
Título original: The Brave
One
País y año de producción:
Australia / Estados Unidos, 2007
Dirección: Neil
Jordan
Guión: Roderick
Taylor, Bruce A. Taylor, Cynthia Mort,
sobre historia de los dos primeros
Con: Jodie Foster, Terrence
Howard, Naveen Andrews, Nicky Katt, Mary
Steenburgen
Duración: 119
minutos
Calificación:
No apta para menores de 15 años
Género: Drama
/ Thriller
Sitio Web: http://thebraveone.warnerbros.com/
Reseña argumental: Erica
Bain, es una locutora de radio con una
vida ideal y con una pareja a la que adora.
Una noche toda esta felicidad se desmorona
desde el mismo momento en el que reciben
en la calle una brutal paliza, en la que
ella queda herida y su pareja muere. Incapaz
de olvidarse de la tragedia, comienza
a merodear por el lugar del fatal desenlace
para encontrar a los culpables del asesinato.
El director irlandés Neil Jordan
es conocido por haber realizado Mona
Lisa (1986), El juego
de las lágrimas (1992)
y El ocaso de un amor
(1999). La coguionista Cynthia Mort estuvo
en los libretos de varios capítulos
de Roseanne, mientras
que los dos Taylor habían participado
en el libreto de una curiosísima
película de androides asesinos
(queriendo aprovechar la onda Terminator)
llamada Annhilator (Michael
Chapman, 1986), hecha originalmente para
la televisión y que en Uruguay
se había estrenado directamente
en video.
VIGILANTES DE LA CALLE
Quizás no se trate de simples arranques
o casualidades cuando alguien decide hacer
una película sobre individuos comunes
y corrientes que salen a poner las cosas
en el lugar adecuado y donde la justicia
a veces no puede. A medida que las grandes
ciudades fueron tornándose cada
vez más peligrosas (con Los Ángeles,
Chicago y Nueva York a la cabeza) y que
la ola de violencia era difícil
de contener, el cine norteamericano iba
consolidando algunos personajes famosos
en la pantalla, mientras los sociólogos
aprovechaban para preguntarse cómo
una novela como El vengador anónimo,
que justamente pregonaba que la violencia
era el peor remedio y una parte más
de la criminalidad, en cine tenía
una versión que decía todo
lo contrario. Eso también irritó
en su momento al autor de la novela, Brian
Garfield. Ese mismo año, curiosamente,
aparecía en comics El castigador
(The Punisher, que en cine tuvo dos versiones
lamentables), donde un ex-marine, cuya
familia es asesinada por mafiosos, sale
directamente a la calle para eliminar
a los responsables.
Tema de debate, por cierto y desde varios
aspectos (social, psicológico y
hasta antropológico), el que puede
causar otra película del mismo
estilo como esta Valiente
(2007) del irlandés Neil Jordan,
un "extranjero" que intenta
sacar apuntes (mientras puede) sobre la
sociedad norteamericana pero que tiene
a su vez el mérito de explorar
el por qué una persona de bien
se transforma en un vigilante enceguecido
y cada vez más frío y metódico,
e incluso si el proceder tiene como causa
una venganza que luego se torna una adicción,
o más bien una manera de escapar
al trauma de una dura experiencia vivida.
Algo de eso también había
en El vengador anónimo
(Michael Winner, 1974), que luego derivó
en cuatro secuelas y que terminaron perfilando
al personaje interpretado por Charles
Bronson como un arquitecto experto en
barrer con los criminales. Otra de las
virtudes en la película de Winner,
que en Valiente sin embargo
se trabaja muy poco, es la alusión
a la paranoia de esos mismos ciudadanos
correctos que pueden terminar haciendo
justicia por mano propia ante la más
leve sospecha, pasando por alto a cuerpos
policiales que a veces se ven desbordados
o que incluso cobran mala fama por el
abuso en sus funciones.
El estreno de la película de Winner
en Estados Unidos coincidió con
la altísima tasa de criminalidad
que se estaba dando en Nueva York, donde
las principales razones apuntaban a la
pobreza y al narcotráfico. No solo
pandilleros que salen de la cárcel
buscando recuperar su espacio son los
desafortunados; también gente de
la calle e inocente que es víctima
de confusiones, balas perdidas, otros
que están casualmente en el lugar
y momento equivocado, o de disparos que
acreditan a su autor como flamante miembro
de una pandilla.
Y este film de Jordan también transcurre
en esa "Gran Manzana" esplendorosa
y supuestamente muy segura, sobre todo
luego de los ataques de 2001 a las Torres
Gemelas, comenzando con imágenes
difusas de la ciudad, mientras una locutora
radial (Jodie Foster) evoca momentos,
lugares y artistas que supieron darle
vida al lugar y que en tiempo presente
como que se estaban extrañando.
Jordan comienza creando una especie de
nebulosa, de inconformismo, que minutos
más tarde se amplía a la
burocracia policial y, cámara subjetiva
mediante, a la inestabilidad emocional
de la protagonista. Un oficial contesta
fría y rutinariamente a una desesperada
víctima que busca contención,
mientras de fondo se ve un gran mural
con la bandera de Estados Unidos repleta
de firmas de agradecimiento por parte
de algunos ciudadanos ante el exitoso
accionar de la ley. Según Jordan,
él no quería dar una imagen
violenta de Nueva York; más bien
apuntaba a que ninguna ciudad, por más
segura que fuera, iba a ser perfecta.
