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SWEENEY TODD: EL BARBERO DEMONÍACO DE LA CALLE FLEET


Título original
: Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street
País y año de producción: Estados Unidos / Inglaterra, 2007
Dirección: Tim Burton
Guión: John Logan, Christopher Bond (adaptación musical), basado en la obra musical de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler
Con: Johnny Deep, Helena Bonham-Carter, Alan Rickman, Timothy Spall, Sacha Baron Cohen
Duración: 116 minutos
Calificación: No apta para menores de 15 años
Género: Musical / Thriller
Sitio Web: http://www.sweeneytoddmovie.com/



Reseña argumental: Benjamin Barrer (Johnny Depp), un hombre encarcelado 15 años injustamente en el otro lado del mundo, escapa y vuelve a Londres con la promesa de vengarse, junto a su obsesiva y devota cómplice la Sra. Nellie Lovett (Helena Bonham Carter). Adoptando el disfraz de Sweeney Todd, Barker regresa a su antigua barbería encima del local de empanadas de carne de la Sra. Lovett, y fija sus miras en el juez Turpin (Alan Rickman) que, con la ayuda de su vil secuaz Beadle Bamford (Timothy Spall), le mandaron lejos con una acusación falsa y así poder robarle a su esposa, Lucy (Laura Michelle Kelly), y a su hija bebé. La Sra. Lovett le cuenta a Todd que su mujer se suicidó con veneno después de que el juez Turpin se aprovechara de ella. Pero cuando un barbero rival, el flamante italiano Pirelli (Sacha Baron Cohen), amenaza con descubrir la verdadera identidad de Sweeney, Todd le mata cortándole la garganta. Al no saber qué hacer con el cuerpo, la Sra. Lovett ve esta circunstancia como una potencial solución para su debilitado negocio: usar la carne humana para el relleno de sus empanadas de carne…

El director Tim Burton es conocido por haber hecho films como Beetlejuice: El superfantasma (1988), Ed Wood (1994) y El cadáver de la novia (2005). El guionista John Logan estuvo en los libretos de Gladiador (Ridley Scott, 2000), El último samurai (Edward Zwick, 2003) y El aviador (Martin Scorsese, 2004), entre otros.

MESERO: ¡HAY SANGRE EN MI MUSICAL!


No recuerdo haber sabido que ninguna compañía de teatro, uruguaya o argentina, haya representado el musical de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler, Sweeney Todd. ¿Carencia de interés en el trasplante desde Broadway hacia estas latitudes? Resulta una tarea algo difícil comparar este largometraje con el producto de origen, tanto más con dos cuestiones revoloteando: por un lado, qué tanto se puede esperar de la combinación de dos géneros tan dispares como son el musical y el de terror, mientras se intenta revelar una crítica social a cierto mundo ido (Londres del siglo diecinueve); por otro lado, qué ocurre con una obra que se estrenó en Broadway (1979) con Len Cariou y Angela Lansbury (la que después haría en televisión la serie Reportera del crimen), sustituidos ahora por el trío Johnny Depp, Helena Bonham Carter y Tim Burton.

Obviando las dudas, la película parece un éxito. ¿Qué tan grande? Improbable decirlo. Concedo que el interés por ver un musical sobre un vengador inglés puede no emerger en el espectador rioplatense, pero se me ha de conceder que el género de terror sigue siendo un aliciente para comprar la entrada al cine: el público uruguayo (¿debo agregar "adolescente masculino" o me estoy quedando corto?) sigue respondiendo con asiduidad al sobresalto en la butaca, y más cuando involucra litros de sangre y exposición de órganos vitales (Saw, Hostel, 300). La segunda duda resulta más manejable: habiendo visto once de los doce largos de Tim Burton, e incluyendo sus tareas como guionista y productor junto a Henry Selick en El extraño mundo de Jack (1993) y en Jim y el durazno gigante (1996), puedo afirmar que el tono general sintoniza la frecuencia que el cineasta ha manejado con antelación.

