Sobre Hotel sin
salida y el cine snuff
ASESINOS CON CÁMARA

Kate Beckinsale y Luke Wilson en Hotel
sin salida
Lamentablemente, y cuando se habla de cine
de terror, hay subgéneros como el
snuff, donde el espectador de inmediato
entra a cuestionarse si este tipo de materiales
existen o no, obras donde se filman asesinatos
reales para luego ser comercializados.
David Cronenberg llegó a ofrecer
una vez 15.000 dólares a aquel que
le acercara un cortometraje de esas características,
aunque nadie apareció, lo que fue
transformando a este tipo de cine en algo
cada vez más cercano a un mito.
Hotel sin salida (2007)
narra, precisamente, la historia de una
pareja en conflicto cuyo auto se avería
en una carretera rural y por ende, para
pasar la noche, va a parar a un motel donde
descubre que los videos disponibles en la
habitación son todos de asesinatos...
y están filmados en el mismo cuarto
donde ellos se encuentran alojados.
El film está dirigido por el joven
cineasta norteamericano Nimród Antal
y protagonizado por Luke Wilson y Kate Beckinsale.
Antal estuvo viviendo catorce años
en Hungría, donde filmó su
ópera prima, la premiada comedia
negra Kontroll (2003),
ambientada en las alcantarillas de Budapest
y que le hizo acreedor de un galardón
en Cannes, para luego regresar a su país
natal.
La idea principal vino del guionista Mark
Smith (que había debutado el año
pasado con una modesta y elogiada historia
de fantasmas llamada Séance)
y estuvo dando vueltas durante años
en su cabeza, mientras viajaba por carreteras
de Nuevo México con su mujer y observaba
los pequeños moteles al costado de
la carretera y prácticamente vacíos.
"Me preguntaba cómo seguían
abiertos y de dónde conseguían
el dinero para subsistir.", decía
Smith. Cuando le llevó la historia
a Brian Paschal, director de desarrollo
de Hal Lieberman Company, basada en Sony
Pictures, Paschal declaró que "a
veces en los thrillers o en las películas
de terror, te encontrás mirando la
pantalla y diciendo, ¿por qué
no los mata simplemente? Aquí los
asesinos están haciendo una película.
Y cuanto más juegan con David y Amy,
cuanto más miedo provoquen a esta
gente, mejor será la misma".
"Vacancy
me recordó thrillers más antiguos
que eran muy simples y elegantes, pero que
realmente te asustaban", decía
Antal, tras haberse topado con el guión.
"Cómo mantener ese suspense
y esa tensión durante toda la película
estaba allí en el papel."
Hotel sin salida fue promocionada
como "la nueva Psicosis" y si
bien la película es otra cosa, dentro
de su historia echa algunos guiños
que caen de maduros (los titulos de presentación
y cierre vagamente inspirados, algo de la
banda sonora, el asesinato del policía).
El mérito mayor está en el
plano visual, en su veloz montaje, en el
jugo que se saca a los encuadres en la oscuridad
de la noche, en el antes y en el transcurso
de los hechos, en planos que van como tomando
lentamente distancia acentuando a la vez
esa sensación de inminente encierro
y tragedia, y en esa atmósfera parsimoniosa
capaz de quebrarse en cualquier momento
y con la muerte respirando en la nuca.
Claro que el film pudo tomar una postura
quizás más seria respecto
al subgénero en que se metió.
Hotel sin salida termina
rozando algunos lugares comunes (el drama
de la pareja en el pasado no tiene casi
peso, el desenlace en sí), aunque
moldea con bastante sensatez a personajes
y antagonistas. El dueño del hotel
se asemeja mucho al director John Waters
y como que uno nunca termina de ver toda
la locura que puede salir de esa cabeza.
Hay una sensación hermética
y a la vez una sugestión que va in
crescendo, a medida que el espectador
es testigo de la violencia con la que se
han filmado los numerosos cortos snuff
y con la cual irrumpen los dos asesinos
"mudos" en esa macabra habitación,
dentro de un motel perdido en el bosque
y que coloca a sus dos personajes principales
como en un juego en el que tienen que sobrevivir
en base a tres ambientes: la administración,
un cuarto sin ninguna privacidad, y una
vieja estación de servicio vecina,
con alcantarillas de por medio y que seguramente
evocan la ópera prima de su realizador.
En definitiva, una película corta
que apostó por un momento, elaborando
un relato tenso, hecho por un joven director
al que habría que seguir con mucha
más atención.
FRONTERAS EN LA DELGADA LÍNEA

Guinea Pig
Las autoridades policiales italianas dudaron
una vez de si aquella película que
llegó a estrenarse en cines tenía
un asesinato filmado o no. La obra en cuestión
era el clásico de culto Holocausto
Caníbal (1980) y el director
italiano Ruggero Deodato no se salvó
de ir a declarar, hasta que comprobaron
que ningún ser humano había
muerto en lo que en realidad era un falso
documental, sobre lo que pasaba con "un
equipo de cuatro reporteros norteamericanos
que había sido devorado vivo por
los salvajes caníbales del Amazonas".
