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Sobre La verdad incómoda
DAÑOS COLATERALES

por Raúl Gadea (setiembre, 2005)
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En su estructura narrativa, ésta es una conferencia sobre el calentamiento terrestre y sus amenazas para el medio ambiente, que el ex-vicepresidente de Clinton, Albert Gore, ha pronunciado según él dice "más de mil veces" a través del mundo, y que el director Davis Guggenheim mecha aquí con materiales filmados alusivos, con gráficas animadas, con registros de los distintos públicos de esas charlas (desde EE.UU. a China) hasta volverla un relato cinematográfico ágil, complejo y apasionante.

A diferencia de las películas del gordito Michael Moore este título no desnaturaliza un tema serio con un tratamiento "divertido". Aunque Gore incluya chistes en su exposición, el público nunca olvida que se encuentra ante un asunto grave al que debe dedicarle plena atención.

El film resalta por eso frente al creciente número de documentales de largo metraje (desde los de Moore hasta los del gordo Lanata, en la Argentina) que exponen temas de interés general calculados para interesar al amplio y heterogéneo público del cine comercial. Aquí estamos ante un problema --el "calentamiento global"-- de la mayor importancia, expuesto por alguien rigurosamente informado que arriesga su propio prestigio público atacando sin subterfugios a quienes considera responsables del daño ecológico en desarrollo. La película es un producto político --aunque también cinematográfico-- de alta calidad.


Parece claro que el origen de los males que se denuncian está en la inmadurez comunitaria de los dirigentes con alta responsabilidad en los asuntos de desarrollo del mundo contemporáneo. No obstante, la película no limita sus denuncias a los jefes de grandes multinacionales y a los políticos más o menos dominados por ellos. También muestra, por ejemplo, desastres ecológicos registrados en el Mar de Aral, en la antigua URSS (y podría haber agregado otros como el de Chernobyl, si hiciera falta).

Pero las gráficas animadas demuestran, en definitiva, que la mayor parte del calentamiento que amenaza con el derretimiento de los casquetes polares, el cambio de clima, la desaparición de múltiples especies y el ascenso del nivel de las aguas oceánicas se debe, en su mayor parte, a la desaprensión reinante en la primera y mayor de las sociedades consumistas del mundo actual, la patria de Gore, los EE.UU. Y no se puede dejar de pensar que el neoliberalismo de Milton Friedman y sus compinches, toda esa cháchara antikeynesiana de que el mercado "lo arregla todo", fue la fuerza mayor detrás de la irresponsabilidad general, política y económica, que despreció por décadas las advertencias de los ecologistas y negó, hipócritamente, los desastres medioambientales que ya estaban científicamente probados.

Pero la película no entretendría, preocuparía y aún, a veces, emocionaría a su público, si no tuviese la elocuencia propia del más fluído y tenso relato cinematográfico moderno. No sería extraño que el director Davis Guggenheim y su equipo hubieran tenido que ver con los trabajos de las últimas décadas de canales como el History Channel o el Discovery. Es allí (más que en Inglaterra o la Europa continental) donde se desarrolló la mejor variedad de relato documental vívido pero también riguroso, sobre temas importantes, que ha enriquecido a la televisión contemporánea con una veta ejemplar de "nuevo enciclopedismo". La gran pantalla, con sus panorámicas en exteriores, con sus inquisitivos primeros planos de quienes hablan y quienes escuchan en las conferencias, con el efecto espectacular de algunas gráficas animadas, agrega poder de convicción al relato televisivo en este campo.

Los desastres del calentamiento global y sus amenazas para nuestro futuro aparecen, en definitiva, como daños colaterales del supuestamente virtuoso apetito de ganancias de algunas grandes empresas modernas, apetito elevado a objetivo absoluto y "totalitario" de su acción. Paradojalmente, es un buen síntoma de salud del sistema capitalista industrial de hoy el que esta documentada protesta se haya abierto camino en el campo del cine comercial (aunque a algunos les parezca un poco tarde) para evitar lo peor de los daños que nos amenazan, sacudiendo la conciencia pública para despertar con ella a los porfiadamente distraídos, hasta ahora, políticos contemporáneos.

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