El eje argumental de Valiente
es muy similar al de El vengador
anónimo, sólo que
la película de Winner era mucho
más cruda y no andaba tanto con
flashbacks innecesarios y hechos más
cercanos a la ficción convencional
que a la que trata de codearse y generar
algo de reflexión en el espectador
respecto a casos que sacuden a la sociedad.
Un panorama muy similar al de la película
con Charles Bronson, aunque con ambientes
más sórdidos y opresivos,
y con algo de ironía hacia el contexto
de por medio, lo proponía el Vigilante
(1983) de William Lustig. Aquí
hay un trabajador (Robert Forster) en
busca del famoso "sueño americano"
que luego de un brutal ataque a su familia
termina juntándose con los vecinos
del barrio (entre ellos ex-policías),
para integrarse a una banda dispuesta
a erradicar ladrones, violadores y asesinos
a como diera lugar. Ahora los vengadores
ya no estaban solos, dado que Forster
es acompañado aquí por Fred
Williamson, y las actuaciones por demás
convincentes de ambos alcanzaban para
darse cuenta que ya no había tanto
placer en los justicieros al momento de
poner las cosas en su lugar. Lo único
que importaba era que los culpables pagaran
por lo que habían hecho, pero eso
llevaba una vez más a la conclusión
de que la violencia seguía siendo
parte de la vida de todos.
Para reafirmar esto último, el
mismo año Peter Hyams dirigía
Verdugos de la justicia,
donde Michael Douglas interpretaba a un
Juez que, atónito al ver que los
criminales eran increíblemente
amparados por el sistema legal ante la
falta de pruebas, decidía unirse
con sus colegas para formar un grupo y
con el mismo propósito que el de
Vigilante. Las miradas
aquí se extendían a los
trabajadores del sistema judicial (autores
intelectuales de los asesinatos, que contrataban
a un criminal) y también a la de
los familiares de las víctimas
afectadas por los atroces crímenes
de una pandilla que secuestraba, violaba
y asesinaba niños (algunos padres
terminaban suicidándose ante tanta
impotencia). Paralelamente, el espectador
era testigo de más dilemas respecto
a qué era más conveniente,
si cambiar o quebrar definitivamente la
ley.
Pero después de El vengador
anónimo y antes de Vigilante
y Verdugos de la justicia,
hubo una modista violada dos veces en
el mismo día y que salía
rabiosa a la calle para limpiarla de escorias.
El film se llamó Ángel
de venganza (1981) y fue uno
de los primeros en la carrera del talentoso
Abel Ferrara, que sumergía al espectador
aún más en la oscuridad
de Nueva York aunque con más estilo
que contenido. Como en Valiente,
donde Jodie Foster usaba una pistola 9
mm., la víctima de Ángel
de venganza salía con
un revólver, un Magnum 45 (el título
original era justamente Ms. 45). Dejando
de lado ocasionales heroínas de
la camada blaxploitation de los
´70, en Ángel de
venganza, al igual que en Valiente,
era imposible escapar a desenlaces donde
primaba más la justicia ciega,
producto de la angustia y frustración
de ambas mujeres, que una reflexión
del autor de la obra sobre la historia
de venganza que contaba. De ahí
que muchas de estas películas de
bajo presupuesto fueran consideradas de
culto, pero también menores y hasta
despreciadas por la crítica elitista,
por las simples historias que contaban.
Pocas veces los personajes, como en Valiente,
solían dedicar un espacio para
pensar lo que realmente estaban haciendo.
En ese sentido, el film de Neil Jordan
intenta hacerlo pero con resultados irregulares.
La actuación de Jodie Foster ayuda
y da mucha más credibilidad que
lo que al final plantean los guionistas,
incluyendo a un policía que reconoce
las fallas del sistema en que trabaja
pero al que no le queda otra que seguir
lo que dice la ley. Un ejemplo más
redondo, a pesar de que era un asunto
entre solo dos personas, lo dio el ya
fallecido John Schlesinger al dirigir
Ojo por ojo (1996), donde
una ciudadana común (Sally Field)
veía cómo la justicia dejaba
injustamente en libertad al violador y
asesino de su hija adolescente. A pesar
de la oposición de su esposo, ella
tomaba clases de defensa personal y se
convertía en experta tiradora con
el fin de hacer justicia por mano propia.
Podrían incluirse otros casos de
directores algo moralistas (David Fincher,
Joel Schumacher) donde la cosa es al revés;
los desquilibrados son los que se vengan
de la sociedad o concentran toda su bronca
en una figura representativa (el relacionista
público en la cabina telefónica
de Enlace mortal, a modo
de ejemplo). También otros en la
misma línea de mujeres vengadoras,
como el caso real de la prostituta Aileen
Pittman en Monster: Asesina en
serie (Patty Jenkins, 2003),
donde no hay un hombre o una pandilla
específica pero sí otro
síntoma de inconformismo hacia
una sociedad que margina a la cascoteada
mujer y donde cualquiera podía
caer en su bolsa.