
En su estructura narrativa, ésta
es una conferencia sobre el calentamiento
terrestre y sus amenazas para el medio ambiente,
que el ex-vicepresidente de Clinton, Albert
Gore, ha pronunciado según él
dice "más de mil veces"
a través del mundo, y que el director
Davis Guggenheim mecha aquí con materiales
filmados alusivos, con gráficas animadas,
con registros de los distintos públicos
de esas charlas (desde EE.UU. a China) hasta
volverla un relato cinematográfico
ágil, complejo y apasionante.
A diferencia
de las películas del gordito Michael
Moore este título no desnaturaliza
un tema serio con un tratamiento "divertido".
Aunque Gore incluya chistes en su exposición,
el público nunca olvida que se encuentra
ante un asunto grave al que debe dedicarle
plena atención.
El film
resalta por eso frente al creciente número
de documentales de largo metraje (desde
los de Moore hasta los del gordo Lanata,
en la Argentina) que exponen temas de interés
general calculados para interesar al amplio
y heterogéneo público del
cine comercial. Aquí estamos ante
un problema --el "calentamiento global"--
de la mayor importancia, expuesto por alguien
rigurosamente informado que arriesga su
propio prestigio público atacando
sin subterfugios a quienes considera responsables
del daño ecológico en desarrollo.
La película es un producto político
--aunque también cinematográfico--
de alta calidad.
Parece claro que el origen de los males
que se denuncian está en la inmadurez
comunitaria de los dirigentes con alta responsabilidad
en los asuntos de desarrollo del mundo contemporáneo.
No obstante, la película no limita
sus denuncias a los jefes de grandes multinacionales
y a los políticos más o menos
dominados por ellos. También muestra,
por ejemplo, desastres ecológicos
registrados en el Mar de Aral, en la antigua
URSS (y podría haber agregado otros
como el de Chernobyl, si hiciera falta).
Pero las
gráficas animadas demuestran, en
definitiva, que la mayor parte del calentamiento
que amenaza con el derretimiento de los
casquetes polares, el cambio de clima, la
desaparición de múltiples
especies y el ascenso del nivel de las aguas
oceánicas se debe, en su mayor parte,
a la desaprensión reinante en la
primera y mayor de las sociedades consumistas
del mundo actual, la patria de Gore, los
EE.UU. Y no se puede dejar de pensar que
el neoliberalismo de Milton Friedman y sus
compinches, toda esa cháchara antikeynesiana
de que el mercado "lo arregla todo",
fue la fuerza mayor detrás de la
irresponsabilidad general, política
y económica, que despreció
por décadas las advertencias de los
ecologistas y negó, hipócritamente,
los desastres medioambientales que ya estaban
científicamente probados.
Pero la
película no entretendría,
preocuparía y aún, a veces,
emocionaría a su público,
si no tuviese la elocuencia propia del más
fluído y tenso relato cinematográfico
moderno. No sería extraño
que el director Davis Guggenheim y su equipo
hubieran tenido que ver con los trabajos
de las últimas décadas de
canales como el History Channel o el Discovery.
Es allí (más que en Inglaterra
o la Europa continental) donde se desarrolló
la mejor variedad de relato documental vívido
pero también riguroso, sobre temas
importantes, que ha enriquecido a la televisión
contemporánea con una veta ejemplar
de "nuevo enciclopedismo". La
gran pantalla, con sus panorámicas
en exteriores, con sus inquisitivos primeros
planos de quienes hablan y quienes escuchan
en las conferencias, con el efecto espectacular
de algunas gráficas animadas, agrega
poder de convicción al relato televisivo
en este campo.
Los desastres
del calentamiento global y sus amenazas
para nuestro futuro aparecen, en definitiva,
como daños colaterales del supuestamente
virtuoso apetito de ganancias de algunas
grandes empresas modernas, apetito elevado
a objetivo absoluto y "totalitario"
de su acción. Paradojalmente, es
un buen síntoma de salud del sistema
capitalista industrial de hoy el que esta
documentada protesta se haya abierto camino
en el campo del cine comercial (aunque a
algunos les parezca un poco tarde) para
evitar lo peor de los daños que nos
amenazan, sacudiendo la conciencia pública
para despertar con ella a los porfiadamente
distraídos, hasta ahora, políticos
contemporáneos. |