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A propósito del homenaje a Narciso y Chicho en Montevideo
NARCISO IBÁÑEZ MENTA Y EL TERROR: MITO Y REALIDAD

por Darío Lavia (desde Buenos Aires) - Agosto, 2006



Es increíble constatar que, a primera vista, el nombre de "Narciso Ibáñez Menta" inspira ciertas sensaciones a los públicos de ambos lados del Atlántico, de España y del Río de la Plata. No vamos a indagar sobre el primer caso, ya que la afirmación que en España Narciso es más conocido por ser "el padre de Chicho Ibáñez Serrador", que por sus propios méritos, requeriría algún trabajo específico por parte de algún par español. Pero en el Río de la Plata (más precisamente, en Buenos Aires), Narciso es sinónimo de "terror" para varias generaciones distintas. Comencemos por los inicios de esta extraña (y tal vez caprichosa) asociación entre Narciso Ibáñez Menta y, más allá de la limitación que presupone "terror", el género fantástico.


Según cuenta el propio Narciso (una anécdota que bien pudo haber sido inventada, aunque si así lo fue, bienvenida: yo la creo de cabo a rabo), siendo muy niño es sorprendido jugando con unos restos óseos humanos. Desde ese momento, recuerda el actor, nunca tuvo problemas con lo macabro sino todo lo contrario. Lo cierto es que su contacto con el género fantástico y, especialmente, con el terror, es continuo y nunca cesa.


Poco sabemos del actor infantil ("Narcisín" como solía ser conocido y como al Narciso maduro no gustaba ser nombrado), más que tiene una época de gran popularidad que no solo se manifiesta en la Buenos Aires de los años locos, sino que también se extiende, a través de giras, por Latinoamérica. Una de esas giras lleva a Narciso a los Estados Unidos, donde se topa con dos grandes íconos del terror. Con Lon Chaney Sr., con quien logra concertar una o más entrevistas en las que, traductor de por medio, el joven actor trata de empaparse acerca del arte del maquillaje. Y con Bela Lugosi, a quien ve como espectador en la obra Drácula, que se ofrece en el Fulton Theatre, de New York, entre octubre de 1927 y mayo de 1928.


Se sabe que en 1931 Narciso adolescente está de vuelta en Buenos Aires, donde comienza a hacer algo que, en épocas difíciles, haría durante el resto de su vida: generar sus propias alternativas laborales. Por entonces, Narciso es conocido como "Narcisín" (lo seguiría siendo hasta entrados los años '40, y suponemos que dejó de serlo a partir del momento en que la generación que lo conoció como tal lo olvidó o bien dejó de existir). Así que, para desprenderse del tierno "Narcisín", genera tres puestas teatrales de conocidos clásicos literarios que durante los años '20 habían tenido sus exitosas versiones fílmicas: El fantasma de la ópera y El jorobado de Notre Dame (inspiradas ambas en sendas películas de Lon Chaney) y El Dr. Jekyll y Mr. Hyde (inspirada en la película de 1920 con John Barrymore). No sabemos si estas obras teatrales gozan de popularidad o no; sí, en cambio, se puede afirmar que, además de convertirse en el único cultor rioplatense del género, Narciso adquiere una experiencia superlativa en lo que a maquillaje se refiere, motivando el interés de las productoras cinematográficas locales, las que utilizan primero sus servicios como maquillador y luego como actor.


Encumbrado como figura del teatro, habiéndose casado con la actriz Pepita Serrador (lo que le permitió formar una compañía teatral propia), habiendo tenido su primer y único hijo (Chicho), los ´30 son para Narciso también años sumamente difíciles, en los que parece que más que "trabajar para vivir", debe "trabajar para no morir". En 1941 incorpora a su galería terrorífica otro personaje paradigmático que fue el Mefistófeles de Goethe, en una puesta teatral especial de Fausto, que se da con éxito en el Luna Park, importante centro de espectáculos de Buenos Aires que podía ofrecer una culta obra teatral o bien una velada de boxeo o lucha libre.


