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3


Título original
: 3
País y año de producción: Alemania / Argentina / Uruguay, 2012
Dirección: Pablo Stoll
Guión: PS, Gonzalo Delgado Galiana
Con: Humberto de Vargas, Sara Bessio, Anaclara Ferreyra Palfy, Néstor Guzzini, Matías Ganz
Duración: 115 minutos
Calificación: No apta para menores de 12 años
Género: Comedia / Drama
Sitio Web: http://www.3pelicula.com/





Reseña argumental
: A Rodolfo (Humberto de Vargas) la vida le parece vacía y fría en su casa, donde parece sobrar. Por su parte, su primera esposa Graciela (Sara Bessio) y la hija adolescente de ambos, Ana (Anaclara Ferreyra Palfy), están viviendo momentos definitorios de sus vidas. Sutilmente, Rodolfo tratará de ocupar el lugar que tenía junto a ellas y dejó hace diez años. 3 es una comedia sobre tres personas y su absurda condena: ser una familia.

El director uruguayo Pablo Stoll es conocido por trabajos como Hiroshima (2009) y por haber codirigido junto a Juan Pablo Rebella, las laureadas 25 Watts (2001) y Whisky (2004). El aquí coguionista Gonzalo Delgado Galiana participó en los libretos de Whisky y La vida útil (Federico Veiroj, 2010).


LOS LEVES ABISMOS DEL ALMA

"3"

Primeramente sería necesario aclarar que aún no he visto el film Hiroshima de Pablo Stoll, pero que sí adherí con admiración a 25 Watts, realizada con su amigo y compañero, Juan Pablo Rebella, y que Whisky, dirigida también por los dos hacedores, me pareció una culminación dentro de la cinematografía uruguaya, un hito fílmico que marcó para muchos, un antes y un después.

3, el reciente opus de Stoll, lleva tras sí la tradición de esas dos películas emblemáticas; no es fácil abandonar cierta melancólica "grisura" topical, pero el realizador en cierta forma propone otro tipo de postulación fílmica, en cuanto a la movilidad que le ha otorgado a la cámara que sigue los vaivenes de sus personajes, lejos de los encuadres inmóviles de Whisky, en el uso más dramático de la música, que muestra por ejemplo, a través de una canción, la pérdida, el fin de la inocencia de un personaje; o por momentos la recuperación de un pasado, mediatizado por un disco, que el agonista encuentra casualmente. La "comunicación" de los personajes por medio de la música, es un hallazgo en este film, - entre otras cosas -.

Stoll pareciera proponerse en 3, ahondar en las contradicciones de la clase media uruguaya, con un dramatismo que no pasa por el discurso dialógico, sino por los rostros, las gestualidades, las acciones de los agonistas, por los objetos, las elipsis, por las tomas fuera de campo, apelando a un humor agridulce, al absurdo, a la ironía que tal vez connote definir a su film como "una comedia familiar"; liviana en apariencia pero con momentos y situaciones asordinadamente dolorosas y/o patéticas.

Stoll cuenta una historia de tres soledades (e insinúa algunas más): la del dentista, que quiere volver a su hogar, luego de una larga separación, la de su ex-esposa y su hija, que viven juntas, pero que realmente no se comunican demasiado.

La encarnación del papel del odontólogo, lo desempeña el comunicador televisivo y actor, Humberto de Vargas (Rodolfo), a quien las imágenes lo van mostrando en su rutina diaria, en su meticulosidad y pulcritud proverbiales, en sus frustradas prácticas futbolísticas. El espectador se entera que tiene o vive en pareja, por las colillas de los cigarrillos apagados que deja en los ceniceros la dama, y que Rodolfo se apremia en tirar, pero el espectador no la ve. Se proyecta además en acciones maliciosas, respecto de las plantas que con tanto cuidado riega Rodolfo, y que a ella decididamente le molestan. No habrá lugar para las plantitas, y el trasiego con ellas tiene un alcance metafórico.

Graciela (interpretada por la actriz Sara Bessio) y su hija adolescente, Ana, - magistral encarnación por quien será una gran revelación actoral, Anaclara Ferreyra Palfy -; ex-esposa e hija del ortodoncista, viven en un apartamento, que se transforma en un personaje más dentro del film. Está algo deteriorado, impera en demasía el desorden, y la oscuridad, símbolo de la soledad existencial que ha venido erosionando sus vidas.

Graciela mantiene a pesar de las heridas del pasado, una suerte de frescura. Su vida - largos planos la van descubriendo - se limita día a día al cuidado de una tía anciana que está hospitalizada y en agonía, - sus ojos siempre llorosos sustituyen a las palabras -, y a su trabajo; y tarde en la noche regresa a su casa, para así encontrarse y mirar un programa televisivo con Ana y comer algo juntas.

