Todos los ringus
y todas... las llamadas
DESDE JAPÓN
CON TERROR
por Alejandro Yamgotchian
(junio, 2005)
El fenómeno
Ringu despertó la curiosidad de muchos
aficionados al terror en el Río de
la Plata y algún que otro festival
atento, en cuanto a qué cosas comenzaban
a pasar en Oriente con esta nueva ola de
cine de terror, donde jóvenes realizadores
comenzaban a volcar sus inquietudes a través
de ejercicios que luego llamarían
la atención de la propia industria
hollywoodense.
Más
que una preocupación sobre determinados
temas lo que se rescata de toda esta camada
de directores es apostar por un cine que
logre lo que otros de Occidente en general
no pudieron durante los últimos años:
causar lisa y llanamente miedo sin apelar
a baldazos de sangre ni sonidos aparatosos.
El trasfondo de estas historias insinúa
leyendas milenarias, y a la vez toma lugar
en contextos modernos, donde las nuevas
tecnologías y hasta las habilidades
psíquicas también tienen su
incidencia. De hecho el terror de Ringu
viene de una zona rural e invade
una sociedad tecnificada.
UNA
VOZ EN EL TELÉFONO

Ringu
El simple
hecho de ver un video y luego atender un
teléfono ya marcaba a muerte a algunos
personajes de Ringu / El aro
(1998), de Hideo Nakata, declarado aficionado
al cine inglés y norteamericano.
Una periodista divorciada y con un hijo
investiga junto a su ex marido la extraña
muerte de un familiar, cuyo rostro desfigurado
traslucía una imagen de que algo
la había asustado y de manera atroz.
Al descubrir que tres amigos de la víctima
también murieron al mismo tiempo
y de igual manera (un ataque cardíaco)
se inicia una carrera contra el tiempo para
evitar la maldición de un video que
anda circulando especialmente por centros
de estudio y elimina una semana después
a todos aquellos que lo han visto. Las pistas
conducen a una isla volcánica y en
especial a una niña (Sadako) que
fuera arrojada a un aljibe por sus propios
padres.
Ringu
fue la película de terror más
exitosa de Japón y la obra literaria
en la que se basa el film, escrita en 1989
por Kôji Suzuki, considerado "el
Stephen King japonés", ya tuvo
dos series de televisión (1995 y
1997, donde el personaje principal que investigaba
era masculino) y cuatro películas:
la original japonesa, la secuela (Ringu
2, 1999), la precuela, donde se
muestra todo lo que pasó con la niña
y su familia, antes de la gran tragedia
(Ring 0: Birthday) y una
versión coreana (Ringu: Virus),
además de las dos versiones norteamericanas
y hasta una serie de cómics.
El personaje
de la madrastra de la niña tomó
inspiración del caso real de una
joven de 24 años de la que se rumoreaba
que era capaz de predecir el futuro y que
en 1910 llegó a hacer demostraciones
en público, gracias a un famoso psiquiatra
que la había descubierto (la precuela
Ring 0: Birhtday hace alusión
a esto). Pero la gente la trató de
charlatana, por lo que la deprimida mujer
(de nombre Mifune Chizuko) se suicidó
inyectándose veneno en uno de sus
brazos, poco tiempo después.
El de la
niña también (que en Ringu,
a diferencia de La llamada,
no habla y apenas se la ve) se inspiró
pero en uno que nació poco tiempo
después de la muerte de Chizuko.
Su particularidad (y que la primera remake
norteamericana no explica) es que tenía
el poder de la joven mencionada más
otro llamado "nensha", que consiste
en proyectar mentalmente imágenes
sobre mentes, paredes, rollos, cintas, celuloide,
placas y en todo lo que uno pueda imaginarse.
De ahí que el famoso video tuviera
las imágenes que tiene, todas vinculadas
a su tortuoso pasado.