En 1942 se produce el debut oficial de Narciso en el cine, si es que ignoramos un corto cómico filmado en Nueva York en 1929 y su participación como maquillador en una película de 1939. Es 1942 el año en que Narciso es contratado por la importante firma Lumiton para protagonizar dos películas de las que sólo la primera fue de "terror" (y con las comillas queremos significar la previa ausencia de películas de tal género en el cine argentino). Su título es Una luz en la ventana. Ignoramos si la historia es completamente autoría del firmante Manuel Romero, ya que la presencia del personaje interpretado por Narciso (un científico acromegálico que trata de curarse a través de una víctima de la que debe transplantarse su médula) no tiene ningún precedente no solo en la filmografía del director sino tampoco en la historia del cine mundial. Si forzamos un poco la imaginación, no cuesta imaginarse que Romero hubiera pensado primeramente en un científico o "mad doctor" común y corriente, y Narciso hubiera sugerido con éxito el detalle de la acromegalia, que le permitiría hacer uso de sus dotes como maquillador.


A partir de ese momento Narciso sigue apareciendo en la pantalla durante las siguientes tres décadas y, si bien son muy pocas las películas de terror, en casi todas hace uso de sus virtudes de mutar de aspecto vía maquillaje. Durante los años '40, el actor se desdobla en cine y teatro, pero también en radio (es la época de oro del radioteatro, un género aún no bien documentado ni estudiado en Argentina). En teatro lleva adelante una puesta de Arsénico y encaje antiguo, obra que había popularizado en Broadway el astro del terror Boris Karloff. En cine protagoniza la que sería su película preferida: El que recibe las bofetadas (1947), versión de la historia teatral de Andreieff pero también íntimamente inspirada en la película muda de Lon Chaney de 1925.


En los años '50, un Narciso ya consagrado ("Narcisín" ha sido olvidado por todos, salvo por algún veterano o memorioso, cosas que en la Argentina del General Perón no abundan), es eje de obras que, sean comedias o dramas, son fuertes atracciones de las temporadas teatrales y objeto de atención de la crítica. Ante el interés del público, varias de las obras que lleva adelante con su compañía se repiten, al año siguiente de su estreno. En 1952 lleva a la pantalla como actor y guionista, la novela policial de Nicholas Blake que se convierte en La bestia debe morir, una película de suspenso que es otra de sus preferidas. Es este Narciso, actor teatral y de cine, del que toda la prensa está pendiente semana a semana, con el que un veinteañero Chicho (Narciso Ibáñez Serrador), se reencuentra a mediados de los '50. Padre e hijo parecen haber nacido el uno para el otro y se complementan bien, el primero en la interpretación y en la puesta en escena, el vástago en la escritura y la dirección. Y así surge el primer rastro de terror en la creciente televisión argentina.


Se supone que la primer obra televisiva de terror es El fantasma de la ópera (1954), protagonizada por la cantante lírica Raissa Bignardi. Sin embargo, a juzgar por los comentarios de la época, se trata de una obra más centrada en explotar las dotes canoras de su protagonista que en generar climas de incomodidad. Los Narcisos, padre e hijo, ensayan en 1958 un paso en el género dentro de un ciclo titulado Malditos de la Historia, episodios de media hora que consisten en biografías de personajes célebres que, en el caso de El extraño caso del hombre y la bestia o Poe pueden haber tenido elementos terroríficos. Con el crecimiento del medio televisivo y la consecuente asegurabilidad de audiencias para los Ibáñez, en agosto de 1959 el único canal televisivo del país pone en el aire un programa titulado Obras maestras del terror, al que podríamos denominar con justicia "primer ciclo televisivo argentino de terror".

