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Buenas noches, y buena suerte, de George Clooney
DARSE CUENTA

por Alejandro Yamgotchian (febrero, 2006)




George Clooney pisa fuerte y con estilo en Buenas noches y buena suerte





El segundo trabajo como director de George Clooney es de carácter histórico y no tanto biográfico. Es testimonial e incluso hasta didáctico; un gran ejemplo, como en su época lo fueron Todos los hombres del Presidente (1976) de Alan Pakula o la mismísima JFK (1991) de Oliver Stone; la primera sobre la investigación de Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas del Washington Post que sacaron a la luz el escándalo "Watergate", alcanzando a la Casa Blanca y que terminó con la renuncia del Presidente Richard Nixon; la segunda mostraba otra investigación, la de Jim Garrison tras las muy dudosas pruebas aportadas por el FBI respecto al asesinato del Presidente John Kennedy, revelándose otras vetas en favor de la guerra con Vietnam.

Esta sorpresiva película de Clooney también puede ser tomada como referente para estudios en periodismo, del mismo modo que lo puede ser The Truman Show (1999), del australiano Peter Weir y con la que probablemente sea la mejor actuación de Jim Carrey, y ni qué hablar en lo que respecta al terreno audiovisual, una fiel representante de lo que hoy sigue siendo una televisión que se está yendo en picada. Quizá Buenas noches... no sea la mejor de las cinco nominadas al Oscar 2005 pero probablemente sea la más interesante de todas.



EN LA LISTA NEGRA

Buenas noches, y buena suerte (2005) gira sobre el enfrentamiento entre el famoso periodista radial y televisivo Edward Murrow (junto a su productor Fred Friendly, aquí interpretado por Clooney) y el Senador Joseph McCarthy, emblema de la "caza de brujas", que derivó en exilios, múltiples carreras arruinadas (directores, actores, libretistas, productores, técnicos) y hasta suicidios, durante la década del ´50.

Uno de los casos más populares respecto al tema de las listas negras en cine había sido Culpable por sospecha (1991), ópera prima del prolífico y veterano productor Irwin Winkler, que tomó el caso de un director ficticio que fue puesto en tela de juicio por el tristemente famoso Comité de Actividades Anti-Norteamericanas debido a supuestas adhesiones al Comunismo. A partir de ahí al personaje principal se le cierran todas las puertas y la única chance que tiene es la de ir a testificar y denunciar, algo que lo hace recapacitar y actuar con honor y justicia, una vez en el tribunal y ante un panorama por momentos demencial. Quizá haya sido la película que más descarnadamente retratara ese período oscuro de la historia norteamericana, que no tuvo piedad siquiera con una leyenda viviente, en ese entonces, como Charles Chaplin.


Otro caso igual de valioso, aunque en clave de comedia negra, fue El testaferro (1976), del fallecido (y estupendo realizador) Martin Ritt. Aquí Woody Allen interpretaba al hombre del título, un empleado de restaurante que por dinero ponía su cara y su nombre ante libretos de otros autores relegados, y que luego era citado a declarar ante el Comité, algo que lo iría a rescatar de su absoluta inocencia.

A diferencia de Culpable por sospecha, cuyo guión había sido empezado por una de las víctimas de aquella época, Abraham Polonsky, que luego decidió abandonar el proyecto al ver que Winkler iba a tomar el caso de un director que no existió, aquí hay otro guionista que integró las listas negras (igual que el propio Ritt, más algunos actores de la película) pero que aceptó, sin embargo, manejar un libreto con personajes ficticios: Walter Bernstein, que incluso llegó a tener una nominación al Oscar por su labor y hasta fue compañero de trabajo de Polonsky en un programa de los ´50, que por supuesto había sido marcado "bajo sospecha".

Woody Allen da la cara en El testaferro
Robert De Niro: director acusado en Culpable por sospecha
Hoffman y Redford develan el caso "Watergate" en Todos los hombres del Presidente


MCCARTHY A DISTANCIA

Se dice que una de las razones por las que McCarthy insistió tanto con el tema de las persecuciones fue por intereses netamente políticos; necesitaba ser reelecto. Por otra parte, McCarthy tenía tendencias al alcoholismo, algunos problemas mentales (sus contradicciones lo terminaron perjudicando públicamente), y construyó su reinado del terror en base a mentiras, apoyado en los miedos que la "amenaza roja" y una posible guerra atómica, el conflicto bélico con Corea y hasta la China comunista representaban para la población estadounidense.

Una población que en parte fue manipulada por los medios. Del mismo modo que lo sigue siendo ahora (hasta con más fuerza aún, junto con ese otro aparato macabro llamado publicidad). Y eso no es casualidad. George Clooney decidió darle un perfil de documental a esta Buenas noches, y buena suerte, para retratar lo que fue la confrontación entre un periodista de la CBS y un político Republicano de Wisconsin.