Las sospechas, claro, surgieron a partir
del grado de realismo transmitido por los
maquillajes y los litros de falsa sangre
que se habían vertido en escena.
Pero los que no se salvaron durante el rodaje,
lamentablemente, fueron los animales, y
eso llevó a Deodato a ser demandado
por la Sociedad Protectora de Animales de
su país.
De lo que no hubo duda alguna, a modo de
ejemplo, fueron de las decapitaciones cometidas
por Al-Qaeda y emitidas, en parte, por algunos
noticieros de televisión. Ese material
por cierto tampoco puede ser considerado
snuff, ya que dichas filmaciones
no tienen fines comerciales, por más
que cualquiera que nada tuviera que ver
con los asesinatos ni con los que lo cometieron,
consiguiera el material e intentara comercializarlo.
Ese fin de atemorizar al enemigo en la guerra
también fue utilizado por el gobierno
vietnamita, que llegó a repartir
entre la población videos de las
ejecuciones que ordenaba, con el fin de
que la gente abandonara la idea de robar
y por tanto no ser condenada a muerte.
En la saga Rostros de la muerte,
los famosos VHS que circulaban por los videoclubes
rioplatenses en los ´80 y ´90,
se podían apreciar ejecuciones en
silla eléctrica, suicidios, decapitaciones,
accidentes, ataques de animales peligrosos,
autopsias, trabajo policial riesgoso, testimonios
y declaraciones de profesionales, más
un largo etcétera. Esto a su vez
se mezclaba con muertes ficticias que por
momentos parecían demasiado reales
y que se hacían eco de aquellas producciones
japonesas de Guinea Pig,
donde trataban de emularse lo más
perfectamente posible las míticas
películas snuff, y obviamente
de la saga italiana Mondo Cane
(1962), impulsada por Don Gualtiero Jacopetti
y que inauguró de alguna forma los
documentales mondo. Estos trabajos estaban
tan bien hechos que, en el caso de Guinea
Pig (en Mondo Cane
también hubo "maquillaje"),
el FBI terminó interviniendo a los
productores, dudando de que si lo que habían
visto con sus ojos era real o no. Finalmente
los realizadores demostraron que todo lo
que se veía era falso.
Con Jacopetti
la cosa fue distinta, ya que el hombre trataba
de reflejar, buen uso de cámara y
montaje mediante, un abanico lo más
abiertamente posible y durante gran parte
de su trabajo de lo que era la naturaleza
y la variedad en la cultura humana, y eso
le posibilitó figurar en renombrados
festivales de cine, aunque tampoco era un
Buñuel en sus mejores momentos surrealistas
ni mucho menos. Claro que en Mondo
Cane no hay snuff, pero
este subgénero, el mondo, fue clara
inspiración para la camada de cortos,
películas y documentales que supuestamente
contenían asesinatos reales filmados
durante las décadas del ´70,
´80 y ´90.
BUENOS AIRES ROJO SANGRE

El ángel
de la muerte
Pero hubo un caso medular donde los responsables
de una película hicieron todo lo
posible para dar a entender que lo que se
estaba viendo en su film era absolutamente
verídico. El film se llamó
Snuff: El ángel de la muerte
(1976) y fue dirigido por Michael y Roberta
Findlay, pareja en ese entonces que luego
se desarmó abruptamente; Michael
fue decapitado accidentalmente por la hélice
de un helicóptero y Roberta prefirió
seguir haciendo películas pornográficas
marginales, por cuyo circuito se cree que
también circulan materiales snuff,
reconociendo que el film era "realmente
horrible y sin sentido".
El ángel de la muerte
quiso sacar tajada a partir de la masacre
cometida por el Clan Manson y, además,
fue filmada en Argentina. El slogan publicitario
decía, precisamente, "una
película que solo podía hacerse
en Sudamérica, donde la vida es barata".
Por si fuera poco los distribuidores habían
agregado un final donde se decía
que el asesinato de una joven mujer que
allí se mostraba era real. El circo
terminó de armarse cuando tanto directores
como productores insistían en que
la gente fuera a ver "lo más
sangriento jamás visto frente a una
cámara" y hasta se le pagaba
a distintas personas para que protestaran
en los medios y en contra de la película,
con el fin de aumentar aún más
las sospechas de si lo que se veía
en el film era verídico o no (una
mano cortada en pedacitos luego aparecía
entera...).
La secta violenta y sanguinaria de esta
película tuvo un antecedente inmediato
en La última casa a la izquierda
(1972), ópera prima de Wes Craven,
quien curiosamente, cuatro años después
de El ángel...,
sería uno de los directores del documental
The Evolution of Snuff
(1978), que probablemente quería
aprovechar la repercusión causada
por El ángel...
y en donde apareció Claudia Fielers,
actriz de películas eróticas
que un año más tarde se suicidó
tomando veneno.