El azar la llevará a compartir en el hospital, la espera de los informes médicos, con otros cuidadores más profesionales de enfermos, y así entabla un diálogo acotado con el noble Dustin (Néstor Guzzini) que lee libros de autoayuda, tal vez para así poder asumir su rol, frente a la fatalidad de la muerte, en su rito que no cesa. Quizás Dustin, sea el agonista con más solidaridad, y misericordia dentro del contexto fílmico. A Patricia le despertará su adormecido romanticismo y le produce cierta alegría como "persona".

La hija adolescente, Ana, es rebelde, falta al liceo, discute con los profesores, tiene gran necesidad de destacarse con contestaciones insólitas, puesto que sus padres se ocupan poco de sus avatares. Tiene una preocupación mayor, la de encontrarse a sí misma sexualmente, la de resolver su identidad como mujer. Antes de los créditos, es mostrada muy significativamente por la cámara, en un registro "rallentizado", el día de su cumpleaños, en el instante que una lluvia de huevos les son arrojados por sus compañeros de liceo, sobre su cabeza.

El padre se pone en contacto con su hija, y de aquí en adelante será Ana la que lo deje entrar al apartamento, para arreglar desperfectos domésticos, para hacer funcionar las "tres" luces del baño, para compartir hamburguesas. Padre e hija tienen una afición común, la práctica del deporte. Graciela vivencia estas intromisiones como una invasión a su privacidad.

El realizador continúa con el retrato de Ana, que tiene un compañero de clase que le atrae, pero no cumple sus expectativas inmediatas, alguna escena un poco grotesca señala esta relación. Ana toma alcohol y fuma. Decide seguir a un desclasado, para así ponerle fin a su inocencia y pasar a la adultez. Pero esto no ocurre y sólo esgrime como fetiche de "conquista" el encendedor que le ha pedido.

El padre al descubrir que la casa de Patricia y Ana se está descascarando por la humedad, - imágenes que van más allá, que aluden a las vidas fisuradas, desoladas de los protagonistas -, manda por su cuenta a los albañiles, para proceder a los arreglos de la que siente como su casa perdida, en un intento de recuperar el "status" familiar.

Ana consigue que uno de los obreros jóvenes, le preste atención y terminará resolviéndole el problema de su virginidad y su pérdida, pero no su crítico estado emocional, su necesidad de ser querida, de amor. La distancia social se pone en juego aquí. De ahí en más, Ana cortará definitivamente con la infancia, y regala a una amiga su simbólico osito de peluche, en el cual antes se refugiaba. Es curioso cómo la cámara del realizador persigue a Ana - quizás porque tiene un futuro por delante -. Así las imágenes la muestran cómo puede pasar de la sonrisa, y de la risa, a la seriedad más oscura, abisal, e interrogante, tal vez de un mundo interior muy trágico, que desconocemos. Es un personaje muy rico, y sugiere una espiritualidad mayor, aun en las tinieblas. Así puede ver llegar a su madre con un hombre desconocido que la despide, y no hacer preguntas. Sólo calla y se encierra en su cuarto.

Los tres personajes terminarán solos o acompañados, tomando el camino del baile como catártico y liberador respecto de sus búsquedas "amorosas", de sus sentimientos que comienzan a aflorar en cierto sentido.

Otra escena nos enfrentará con la muerte, que es la que logra reunir a la familia "de hace diez años", en torno a la inhumación de los restos de la tía, que tampoco el espectador ha visto; sólo la ha oído en sus gemidos, con la presencia del cuidador generoso, transparente, solitario, amigo de Graciela. Pero el dolor no emerge. Las imágenes muestran las secuencias de un ritual que sólo se deberá cumplir. Hay como temor a mostrar los sentimientos aunque sean contradictorios.

Los tres (padre, madre e hija) tratarán de dormir en la misma cama, aunque la televisión encendida con el volumen demasiado alto, sea la estrella protagónica.

El absurdo de la existencia, del "épico" vivir cotidiano, está presente en este desenlace inquisitivo por demás y quizás inesperado.

Todo el equipo fílmico que acompaña a Stoll en el milagroso 3, es formidable: la historia de algún modo iluminada por la eterna memoria de Rebella, guionada por Stoll y Gonzalo Delgado, la fotografía de Bárbara Álvarez, la dirección artística del propio Delgado, el montaje de quien es co-productor del film, Fernando Epstein, para citar algunos nombres, entre varios más. Así también el elenco, en cuanto a los personajes principales y secundarios y a sus relevantes actuaciones. Debería tenerse muy en cuenta, la revelación femenina de la joven actriz que canta en su éxtasis, "El pecado".

Hay en el devenir fílmico, en su subtexto, una visión escéptica, desencantada, una refinada crueldad respecto de los lazos familiares y su sustentación a través del tiempo. Si no se asume la necesidad de trascender hacia el "otro", a los espejos de carne, hueso y alma que depara la vida, ¿habrá lugar para la "redención", para "vivir"? Stoll deja planteado al espectador, el debate posterior.

P. M.


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