Y a propósito
del video del que todo el mundo habla (y
se asusta) cerca del final, precisamente,
además de aquel que no hay que ver
porque conduce a la muerte, fue filmado
en VHS, con el fin de darle un toque más
casero, siniestro, oscuro y por lo tanto
creíble y terrorífico, aunque
en la versión norteamericana se trata
de simular que se grabó en ese formato,
cuando en realidad no fue así. Una
de las escenas del final, que realmente
asusta, es muy parecida a la de uno de los
episodios (dirigido por Boris Sagal) de
Galería nocturna
(1969), sólo que en la serie creada
por Rod Serling se usaba un cuadro en lugar
de un televisor.
Ringu
apuesta a una filmación simple pero
bien craneada, que deja a sus personajes
aislados y a merced de un horror inminente,
sin necesidad de utilizar efectos especiales
muy elaborados y ruidos pomposos (algunos
efectos sonoros son similares a los empleados
en algunas películas de Dario Argento).
Sadako es implacable y no tiene piedad,
una imagen que se vería pasteurizada
en su similar norteamericano (Samara).
Suzuki también
fue autor de la novela que diera origen
a otro film de Nakata (Dark Water,
2002; en 2005 se viene la remake hollywoodense)
y reconoció su inspiración
en Poltergeist: Juegos diabólicos
(Tobe Hooper, 1982) al momento de escribir
la saga literaria de Ringu. Como curiosidad,
dentro del tema de leyendas urbanas, bien
vale la pena señalar la notable Candyman:
El dominio de la mente (Bernard
Rose, 1992), coproducida por y basada en
un cuento corto de Clive Barker (Lo
prohibido, de los "Libros
de Sangre"), y que tuvo una secuela
bastante aceptable, dirigida por Bill Condon
en 1995. Del resto de esta saga, así
como también de las "Leyendas
urbanas" distribuidas por Columbia
a fines de los ´90 mejor ni hablemos.
También se está anunciando
el estrenon de El hombre de la bolsa
(Stephen Kay, 2005), impulsada por Sam Raimi
y Cía. Habrá que ver qué
tal está.
SECUELAS
NIPONAS

Ring 0: Birthday
La secuela de Ringu dejó un poco
que desear. Sadako ya se muestra mucho más
(también aparece su madre), se agregan
nuevos y muy buenos sobresaltos, y se trata
de jugar un poco más con la imagen.
No hay mucho para agregar de esta segunda
parte, que contó en el libreto con
participación (y poca inspiración)
de Nakata.
Aquí
ya cobra mayor participación el personaje
del hijo de la periodista, quien comienza
a experimentar cierta afinidad paranormal
con la ahora más estudiada Sadako,
cuya ansiedad y rechazo por parte de aquellos
terceros que la llevaron a su fin quizá
pueda remitirse a una sociedad japonesa
bastante represora o por ahí reprimida,
y a la vez a una visión de la maléfica
niña un poco menos cruel y más
contemplativa desde el libreto. Tanto policías
escépticos como médicos-científicos
con tácticas poco ortodoxas asoman
en esta historia, junto a la nueva investigación
del video maldito por parte de una estudiante
y una nueva periodista, compañera
de la protagonista de la primera parte.
Por momentos
se hace extensa, por otros confusa; la historia
de Ringu 2 remite de inmediato
al Videódromo (1982)
de David Cronenberg, donde James Woods manejaba
una estación pirata de cable en la
que extrañas imágenes y alucinaciones
se le colaban en la transmisión.
Más allá de las típicas
conexiones "cronenbergianas" (en
este caso mente y cuerpo influenciados por
mutaciones electrónicas), también
vemos una vez más personajes aislados
y a la vez inmersos en una cultura cada
vez más individualista y abrumada
por las nuevas tecnologías.
