
Título original: Lost
in Translation
País y año de producción:
Estados Unidos / Japón
Dirección: Sofía
Coppola
Guión: Sofía
Coppola
Con: Bill Murray, Scarlett
Johansson, Catherine Lambert
Duración: 102
minutos
Calificación:
No apta para menores de 12 años
Género: Comedia
/ Drama
Sitio Web: http://www.lost-in-translation.com/
Reseña argumental:
Bob Harris (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett
Johansson) son dos estadounidenses que
están de visita en Tokio. Bob es
un maduro actor de cine que ha viajado
a la ciudad a filmar un comercial de whisky,
mientras que Charlotte es una joven que
acompaña a su esposo (Giovanni
Ribisi), un fotógrafo adicto al
trabajo. Incapaces de conciliar el sueño
en parte debido al desfase de horario
después del largo viaje en avión,
Bob y Charlotte merodean por el hotel
y se conocen una noche en su lujoso bar.
Este encuentro casual rápidamente
se convierte en una amistad sorpresiva.
Charlotte y Bob se atreven a explorar
Tokio juntos, viviendo encuentros jocosos
frecuentes con sus diferentes miembros
de su población y finalmente descubren
una nueva fe en las posibilidades de la
vida.
Sofía Coppola, hija del famoso
realizador Francis, hizo Las vírgenes
suicidas (1999), su debut como
realizadora.
NO SOLO LA HIJA DE...
El cine de Francis Coppola ha
sido con frecuencia excepcional. Pero
dentro de su vasta filmografía
no son muchos los films signados por el
sentimentalismo de sus personajes; es
más, las pocas veces que tuvo en
sus manos proyectos de tales características
se notaba a simple vista cierto hermetismo
exquisitamente cubierto con méritos
cinematográficos; desde la visualmente
impactante Golpe al corazón
(1982), pasando por la fantasía
de Peggy Sue: Su pasado la espera
(1986), la edulcorada aunque no menos
interesante Jardines de piedra
(1987), y llegando hasta el más
flojo de los capítulos de Historias
de Nueva York ("La vida
sin Zoe"), escrito por su propia
hija, Sofía, quien dos años
más tarde sería vapuleada
por la actuación que llevó
a cabo en el El Padrino III,
eran siempre los actores quienes cargaban
con ese peso de transmitir la emotividad
que los guiones de las primeras tres películas
citadas apenas insinuaban.
Curiosamente Sofía sorprendió
a unos cuantos por la calidad de su ópera
prima Las vírgenes suicidas,
en 1999. Y para demostrar que dicho largometraje
no fue casualidad volvió a tomar
un proyecto en el que se encargó
del guión y, por supuesto, de la
realización: Perdidos en
Tokio. Se puede, sí, decir
que los actores también se roban
aquí gran parte de la película
pero, por otro lado, que es imposible
negar la mano sólida, creadora,
y, por supuesto, legítimamente
sensible de esta joven directora, con
personalidad propia y, por suerte, absolutamente
independiente de cualquier exigencia de
marketing.
Pudo haber sido una pequeña joyita
de no ser por los a veces exagerados contrastes
entre casi todos los japoneses que aparecen
en la película y el desconcierto,
los enigmas y la indiferencia de la pareja
protagónica hacia ellos, que no
debería creerse tan perfecta. Claro
que por ahí aparece una descerebrada
mujer de Occidente, oriunda de Estados
Unidos (como la mencionada dupla, compuesta
por Bill Murray y Scarlett Johansson)
y hacia donde la directora también
lanza algunos dardos, del mismo modo que
echa sus propias, particulares miradas
a una ciudad acelerada y a contramano
con la concepción de los protagonistas.
Y lo hace de manera formidable, con cierto
protagonismo, sí, pero muy bien
definido, filmado e insertado.
El caso de Murray-Johansson merece un
capítulo aparte e integra lo que
es el aspecto medular del film. Es evidente
que salieron de la mente de Sofía
Coppola, aunque hay una gama de gestos
y expresiones en Bill Murray que, unidos
a la madurez de la joven veinteañera
y la mutua comprensión y sintonía
que entre ambos desenvuelven, hace de
los intérpretes un factor importante
en el resultado final. Y es bueno que
haya gente de la sensibilidad de Sofía
Coppola; es bueno para un cine independiente
norteamericano que sigue sorprendiendo
y también para una cartelera uruguaya
frecuentemente invadida por películas
pretenciosas y muy infladas en festivales,
que las hacen lucir más de lo que
realmente aparentan.