Murrow era un periodista honesto y muy talentoso pero Clooney opta por no escarbar en su intimidad sino por ir mostrando algunas de sus facetas personales mediante un caso aislado y sustancial que tuvo amplia repercusión. Da por descontadas las consecuencias (acusaciones, encarcelamientos, cambios de nombre, éxodos) y se limita a una introducción al comienzo, como para reflejar un panorama que se fue tornando cada vez más devastador. Él se dedica a un registro pero en base a representaciones, salvo la del propio McCarthy, donde no hubo un actor que lo encarnara; tan solo optó por recurrir a imágenes de archivo. Un acierto enorme, por un lado, y algo que deja dudas por otro, ya que esta película no profundiza algunas cosas y deja las tuercas no del todo apretadas. Por ejemplo, la compleja mentalidad de McCarthy, los propios miedos generados en la opinión pública, sin necesidad de caer en nerviosismos o paranoias, el por qué de su accionar tan precipitado como implacable, o
el haber explorado mucho más a Murrow como persona, podían haber dejado una película mucho mejor aún. Pero claro, si aparecía un actor interpretando al polémico Senador el tono de documental y por ahí el formato que Clooney pretendía perderían su efecto. Es decir que Clooney fue presa de su propia visión, en ese sentido, pero a la vez apostó a otra cosa vital, que es el papel de la televisión.


POR ENCIMA DE CABLES Y LUCES

Lo que sobrevuela firmemente en esta película es la propia televisión en sí; lo que es y hacia dónde tendría que apuntar, algo perfectamente aplicable (más que nunca) a la gran cantidad de basura que la contamina hoy día. Y esto no es solo culpa de los productores sino también de la gente que consume (y alienta involuntariamente) ese tipo de programación. Hay un enfrentamiento entre información útil y entretenimiento, entre educación masiva y dispersión, con notorios paralelismos respecto a la actual involución de la televisión mundial, globalizada.

Clooney vio desde niño trabajar a su padre en los estudios televisivos y para muchos es novedad que, en su condición de galán millonario, se haya despachado con esta película, donde la valentía periodística de una época difícil fue uno de los factores propulsores de su nueva obra. También sorprende que haya aceptado su papel en Syriana (Stephen Gaghan, 2005) por "apenas" 350.000 dólares, engordando casi 13 kilos, que lo llevaron a una profunda depresión (algo que no suele decir en las entrevistas por contrato), a que se lesionara estando un mes en cama con fuertes dolores de cabeza, casi paralizado, y por si fuera poco a una cirugía en la espalda.

También estuvo en el libreto (y co-producción) de Kilroy (1999), hecha para HBO y Warner, una serie en tono de comedia documental donde un actor de 22 años que quiere llegar a la fama en Hollywood es llevado por distintos sets de filmación pero para pequeñas apariciones en programas de TV. Y ahí es donde Clooney aprovecha para hacer algunas críticas y descargas desde el lugar de los hechos, también en clave autobiográfica respecto a sus primeras experiencias actorales en pantalla chica. Y tanto llegó a entusiasmarse que hasta llegó a decirles a algunos colegas suyos que les contaran sus distintas impresiones sobre el ambiente de la televisión para hacer nuevos episodios.

En ese momento fue cuando se le ocurrió hacer otra serie televisiva "removedora y desafiante", según sus palabras, que se iba a llamar Murrow and Me, y que algunos años después se convirtió en el film Buenas noches, y buena suerte. Curiosamente, la misma productora de Lejos del paraíso (Todd Haynes, 2002), película también ambientada en los ´50 y que homenajeaba las películas de Douglas Sirk haciendo colisionar algunas cosas (homosexualismo, racismo) con el conservadurismo de la época, fue la que impulsó la anhelada Buenas noches..., que ya ha recibido varios premios, incluyendo nominaciones para el Oscar a Mejor Película, Guión Original y Director.

Periodismo valiente, lejos de influencias y dependencias: el verdadero Edward Murrow
El polémico Senador Republicano Joseph McCarthy
David Strathairn y una actuación asombrosa, interpretando a Murrow


UN PERIODISTA EJEMPLAR Y UNA ACTUACIÓN IMPRESIONANTE

El contexto, claro, para su nueva película fue ubicado en Nueva York; las escenas se desarrollan siempre en interiores, con una cuidadosa fotografía llevada al blanco y negro, con música jazz desde la banda sonora y con algunos números que parecen meternos en una serie de televisión (también por las publicidades, que figuran como intervalos). No hay personajes desarrollados sino actores al servicio de un hecho, que se refleja desde varios puntos de vista.

Todo está abocado al trabajo, a un programa y sus investigaciones, a los trabajadores y sus procesos, a un caso que compromete la ética de un estudio, planteando dilemas en sus responsables (muy pero muy bien Frank Langella), con los propios auspiciantes y, claro está, con el gobierno norteamericano.

Clooney no descuida en absoluto la estética, y a su vez David Starthairn (actor prácticamente fetiche nada menos que de John Sayles) realiza una labor brillante, como Edward Murrow, en sus comportamientos, miradas penetrantes, en la entonación de sus diálogos, en sus gestos, en reacciones que pueden parecer hasta inoperantes pero que en realidad son puentes transitorios, signos de problemáticas y pensamientos, mientras se fuma un cigarro, se toma un whisky o queda en las penumbras de una oficina.

Murrow fue un símbolo del periodismo norteamericano, premiado por grandes coberturas en el lugar de los hechos (especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, donde también combatió), auténtico y siempre dispuesto a ir con la verdad, sin importar el tema, el organismo o la persona en cuestión, procurando hacer de la televisión una herramienta útil y que sirviera para formar la opinión pública. Contra lo único que no pudo fue contra el cigarrillo. De hecho en la película se lo ve constantemente fumando. Y eso fue lo que lo llevó a la muerte, con tan solo 57 años, debido a un cáncer de pulmón.

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