El ciclo se inicia con uno de los más conocidos cuentos de Edgar Allan Poe, titulado El corazón delator. Es la historia de un viejo avaro (un soberbio maquillaje de Narciso padre) y de un supuesto sobrino que se viene a hospedar con él (Narciso hijo). El programa se convierte en un éxito y esto se traduce en el cumplimiento del primer mes en el aire con cinco episodios inspirados en Poe y un segundo mes consagrado a Stevenson, con la serialización de la obra del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, titulada El hombre y la bestia. No satisfecho con la popularidad del ciclo, Argentina Sono Film anuncia la filmación de una película titulada Obras maestras del terror, cuyo rodaje, dirigido por Enrique Carreras, se inicia a fines de 1959. En un punto culminante en la carrera de Narciso, en julio de 1960 sale al aire la segunda temporada de Obras maestras..., esta vez por el naciente Canal 9, con la obra El fantasma de la ópera, versión serializada del folletín de Gaston Leroux y además, se estrena la película de Carreras, con buena repercusión de crítica y público. Mucho se ha hablado de este largometraje, que, compuesto por tres historias de Poe, ha precedido al interés desatado por el autor a partir del famoso ciclo de películas protagonizadas por Vincent Price y dirigidas por Roger Corman. 1960 es el año en que Narciso se consagra casi por entero a sus Obras maestras..., logrando durante los dos meses de emisión de El fantasma de la ópera, picos de audiencia sumamente altos, que se mantienen durante el resto del año con los restantes episodios, que incluyen, entre otras, versiones de Al caer la noche, de Emlyn Williams; La mano, de Guy de Maupassant; La carreta fantasma, de Selma Lagerlof; El hacha de oro, nuevamente de Leroux; y, como último episodio, esta vez serializado, ¿Es usted el asesino?, de Fernand Crommelynck.


Narciso no regresa al género hasta 1962, esta vez por el canal 7 (donde en 1959 había iniciado su exitoso ciclo). La tercer temporada de Obras maestras... se inicia con El muñeco maldito, sobre otra obra de Gaston Leroux, que cosecha un éxito similar a El fantasma... y que se extiende a lo largo de tres meses consecutivos. En agosto de 1962, luego del último episodio de Obras maestras..., los Narcisos lanzan la que sería una de las primeras obras de ciencia-ficción televisivas, Mañana puede ser verdad, tomando como modelo la por entonces vigente The Twilight Zone (La Dimensión Desconocida).


En 1963, luego de un sórdido incidente artístico, calificado por Narciso de "traición", el actor hace las maletas y regresa a España, donde se queda por seis años, hasta 1969. En ese lapso, trabaja en cine, teatro y televisión. Para este último medio, protagoniza varios episodios de la serie creada y dirigida por su hijo, Historias para no dormir, de los que no podemos olvidar los terrores victorianos de El muñeco y El pacto, la ciencia ficción de NN 23 y La alarma, y la fantasía con crítica social de El asfalto. En general el programa mantiene niveles aceptables de audiencias, y se extiende durante varias temporadas, entre 1965 y 1968. Antes de regresar a Argentina, Narciso protagoniza una miniserie en 9 episodios, ¿Es usted el asesino?, para la que suponemos utilizó una adaptación similar a la realizada en 1960.


Esta reutilización de los libretos, que Chicho ya había tomado como marca registrada en sus Historias para no dormir (muchas de las cuales eran adaptaciones de los guiones de Obras maestras del terror, o de otros ciclos escritos por Chicho, como Cuentos para mayores o Malditos de la Historia) tenía un precedente en Narciso padre, ya que recordemos que tanto El hombre y la bestia como El fantasma de la ópera habían sido representadas en teatro por el joven Narcisín. Pero claro, no es lo mismo reescribir para TV una obra teatral, que reescribir para TV una obra para TV. Sin embargo, tendemos a creer que el mercado televisivo argentino y español de los años '60 no tenían tantos puntos de contacto o interacción, lo que permitía la posibilidad de "exportar" libretos. De hecho, hoy en día se exportan programas enteros sin ningún tipo de inconvenientes ni contractuales, ni en cuanto a originalidad.


1969 es el segundo año de máxima relevancia para Narciso (siempre hablando de su relación con el género fantástico). Regresa a Buenos Aires, y en abril inicia la emisión de lo que tal vez es su más truculento y competente ciclo de terror y ciencia ficción. Se trata de El hombre que volvió de la muerte, sobre un libreto original de Abel Santa Cruz en el que, al mejor estilo Roger Corman, se incluyen todos los elementos tecnológicos y fantásticos que por ese entonces estan en boga, combinándolos con el esquema típico de El Conde de Montecristo. La trama se centra en la historia de Elmer Van Hess, un hombre injustamente condenado a muerte y ejecutado, cuyo cadáver es tomado por un científico para llevar adelante experimentos que lo convierten en un androide indestructible, con órganos artificiales, pero con una mente humana que solo pugna por vengarse de quienes provocaron su desgracia. El transplante de órganos (y especialmente de corazón) es ya una cuestión vox populi, así que cuando se emite el primer episodio de la historia, se transforma en un inmediato éxito, que atrae la atención de grandes masas de público, reflejadas en las mediciones de audiencia que implementan los canales. El éxito alcanzado por este ciclo permite a Narciso protagonizar a continuación dos ciclos más: Un pacto con los brujos (variación sobre ideas tomadas del largometraje El bebé de Rosemary de Polanski) y Sátiro! (sobre tema policial), en las que sigue desarrollando su buen gusto y versatilidad en cuestiones de maquillaje y alteración del aspecto físico. Las obras siguen adelante, por más que Narciso tiene que regresar a España para cumplir compromisos teatrales previos.