En este falso testimonio (mockumentary),
los asesinatos de La última
casa... eran mostrados como algo
verídico; incluso se podían
apreciar hasta declaraciones del propio
Roman Polanski, aludiendo al caso de Charles
Manson. Tanto en La última
casa... como en El ángel...
había una pandilla dispuesta
a todo. Y en El loco de la motosierra
(1974) de Tobe Hooper la que se robaba la
atención era una familia caníbal
de Texas. Se decía que este grupo
existió pero en realidad no fue así,
ya que la (lejana) inspiración para
el film vino de la misma fuente de Psicosis
(Alfred Hitchcock, 1960): el asesino de
la novela homónima escrita por Robert
Bloch poco tiempo antes. Pero claro; el
grado de realismo en La última
casa... y en El loco...
solo lo podrían lograr dos maestros
del terror, como lo fueron Craven y Hooper.
Yendo muy hacia atrás habría
que recordar también, por su estética
y las atmósferas que lograba construir,
ese considerado semidocumental que se tituló
Haxan: La brujería a través
de los tiempos (1922), una obra
maestra del cine mudo, dirigida por el danés
Benjamin Christensen, que giraba alrededor
de la hechicería y la religión.
El impacto de El ángel de
la muerte no dejó indiferentes
a países como Alemania o Brasil,
donde el director paulista Claudio Cunha
hizo Snuff: Víctimas del
placer (1977). Aquí un grupo
de cineastas (la mayoría venido a
menos) engañaba a actrices jóvenes
diciéndoles que iban a hacer una
película condicionada, cuando en
realidad las iban a matar frente a las cámaras.
LEYENDAS URBANAS

Tesis
Dentro de la camada de falsos documentales
que aparecieron en los ´90 y en lo
que va del nuevo milenio hubo dos que se
convirtieron en verdaderos clásicos:
Alien Abduction (Dean Alioto,
1998) que fue hecho para televisión
(aquí pudo verse varias veces por
Cinemax), y El Proyecto Blair Witch
(Daniel Myrick, Eduardo Sánchez,
1999), film independiente que llamó
la atención en el Sundance y que
se convirtió en un fenómeno
de taquilla. Mientras en el primero (absolutamente
aterrador) se registraba la llegada de un
grupo de extraterrestres invadiendo el mismísimo
hogar de una familia en el campo, en el
segundo se sospechaba, desde antes del estreno
en circuito comercial, que lo que se veía
en las imágenes registradas por los
estudiantes desparecidos era real. El mito
de la bruja de Blair parecía materializarse
en esas latas perdidas que se encontraron
en un bosque y a pesar de que durante toda
la película no se ve absolutamente
nada se va sugestionando cada vez más
al espectador, a medida que transcurren
los minutos, hasta llegar a un final por
demás perturbador.
Pero... ¿qué hay de aquellas
ficciones que tomaron como algo muy serio
y perfectamente posible el tema del snuff?
Paul Schrader realizó en 1979 y con
mucha puntería ¿Dónde
está mi hija?, con George
Scott enterándose con espanto en
una sala de cine pornográfico en
California que su hija desaparecida era
la que estaba actuando en pantalla. La desesperación
por encontrarla lo llevó irremediablemente,
y gracias a la colaboración de un
detective privado, a meterse en un submundo
peligrosísimo y con resultados finalmente
lamentables.
Ese mismo acercamiento, casi con el mismo
impacto aunque con menos vigor dramático,
fue practicado veinte años después
por el polémico Joel Schumacher en
8mm., donde Nicolas Cage
es contratado por la viuda de un millonario,
que encuentra en una caja fuerte un corto
snuff donde se ve el asesinato
de una joven. Eso lleva al protagonista
(aquí también aparece un no
tan conocido por ese entonces Joaquin Phoenix,
en una de sus mejores actuaciones) a un
viaje hacia Hollywood para saber el origen
de esa mujer. Su investigación comienza
en el mundo de la pornografía y luego
termina en otro realmente aterrador, poniendo
en juego su propia vida y siempre dando
lugar a un trabajo que se vuelve cada vez
más obsesivo. Esta fue la siguiente
película que escribió el guionista
Andrew Kevin Walker, luego de Seven:
Pecados capitales (David Fincher,
1995).
Finalmente, en Tesis (1996)
Alejandro Amenábar intentaba dar
una respuesta al por qué de la fascinación
por el morbo y la violencia de mucha gente,
como la que se produjo con el fenómeno
de El ángel de la muerte.
Ese tema era la tesis del protagonista,
quien junto con su compañero, descubre
asombrado un corto snuff protagonizado
por una joven que es alumna del lugar donde
ellos estudian. Esta fue quizás una
de las mejores y más reflexivas películas
sobre el snuff, que también
cuestionaba la violencia cotidiana en los
medios de comunicación y cómo
ésta impactaba en la sociedad; un
tenso thriller que, a pesar del tema que
trataba, no era efectista (como Eli Roth
en la saga de Hostal) sino
que tan solo sugería los hechos (como
Eli Roth, en otros momentos muy acertados
de la saga de Hostal).
Ópera prima y quizás la mejor
película del joven director chileno.
NOTA:
El fotógrafo del pánico
(Michael Powell, 1960) fue la película
omitida en este informe, para usarla en
el sorteo de entradas dobles de Hotel
sin salida.
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