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Falleció Robert Altman
UN MAESTRO CONTRA LA CORRIENTE

por Alejandro Yamgotchian (diciembre, 2006)




"¿Retirarme? Usted está hablando de la muerte, ¿verdad?" Pues ahora sí, se retiró Robert Altman, más precisamente el pasado 20 de noviembre, cuando falleció de cáncer, a los 81 años. La siempre sorprendente Academia de Hollywood, luego de haberlo nominado cinco veces y nunca otorgarle un premio a Mejor Director, finalmente se dignó en hacer entrega de un Oscar honorífico "por una carrera que constantemente ha reinventado la forma del arte y que ha inspirado tanto a realizadores como a espectadores por igual". Un reconocimiento tardío que igual puso al realizador norteamericano en el ojo de cientos de millones de espectadores de todo el mundo.

Un director que supo estar en el momento justo pero en el lugar equivocado; que cobró tan solo 75.000 dólares por una de sus mejores películas (M.A.S.H., 1970) y que en los últimos años consideraba "obsceno" el hecho de que hubiesen sueldos en Hollywood que llegaran hasta 40 millones de dólares al año, teniendo en cuenta la enorme desigualdad de la sociedad de hoy día. Por supuesto que estas declaraciones ya las venía haciendo desde sus tempranas épocas en que trabajaba para la televisión, y eso lo puso en varias listas negras que lo veían como alguien anticonvencional y que iba a contramano de lo que en realidad debía hacerse en televisión. "Las agencias, los ratings, las compañías... El que piensa que en la televisión se hace arte está loco; es tan solo un medio para la publicidad". Y muchas de estas cosas estuvieron presentes a lo largo de sus más de cuarenta años de trayectoria, donde muchas veces le tocó bailar con la más fea.



UNA DÉCADA FUNDAMENTAL



El nacimiento del "New American Cinema" en la década del ´60 llevó al distanciamiento de artistas (y productores inteligentes) de las grandes empresas para la distribución mundial y del presupuesto para llevar a cabo los rodajes. Realizadores como John Cassavetes, Peter Bogdanovich o Roger Corman apostaban a un nuevo cine que carecía de filmaciones formales y estrellas, a métodos no tan rigurosos y que planteaban denuncias violentas respecto a la situación del hombre y el trato que le daba la sociedad. Esas críticas fueron mucho más penetrantes hacia fines de dicha década, cuando nació el llamado "Nuevo Cine Norteamericano".

El impacto de la Nouvelle Vague en los espectadores (y directores) estadounidenses, el paradójico nuevo acercamiento a los independientes por parte de los grandes estudios que se venían en picada por las bajas recaudaciones, y hasta la aprobación de un nuevo código que derribó aquella censura impuesta por William Hays, permitió a varios realizadores (entre ellos Altman) cuestionar con severidad, aprovechando al séptimo arte como una gran herramienta de comunicación y ante todos los sucesos revolucionarios que se estaban dando en Estados Unidos. Algunos han hecho films emblemáticos que fueron desde el drama de dos discapacitados intelectuales en David y Lisa (Frank Perry, 1962), pasaron por las famosas El graduado (Mike Nichols, 1969) y Bob, Carol, Ted & Alice (Paul Mazursky, 1969) y llegaron hasta materiales de culto como Busco mi destino (Dennis Hopper, 1968), Perdidos en la noche (John Schlesinger, 1969) y Los perros de paja (Sam Peckinpah, 1971), entre otras.

Y entre esas otras se puede contar una de las más grandes sátiras a la guerra en la historia del cine; la ya mencionada M.A.S.H., que a pesar de estar situada en la Guerra de Corea apuntaba directamente y con mucho humor negro a la guerra de Estados Unidos en Vietnam; también metiendo más profundamente el bisturí en lo que respecta a la burocracia militar, algo que Altman ya venía manejando en su largometraje debut, La cuenta regresiva (1967), donde Estados Unidos y la Unión Soviética competían para ver cuál de los dos mandaba primero un astronauta a la luna.



