
Es increíble constatar que, a primera
vista, el nombre de "Narciso Ibáñez
Menta" inspira ciertas sensaciones
a los públicos de ambos lados del
Atlántico, de España y del
Río de la Plata. No vamos a indagar
sobre el primer caso, ya que la afirmación
que en España Narciso es más
conocido por ser "el padre de Chicho
Ibáñez Serrador", que
por sus propios méritos, requeriría
algún trabajo específico por
parte de algún par español.
Pero en el Río de la Plata (más
precisamente, en Buenos Aires), Narciso
es sinónimo de "terror"
para varias generaciones distintas. Comencemos
por los inicios de esta extraña (y
tal vez caprichosa) asociación entre
Narciso Ibáñez Menta y, más
allá de la limitación que
presupone "terror", el género
fantástico.
Según cuenta el propio Narciso (una
anécdota que bien pudo haber sido
inventada, aunque si así lo fue,
bienvenida: yo la creo de cabo a rabo),
siendo muy niño es sorprendido jugando
con unos restos óseos humanos. Desde
ese momento, recuerda el actor, nunca tuvo
problemas con lo macabro sino todo lo contrario.
Lo cierto es que su contacto con el género
fantástico y, especialmente, con
el terror, es continuo y nunca cesa.
Poco sabemos del actor infantil ("Narcisín"
como solía ser conocido y como al
Narciso maduro no gustaba ser nombrado),
más que tiene una época de
gran popularidad que no solo se manifiesta
en la Buenos Aires de los años locos,
sino que también se extiende, a través
de giras, por Latinoamérica. Una
de esas giras lleva a Narciso a los Estados
Unidos, donde se topa con dos grandes íconos
del terror. Con Lon Chaney Sr., con quien
logra concertar una o más entrevistas
en las que, traductor de por medio, el joven
actor trata de empaparse acerca del arte
del maquillaje. Y con Bela Lugosi, a quien
ve como espectador en la obra Drácula,
que se ofrece en el Fulton Theatre, de New
York, entre octubre de 1927 y mayo de 1928.
Se sabe que en 1931 Narciso adolescente
está de vuelta en Buenos Aires, donde
comienza a hacer algo que, en épocas
difíciles, haría durante el
resto de su vida: generar sus propias alternativas
laborales. Por entonces, Narciso es conocido
como "Narcisín" (lo seguiría
siendo hasta entrados los años '40,
y suponemos que dejó de serlo a partir
del momento en que la generación
que lo conoció como tal lo olvidó
o bien dejó de existir). Así
que, para desprenderse del tierno "Narcisín",
genera tres puestas teatrales de conocidos
clásicos literarios que durante los
años '20 habían tenido sus
exitosas versiones fílmicas: El
fantasma de la ópera y El
jorobado de Notre Dame (inspiradas
ambas en sendas películas de Lon
Chaney) y El Dr. Jekyll y Mr. Hyde
(inspirada en la película
de 1920 con John Barrymore). No sabemos
si estas obras teatrales gozan de popularidad
o no; sí, en cambio, se puede afirmar
que, además de convertirse en el
único cultor rioplatense del género,
Narciso adquiere una experiencia superlativa
en lo que a maquillaje se refiere, motivando
el interés de las productoras cinematográficas
locales, las que utilizan primero sus servicios
como maquillador y luego como actor.
Encumbrado como figura del teatro, habiéndose
casado con la actriz Pepita Serrador (lo
que le permitió formar una compañía
teatral propia), habiendo tenido su primer
y único hijo (Chicho), los ´30
son para Narciso también años
sumamente difíciles, en los que parece
que más que "trabajar para vivir",
debe "trabajar para no morir".
En 1941 incorpora a su galería terrorífica
otro personaje paradigmático que
fue el Mefistófeles de Goethe, en
una puesta teatral especial de Fausto,
que se da con éxito en el Luna Park,
importante centro de espectáculos
de Buenos Aires que podía ofrecer
una culta obra teatral o bien una velada
de boxeo o lucha libre.
En 1942 se produce el debut oficial de Narciso
en el cine, si es que ignoramos un corto
cómico filmado en Nueva York en 1929
y su participación como maquillador
en una película de 1939. Es 1942
el año en que Narciso es contratado
por la importante firma Lumiton para protagonizar
dos películas de las que sólo
la primera fue de "terror" (y
con las comillas queremos significar la
previa ausencia de películas de tal
género en el cine argentino). Su
título es Una luz en la ventana.
