
Título original: Reus
País y año de producción:
Brasil / Uruguay, 2011
Dirección: Eduardo
Piñero, Pablo Fernández,
Alejandro Pi
Guión: Eduardo
Piñero, Pablo Fernández,
Alejandro Pi
Con: Camilo Parodi, Alberto
Acosta, Walter Etchandy, Micaela Gatti,
Mauricio Navarro
Duración: 90 minutos
Calificación:
No apta para menores de 15 años
Género: Drama
/ Policial
Sitio Web: http://www.reusfilm.com/
Reseña argumental: En
Montevideo, en el mítico barrio
Reus hay una familia; la banda del Tano.
Esta familia mantiene una lucha por el
poder con los comerciantes de la zona,
integrantes de la colectividad judía.
Reus es la historia de un barrio, de una
familia y de los códigos con los
que se manejan. Es un filme que retrata
estos personajes, producto cada uno de
su entorno. Rigen su vida con unos códigos
muy claros. Pero en el mundo de hoy los
mismos se pierden, y el equilibrio del
barrio se rompe.
LA CONSTRUCCION DEL CINE URUGUAYO
Reus inaugura una nueva
dimensión en el proceso creativo
actual de nuestro cine: la de un trabajo
ya no obsesionado por la caligrafía
prolija en torno a temas menores. Es,
por el contrario, una narración
poderosa y coral, para público
muy amplio, con un pulso contagioso y
una elocuencia siempre pegada a la realidad
social que se quiso mostrar. Probablemente
forme parte de la construcción
colectiva de un cine latinoamericano,
pues no sería como es sin los antecedentes
de Un oso rojo y Ciudad
de Dios.
La impresión de verdad que la historia
deja en su público no surge por
casualidad. De los tres realizadores,
uno de ellos vivió y mamó
esas verdades, como niño y adolescente,
en el popular Barrio Reus, epítome
de lo montevideano, en un período
de críticos enfrentamientos como
el que evoca el film. Esa base documental
permite la acumulación de detalles
sutiles cuya poesía (como en El
viaje hacia el mar de Guillermo
Casanova) deriva del concentrado amor
con que esos detalles son definidos hasta
saturar la narración: las calles
vecinales que bullen con la actividad
de los pequeños comercios de los
judíos importadores de electrodomésticos
y baratijas diversas, las conversaciones
mientras los personajes caminan por las
aceras concurridas y sombreadas, los patios
con claraboya que inundan de luz los interiores
altos de las casas viejas, el follaje
de los plátanos que asoma por encima
de las azoteas.
Pero la belleza de ese ambiente popular
es sólo un telón exótico
para las situaciones que allí se
están viviendo. En aquella zona
otrora de pequeña clase media,
pululan marginados, drogadictos, inseguridad
creciente, una mini delincuencia descontrolada
que inevitablemente cobrará al
barrio, antes o después, un impuesto
en vidas. Se han formado fuerzas fatalmente
destinadas a chocar, y la historia de
esos choques será la película.
Un libreto sobrio, dinámico y tenso
cuenta sus episodios sin morosidad, pero
con una aptitud para definir rápidamente
personajes convincentes que recuerda al
mejor Adrián Caetano. En ambos
casos los personajes salen de observaciones
directas de la vida real, pero la elocuencia
con que están vertidos es esencialmente
cinematográfica. El "Tano"
se impone como protagonista desde las
primeras tomas, como resultado de su expresión
reconcentrada (lleva "el destino
en la cara" como decía Jiri
Trnka de sus marionetas) que sale no sólo
de la composición del actor y de
la estupenda dirección de actores,
sino de unos close ups en interiores
en penumbra admirablemente compuestos
por el fotógrafo.
Todo el trabajo de casting es
un logro importante del film porque la
mayoría de los personajes parecen
estarse interpretando a si mismos, sin
diferencias percibibles entre los actores
profesionales y los actores improvisados
del barrio. Los diálogos son breves,
funcionalmente informativos y siempre
creíbles. Las cámaras se
mueven con fluidez por los distintos ambientes
registrando, sin confundir al espectador,
las intervenciones de los numerosos personajes.
El acompañamiento sonoro, fundamentalmente
rítmico, agrega legítima
tensión al relato.
Pero el film no es "perfecto".
Creo que el final, por ejemplo, no llena
las expectativas dramáticas que
la obra había despertado. La excelencia
del relato anterior reclamaba una culminación
vertiginosa de escenas en el desenlace,
un crescendo, no un hiato que
lleva luego, sin fuerza suficiente, hacia
el personaje del niño visto como
interrogación hacia el futuro.
El cierre de la historia resulta "correcto",
pero no tan poderoso como se necesitaba.
Quienes trabajaron haciendo esta película
expresaron una voluntad de "contarle
el país a su gente" a través
de una historia entretenida pero verosímil,
que registra las condiciones reales de
un momento de la vida colectiva. No parece
haber ninguna voluntad política
conciente en los autores que procuraron,
eso sí, lograr un testimonio sincero
sobre una situación social notoria.
Pero lo que muestra en definitiva esta
historia de rivalidades entre comerciantes
judíos y delincuentes diversos
en el Barrio Reus… es la resistencia
del Uruguay batllista ya moribundo (aunque
todavía asomando, por ejemplo,
en la "ceibalita" del hijo del
protagonista) a la gran fractura social
que trajo el triunfo del neoliberalismo
hoy dominante. Los peligrosos despojos
humanos que la película describe
habrían sido en otra época
trabajadores de industrias de mercado
interno, protegidas, que aseguraban el
pleno empleo. Gentes abandonadas desatinadamente,
hace generaciones, a la desocupación,
sin darle respuesta en nuevos trabajos,
hasta que cayeron en la violencia y las
drogas, y en una delincuencia fuera de
control como único modus vivendi
a su alcance.
El film servirá, en el futuro,
como un testimonio de este cruel proceso
de partición gradual de la sociedad
entre privilegiados y "precarizados",
con una menguante y aporreada clase media
atrapada entre esos dos extremos.
El pulso narrativo épico-moderno
de la obra es producto de una convicción
realista profunda (la de retratar la realidad
que duele) y no de un simple deseo de
entretener. El mero deseo de entretener,
dentro de una sociedad decadente que no
se anima a mirarse al espejo, produce
a Tinelli y sus variaciones. Lo que Reus
demuestra es que el cine uruguayo está
entrando en una etapa decisiva de maduración.