Un caballero inglés que regresa a Londres en busca de venganza, instala una barbería que encubre un matadero para sus víctimas, y luego las cocina en pasteles, puede parecer un anécdota bastante estúpida(!), pero la gracia de la burla se esconde en las canciones de Sondheim que exponen el desequilibrio de maneras y manierismos de una sociedad de castas. Por lo que he leído, Burton mantiene la mayoría de las tonadas del original en el traspaso al celuloide, mientras expone surtidores de sangre muy roja, pone a cantar a gente no muy apropiada (Depp aguanta, Bonham Carter menos y Sacha Baron Cohen apenas), y repiquetea mordacidades sobre el homicidio, la locura, la explotación infantil y el canibalismo.

Quizá esta sea la única queja que pueda hacerse, conociendo de antemano el ojo de Burton: esta película adolece de una morbosidad (¿sadomasoquista?) más allá del repiqueteo de reojo. Añoré esa obsesión enfermiza al reírse de la auto aniquilación consciente de la raza humana en Marcianos al ataque (1996), o la caricatura cruel de los pequeños engendros en que hemos convertido a nuestro hijos en Charlie y la fábrica de chocolate (2005), o la constatación de un medio social capaz de la discriminación envidiosa, aquella que termina por anular el genio creador de Ed Wood (1994) o El joven manos de tijera (1990).

Con Sweeney Todd, por el contrario, si se quería ser virulento o trasgresor se hubiese necesitado algo más que unas tomas, casi desapercibidas, sobre fumadores de opio, el incesto del Juez (perturbador Alan Rickman) o el niño alcohólico. Burton y el guionista John Logan (Gladiador, El aviador) salpican desde el inicio al espectador con la sangre sin omitir los detalles asquerosos (los pasteles, la carnicería, la falta de sanidad), pero se trancan con el implante romántico entre el joven y la supuesta hija de Todd. Parte de esa ordinariez rústica que define el humor negro en los films del cineasta nunca aparece, como tampoco algo de esa simpatía patética que despiertan sus héroes. De esta forma, el aire de sátira romántica o drama trágico que todo el asunto requería, se evapora.

Como compensación por ocultar la amargura y la pudrición que la venganza genera en el alma humana, el film dispone una envoltura muy atractiva. La fotografía de Dariusz Wolski y la dirección de arte de Dante Ferretti regeneran el Londres pardo y sombrío de un cuento de Dickens, un callejón de perdición gris con el rojo de la mutilación que estalla por contraste. Burton se juega a ese contraste, mientras hace espacio para las fantasías bucólicas y enviciadas de su esposa (Bonham Carter) en un picnic o en la playa: chispazos de relatos dentro del relato, como en El gran pez (2003).

Por supuesto, la sofisticación de la pluma de Sondheim prevalece (hay que poner especial cuidado al escuchar la canción sobre el sabor de cada pastel según el tipo de persona), compensado la liviandad de la trama. De hecho una pista del traspié del film puede rastrearse desde este punto de vista: las letras hacen intuir que el héroe en la obra de Sondheim es de una malicia intrínseca, por lo que la condena es reflejo de un accionar torcido; el héroe de Burton, personificado por Depp con idéntica prótesis de navajas y el mismo rostro de tiza que en El joven..., no es más que un asesino melancólico. Su condena es descubrir en el final que su malicia es intrínseca, mientras visiona el sueño de lo que no fue.

Es una ventaja que dos estudios de Hollywood (Warner Bros. y Dreamwoks) tengan interés en distribuir un musical al día de hoy, sobre todo pensando en que los adelantos de promoción de la película omiten casi por completo que se trata de un musical. Para mí fue una ventaja el hecho de que, a pesar de no conocer el material de origen, el film funcione. Sólo hubiese deseado un poco más de humor negro, un poco más de rusticidad.


Danilo S


VER RESEÑA DE RAINER TUÑÓN


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