De otra
historia (un cuento corto) saldría
Ring 0: Birthday, dirigida
por Norio Tsuruta en 2000. A diferencia
de lo que se podía esperar, esta
película es bastante buena. A modo
de precuela, se remonta a los orígenes
de Sadako y explora en las raíces
de la familia que la concibió y sus
padres adoptivos. A través de un
relato bien llevado, sin grandes ambiciones
y con una de las escenas más tenebrosas
de toda la saga cerca del final, el film
se concentra en el grupo de actores de una
compañía teatral y los extraños
sucesos que comienzan a ocurrir, a partir
de la llegada de una tímida Sadako,
interesada en estudiar drama. La joven comienza
a llamar la atención del director
de la obra pero también despierta
los celos de algunos compañeros envidiosos
que hasta comienzan a echarle la culpa de
varias muertes misteriosas. Ahí es
cuando aparece otra periodista que indaga
en los antecedentes de sus padres y en especial
en el don sobrenatural que solía
tener su madre, quien, subestimada y discriminada,
había terminado suicidándose.
Si en la
segunda parte se echaba una visión
algo lastimosa hacia Sadako pues aquí
se incentiva aún más la cosa
y hasta pasa a ser una víctima de
las circunstancias (ella misma se ve acosada
por su fantasma de niña, más
poderoso e incontrolable que de grande).
Se muestra como un ser noble, muy humano,
capaz de enamorarse, y hasta de ayudar a
enfermos crónicos, curando con poderes
que hasta a ella misma le cuesta entender
y dominar. Eso sí, no hay que hacerla
rabiar (¿se acuerdan de Carrie?).
Tsuruta
también juega notablemente con el
terror fuera de cámara (hay una muy
sutil escena final con asesinatos en el
bosque que es brillante) dentro de lo que
podría definirse también como
un drama psicológico, en el que uno
llega a sentir más pena por la protagonista
que por sus propias víctimas. Aquí
no hay tanto video maldito sino un cassette
de audio, a partir del cual se desata una
nueva maldición y especialmente una
pesadilla sin fin para la protagonista.
REMAKES
AMERICANAS

La llamada
Antes de empezar a hablar de esta aceptable
remake conviene señalar (hasta el
cansancio) que la película de Gore
Verbinski hizo un rejunte de las tres partes
japonesas. Eso lleva a que si primero vieron
La llamada y luego la saga
japonesa de Ringu puedan confundirse, en
especial porque aquí Samara (Sadako)
es arrojada al aljibe por su madre y de
niña, cuando en realidad fue arrojada
por su padre y de adulta.
Por otro
lado se le da bastante importancia al hijo
de la periodista, un niño muy a-la-Sexto-sentido
que en La llamada 2 termina
convirtiéndose (por mal actor, también)
en algo por momentos insoportable, en especial
al llamar la atención a través
de la afinidad psíquica que mantiene
con Samara.
La pregunta
que muchos se hacen cuando ven una película
extra-Hollywood que realmente vale la pena
es cómo la industria se tira a hacer
su propia versión de algo que no
necesitaba de una remake. Siendo complacientes
con los parásitos que allí
habitan pues qué mejor oportunidad
de dar a conocer al mundo una historia que
en su versión original circuló
muy limitada. Ahora... ¿por qué
no se distribuye a través de una
transnacional la película original?
Porque no se obtendrían tantas ganancias
como haciendo una versión propia
(que superaría abiertamente la inversión
por los derechos) y porque en esta última
se agregarían actores que por ahí
asegurarían una buena recaudación.
Tampoco es conveniente mostrarle a la gente
algo tan siniestro y oscuro, y sí
algo un poco más pasteurizado, donde
ya de paso se "pulan" algunas
cosas técnicas y también se
le dé un poco más de color
a algo que debe ser visto por la mayor cantidad
de gente posible (campañas de marketing
al firme) para así poder juntar la
tan ansiada platita por todo el globo.
La verdad
que hacer una remake que no se la juegue
por alguna variante respecto a la original
y que todavía copie escenas vitales,
calcadas de la saga japonesa, como que no
tiene mucha gracia. Por si fuera poco quedan
varias cosas colgadas que en la trilogía
original estaban, en general, bien insertadas
y justificadas, con la intención
de que el espectador no se perdiera en baches
argumentales que sí tiene La
llamada y que ha llevado a mucha
gente a pedir explicaciones a la salida
del cine.
