Tres famosos museos
de la Warner
ARTE MACABRO
por Alejandro Yamgotchian
(junio, 2005)
El reciente estreno de La casa de
cera (2005) sirve como pretexto
para hacer un repaso a otras dos famosas
películas Warner, con escultores
que buscan crear sus obras perfectas: Los
crímenes del museo (1933),
de Michael Curtiz y con Lionel Atwill, y
Museo de cera (1953), de
André de Toth y con Vincent Price.
Por supuesto que no dejamos pasar esta nueva
versión (qué más remedio...).
EL MUSEO DE LIONEL: SIGLO XX

Es bueno tener en cuenta que el clásico
Museo de cera, dirigido
por el ya fallecido realizador francés
André de Toth, es en realidad una
remake de Los crímenes del
museo (1933), film dirigido por
Michael Curtiz y protagonizado nada menos
que por Lionel Atwill (como el artista)
y otra que recién falleció,
Fay Wray, la actriz de King Kong
(Ernest B. Schoedsack, Merian C. Cooper,
1933), además de Glenda Farrell.
Los
crímenes... cuenta la historia
de un escultor londinense frustrado que
luego de trabarse en lucha con su socio
ve atónito cómo este último
quema el local (junto a todas las obras
"demasiado históricas como para
vender"), con el fin de cobrar el seguro
de incendio y así volcarlo a las
deudas que ya se habían generado.
El artista queda inconsciente en medio de
un mar de fuego, sobrevive, aunque con las
manos quemadas, y luego reabre el museo
pero en Nueva York, doce años más
tarde y con la ayuda de escultores contratados.
Ahora la inspiración al momento de
hacer las obras similares a famosos personajes
va a pasar por otro lado: la inmortalidad.
Ahí comienza a entrar lentamente
en juego una audaz periodista que se embarca
en algo que le despierta sospechas, tras
la desaparición de algunos cuerpos
de la morgue, cuyos rostros son muy parecidos
a los que se están exhibiendo en
el nuevo museo de cera.
Esta película
Warner se inscribe dentro de un contexto
perfecto en lo que a películas de
terror se refiere, ya que durante el primer
lustro de la década del ´30
las obras del género tenían
un éxito impresionante (en especial
las Universal), producto en buena parte
del sacudón causado por la crisis
de 1929 en Estados Unidos, que llevaba a
mucha gente a refugiarse en esos mundos
alternativos que, por ejemplo, ofrecía
el cine.
El film
de Michael "Casablanca" Curtiz
posee un tono mucho más liviano que
la remake hecha veinte años después,
Museo de cera, primera
de la Warner en 3-D, protagonizada por Vincent
Price y con actuación de un joven
Charles Bronson. Los crímenes
del museo inserta algunos personajes
típicos de comedia (Glenda Farrell,
la periodista) y aprovecha la notable labor
de Atwill aunque no se sostiene tanto en
ella, como sí ocurriera con el film
de André de Toth.
La combinación
es algo extraña, por cierto, pero
igual sale a flote, especialmente en sus
tramos finales, donde incide mucho el diseño
artístico, con figuras, iluminación
y decoraciones sumamente tenebrosas. El
trabajo de maquillaje, por cierto, es bueno
aunque tan solo en su protagonista. No se
percibe mucho esmero en la parte de vestuario
ni tampoco en lo que hay y en lo que ocurre
dentro del museo; no existen dosis de intriga
suficientes cuando está abierto ni
tampoco se transmiten inquietudes cuando
permanece cerrado con sus trabajadores,
salvo en una escena donde el personaje de
Farrell se esconde del deforme escultor,
quien intuye que hay extraños en
su morada.
Sorprenden
un poco algunos tópicos tirados como
a la pasada, en una época donde el
cine sonoro comenzaba a florecer y los códigos
eran muy estrictos; por ejemplo, la periodista
le pregunta irónicamente a un policía
"¿Cómo va tu vida
sexual?", al verlo leyendo una
revista erótica. Por otro lado dos
empleados de una morgue comentan el fallecimiento
de una mujer imaginando que fue a causa
de los golpes que le dio el marido por hablar
mucho... Y por si fuera poco, en medio de
una parte escabrosa donde el cadáver
cubierto de ésta se levanta de la
camilla, por supuesto efecto del líquido
embalsamador, uno de ellos agrega que "ellas
siempre quieren tener la última palabra".
