Desde el viernes 18 de marzo se exhibe en
Montevideo Blade: Trinity
(2004), tercera entrega de la saga del moreno
cazavampiros, creado por Marv Wolfman (la
primera aparición del personaje,
sin embargo, fue en el décimo número
de la serie de historietas La tumba
de Drácula), ahora bajo
dirección y guión de David
S. Goyer, y con Wesley Snipes, Kris Kristofferson
y Jessica Biel en el elenco principal.
"Siempre
me han atraído los antihéroes.
Y en especial las películas basadas
las historietas Marvel; Blade es un personaje
muy oscuro. Es un héroe a pesar suyo,
pero es un héroe con conflictos,
no es un sujeto demasiado agradable.",
señala Goyer, quien realiza su segunda
película como director.
LAS ESCRITURAS DE DAVID
David S.
Goyer es ahora el encargado de dirigir esta
tercera parte de la saga Blade. Con una
destacada trayectoria en el mundo del comic
David S. Goyer también ha estado
en libretos de importantes películas,
principalmente vinculadas al género
fantástico. Su primer guión
fue el de Sentencia de muerte
(Deran Sarafian, 1990), un film de acción
carcelaria protagonizado por el astro belga
Jean-Claude Van Damme. Siguiendo en el mismo
estilo, y agregando muchas artes marciales,
continuaba haciendo sus primeras armas en
la segunda (y horrenda) parte de Kickboxer
(Mark DiSalle, 1989), en 1991. Los tropezones
no faltaron a la cita cuando hizo el guión
de Juguetes demoníacos
(Peter Manoogian, 1992), sobre los objetos
del título que hacían de las
suyas y con mucha sangre innecesaria de
por medio.
Comenzó
a llamar la atención, sin embargo,
en Arcade: Un videogame diabólico
(Albert Pyun, 1992), una interesante película
que en Uruguay se estrenó directamente
en video y en la que un juego electrónico
adquiría vida propia, capturando
a sus jugadores y llevándolos a distintas
pantallas virtuales donde tenían
que luchar por su vida. Prosiguiendo la
misma línea de Juguetes...
decidió probar suerte con Marionetas
humanas (Stuart Orme, 1994), una
creativa adaptación de la clásica
novela que Robert Heinlein escribiera en
la década del ´50, a propósito
de una invasión extraterrestre dispuesta
a controlar a los seres humanos. Luego vino
otro tropezón; el guión de
El Cuervo 2: Ciudad de ángeles
(Tim Pope, 1996), muy lejos de la visión
de Alex Proyas en la predecesora y sin,
obviamente, el fallecido hijo de Bruce Lee,
Brandon.
Pero todo
cambió cuando Proyas lo citó
para el libreto de Ciudad en tinieblas
(1998), quizá su mejor trabajo hasta
la fecha y una clara influencia para The
Matrix (1999) de Andy y Larry Wachowsky.
Aquí tenemos otra invasión
alienígena pero que experimenta con
la propia raza terrícola con el fin
de estudiarla y conocer más al hombre.
Lamentablemente esta película estuvo
anunciada pero al final no se estrenó
en cines capitalinos.
El mismo
año ya estaba escribiendo la adaptación
de la historieta Blade,
creada por Marv Wolfman para Marvel y que
según el propio Goyer tendría
que haber sido hecha en plena década
del ´70, momento de gran resurgir
del blaxploitation. El éxito
del film del inglés Stephen Norrington
motivó una secuela, dirigida por
el mexicano Guillermo del Toro en 2002.
Cabe señalar que el debut de Goyer
en la dirección se produjo curiosamente
con un thriller cómico titulado ZigZag
(2002) y protagonizado por Wesley Snipes,
a quien ahora vuelve a dirigir en Blade:
Trinity.
Goyer también
participó en el libreto de la inminente
Batman inicia (que se estrena
en junio en Uruguay) y ya se embarcó
en la adaptación para pantalla grande
de El motorista fantasma
(2006) y en el guión y la dirección
de The Flash (2006). También
está anotado para The Invisible
(2006).
LA UNO Y LA DOS

Blade 2
El escultor británico Stephen Norrington,
director de La máquina de
la muerte (1995) y la espantosa
La Liga Extraordinaria
(2003), fue el que tomó las riendas
detrás de cámaras, a la hora
de llevar Blade a la pantalla
grande, luego de haber colaborado en tareas
de efectos especiales para la saga Alien,
en el mundo cyberpunk de Hardware:
Programado para matar (1990), del
sudafricano Richard Stanley, y también
en la ciencia ficción de Fracción
de segundo (Tony Maylam, 1992).
Luego de que se manejara la posibilidad
de David Fincher detrás de cámaras
(él mismo prefirió dar importancia
a otros proyectos) y de que el propio Denzel
Washington y hasta Laurence Fishburne encarnaran
a Blade, Wesley Snipes fue el elegido, en
especial por el entrenamiento que ya venía
acarreando de artes marciales y hasta estudios
de danza en la adolescencia, que le permitían
una mayor coordinación y soltura
al momento de las exigencias acrobáticas.
