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Zathura, de Jon Favreau
UN MATIZ PARA LA AVENTURA

por Alejandro Yamgotchian (enero, 2006)


Al margen de grandes éxitos de acción y fantasía con protagonistas infantiles y adolescentes, como E. T.: El extraterrestre (Steven Spielberg, 1982) o la saga Volver al futuro, de Robert Zemeckis, los niños y la ciencia ficción también tuvieron protagonismo durante las décadas del ´70 y ´80 pero en obras que no llegaron a repercutir a nivel de la taquilla estadounidense y que curiosamente fueron aportes por demás significativos.

De esos ejercicios, entre otras referencias a viejos clásicos del cine fantástico de la década del ´50 (las producciones de George Pal, las invasiones alienígenas, los monstruos adocenados que poblaban los famosos dobles programas y que nunca faltaban en los autocines norteamericanos, alguna cosa de Ray Harryhausen), es que este joven realizador de Zathura, Jon Favreau (el de Elf: El duende), supo captar los ingredientes necesarios para dotar a su nueva película de una visión que rechaza en especial el dominio de las imágenes generadas por computadora y que apuesta a los maquillajes y al viejo arte de los efectos especiales.



LA CASA RODANTE


La historia se basa en un libro de Chris Van Allsburg (el mismo creador de la novela El Expreso Polar) y hasta se la ha visto como una continuación de Jumanji (1995), algo que en realidad no es así, por más que haya otro juego en la vuelta y esté el mismo autor desde la fuente literaria.

Dos hermanos son transportados a las profundidades del espacio, a partir de un viejo juego de caja que deberán terminar, al menos para tener una esperanza de retorno. Ésta es la base de Zathura, un tren fantasma cuyo viaje se convierte en una aventura de grandes proporciones, en todo sentido.

Hay algo del estilo retro impuesto por Kerry Conran en su Capitán Sky y el mundo del mañana (2004); de hecho, la inminente John Carter of Mars que iba a dirigir Conran pasó ahora a manos de Jon Favreau. En esta película, basada en una obra de Edgar Rice Burroughs, un veterano de la Guerra Civil es llevado a un salvaje planeta, donde tendrá que escapar las criaturas que lo tomaron como prisionero y de paso salvar a una princesa. La diferencia es que este último, en Zathura, apostó más por ese cine fantástico "familiar" de la década del ´80 que se estaba debatiendo entre maquetas, esculturas, objetos mecánicos y tímidos efectos especiales computarizados (recordar que la Industrial Light & Magic recién empezaba a crecer), que incluían a titiriteros (El cristal encantado, codirigida por Jim Henson y Frank Oz, que en la versión original de Zathura hace la voz del robot) y diseñadores de efectos visuales y de maquillaje, como Stan Winston, que aquí creó la réplica (congelada) de la joven Kirsten Stewart.


Los reptiles alienígenas fueron todos interpretados por seres humanos disfrazados, igual que el personaje del robot, empecinado en su misión de exterminio, salvo por algunos detalles donde sí hubo que agregar efectos especiales, como en veloces movimientos de brazos, piernas y traslados.

La idea fue no embarullar con trucajes digitales; tan solo recurrir a ellos en clave nostálgica, como en aquellas épocas donde ver un animal con cuatro ojos realmente llamaba la atención o incluso a grandes robots parlantes que justificaban hasta la producción misma de una película, al constituirse estos novedosos personajes en gran atracción. Lo más moderno de las nuevas tecnologías aquí tan solo oficia de espectacular soporte, de lujoso complemento para intensas aventuras y emociones que pasan por encima del guión y de cualquier regla de la lógica; al fin de cuentas en los juegos para niños todo puede ser posible.

Los pequeños protagonistas aportan su química, aparte de una cuota de picardía e inocencia, de simples golpes y consecuentes aprendizajes, que denotan ciertos moralismos; es que todo lo ajeno a la aventura está por debajo de ella y tanto la correcta simpleza de algunos personajes secundarios como la de los propios diálogos no necesariamente afectan el resultado de una obra como Zathura, que se da el lujo de desarrollar durante casi dos horas toda su acción dentro de una simple casa.


El único inconveniente que realmente se hace sentir es la falta de una copia con subtítulos en español; al menos está ocurriendo durante el preestreno. Ojalá que cuando se estrene al menos haya una copia que no esté doblada. En todo caso habrá que esperarla a cuando se edite en DVD.



