Buenas
noches, y buena suerte, de George Clooney
DARSE CUENTA

George Clooney pisa
fuerte y con estilo en Buenas noches
y buena suerte
El segundo trabajo como director de George
Clooney es de carácter histórico
y no tanto biográfico. Es testimonial
e incluso hasta didáctico; un gran
ejemplo, como en su época lo fueron
Todos los hombres del Presidente
(1976) de Alan Pakula o la mismísima
JFK (1991) de Oliver Stone;
la primera sobre la investigación
de Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas
del Washington Post que sacaron
a la luz el escándalo "Watergate",
alcanzando a la Casa Blanca y que terminó
con la renuncia del Presidente Richard Nixon;
la segunda mostraba otra investigación,
la de Jim Garrison tras las muy dudosas
pruebas aportadas por el FBI respecto al
asesinato del Presidente John Kennedy, revelándose
otras vetas en favor de la guerra con Vietnam.
Esta sorpresiva
película de Clooney también
puede ser tomada como referente para estudios
en periodismo, del mismo modo que lo puede
ser The Truman Show (1999),
del australiano Peter Weir y con la que
probablemente sea la mejor actuación
de Jim Carrey, y ni qué hablar en
lo que respecta al terreno audiovisual,
una fiel representante de lo que hoy sigue
siendo una televisión que se está
yendo en picada. Quizá Buenas
noches... no sea la mejor de las
cinco nominadas al Oscar 2005 pero probablemente
sea la más interesante de todas.
EN LA LISTA NEGRA
Buenas
noches, y buena suerte (2005) gira
sobre el enfrentamiento entre el famoso
periodista radial y televisivo Edward Murrow
(junto a su productor Fred Friendly, aquí
interpretado por Clooney) y el Senador Joseph
McCarthy, emblema de la "caza de brujas",
que derivó en exilios, múltiples
carreras arruinadas (directores, actores,
libretistas, productores, técnicos)
y hasta suicidios, durante la década
del ´50.
Uno de los
casos más populares respecto al tema
de las listas negras en cine había
sido Culpable por sospecha
(1991), ópera prima del prolífico
y veterano productor Irwin Winkler, que
tomó el caso de un director ficticio
que fue puesto en tela de juicio por el
tristemente famoso Comité de Actividades
Anti-Norteamericanas debido a supuestas
adhesiones al Comunismo. A partir de ahí
al personaje principal se le cierran todas
las puertas y la única chance que
tiene es la de ir a testificar y denunciar,
algo que lo hace recapacitar y actuar con
honor y justicia, una vez en el tribunal
y ante un panorama por momentos demencial.
Quizá haya sido la película
que más descarnadamente retratara
ese período oscuro de la historia
norteamericana, que no tuvo piedad siquiera
con una leyenda viviente, en ese entonces,
como Charles Chaplin.
Otro caso igual de valioso, aunque en clave
de comedia negra, fue El testaferro
(1976), del fallecido (y estupendo realizador)
Martin Ritt. Aquí Woody Allen interpretaba
al hombre del título, un empleado
de restaurante que por dinero ponía
su cara y su nombre ante libretos de otros
autores relegados, y que luego era citado
a declarar ante el Comité, algo que
lo iría a rescatar de su absoluta
inocencia.
A diferencia
de Culpable por sospecha,
cuyo guión había sido empezado
por una de las víctimas de aquella
época, Abraham Polonsky, que luego
decidió abandonar el proyecto al
ver que Winkler iba a tomar el caso de un
director que no existió, aquí
hay otro guionista que integró las
listas negras (igual que el propio Ritt,
más algunos actores de la película)
pero que aceptó, sin embargo, manejar
un libreto con personajes ficticios: Walter
Bernstein, que incluso llegó a tener
una nominación al Oscar por su labor
y hasta fue compañero de trabajo
de Polonsky en un programa de los ´50,
que por supuesto había sido marcado
"bajo sospecha".
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Woody
Allen da la cara en El testaferro |
Robert
De Niro: director acusado en Culpable
por sospecha |
Hoffman
y Redford develan el caso "Watergate"
en Todos los hombres del Presidente
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MCCARTHY A DISTANCIA
Se dice
que una de las razones por las que McCarthy
insistió tanto con el tema de las
persecuciones fue por intereses netamente
políticos; necesitaba ser reelecto.
Por otra parte, McCarthy tenía tendencias
al alcoholismo, algunos problemas mentales
(sus contradicciones lo terminaron perjudicando
públicamente), y construyó
su reinado del terror en base a mentiras,
apoyado en los miedos que la "amenaza
roja" y una posible guerra atómica,
el conflicto bélico con Corea y hasta
la China comunista representaban para la
población estadounidense.
Una población
que en parte fue manipulada por los medios.
Del mismo modo que lo sigue siendo ahora
(hasta con más fuerza aún,
junto con ese otro aparato macabro llamado
publicidad). Y eso no es casualidad. George
Clooney decidió darle un perfil de
documental a esta Buenas noches,
y buena suerte, para retratar lo
que fue la confrontación entre un
periodista de la CBS y un político
Republicano de Wisconsin.
Murrow era
un periodista honesto y muy talentoso pero
Clooney opta por no escarbar en su intimidad
sino por ir mostrando algunas de sus facetas
personales mediante un caso aislado y sustancial
que tuvo amplia repercusión. Da por
descontadas las consecuencias (acusaciones,
encarcelamientos, cambios de nombre, éxodos)
y se limita a una introducción al
comienzo, como para reflejar un panorama
que se fue tornando cada vez más
devastador. Él se dedica a un registro
pero en base a representaciones, salvo la
del propio McCarthy, donde no hubo un actor
que lo encarnara; tan solo optó por
recurrir a imágenes de archivo. Un
acierto enorme, por un lado, y algo que
deja dudas por otro, ya que esta película
no profundiza algunas cosas y deja las tuercas
no del todo apretadas. Por ejemplo, la compleja
mentalidad de McCarthy, los propios miedos
generados en la opinión pública,
sin necesidad de caer en nerviosismos o
paranoias, el por qué de su accionar
tan precipitado como implacable, o
el haber explorado mucho más a Murrow
como persona, podían haber dejado
una película mucho mejor aún.
