AH..... DIOS
MOMO

Mathías Acuña
y Jorge Esmoris en A Dios Momo
Presentación
A dios Momo es una película
dirigida por Leonardo Ricagni, que tiene
la pretensión de ser un film en el
que se una la minoridad en situación
de calle, con el más ferviente espíritu
murguero pero... se queda ahí nomás.
Podría ser una adaptación
uruguaya de la película brasileña
Cuidad de dios (Katia Lund,
Fernando Meirelles, 2002) solo que acá
a los niños de la calle los salva
la murga, y el carnaval de la delincuencia
y el analfabetismo. Aquí va una parte
de la crítica que realizó
Alberto "Beto" Gaglione en 1998
sobre El Chevrolé
(1998) película también dirigida
por Leonardo Ricagni. "Las locaciones...
están bien. Hay en general un gran
despliegue que se percibe desde el comienzo
y que puede engañar a cualquiera
porque nomás pinta el narrador la
caga. Y de ahí en mas la película
esta vacía. El País
primero siempre." (Gaglione, A.
1998:34).
Sorprendente actualidad, aunque en realidad
no está del todo vacía la
película, sino que es una gran kermese
fílmica, en donde hay de todo, y
vale todo. La exaltación de populismo
en general, mezclado con cierto condición
cultural arraigada en la mitología
murguera, hace que la película transite
por el territorio de lo cursi en forma perpetua.
Una vez le escuché decir en el espectáculo
Esto es cultura animal,
al actor Alberto Restuccia, que
"en el Uruguay todo es capaz de
ser murgarizado". Parece una fina
observación y esta película
es un ejemplo vivo de tal apreciación.
Hay escenas de antología que son
difícil de imaginar. Citaré
algunas que pintan de cuerpo entero el ámbito
en el cual opera la película. Un
panorama romanticote, almibarado, con momentos
de risa, ja ja y con la emoción hasta
las lágrimas en la despedida, que
nos sugiere no un adiós sino un hasta
cualquier momento. La poética murguera
funcionado a pleno.
Cuplet
Escenas como la que se desarrolla en el
bar, donde se le aconseja a Obdulio (Mathías
Acuña) que debe ir a la escuela,
o la insistencia de la abuela en que se
compre la túnica, dan un toque romántico
sobre las virtudes y defectos que todo niño
(algún director de Codicen diría
"educando en valores" pero no
nos vayamos por las ramas) debe asumir en
la educación primaria. Los parlamentos
así lo demuestran, con frases cargadas
de hondo dramatismo existencial que denotan
un rápido aprendizaje de Obdulio
en sus dos visitas al bar : "- la
magia se va, cuando se pierde el contacto
con las cosas -" ¿Qué
tal?
Otra escena imperdible: Obdulio despide
simbólicamente al "rusito"
(Marcos da Costa); desde la rambla, en el
encuadre siguiente, aparece un crucero al
mejor estilo de El crucero del amor.
La metáfora ahí no funciona
del todo bien; Kulechov (Pinel, V. 2002:
68,69), estimado director. Da la sensación
que el "rusito" y su mamá
se van del Uruguay de vacaciones y no a
laburar.
Despedida
Y para el final la última escena
no tiene desperdicio. Es la escena clave
que marcará un hito en la cinematografía
uruguaya. La murga despide a Obdulio y se
va cantando hacia el mar; todo parece concluir
pero... en la mente del director había
algo más. Algo fuerte para no olvidarnos
"nunca más" de su película.
Irrumpe en el encuadre (y por detrás
de Obdulio) un carro tirado por caballos;
en este van niños que en sus dorsos
portan camisetas de distintos cuadros de
fútbol; Obdulio (que ha estado de
camiseta celeste con el numero cinco todo
el film) sube al mismo y cuando se abre
el plano... oh sorpresa: ¡el carro
va rodeado de niños vestidos con
túnicas y moñas; uniforme
de la escuela primariaaaaaaaaa! La Biblia
y el calefón. Un sentido homenaje
a la patria linyera o se podría decir
una consagración del populismo oriental.
Claro; todo eso aderezado con banderas del
Frente Amplio y el texto de Rosencoff "La
margarita", que cuando lo escribió
no tenía idea que podía ser
usado para tal melosa situación.
Para finalizar, y parafraseando nuevamente
a Alberto "Beto" Gaglione en nota
que he citado en párrafos anteriores,
digo: "las murgas, el Frente Amplio,
la rambla, el candombe, los carros tirados
por caballos, el alfajor Portezuelo, el
diario El País, todo bien
pero…. faltaron dos clásicos
personajes de nuestro jet set populista:
"El Pato Celeste" y el indio "Charoná".