VOLVER AL PRESENTE

No fueron muchos los ejercicios de ciencia ficción que llegaron a interesar realmente durante los últimos años. Entre realidades virtuales y asuntos algo más serios pudieron observarse utopías, revoluciones, inconformismos, reflexiones, duras batallas en pos de ideales, y paralelismos que apuntan a reflejar de otra manera duras realidades de hoy día, entre otros conceptos originales y otros surgidos de clásicas obras literarias, novelas gráficas y viejos clásicos cinematográficos.

Por otro lado, y varios escalones por debajo, la computadora cobró protagonismo en un montón de productos que hicieron mucho ruido y que le eran encargados a gente que en realidad demostró ser absolutamente negada para el género o que bien le daba lo mismo hacer un trabajo de ciencia ficción que una comedia para adolescentes.

Sin embargo, y al margen de producciones exitosas durante los últimos años, las grandes compañías, como la propia Disney, o incluso productoras con un poco más de independencia, marcaron buen camino en materia de aventuras fantásticas en tiempo presente y otras similares que nacían a partir de grandes inventos o descubrimientos, y se fusionaban con la ingenuidad de personajes, generalmente, infantiles o adolescentes, hastiados de la rutina, curiosos, investigadores y bastante inteligentes, que de paso también aprendían alguna que otra lección ejemplarizante.

La televisión tampoco fue ajena y ya se venía despachando con series que iban desde las primeras dos que se hicieron de Dimensión Desconocida hasta otros casos como el de Viajeros, que aquí exhibió Canal 4. En video pudo conocerse una entretenida película titulada Un demonio computado (1977), del fallecido John Florea, donde un niño de 8 años lograba inventar una "supercomputadora" portátil con la que empezó a alterar los semáforos y todos los aparatos electrónicos de su pequeño pueblo, cuentas bancarias inclusive.

El vuelo del navegante, de la Disney, un pequeño clásico olvidado.

D. A. R. Y. L., de Paramount; el afiche original era infinitamente mejor.

John Carter of Mars: amagó con ir al cine pero se cayó... por ahora.

Matthew Broderick también había logrado meterse en otros lugares prohibidos aunque mucho más riesgosos, en Juegos de guerra (1983) de John Badham. Un casual contacto de su computadora con la que manejaba el arsenal nuclear de Estados Unidos lo llevó a pensar que la supuesta Tercera Guerra Mundial era tan solo un entretenimiento de ocasión, aunque para los "malvados" rusos, claro, la cosa no se tomó de esa manera.

Pero las visitas a la Tierra, durante los ´80, cobraron un tono mucho más seductor, si de aventuras infantiles se trata. Una película como D. A. R. Y. L. (Simon Wincer, 1985) tenía como protagonista a un niño con grandes habilidades pero que no sabía su origen, cuando fue encontrado por una familia, sorprendida ante sus posteriores manifestaciones físicas y mentales; en principio se lo veía como un robot que quería parecerse a los humanos. Sin embargo, el planteo de la película dejaba alguna cosa subliminal, por encima de los sucesos: ¿cuál era en realidad el parámetro para parecerse a un humano "normal"? y sobre todo ¿hasta qué punto podríamos ser merecedores de tal "orgullo" por parte de una inteligencia artificial?

Otro ejemplo más que nada recreativo fue El vuelo del navegante (1985) de Randal Kleiser, donde un niño desaparece y retorna ocho años después... con la misma edad, desconcertando a su familia, que lo había dado por muerto. La causa: extraterrestres que se lo habían llevado. El protagonista luego es estudiado por el gobierno norteamericano pero logra fugarse... en una nave alienígena que había sido descubierta por científicos. De ahí en más recorre largas distancias, provocando reacciones de todo tipo.

Por supuesto que no conviene olvidar obras como El último guerrero espacial (Nick Castle, 1984) o Los exploradores (Joe Dante, 1985), que ya habíamos comentado en el informe realizado sobre la saga Matrix.

Durante la década del ´90 tan solo hubo algunos casos rescatables; en menor medida Rocketeer (1990) de Joe Johnston (el mismo que luego dirigiera Cielo de octubre y la propia Jumanji) y El gigante de hierro (1999), ejemplar y muy emotiva animación de Brad Bird (el mismo de Los Increíbles) ambientada en el Maine de fines de la década del ´50, sobre arma destructiva enviada desde el espacio exterior que pierde su memoria al llegar a la Tierra y que de inmediato traba gran amistad con un niño. Increíblemente esta película no pasó por cines uruguayos.

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