REBELDE Y CON CAUSAS



A la altura de La cuenta... Altman había hecho cortos, documentales, episodios y hasta avisos publicitarios. Pero sus ideas lo llevaron a ser despedido en varias oportunidades de la televisión. Y el cine le fue abriendo paso para volcar experiencias y pensamientos que lo iban convirtiendo en un verdadero autor. En Ese día tan frío en el parque (1969), una historia amorosa se ve salpicada por las vivencias de una joven reprimida y solitaria que viene de un ambiente frío y se ve inmersa en una sociedad materialista y despiadada. El volar es para los pájaros (1970) es una fantasía que su director convierte en sátira social, cuando un fotógrafo cuyo sueño es poder volar aparenta ser finalmente el personaje más normal de todos.

Altman siguió sorprendiendo a la crítica con Del mismo barro (1971), un western distinto a los tradicionales, donde se desmitifica el machismo y el heroísmo de los clásicos pistoleros, pero que mantiene a la vez rasgos de una balada heroica, siguiendo el ascenso y la caída de un vulgar apostador (Warren Beatty) que entabla relación con una prostituta (Julie Christie) que termina orientándolo.

En Nashville (1974) dirigía uno de las películas más importantes de su carrera. "Los más de veinte personajes eran registrados y fotografiados como si se tratara de un documental", decía Altman. El humor negro hacia las costumbres de la burguesía se hizo evidente en Un matrimonio (1978), quizás uno de sus mejores trabajos dentro de los tildados "menores".

LA CONFIRMACIÓN DE UN GRAN AUTOR



La crítica alguna vez le reprochó no tanto la variedad de sus temas aunque sí algunas obras que llamaron mucho la atención por el escaso interés que despertaban. Entre estas hubo varias que también indignaron a ejecutivos, absolutamente disconformes con las recaudaciones de materiales como Popeye (1981). De todas maneras, Altman volvería a su mejor nivel (quizás no tan personal, algo improvisado) al adaptar una historia de amor imposible en Extraña pasión (1984).

Ya no eran pocos los que estaban en su contra y eso, sumado a los problemas económicos, llevó a Altman a volver a la televisión, no sin antes viajar a Francia para dirigir Terapia de grupo (1986), una historia fraccionada en psiquiatras y pacientes (analizados en la misma bolsa), donde se cuestionaban las relaciones humanas y amorosas. A pesar de ser bien recibida, Altman iba sumando detractores y con su economía gravemente afectada. Sin embargo eso no fue obstáculo para cambiar su postura.

Luego de estar cuatro años alejado del cine Altman haría en los ´90 varios de los mejores trabajos de su carrera. Y empezaría con un film totalmente distinto a lo que venía haciendo (para no perder la costumbre). Vincent & Theo (1990) muestra, a través de una poderosa labor fotográfica y una estética por momentos conmovedora, a un artista (Van Gogh) que sufre por la incomprensión y un cercano aniquilamiento, que bien puede ser aplicado al propio Altman.

La industria hollywoodense tuvo su merecido en Las reglas del juego (1992). De los inconformismos de Vincent... relacionados a la explotación del artista, Altman aquí apunta sus dardos muy sutilmente al negocio cinematográfico, las ciencias económicas que lo rigen; a ejecutivos y actores con un enfoque casi de documental y que hace permanentes guiños al que está del otro lado de la pantalla.

En Ciudad de ángeles (1993) deja de lado el vicio y el glamour (del que se ocuparía al irrumpir en el mundo de la alta costura en Pret-a-porter) de Los Ángeles para mostrar la otra cara del sueño americano, desde una clase media baja luchadora y con sus dudas y problemas, no tanto con ese perfil sociológico aplicado por su colega Lawrence Kasdan en su historia coral de Grand Canyon: El corazón de la ciudad (1991) sino más bien a nivel humano, individual.

La alta sociedad volvió a estar en la mira de Altman en Gosford Park (2001), donde alguien da una fiesta en la que se destapan varias cosas, también dentro del personal de servicio y los invitados que van llegando. Por si fuera poco luego se da un asesinato.

No conviene olvidar tan fácilmente a Robert Altman, un gran director que siempre tuvo una idea fija, que la mantuvo, que logró salirse con la suya ironizando sobre todo aquello que veía inadecuado, y también sobre ambientes y personajes que le dieron varios dolores de cabeza. A pesar de una filmografía heterogénea y con altibajos, el hombre nunca perdió su estilo y lo defendió durante más de cuarenta años... hasta el día que se retiró.

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