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CASABLANCA




Título original
: Casablanca
País y año de producción: Estados Unidos, 1942
Dirección: Michael Curtiz
Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch y Casey Robinson (no acreditado), basado en la obra de Murray Burnett y Joan Alison
Con: Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid, Claude Rains, Conrad Veidt
Duración: 102 minutos
Calificación: Apta para todo público
Género: Drama / Romance





Reseña argumental
: Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Casablanca era una ciudad a la que llegaban huyendo del nazismo gente de todas partes: llegar era fácil, pero salir era casi imposible, especialmente si el nombre del fugitivo figuraba en las listas de la Gestapo. En esta ocasión el principal objetivo de la policía secreta alemana es el líder checo y héroe de la resistencia Victor Laszlo, cuya única esperanza es Rick Blaine, propietario del 'Rick's Café' y antiguo amor de su mujer, Ilse. Cuando Ilse se ofrece a quedarse a cambio de un visado para sacar a Laszlo del país, Rick deberá elegir entre su propia felicidad o el idealismo que rigió su vida en el pasado.

El director húngaro Michael Curtiz fue conocido por labores como Los crímenes del museo (1933), El suplicio de una madre (1945) y Navidad blanca (1954), entre tantas otras. Los hermanos Epstein participaron en libretos como los de Arsénico y encaje antiguo (Frank Capra, 1944) y La última vez que vi París (Richard Brooks, 1954). Howard Koch, por su parte, estuvo en los guiones de El halcón de los mares (Curtiz, 1940), La carta (William Wyler, 1940) y El Sargento York (Howard Hawks, 1941).


ETERNA "CASABLANCA"

El afiche del film en su reestreno remasterizado digital, en cuanto a la imagen y al sonido, una vez más remite a la nostalgia, a la emoción de hace setenta años, de lo que no fue y seguirá siendo inmortal. Los perfiles de sus agonistas, la luz que cae sobre Ingrid Bergman y el claroscuro que envuelve a Humphrey Bogart, es una imagen adorable, mágica.

El film, luego de un rodaje plagado de incertezas, fue exhibido por primera vez en el Teatro Hollywood de Nueva York, el 26 de noviembre de 1942, para así coincidir con la invasión de las tropas aliadas a la costa norte de África y recuperar la ciudad-puerto de Casablanca durante la Segunda Guerra Mundial. El estreno general en Estados Unidos, se realizó el 23 de enero de 1943 y coincidió con la Cumbre de alto nivel llevada a cabo entre Churchill y Roosevelt en Casablanca, con la finalidad de diseñar la estrategia de la guerra a seguirse contra la avasalladora invasión del Führer y el Eje (Alemania, Italia, Japón) sobre casi toda Europa.

El éxito de Casablanca, en medio de la guerra, fue abrumador. En 1944, ganó tres premios Oscar. Fue galardonado su guión adaptado de la pieza teatral, Todos vienen al café de Rick, de Murray Burnett y Joan Alison que nunca fuera llevada a la escena y así los hermanos gemelos Epstein, Howard Koch (sucesivos, coexistentes guionistas) recibieron la estatuilla. Se la perdió el libretista Casey Robinson por no haber querido figurar en los créditos. La mejor dirección privilegió a Michael Curtiz, cineasta de origen húngaro, proveniente de una familia judía, que había emigrado de su tierra - que supo moverse con sabiduría integradora. También fue distinguida como mejor película, y el productor Hal B. Wallis se resintió no sin razón, porque la estatuilla dorada fue recogida por el presidente de la Warner, Jack Warner. Wallis fue la "clave del equipo creativo".

Las palabras del guionista Koch son por demás significativas: "era el film que las audiencias necesitaban… tenía valores… sacrificios dignos de hacer. Y lo mostró de un modo muy entretenido." Una suerte de ilusión que los estudiantes de Harvard supieron vivir como ejemplarizante. La mítica película fue referencia ineludible de films posteriores y se fue convirtiendo en leyenda. Los hermanos Marx en su parodia, Woody Allen con su pieza teatral, Play it again, Sam, que será luego el actor en formato cine de Sueños de un seductor, son algunas de las infinitas derivaciones fílmicas.

Casablanca ubicada en el norte de África (en el Marruecos francés), es el lugar en el cual el film se pone en escena, en los estudios; y donde fueron a parar los perseguidos por el régimen racista, anticomunista, "nacional-socialista", que en la Segunda Guerra Mundial era el invasor perverso de casi toda Europa. Bajo la Prefectura francesa que simpatizaba con los nazis (el régimen de Vichy) y el tutelaje permanente de la Gestapo, se reunía en el café del americano Rick (interpretado por Humphrey Bogart), una fauna variopinta, de los que esperaban y lograban o no, desde allí conseguir a un alto costo, en ocasiones hasta moral, cartas de tránsito, salvoconductos - todo un confuso mercado negro - y así salir para Lisboa que los llevaría a América.

Refugiados judíos, gente de vida disoluta, prostitutas, nazis expectantes, personajes de doble moral, y un largo etcétera, iban noche a noche a vender sus joyas o a jugar en la ruleta semi "clandestina", "acomodada", para conseguir el ansiado dinero y la libertad posterior, o simplemente iban a escuchar al pianista negro Sam, el cantante Dooley Wilson. Son notables las imágenes de la parejita búlgara a quien Rick "ayuda" a ganar, apostando al número 22, para así cambiar su destino.