Ignoramos si la historia es completamente
autoría del firmante Manuel Romero,
ya que la presencia del personaje interpretado
por Narciso (un científico acromegálico
que trata de curarse a través de
una víctima de la que debe transplantarse
su médula) no tiene ningún
precedente no solo en la filmografía
del director sino tampoco en la historia
del cine mundial. Si forzamos un poco la
imaginación, no cuesta imaginarse
que Romero hubiera pensado primeramente
en un científico o "mad doctor"
común y corriente, y Narciso hubiera
sugerido con éxito el detalle de
la acromegalia, que le permitiría
hacer uso de sus dotes como maquillador.
A partir de ese momento Narciso sigue apareciendo
en la pantalla durante las siguientes tres
décadas y, si bien son muy pocas
las películas de terror, en casi
todas hace uso de sus virtudes de mutar
de aspecto vía maquillaje. Durante
los años '40, el actor se desdobla
en cine y teatro, pero también en
radio (es la época de oro del radioteatro,
un género aún no bien documentado
ni estudiado en Argentina). En teatro lleva
adelante una puesta de Arsénico
y encaje antiguo, obra que había
popularizado en Broadway el astro del terror
Boris Karloff. En cine protagoniza la que
sería su película preferida:
El que recibe las bofetadas
(1947), versión de la historia teatral
de Andreieff pero también íntimamente
inspirada en la película muda de
Lon Chaney de 1925.
En los años '50, un Narciso ya consagrado
("Narcisín" ha sido olvidado
por todos, salvo por algún veterano
o memorioso, cosas que en la Argentina del
General Perón no abundan), es eje
de obras que, sean comedias o dramas, son
fuertes atracciones de las temporadas teatrales
y objeto de atención de la crítica.
Ante el interés del público,
varias de las obras que lleva adelante con
su compañía se repiten, al
año siguiente de su estreno. En 1952
lleva a la pantalla como actor y guionista,
la novela policial de Nicholas Blake que
se convierte en La bestia debe morir,
una película de suspenso que es otra
de sus preferidas. Es este Narciso, actor
teatral y de cine, del que toda la prensa
está pendiente semana a semana, con
el que un veinteañero Chicho (Narciso
Ibáñez Serrador), se reencuentra
a mediados de los '50. Padre e hijo parecen
haber nacido el uno para el otro y se complementan
bien, el primero en la interpretación
y en la puesta en escena, el vástago
en la escritura y la dirección. Y
así surge el primer rastro de terror
en la creciente televisión argentina.
Se supone que la primer obra televisiva
de terror es El fantasma de la ópera
(1954), protagonizada por la cantante lírica
Raissa Bignardi. Sin embargo, a juzgar por
los comentarios de la época, se trata
de una obra más centrada en explotar
las dotes canoras de su protagonista que
en generar climas de incomodidad. Los Narcisos,
padre e hijo, ensayan en 1958 un paso en
el género dentro de un ciclo titulado
Malditos de la Historia,
episodios de media hora que consisten en
biografías de personajes célebres
que, en el caso de El extraño
caso del hombre y la bestia o Poe
pueden haber tenido elementos terroríficos.
Con el crecimiento del medio televisivo
y la consecuente asegurabilidad de audiencias
para los Ibáñez, en agosto
de 1959 el único canal televisivo
del país pone en el aire un programa
titulado Obras maestras del terror,
al que podríamos denominar con justicia
"primer ciclo televisivo argentino
de terror".
El
ciclo se inicia con uno de los más
conocidos cuentos de Edgar Allan Poe, titulado
El corazón delator.
