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A Dios Momo y Whisky
DOS URUGUAYAS EN LA MIRA

por Luis Dufuur (marzo, 2006)


AH..... DIOS MOMO




Mathías Acuña y Jorge Esmoris en A Dios Momo




Presentación




A dios Momo es una película dirigida por Leonardo Ricagni, que tiene la pretensión de ser un film en el que se una la minoridad en situación de calle, con el más ferviente espíritu murguero pero... se queda ahí nomás. Podría ser una adaptación uruguaya de la película brasileña Cuidad de dios (Katia Lund, Fernando Meirelles, 2002) solo que acá a los niños de la calle los salva la murga, y el carnaval de la delincuencia y el analfabetismo. Aquí va una parte de la crítica que realizó Alberto "Beto" Gaglione en 1998 sobre El Chevrolé (1998) película también dirigida por Leonardo Ricagni. "Las locaciones... están bien. Hay en general un gran despliegue que se percibe desde el comienzo y que puede engañar a cualquiera porque nomás pinta el narrador la caga. Y de ahí en mas la película esta vacía. El País primero siempre." (Gaglione, A. 1998:34).


Sorprendente actualidad, aunque en realidad no está del todo vacía la película, sino que es una gran kermese fílmica, en donde hay de todo, y vale todo. La exaltación de populismo en general, mezclado con cierto condición cultural arraigada en la mitología murguera, hace que la película transite por el territorio de lo cursi en forma perpetua.


Una vez le escuché decir en el espectáculo Esto es cultura animal, al actor Alberto Restuccia, que "en el Uruguay todo es capaz de ser murgarizado". Parece una fina observación y esta película es un ejemplo vivo de tal apreciación. Hay escenas de antología que son difícil de imaginar. Citaré algunas que pintan de cuerpo entero el ámbito en el cual opera la película. Un panorama romanticote, almibarado, con momentos de risa, ja ja y con la emoción hasta las lágrimas en la despedida, que nos sugiere no un adiós sino un hasta cualquier momento. La poética murguera funcionado a pleno.

Cuplet


Escenas como la que se desarrolla en el bar, donde se le aconseja a Obdulio (Mathías Acuña) que debe ir a la escuela, o la insistencia de la abuela en que se compre la túnica, dan un toque romántico sobre las virtudes y defectos que todo niño (algún director de Codicen diría "educando en valores" pero no nos vayamos por las ramas) debe asumir en la educación primaria. Los parlamentos así lo demuestran, con frases cargadas de hondo dramatismo existencial que denotan un rápido aprendizaje de Obdulio en sus dos visitas al bar : "- la magia se va, cuando se pierde el contacto con las cosas -" ¿Qué tal?


Otra escena imperdible: Obdulio despide simbólicamente al "rusito" (Marcos da Costa); desde la rambla, en el encuadre siguiente, aparece un crucero al mejor estilo de El crucero del amor. La metáfora ahí no funciona del todo bien; Kulechov (Pinel, V. 2002: 68,69), estimado director. Da la sensación que el "rusito" y su mamá se van del Uruguay de vacaciones y no a laburar.

Despedida


Y para el final la última escena no tiene desperdicio. Es la escena clave que marcará un hito en la cinematografía uruguaya. La murga despide a Obdulio y se va cantando hacia el mar; todo parece concluir pero... en la mente del director había algo más. Algo fuerte para no olvidarnos "nunca más" de su película. Irrumpe en el encuadre (y por detrás de Obdulio) un carro tirado por caballos; en este van niños que en sus dorsos portan camisetas de distintos cuadros de fútbol; Obdulio (que ha estado de camiseta celeste con el numero cinco todo el film) sube al mismo y cuando se abre el plano... oh sorpresa: ¡el carro va rodeado de niños vestidos con túnicas y moñas; uniforme de la escuela primariaaaaaaaaa! La Biblia y el calefón. Un sentido homenaje a la patria linyera o se podría decir una consagración del populismo oriental. Claro; todo eso aderezado con banderas del Frente Amplio y el texto de Rosencoff "La margarita", que cuando lo escribió no tenía idea que podía ser usado para tal melosa situación.


Para finalizar, y parafraseando nuevamente a Alberto "Beto" Gaglione en nota que he citado en párrafos anteriores, digo: "las murgas, el Frente Amplio, la rambla, el candombe, los carros tirados por caballos, el alfajor Portezuelo, el diario El País, todo bien pero…. faltaron dos clásicos personajes de nuestro jet set populista: "El Pato Celeste" y el indio "Charoná". Una lástima, ¿no?