Durante los siguientes años sigue explorando diversos tópicos fantásticos: en El robot (1970) Narciso es el científico creador y la criatura creada; en El monstruo no ha muerto (1970) encarna a un Adolf Hitler anciano que sigue conspirando desde las sombras y en Otra vez Drácula (1970) es el mismo Conde y también un actor que lo interpreta. Por esa época el naciente movimiento del cine español, denominado "Fantaterror", requiere su figura en varias películas de León Klimovsky. En La saga de los Drácula (1972) Narciso se convierte en un ajado Conde, en tanto que en Odio mi cuerpo (1974) y Tres días de noviembre (1976) encarna al típico hombre de ciencia maquiavélico. En 1974 interpreta al hombre obsesionado por su flamante aparato de TV en El televisor, episodio especial de Historias para no dormir, con el que Chicho despacha una ácida crítica a la acción deshumanizadora del medio. Ese mismo año, padre e hijo marchan a Argentina donde presentan una versión platense de las famosas Historias..., titulada Narciso Ibáñez Serrador presenta a Narciso Ibáñez Menta. Emitida por Canal 11, la propuesta no tiene la popularidad esperada, y el ciclo se cancela antes de tiempo.


El cine argentino requiere los servicios de Ibáñez Menta por última vez en 1975, bajo la batuta de José Martínez Suárez. El filme se titula Los muchachos de antes no usaban arsénico, y es una encantadora comedia negra. Su estreno se produce en 1976, poco antes del Golpe de Estado que finaliza el último gobierno peronista del país. Narciso realiza aún más viajes transatlánticos. En 1978, preanunciando la fiebre por Drácula que sobrevendría en 1979, encarna el rol de Van Helsing en un Drácula teatral en España. Al año siguiente, de nuevo en Argentina, firma contrato con Canal 13 para un ciclo de suspenso y misterio titulado Mañana puedo morir, que también fracasa luego de un mes en el aire. A la semana siguiente presenta una película de terror en un ciclo denominado
Viaje a lo inesperado. Como frutilla del postre, a fin de ese año, se ofrece, bajo el mismo ciclo, un unitario titulado Hay que matar a Drácula, en el que Narciso vuelve a tomar el rol de Van Helsing, con Gianni Lunadei como el antagonista Conde Drácula.


En los años '80, mientras su estrella se apaga muy lentamente, sigue conectado al también desfalleciente "Fantaterror", con El retorno del hombre lobo (1980) de Paul Naschy y una trilogía de filmes parapsicológicos de Sebastián D'Arbó, compuesta por Viaje al más allá (1980), El ser (1982) y Más allá de la muerte (1986). También dijo presente en la resurrección de Historias para no dormir (1982), protagonizando tres de los cuatro episodios a color de que se compuso la nueva temporada. Y también volvió a batir los rátings televisivos regresando al Canal 9 de Alejandro Romay con El pulpo negro (1985), miniserie de crímenes y misterio que significa su último gran éxito en la pequeña pantalla argentina. Es tal vez con este desigual ciclo con que gran parte de los aficionados recuerdan la imagen del viejo Narciso. Pero algunos teveófilos, más veteranos, lo rememoran con sus espeluzantes máscaras de El hombre que volvió de la muerte, y un grupo menor aún, más selecto, lo identifique con las fantasmagorías de El fantasma... o El muñeco maldito. Sin embargo, el factor común es, para todas las diferentes generaciones, el terror, y su generador, el mismo actor.

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