Mitad humano,
mitad vampiro, Blade se enfrenta en la primera
parte a un potencial enemigo que desea instaurar
el dominio de los chupasangre en el mundo,
eliminando a toda la raza humana, bajo la
condición de que los hombres nunca
pueden ser aliados de los vampiros; tan
solo comida. Bajo un formato casi standard
de producto hollywoodense (hubo una primera
versión que terminó siendo
retocada casi en su totalidad, ya que no
colmaba las expectativas de los ejecutivos
de la industria) la película logra
algunos climas y buenos momentos de acción,
aunque no hubo mucho esfuerzo desde el guión
por contemplar el dilema del cazavampiros,
que lo llevaba a estar viviendo entre dos
mundos, y sí en la estética
dentro de la propia filmación (los
primeros minutos del film, que tienen lugar
en una discoteca, son notables).
Pero el
verdadero plato fuerte lo iba a traer la
secuela de Guillermo del Toro. Una película
absolutamente fría y lúgubre,
que nuevamente sufrió cortes, esta
vez por la crudeza de algunas escenas, aunque
fue la única de las tres en la que
el final escrito por Goyer se cumplió
al pie de la letra. Un terror refinado y
a la vez muy duro y de netos ribetes góticos
es el que impera en Blade 2,
con escenas filmadas en Praga, a partir
de una historia en la que el protagonista
es solicitado por sus propios enemigos vampiros
para poner fin a otro villano todavía
peor que ha surgido sediento de sangre y
que no solo está dispuesto a alimentarse
de humanos sino también de los otros,
los de su propia especie. Lo curioso es
que los fantasmas de Blade tampoco asoman
tanto en esta parte; tan solo una feroz
lucha entre dos bandos, con vital preponderancia
en la fotografía, el diseño
de producción y el maquillaje, sacándole
varios cuerpos de ventaja a la original.
Uno también se pregunta qué
hubiera pasado si el descarnado personaje
de Morbius, en principio propuesto por Goyer,
hubiese sido el enemigo, al menos para ver
a un fascinante, descarnado personaje de
Marvel. Pero la compañía optó
por guardarlo, ya que tiene otros planes,
quizá el mismo destino del de la
asesina Elektra, que al final tuvo su propia
película luego de su aparición
en Daredevil (Mark Steven
Johnson, 2002).
¿POR QUÉ ME LLAMAN
TRINITY?

Donde todo comenzó:
La tumba de Drácula
En esta tercera parte Blade debe enfrentar
a un poderoso y renovado vampiro llamado
Drake, antes conocido como Drácula
y que ahora puede hacer frente a la luz
del día, gentileza de los ritos llevados
a cabo en un remoto desierto por un grupo
de líderes no humanos, y también
de la experiencia acumulada durante sus
7000 años de vida. Dato curioso:
en la segunda parte se veía en lo
alto de un edificio un cartel luminoso que
decía Radoo, en referencia al hermano
de Vlad: El empalador (Radú), hombre
en el que se basa el mito de Drácula.
Un guiño de Goyer, por ahí
a modo de adelanto, para esta Blade:
Trinity.
Wesley Snipes nuevamente se pone loslentes
negros y hasta vuelve a figurar como productor.
Sin embargo, y a pesar de sus habilidades,
la cantidad de gente que trabajó
como extra fue impresionante, del mismo
modo que en la parte de efectos especiales.
Así
como Stephen Norrington prefirió
dar un paso al costado para la segunda parte,
Guillermo del Toro lo dio para esta tercera
(concentrándose en su anhelado proyecto
de Hellboy), quedando todo
en manos del guionista de la saga. Nuevamente
una visión muy oscura pretendió
darse en esta flamante secuela pero los
ejecutivos otra vez salieron al cruce, alegando
que no era lo que ellos querían (una
película gris y apocalíptica).
De todas formas Goyer pisó el acelerador
y siguió adelante, descartando personajes
como el de Rachel Van Helsing (de The
Tomb of Dracula), a partir de que
tomó conocimiento de la producción
de Van Helsing (2004),
film que al final dirigió Stephen
Sommers y terminó recibiendo duras
críticas.
En las dos
primeras partes, por ejemplo, tampoco se
hacía mucho hincapié en el
tema racial, que el creador de Blade, Marv
Wolfman, había reinstaurado con el
fin de romper viejos moldes, a principios
de los ´70 e inspirándose básicamente
en sus requeteleídas historietas
de misterio de las décadas del ´30
y ´40. El peso de Marvel en las películas
es tan grande como aquel que le hicieron
sentir a Wolfman al no querer pagarle en
varias ocasiones el dinero total que le
correspondía por los derechos de
su personaje, que era usado en distintos
medios, algo que llevó a Marv a tomar
acciones legales. Uno de los premios (consuelo)
fue el de aparecer en los créditos
de las películas de Blade.
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