La brusca
reacción de los caballos, por ejemplo,
se debe a que también fueron influenciados
por la niña en el establo donde estaba
confinada y porque además, según
algunos japoneses, los equinos tienen facilidad
para percibir hechos paranormales. Al hacer
eso comienzan a correr sin rumbo y hasta
enloquecen.
De todas
maneras vamos a intentar aclararles algunos
(terribles) agujeros del propio relato,
gentileza del guión de Ehren Kruger.
El título original, para empezar,
no viene de un anillo ni de un aro (en este
caso vendría a ser la forma de la
boca del pozo de agua) sino del ruido que
el teléfono hace al sonar (¡ring!).
De ahí que el título "La
llamada" se acerque más que
el de "El aro" a la idea original.
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Una
de las imágenes del video maldito
en La llamada. |
Ésta
aparece en Ringu
pero no en el de la remake norteamericana.
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El
suicidio de la madre de Samara. |
Más
allá de que se acuse al equipo de
esta remake de prácticamente haber
copiado casi todo, no hay que desconocer
la capacidad como director de Gore Verbinski,
quien había demostrado lo suyo al
dirigir la peculiar comedia Un ratoncito
duro de cazar (1997), ni tampoco
la del guionista Kruger, que aportó
su inventiva para thrillers como Intriga
en la Calle Arlington (Mark Pellington,
1999) y hasta en Scream 3
(Wes Craven, 2000). Ambos logran, aquí,
salir a flote (un poco a la manera de Gus
Van Sant en la remake de Psicosis),
a pesar de tener la responsabilidad de "occidentalizar"
una visión nipona que tenía
sus particularidades.
La
llamada no se detiene a trabajar
tanto la idea del mal en estado puro, que
es incubado por la propia Samara. Esa misma
idea, por cierto, era la que sobrevolaba
la cabeza del personaje de Donald Pleasence
(un psiquiatra) en Noche de brujas
(1978), de John Carpenter, respecto al asesino
serial Michael Myers. Otra película
que puede venir a la mente (del mismo modo
que Poltergeist) y que
también es bastante obvia es El
Exorcista (William Friedkin, 1973),
desde las posesiones hasta el propio maquillaje
de Samara, que se pueden apreciar más
en La llamada que en las
Ringu.
Lo que esta
remake no aclara es que el video de la muerte
es en realidad una proyección psíquica
originada en el odio de la sufrida niña,
con poderes paranormales y aquejada de varias
alucinaciones que molestaban muchísimo
a sus padres, a tal punto que el padrastro
la manda a dormir al establo y luego la
madre la termina asfixiando con una bolsa
para después arrojarla a un pozo
de agua.
Hay que
reconocer que el video maldito está
mejor hecho (más imágenes,
mejor sonido) que en Ringu,
aunque se abusa bastante de ruidosos sobresaltos
a lo largo del metraje. Es obvio que muchas
películas hollywoodeneses de los
últimos años han recurrido
a esta fórmula, cuando en realidad
el verdadero susto puede venir por otro
lado (la sugestión) que, por supuesto,
puede ser infinitamente mayor y superior.
Algo
parecido ocurrió con la preocupante
secuela, La llamada 2 (2005),
donde la única conclusión
que puede sacarse es la de que Nakata quiere
plata (de hecho ya firmó contrato
para dirigir otras secuelas de clásicos
del género desde Hollywood). Samara
vuelve a las andadas, ahora queriendo manifestarse
a través del hijo de Naomi Watts,
a partir de que el video maldito fuera visto
en la localidad donde ella se encuentra
residiendo. Lo que queda para el público
son algunos sustos que no aportan nada nuevo
y un relato sin la suficiente fluidez como
para despertar interés. Una pérdida
de tiempo y una película por demás
innecesaria. |