El empleado
de la salud que encarna Tim Robbins, quien
le presta su sótano a Ray y su hija,
ha comenzado a construir un túnel,
aunque no parece tener una finalidad clara
ni perspectivas de éxito, dadas las
características de inseguridad y
demencia del personaje. Este hombre es ganado
por el miedo y la desesperación,
que le perjudican, porque en su locura hace
ruidos que atraen a los marcianos.
Y en este,
precisamente, el libreto reúne las
características de dos personajes
de la novela, el del vicario que ya se mencionó
y el del artillero, un militar que se encuentra
el protagonista en más de una oportunidad
y que tiene un proyecto fantástico
para salvar a la humanidad de los marcianos,
creando un mundo subterráneo en las
alcantarillas. Este queda maravillado con
la idea, pero cuando va a su escondite,
ve que ha tardado muchos días en
lo que era apenas el comienzo de un túnel
y que toda su iniciativa se le va en divagues
que no conducen a ninguna parte.
Lo que el
artillero del libro proponía era
que el hombre se arrastrara por las alcantarillas,
como las ratas. La película deja
ver la imagen degradada y animalizada del
hombre, su insignificancia en el universo.
Aparece, al principio, como partículas
en una gota de agua de una planta, como
hormigas, en la multitud apilada en los
caminos, como deshechos que el río
arrastra, como muñecos que las máquinas
de Marte alzaban por los aires desde el
suelo, como ratas arrastrándose para
sobrevivir. El hombre parece un animal acorralado,
va de un lugar a otro y en todas partes
hay peligro.
También
la propia creación del mundo es descalificada.
En la película de Haskin, Sylvia,
la mujer que acompaña al Doctor Forrester,
dice que los marcianos estarían tomando
la tierra en seis días y que "se
necesitaron siete para crearla",
haciendo referencia al Génesis de
la Biblia. En el libro se nombra "la
obra de quince días", al referirse
a los estragos provocados por los marcianos.
Es una especie de Apocalipsis, de fin del
mundo. Siempre ha pensado el hombre en cómo
sería ese final, y se ha imaginado
causas naturales, catástrofes ocasionadas
por agentes externos o por su propia acción
sobre la tierra. En esta historia la causa
sería la invasión marciana,
o si vemos a sus artefactos como una representación
del maquinismo exacerbado, los causantes
del daño podrían ser los resultados
de una tecnología que al hombre se
le fue de las manos.
La curiosa
"Hierba Roja" que sembraron los
marcianos y que lo empieza a cubrir todo,
de pronto se seca. Se puede apreciar en
la pantalla, los troncos secos de la planta
que había trepado por la espalda
de la estatua, como una plaga que se hubiera
apoderado del hombre que el monumento representaba.
Se trata del poder de un mundo sobre el
otro.
Muchas veces
hemos pensado que cuanto más evolucionada
es una inteligencia cabría esperarse
mayor espiritualidad, mayor sensibilidad,
un espíritu más elevado; pero
no parece ser así, según esta
historia. Cuanto más se potencia
la inteligencia, mayor crueldad y egoísmo
se adquiere. Tal vez el hombre deba atender
con cuidado el camino que toman sus progresos
y el uso que hace de sus conocimientos e
inteligencia.
En la guerra
de los mundos ganará el que tenga
mayor poder e inteligencia, o el que cuente
con la ayuda de Dios o se haya ganado un
lugar a costa de sacrificios.
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