Una lástima, ¿no?
- Gaglione Alberto. El Chevrolé,
ROU movie. En la revista Café
a la Turca. N°5. Segunda Época.
Pág. 34 - Montevideo
- Pinel, Vincent. El Montaje,
Paidos. Buenos Aires. 2002. Pág:
68 y 69. El efecto K. (realizado por Lev
Kulechov en 1921) dirige la atención
a la función creadora del montaje.
La simple unión de dos imágenes
permiten que surja un vínculo o un
sentimiento de las imágenes elementales.
La circulación de la mirada asegura
la unión de quien mira y lo mirado.
CUANDO LAS COMPARACIONES SON BIENVENIDAS

Andrés Pazos
y Mirella Pascual en Whisky
Cuando se toman conceptos elaborados por
maestros en las diversas temáticas
que comprenden al arte, es cuando se potencia
no solo el maestro sino a quien lo convoca,
que por una razón de ósmosis
terminan enriqueciendo su saber. Ésta
conjetura vale en el entendido que el arte
es un sistema de citas y la cita es un feliz
encuentro entre dos o más personas.
Whisky (2004), película
dirigida por Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella,
es una invitación a la cita. En los
94 minutos del film, por detrás de
lo que se nos muestra, aparece a modo de
fantasma y sobrevolando el espíritu
del film el alma cinematográfica,
el pensamiento y el estilo del cineasta
japonés Yasujiro Ozu. Este film demuestra
que las comparaciones son bienvenidas, ya
que muchos de los recursos estético-fílmicos
creados por Ozu en el manejo de cámara
por Rebella y Stoll potencian la historia
narrada.
Whisky es una guiñada
a la decadencia de la modernidad occidental.
La historia oscila entre los sonidos del
silencio y la búsqueda del tiempo
perdido. Pero estos orientales, a diferencia
del otro, van mas allá en sus apreciaciones
sobre la sociedad industrial.
En Tokyo Monogatari (1953)
Ozu desarrolla una historia de ribetes similares
a los de Whisky. Una pareja
de ancianos viaja a la capital japonesa
para visitar a sus hijos. Estos simulan
bienestar y alegría, pero desarrollan
una estrategia de persuasión para
que regresen los mas pronto posible al pueblo.
Todo está bien pero.... todo está
mal.
Lo interesante en Tokyo Monogatari
es el manejo de cámara y
el registro que hace Ozu de la sociedad
japonesa pre-industrial, para crear una
atmósfera de alegría y desencanto
a la vez. Planos cortos y primeros planos,
producidos por una cámara colocada
a no más de cincuenta centímetros
del suelo, son los elementos que el director
japonés usa para desarrollar la tarea
fílmico-narrativa.
En Whisky ya pasó
el encanto del orden y progreso, de las
industrias; lo global ha llegado. El agobio,
la rutina, el desencanto, la vieja industrialización
fordista, y la soledad, aparecen mostradas
en planos cortos, en forma asfixiante, o
primeros planos microscópicos, casi
pornográficos de una cámara
que registra, miradas que buscan la distancia,
o cuerpos que están ahí dispuestos
en el espacio, a los cuales se les ha consumido
el tiempo. Esta situación de rutina
y tristeza tiene su punto fuerte en el momento
que viajan a Piriápolis. El contrato,
entre el dueño de la fabrica Jacobo
Koller (Andrés Pazos) y Marta (Mirella
Pacual), su secretaria-moza-jefa-esposa
por unos días, juega entre lo reidero
y lo triste. Una simulación que se
origina ante el arribo a Montevideo de su
hermano Herman Koller (Jorge Bolani) para
el matzeva, descubrimiento de lápida
once meses después de la muerte de
la madre Jacobo y Herman. Rutina, soledad
y diálogos vacíos, carentes
de vida, son el hilo conductor de dicho
encuentro; la tragedia humana llevada al
limite.
Whisky destila cierta visión
metafísica del hombre contemporáneo,
una guiñada al tiempo actual, al
silencio, a la angustia de la soledad, al
vacío, a la competencia, a los triunfadores
y a los perdedores. Una alquimia perfecta
entre lo prometido y lo alcanzando por la
sociedad occidental.
Ante todo lo mostrado bienvenido el film
Whisky (bienvenida la cita
a Ozu), que hace del cine algo más
que un mostrar, que hace del cine un espacio
para la ficción y la reflexión.
Whisky además rompe
con ese estúpido dicho "hay
que apoyar al cine uruguayo" esgrimido
por mentes opacas y tristes de nuestra cultura
nazional. Cuando una película
apunta hacia lo existencial del hombre,
hacia su condición humana y universal
no hay dicho que valga. Whisky así
lo demuestra. |