Es la historia de un viejo avaro (un soberbio
maquillaje de Narciso padre) y de un supuesto
sobrino que se viene a hospedar con él
(Narciso hijo). El programa se convierte
en un éxito y esto se traduce en
el cumplimiento del primer mes en el aire
con cinco episodios inspirados en Poe y
un segundo mes consagrado a Stevenson, con
la serialización de la obra del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde, titulada El
hombre y la bestia. No satisfecho
con la popularidad del ciclo, Argentina
Sono Film anuncia la filmación de
una película titulada Obras
maestras del terror, cuyo rodaje,
dirigido por Enrique Carreras, se inicia
a fines de 1959. En un punto culminante
en la carrera de Narciso, en julio de 1960
sale al aire la segunda temporada de Obras
maestras..., esta vez por el naciente
Canal 9, con la obra El fantasma
de la ópera, versión
serializada del folletín de Gaston
Leroux y además, se estrena la película
de Carreras, con buena repercusión
de crítica y público. Mucho
se ha hablado de este largometraje, que,
compuesto por tres historias de Poe, ha
precedido al interés desatado por
el autor a partir del famoso ciclo de películas
protagonizadas por Vincent Price y dirigidas
por Roger Corman. 1960 es el año
en que Narciso se consagra casi por entero
a sus Obras maestras...,
logrando durante los dos meses de emisión
de El fantasma de la ópera,
picos de audiencia sumamente altos, que
se mantienen durante el resto del año
con los restantes episodios, que incluyen,
entre otras, versiones de Al caer
la noche, de Emlyn Williams; La
mano, de Guy de Maupassant; La
carreta fantasma, de Selma Lagerlof;
El hacha de oro, nuevamente
de Leroux; y, como último episodio,
esta vez serializado, ¿Es
usted el asesino?, de Fernand Crommelynck.
Narciso no regresa al género hasta
1962, esta vez por el canal 7 (donde en
1959 había iniciado su exitoso ciclo).
La tercer temporada de Obras maestras...
se inicia con El muñeco maldito,
sobre otra obra de Gaston Leroux, que cosecha
un éxito similar a El fantasma...
y que se extiende a lo largo de tres meses
consecutivos. En agosto de 1962, luego del
último episodio de Obras
maestras..., los Narcisos lanzan
la que sería una de las primeras
obras de ciencia-ficción televisivas,
Mañana puede ser verdad,
tomando como modelo la por entonces vigente
The Twilight Zone (La
Dimensión Desconocida).
En 1963, luego de un sórdido incidente
artístico, calificado por Narciso
de "traición", el actor
hace las maletas y regresa a España,
donde se queda por seis años, hasta
1969. En ese lapso, trabaja en cine, teatro
y televisión. Para este último
medio, protagoniza varios episodios de la
serie creada y dirigida por su hijo,
Historias para no dormir, de los
que no podemos olvidar los terrores victorianos
de El muñeco y El
pacto, la ciencia ficción
de NN 23 y La alarma,
y la fantasía con crítica
social de El asfalto. En
general el programa mantiene niveles aceptables
de audiencias, y se extiende durante varias
temporadas, entre 1965 y 1968. Antes de
regresar a Argentina, Narciso protagoniza
una miniserie en 9 episodios, ¿Es
usted el asesino?, para la que
suponemos utilizó una adaptación
similar a la realizada en 1960.
Esta reutilización de los libretos,
que Chicho ya había tomado como marca
registrada en sus Historias para
no dormir (muchas de las cuales
eran adaptaciones de los guiones de Obras
maestras del terror, o de otros
ciclos escritos por Chicho, como Cuentos
para mayores o Malditos
de la Historia) tenía un
precedente en Narciso padre, ya que recordemos
que tanto El hombre y la bestia
como El fantasma de la ópera
habían sido representadas en teatro
por el joven Narcisín. Pero claro,
no es lo mismo reescribir para TV una obra
teatral, que reescribir para TV una obra
para TV. Sin embargo, tendemos a creer que
el mercado televisivo argentino y español
de los años '60 no tenían
tantos puntos de contacto o interacción,
lo que permitía la posibilidad de
"exportar" libretos. De hecho,
hoy en día se exportan programas
enteros sin ningún tipo de inconvenientes
ni contractuales, ni en cuanto a originalidad.
1969 es el segundo año de máxima
relevancia para Narciso (siempre hablando
de su relación con el género
fantástico). Regresa a Buenos Aires,
y en abril inicia la emisión de lo
que tal vez es su más truculento
y competente ciclo de terror y ciencia ficción.
Se trata de El hombre que volvió
de la muerte, sobre un libreto
original de Abel Santa Cruz en el que, al
mejor estilo Roger Corman, se incluyen todos
los elementos tecnológicos y fantásticos
que por ese entonces estan en boga, combinándolos
con el esquema típico de El
Conde de Montecristo. La trama
se centra en la historia de Elmer Van Hess,
un hombre injustamente condenado a muerte
y ejecutado, cuyo cadáver es tomado
por un científico para llevar adelante
experimentos que lo convierten en un androide
indestructible, con órganos artificiales,
pero con una mente humana que solo pugna
por vengarse de quienes provocaron su desgracia.