Cabe señalar que también hubo
que modificar diálogos en el guión,
que sugerían la muerte de otra mujer
a causa de una sobredosis de droga durante
una fiesta de fin de año.
EL MUSEO DE VINCENT: SIGLO XIX

Y... es el mejor, pero para verlo. No sea
cosa que te confundan con alguna figura
famosa y marches al spiedo, o mejor dicho
a la cera. Si notan que tanto Price como
Atwill parecen dos gotas de agua es porque
los actores de Museo de cera
se eligieron con la condición de
que fueran similares a los de la original.
En esta remake la Warner se la jugó
un poco más, obteniendo por momentos
resultados brillantes.
María
Antonieta, Juana de Arco, Jack el destripador...
Vincent quería tenerlos en su museo
y ofrecer una buena exposición para
cautivar tanto a público como a expertos.
A diferencia de Los crímenes
del museo, esta nueva versión
toma lugar a fines del siglo XIX aunque
su argumento es bastante parecido a su predecesora.
Pueden atribuírsele más que
dignas virtudes, así como también
algunas fuentes de inspiración que
incluso van más allá del film
de Michael Curtiz. En 1924 el alemán
Paul Leni había dirigido, junto a
una menor participación de Leo Birinsky,
El gabinete de las figuras de cera
(1924), un largometraje en el que un museo
contrataba a un escritor para que relatara
historias, acerca de tres nuevas figuras,
que luego les serían contadas al
público. La primera pertenece al
Sultán Harun Al-Rashid (Las
mil y una noches), la segunda a
Iván, el terrible, y la tercera a
Jack, el destripador. Es precisamente en
esta última donde se puede apreciar
un excelente resultado experimental, realizado
a partir de imágenes donde pesa la
tradición del expresionismo alemán
y en la que tanto la figura del temible
asesino británico como las propias
atmósferas y el excelente trabajo
fotográfico inspirarían posteriores
versiones cinematográficas no solo
de las vinculadas al mítico Jack,
sino también a las de El
fantasma de la ópera e incluso
a la espectacular Darkman: El rostro
de la venganza (1990) de Sam Raimi,
probablemente la mejor película del
realizador de la saga de El Hombre
Araña.
La película
de André de Toth podría definirse
como un thriller de horror, con toques de
humor negro (algo característico
de ya saben quien), donde la demencia del
protagonista va siendo trabajada de tal
manera que la locura se contagia a su ayudante
borracho y a otro hombre sordomudo. Este
último está interpretado,
y de manera sobresaliente, nada menos que
por Charles Bronson (en la película
figura acreditado con su verdadero nombre,
Charles Buchinsky), quien aquí interpreta
a Igor, el ayudante de Vincent. Curiosamente,
este era el nombre (Ivan Igor) del protagonista
de Los crímenes del museo,
Lionel Atwill, quien hacía el mismo
papel de Price.
Cabe destacar
que este realizador húngaro filmó
con un ojo ciego, por lo que tan solo pudo
contemplar el efecto 2-D sin poder ir más
allá de lo que estaba ejecutando
visualmente y desde su mente. Durante la
Segunda Guerra Mundial viajó a Inglaterra
y luego a Estados Unidos (1944), donde se
caracterizó por filmar películas
con bastante osadía (tanta que en
Finlandia Museo de cera
fue prohibida), para la censura reinante
de aquel entonces. A pesar de que no pudo
ver el resultado final en tercera dimensión
(por su ojo ciego) la película es
considerada uno de los mejores films hechos
en 3-D de la historia del cine. La crítica
especializada la toma como un verdadero
clásico. Costó un millón
de dólares y recaudó cinco
y medio, sólo en Estados Unidos.
Con el tiempo fue adquiriendo status de
culto e incluso tuvo notoria repercusión
en Europa.
