
Título original: Toy Story
2 3D
País y año de producción:
Estados Unidos, 1999
Dirección: John
Lasseter, Ash Brannon, Lee Unkrich
Guión: Andrew
Stanton, Rita Hsiao, Doug Chamberlin,
Chris Webb, sobre historia de Pete Docter,
JL, AS, AB, basado en los caracteres creados
por Joss Whedon, AS, Alec Sokolow y Joel
Cohen para Toy Story (JL, 1995)
Duración: 92 minutos
Calificación:
Apta para todo público
Género: Animación
/ Aventuras / Comedia / Fantástico
Sitio Web: http://www.toystory2.com/
Reseña argumental: Mientras
Andy está en el campamento de verano,
Woody es secuestrado por Al McWiggin,
el codicioso propietario de la juguetería
"Al´s Toy Barn", quien
colecciona muñecos para venderlos
a museos. Buzz, el Señor Cara de
Papa, el perro Slinky, Rex y Hamm saldrán
al rescate de su amigo vaquero, pero deben
apresurarse, ya que Al está a punto
de venderlo a un museo en Japón
y si se concreta la venta no podrán
verlo más.
El codirector John Lasseter había
realizado la primera parte de Toy
Story (1995); también
estuvo en la dirección de Bichos:
Una aventura en miniatura (1998)
y Cars (2006). Su aquí
colega Ash Brannon codirigiría
tiempo después Los reyes
de las olas (2007) junto a Chris
Buck. Y el realizador Lee Unkrich estaría
años más tarde en la dirección
(con AS) de Buscando a Nemo
(2003).
Curiosidades:
Se había pensado originalmente
en un mediometraje para la secuela de
Toy Story pero inmediatamente
se lo extendió a largo para ser
editado directamente en video y DVD, como
venía ocurriendo con varios éxitos
Disney. Finalmente (y por suerte) esta
segunda parte, también producida
por Pixar, pudo ver la luz en pantalla
grande.
LA ANIMACIÓN AL PODIO
El vaquero Woody está en problemas:
un fanático coleccionista se lo
ha llevado. El astronauta Buzz y su pandilla
intentarán rescatarlo. Los obstáculos
serán numerosos. Toy Story
2 (1999) es una nueva fantasía
que apunta al entretenimiento liso y llano
y con la misma filosofía que siguiera
su antecesora, sólo que esta vez
la animación pudo llamar la atención
de la crítica toda para ser respetada
y no subestimada como algo dedicado exclusivamente
al público infantil. Los resultados
de esta secuela de Toy Story
(1995) de John Lasseter no habían
sido ninguna casualidad. Aquí se
vuelve a demostrar que con las computadoras
no sólo se hacen efectos asombrosos
sino también historias atractivas,
bien narradas, dueñas de un humor
inteligente, que mezcla ingenio y creatividad,
inocencia con la nostalgia más
pura.
Al momento de haberse estrenado esta segunda
parte en 1999, que venía con la
presentación del corto Luxo
Jr. (1986) de Lasseter, Disney
ya marcaba presencia con una serie de
clásicos que de alguna manera la
habían resucitado a partir de 1989
(La sirenita), que entraron
en la historia compitiendo nada menos
que en la categoría a Mejor Película
del Oscar de la Academia de Hollywood
(La bella y la bestia,
1991), y que tuvieron su punto más
álgido en el suceso de El
Rey León (Rob Minkoff,
1994) e incluso en brillantes animaciones
como Tarzán (Kevin
Lima, Chris Buck, 1999). Al mismo tiempo,
distribuyó, antes y después
de la revolucionaria Toy Story,
llamativos ejercicios de animación
stop motion, y también
con muñecos como protagonistas;
El extraño mundo de Jack
(1993) y Jim y el durazno gigante
(1996) fueron dirigidas por Henry Selick
y con producción de Tim Burton,
viejo colaborador de los estudios Disney,
que incluso conocía a Lasseter
desde hacía años. Y el encanto
de todas estas animaciones también
tenían su inspiración en
los grandes maestros americanos, asiáticos
y europeos en la materia, que eran respetados
por toda la camada de nuevos realizadores
que hicieron eclosión en los ´90.
Esta segunda parte de Toy Story
logra superar a la primera, gracias a
una concepción digital más
arriesgada (y por ende sofisticada) y
a un relato repleto de atractivos. La
gracia emana de las peligrosas aventuras
que viven esos muñecos que parecen
estar llenos de vida, los innumerables
guiños cinéfilos (volviéndose
a acercar a un público no solamente
infantil), las cómicas ocurrencias
de personajes secundarios, y ese retrato
agridulce pero siempre cuidadoso, delicado,
que se hace de ese "malvado"
coleccionista. También se vuelven
a manejar conceptos como la amistad y
el compañerismo; una simple reacción
humana, como comprar muñecos nuevos
o viajar a la adolescencia archivando
viejos juguetes, se convierte en un factor
dramático de peso para los seres
de plástico y a la vez en un momento
nostálgico para ese espectador
que como Lasseter seguramente haya recordado
esa niñez que sigue llevando muy
por dentro.