El transplante de órganos (y especialmente
de corazón) es ya una cuestión
vox populi, así que cuando se emite
el primer episodio de la historia, se transforma
en un inmediato éxito, que atrae
la atención de grandes masas de público,
reflejadas en las mediciones de audiencia
que implementan los canales. El éxito
alcanzado por este ciclo permite a Narciso
protagonizar a continuación dos ciclos
más: Un pacto con los brujos
(variación sobre ideas tomadas del
largometraje El bebé de Rosemary
de Polanski) y Sátiro!
(sobre tema policial), en las que sigue
desarrollando su buen gusto y versatilidad
en cuestiones de maquillaje y alteración
del aspecto físico. Las obras siguen
adelante, por más que Narciso tiene
que regresar a España para cumplir
compromisos teatrales previos.
Durante los siguientes años sigue
explorando diversos tópicos fantásticos:
en El robot (1970) Narciso
es el científico creador y la criatura
creada; en El monstruo no ha muerto
(1970) encarna a un Adolf Hitler anciano
que sigue conspirando desde las sombras
y en Otra vez Drácula
(1970) es el mismo Conde y también
un actor que lo interpreta. Por esa época
el naciente movimiento del cine español,
denominado "Fantaterror", requiere
su figura en varias películas de
León Klimovsky. En La saga
de los Drácula (1972) Narciso
se convierte en un ajado Conde, en tanto
que en Odio mi cuerpo (1974)
y Tres días de noviembre
(1976) encarna al típico
hombre de ciencia maquiavélico. En
1974 interpreta al hombre obsesionado por
su flamante aparato de TV en El
televisor, episodio especial de
Historias para no dormir,
con el que Chicho despacha una ácida
crítica a la acción deshumanizadora
del medio. Ese mismo año, padre e
hijo marchan a Argentina donde presentan
una versión platense de las famosas
Historias..., titulada
Narciso Ibáñez Serrador
presenta a Narciso Ibáñez
Menta. Emitida por Canal 11, la
propuesta no tiene la popularidad esperada,
y el ciclo se cancela antes de tiempo.
El cine argentino requiere los servicios
de Ibáñez Menta por última
vez en 1975, bajo la batuta de José
Martínez Suárez. El filme
se titula Los muchachos de antes
no usaban arsénico, y es
una encantadora comedia negra. Su estreno
se produce en 1976, poco antes del Golpe
de Estado que finaliza el último
gobierno peronista del país. Narciso
realiza aún más viajes transatlánticos.
En 1978, preanunciando la fiebre por Drácula
que sobrevendría en 1979, encarna
el rol de Van Helsing en un Drácula
teatral en España. Al año
siguiente, de nuevo en Argentina, firma
contrato con Canal 13 para un ciclo de suspenso
y misterio titulado Mañana
puedo morir, que también
fracasa luego de un mes en el aire. A la
semana siguiente presenta una película
de terror en un ciclo denominado Viaje
a lo inesperado. Como frutilla
del postre, a fin de ese año, se
ofrece, bajo el mismo ciclo, un unitario
titulado Hay que matar a Drácula,
en el que Narciso vuelve a tomar el rol
de Van Helsing, con Gianni Lunadei como
el antagonista Conde Drácula.
En los años '80, mientras su estrella
se apaga muy lentamente, sigue conectado
al también desfalleciente "Fantaterror",
con El retorno del hombre lobo
(1980) de Paul Naschy y una trilogía
de filmes parapsicológicos de Sebastián
D'Arbó, compuesta por Viaje
al más allá (1980),
El ser (1982) y Más
allá de la muerte (1986).
También dijo presente en la resurrección
de Historias para no dormir
(1982), protagonizando tres de los cuatro
episodios a color de que se compuso la nueva
temporada. Y también volvió
a batir los rátings televisivos regresando
al Canal 9 de Alejandro Romay con El
pulpo negro (1985), miniserie de
crímenes y misterio que significa
su último gran éxito en la
pequeña pantalla argentina. Es tal
vez con este desigual ciclo con que gran
parte de los aficionados recuerdan la imagen
del viejo Narciso. Pero algunos teveófilos,
más veteranos, lo rememoran con sus
espeluzantes máscaras de El
hombre que volvió de la muerte,
y un grupo menor aún, más
selecto, lo identifique con las fantasmagorías
de El fantasma... o El
muñeco maldito. Sin embargo,
el factor común es, para todas las
diferentes generaciones, el terror, y su
generador, el mismo actor.
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