La película
cuenta con escenas cuidadosamente hechas
por De Toth, aprovechando luces y más
que nada sombras, colores opacos y brillosos,
y siluetas que luego se transforman en cosas
impactantes, como el mismísimo rostro
desfigurado del personaje de Vincent Price,
desde entradas a dormitorios hasta persecuciones
en solitarias noches. Hay un terror explícito
muy bien trabajado, aparte de cierta cuota
sugestiva y climas verdaderamente siniestros
(y eso que no se pudieron apreciar los efectos
en 3-D, algo que sí hicieron los
pocos espectadores que van quedando de aquellas
épocas).
Museo
de cera fue la primera película
de horror interpretada por Vincent Price,
luego de haber estado unos cuantos años
trabajando en dramas y comedias.
EL MUSEO DE... TRUDY: SIGLO XXI

Bueno, acá ya se cae la estantería.
Para empezar nada tiene que ver esta...
versión con las dos películas
anteriores, desde todo punto de vista. Siguiendo,
a la hija de William Castle habría
que conseguirle otro trabajo que no sea
el de impulsar adaptaciones de viejos clásicos
desde su productora Dark Castle, ya que
los resultados han sido en general espantosos
(Trece fantasmas, El
barco fantasma, con la excepción
de algún chispazo creativo en La
casa de la colina embrujada, En
compañía del miedo
y en esta propia Casa de cera),
por encima de nombres llamativos en los
créditos (Robert Zemeckis y Joel
Silver, frecuentemente en la producción)
y hasta en los personajes (la alusión
a Vincent Price ya se había hecho
con Geoffrey Rush en La casa de
la colina...). Las referencias,
de todas maneras, siempre han sido muy vagas
y elementales; poco sofisticadas.
Lo que hace
esta película es tomar la idea básica
de usar seres humanos, en lugar de figuras,
y cubrirlos de cera para un museo. El resto
es una alusión a películas
slasher con sus típicas pandillas
de adolescentes que van siendo eliminadas
progresivamente. Los asesinos, que aquí
utilizan técnicas sádicas
y morbosas, son una mezcla del famoso Leatherface
(el de El loco de la motosierra;
de hecho hay un personaje sospechoso de
similar apariencia al alocado hermano de
"Cara de cuero") con Jason (de
la saga Martes 13). Por suerte la computadora
y sus efectos están relativamente
tranquilos aunque llama la atención
lo impactante que son algunas escenas, para
ser una película calificada no apta
para menores de 12 años.
Hay cierta inspiración (por ahí
homenaje) a El hotel del infierno
(Kevin Connor, 1980), cuando en un momento
se comenta que los padres de los asesinos
causaban accidentes en la carretera para
luego apoderarse de los cuerpos y "encerarlos".
En el mencionado antecedente, comedia absolutamente
gore, una pareja enterraba vivas en un jardín
a las infortunadas víctimas, y tan
solo con sus cabezas en la superficie (como
si fueran plantas), con el fin de extrareles
algo que luego le daría sabor a una
"especialidad de la casa" que
supuestamente era carne porcina ahumada.
De hecho los carteles publicitarios en la
carretera son muy parecidos también
a los que aquí figuran publicitando
la casa de cera del pueblo.
Es cierto
que algún toque diferente en la filmación
se distingue, gentileza del joven realizador
español Jaume Collet-Serra, quien
le da un atractivo especial a ese pequeño
pueblo fantasma donde los más impensados
negocios e instituciones resucitan como
por arte de magia, luciendo tan pulcros
como lúgubres. Pero lo que falla
estrepitosamente es el libreto y en especial
los asesinatos (salvo el del comienzo, en
la oscuridad de una habitación),
donde se piensa que siendo más crudos
se logran mejores resultados.
Nada más
para agregar. Ah; Paris Hilton; actuando
no es buena pero algo se defiende. Tan solo
fue puesta como imán para la taquilla.
Insinúa su atractivo físico
en algunas tomas y su personaje tiene un
final digno del más deseado por sus
envidiosos enemigos. Otra nota curiosa es
que el pueblo visto en el film en realidad
fue construido por el equipo de producción
pero no precisamente con cera. |