- Gaglione Alberto. El Chevrolé, ROU movie. En la revista Café a la Turca. N°5. Segunda Época. Pág. 34 - Montevideo

- Pinel, Vincent. El Montaje, Paidos. Buenos Aires. 2002. Pág: 68 y 69. El efecto K. (realizado por Lev Kulechov en 1921) dirige la atención a la función creadora del montaje. La simple unión de dos imágenes permiten que surja un vínculo o un sentimiento de las imágenes elementales. La circulación de la mirada asegura la unión de quien mira y lo mirado.



CUANDO LAS COMPARACIONES SON BIENVENIDAS


Andrés Pazos y Mirella Pascual en Whisky




Cuando se toman conceptos elaborados por maestros en las diversas temáticas que comprenden al arte, es cuando se potencia no solo el maestro sino a quien lo convoca, que por una razón de ósmosis terminan enriqueciendo su saber. Ésta conjetura vale en el entendido que el arte es un sistema de citas y la cita es un feliz encuentro entre dos o más personas.


Whisky (2004), película dirigida por Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, es una invitación a la cita. En los 94 minutos del film, por detrás de lo que se nos muestra, aparece a modo de fantasma y sobrevolando el espíritu del film el alma cinematográfica, el pensamiento y el estilo del cineasta japonés Yasujiro Ozu. Este film demuestra que las comparaciones son bienvenidas, ya que muchos de los recursos estético-fílmicos creados por Ozu en el manejo de cámara por Rebella y Stoll potencian la historia narrada.


Whisky es una guiñada a la decadencia de la modernidad occidental. La historia oscila entre los sonidos del silencio y la búsqueda del tiempo perdido. Pero estos orientales, a diferencia del otro, van mas allá en sus apreciaciones sobre la sociedad industrial.


En Tokyo Monogatari (1953) Ozu desarrolla una historia de ribetes similares a los de Whisky. Una pareja de ancianos viaja a la capital japonesa para visitar a sus hijos. Estos simulan bienestar y alegría, pero desarrollan una estrategia de persuasión para que regresen los mas pronto posible al pueblo. Todo está bien pero.... todo está mal.


Lo interesante en Tokyo Monogatari es el manejo de cámara y el registro que hace Ozu de la sociedad japonesa pre-industrial, para crear una atmósfera de alegría y desencanto a la vez. Planos cortos y primeros planos, producidos por una cámara colocada a no más de cincuenta centímetros del suelo, son los elementos que el director japonés usa para desarrollar la tarea fílmico-narrativa.


En Whisky ya pasó el encanto del orden y progreso, de las industrias; lo global ha llegado. El agobio, la rutina, el desencanto, la vieja industrialización fordista, y la soledad, aparecen mostradas en planos cortos, en forma asfixiante, o primeros planos microscópicos, casi pornográficos de una cámara que registra, miradas que buscan la distancia, o cuerpos que están ahí dispuestos en el espacio, a los cuales se les ha consumido el tiempo. Esta situación de rutina y tristeza tiene su punto fuerte en el momento que viajan a Piriápolis. El contrato, entre el dueño de la fabrica Jacobo Koller (Andrés Pazos) y Marta (Mirella Pacual), su secretaria-moza-jefa-esposa por unos días, juega entre lo reidero y lo triste. Una simulación que se origina ante el arribo a Montevideo de su hermano Herman Koller (Jorge Bolani) para el matzeva, descubrimiento de lápida once meses después de la muerte de la madre Jacobo y Herman. Rutina, soledad y diálogos vacíos, carentes de vida, son el hilo conductor de dicho encuentro; la tragedia humana llevada al limite.


Whisky destila cierta visión metafísica del hombre contemporáneo, una guiñada al tiempo actual, al silencio, a la angustia de la soledad, al vacío, a la competencia, a los triunfadores y a los perdedores. Una alquimia perfecta entre lo prometido y lo alcanzando por la sociedad occidental.


Ante todo lo mostrado bienvenido el film Whisky (bienvenida la cita a Ozu), que hace del cine algo más que un mostrar, que hace del cine un espacio para la ficción y la reflexión. Whisky además rompe con ese estúpido dicho "hay que apoyar al cine uruguayo" esgrimido por mentes opacas y tristes de nuestra cultura nazional. Cuando una película apunta hacia lo existencial del hombre, hacia su condición humana y universal no hay dicho que valga. Whisky así lo demuestra.

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