Pero claro, si aparecía un actor
interpretando al polémico Senador
el tono de documental y por ahí el
formato que Clooney pretendía perderían
su efecto. Es decir que Clooney fue presa
de su propia visión, en ese sentido,
pero a la vez apostó a otra cosa
vital, que es el papel de la televisión.
POR ENCIMA DE CABLES Y LUCES
Lo que sobrevuela
firmemente en esta película es la
propia televisión en sí; lo
que es y hacia dónde tendría
que apuntar, algo perfectamente aplicable
(más que nunca) a la gran cantidad
de basura que la contamina hoy día.
Y esto no es solo culpa de los productores
sino también de la gente que consume
(y alienta involuntariamente) ese tipo de
programación. Hay un enfrentamiento
entre información útil y entretenimiento,
entre educación masiva y dispersión,
con notorios paralelismos respecto a la
actual involución de la televisión
mundial, globalizada.
Clooney
vio desde niño trabajar a su padre
en los estudios televisivos y para muchos
es novedad que, en su condición de
galán millonario, se haya despachado
con esta película, donde la valentía
periodística de una época
difícil fue uno de los factores propulsores
de su nueva obra. También sorprende
que haya aceptado su papel en Syriana
(Stephen Gaghan, 2005) por "apenas"
350.000 dólares, engordando casi
13 kilos, que lo llevaron a una profunda
depresión (algo que no suele decir
en las entrevistas por contrato), a que
se lesionara estando un mes en cama con
fuertes dolores de cabeza, casi paralizado,
y por si fuera poco a una cirugía
en la espalda.
También
estuvo en el libreto (y co-producción)
de Kilroy (1999), hecha
para HBO y Warner, una serie en tono de
comedia documental donde un actor de 22
años que quiere llegar a la fama
en Hollywood es llevado por distintos sets
de filmación pero para pequeñas
apariciones en programas de TV. Y ahí
es donde Clooney aprovecha para hacer algunas
críticas y descargas desde el lugar
de los hechos, también en clave autobiográfica
respecto a sus primeras experiencias actorales
en pantalla chica. Y tanto llegó
a entusiasmarse que hasta llegó a
decirles a algunos colegas suyos que les
contaran sus distintas impresiones sobre
el ambiente de la televisión para
hacer nuevos episodios.
En ese momento
fue cuando se le ocurrió hacer otra
serie televisiva "removedora y
desafiante", según sus
palabras, que se iba a llamar Murrow
and Me, y que algunos años
después se convirtió en el
film Buenas noches, y buena suerte.
Curiosamente, la misma productora de Lejos
del paraíso (Todd Haynes,
2002), película también ambientada
en los ´50 y que homenajeaba las películas
de Douglas Sirk haciendo colisionar algunas
cosas (homosexualismo, racismo) con el conservadurismo
de la época, fue la que impulsó
la anhelada Buenas noches...,
que ya ha recibido varios premios, incluyendo
nominaciones para el Oscar a Mejor Película,
Guión Original y Director.
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Periodismo
valiente, lejos de influencias y dependencias:
el verdadero Edward Murrow |
El
polémico Senador Republicano
Joseph McCarthy |
David
Strathairn y una actuación
asombrosa, interpretando a Murrow
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UN PERIODISTA EJEMPLAR Y UNA ACTUACIÓN
IMPRESIONANTE
El contexto,
claro, para su nueva película fue
ubicado en Nueva York; las escenas se desarrollan
siempre en interiores, con una cuidadosa
fotografía llevada al blanco y negro,
con música jazz desde la banda sonora
y con algunos números que parecen
meternos en una serie de televisión
(también por las publicidades, que
figuran como intervalos). No hay personajes
desarrollados sino actores al servicio de
un hecho, que se refleja desde varios puntos
de vista.
Todo está
abocado al trabajo, a un programa y sus
investigaciones, a los trabajadores y sus
procesos, a un caso que compromete la ética
de un estudio, planteando dilemas en sus
responsables (muy pero muy bien Frank Langella),
con los propios auspiciantes y, claro está,
con el gobierno norteamericano.
Clooney
no descuida en absoluto la estética,
y a su vez David Starthairn (actor prácticamente
fetiche nada menos que de John Sayles) realiza
una labor brillante, como Edward Murrow,
en sus comportamientos, miradas penetrantes,
en la entonación de sus diálogos,
en sus gestos, en reacciones que pueden
parecer hasta inoperantes pero que en realidad
son puentes transitorios, signos de problemáticas
y pensamientos, mientras se fuma un cigarro,
se toma un whisky o queda en las penumbras
de una oficina.
Murrow
fue un símbolo del periodismo norteamericano,
premiado por grandes coberturas en el lugar
de los hechos (especialmente durante la
Segunda Guerra Mundial, donde también
combatió), auténtico y siempre
dispuesto a ir con la verdad, sin importar
el tema, el organismo o la persona en cuestión,
procurando hacer de la televisión
una herramienta útil y que sirviera
para formar la opinión pública.
Contra lo único que no pudo fue contra
el cigarrillo. De hecho en la película
se lo ve constantemente fumando. Y eso fue
lo que lo llevó a la muerte, con
tan solo 57 años, debido a un cáncer
de pulmón. |