El director Michael Curtiz se dio idea para que varios guionistas se pusieran de acuerdo en la cuota de melodrama que tiene el film, en la intriga, y en el fenómeno político incierto que se mostraba, ya que nadie sabía si el mundo entero caería en manos del Tercer Reich.

Alguna crítica expresa que el impacto emocional de la película, se atribuye a la numerosa proporción de exiliados europeos y refugiados, que participaron como extras y en roles menores.

Todos los tópicos del romanticismo se dan en este film, en su mismísimo desorden vital, en su postulación ética, humanista de libertad frente al despotismo imperante, en el triángulo amoroso que se da encarnado por una sueca, Ilse (Ingrid Bergman), que irrumpe en el café de Rick con su secreto marido, Víctor Laszlo (Paul Henreid), héroe checo de la resistencia antinazi que ha padecido el campo de concentración, y que ha llegado hasta allí para conseguir los salvoconductos que le permitan seguir en el exilio, jugándose por la causa libertaria, por la liberación. Ilse Lund se reencuentra con Rick, un amor de su pasado parisino (notables flashbacks muestran a la pareja en París), cuando en su soledad le habían dicho que su marido, Laszlo, había muerto, y luego se entera que no ha muerto, y abandona a Bogart en un andén al que arribará un tren que partirá para Marsella. Los nazis ya han tomado París.

En la memoria del espectador, permanecerá por siempre la escena en la cual Bogart con su gabardina, arroja la enigmática misiva que Ilse le ha enviado y parte.

El pianista y cantante negro Sam (Dooley Wilson), lo ayuda y más tarde se convertirá en Casablanca, "en el portador de la nostalgia". Ilse lo reconoce de inmediato y le pide con su candor y tristeza, con sus ojos brillantes a través de los cuales se veía la imagen de Rick: "Tócala Sam. Toca". Según pasan los años - "As time goes by" -, y que dice "You must remember this / a kiss is just a kiss…". El recuerdo la vivifica, aunque el dolor pasa otra vez por su corazón, por su noble pureza, por la renuncia que significó sacrificar su amor en aras del deber y respeto, del idealismo que comporta la causa de la libertad. Nadie podrá olvidar jamás esta melodía.

Aunque denosta el film, el escritor y ensayista Umberto Eco, expresa que "el mito del sacrificio atraviesa toda la trama del film". Su apreciación es acertada en este sentido, pero no en otras. Otro momento culminante de la película se dará en ocasión del diálogo entre Rick y Laszlo, que se verá interrumpido cuando un grupo de oficiales nazis, bajo las órdenes del mayor Strasser (Conrad Veidt) comienza a cantar "El guardia sobre el río Rhin". Laszlo con la aquiescencia de Rick (que se autodefine sarcásticamente de nacionalidad "alcohólica", es el dueño del local nocturno y a quien el espectador va visualizando en su retrato como escéptico, desilusionado, ambiguo, duro, "neutral" en apariencia, aunque tiene un ayer antifascista, ha contribuido con la causa republicana en la Guerra Civil Española y ha ayudado a Etiopía); solicita a la banda del café que se toque La Marsellesa, el himno nacional de la Francia libre.

El fervor patriótico se apodera de todos los espíritus, el impulso moral se impone (Allons enfants de la Patrie / le jour de gloire est arrivé…"), la aspiración de "libertad, igualdad, fraternidad", acalla la marcha nazi. En consecuencia Strasser manda cerrar el café, valiéndose del capitán francés, Louis Renault - Claude Rains -, un colaboracionista, un agonista que practica la doble moral.

Hay que resaltar que Curtiz hizo privilegiar a lo largo del devenir fílmico los "dilemas morales". Los actores no supieron hasta el último día, cómo terminaría esta historia de amor, de ahí el desconcierto de la actriz Ingrid Bergman, que a pedido del director tenía que mantenerse con cierta "neutralidad" respecto de Rick y Laszlo.

Cuando Rick logra comprender la causa de su abandono, Ilse en un paralelismo pleno de romanticismo expresa: "¿Ésos son cañones o los latidos de mi loco corazón?" O "Se nos ocurrió enamorarnos cuando el mundo se desmoronaba." Bogart la evoca con su vestido azul, en medio de la grisura de los uniformes de la Gestapo. "Bésame - le dirá Ingrid - como si ésta fuera la última vez", en uno de los besos más famosos en la historia del cine. Curtiz hizo utilizar en la estética visual del film, la oscuridad del cine noir y el claroscuro en varias escenas, también el manejo expresionista de la luz.

"Siempre nos quedará París", es una frase que anticipa uno de los desenlaces más impactantes, emotivos, ilusorios del discurrir cinematográfico. Un avión en medio de la neblina, que logra despegar del aeropuerto marroquí hacia Lisboa, y que lleva a Laszlo acompañado de Ilse, que estará así a la altura del idealismo de su marido.

El misterioso personaje del neoyorquino Rick, que es capaz de renunciar al amor de Ilse, por la causa de la libertad, llegando a dar muerte a quien se lo impida, será salvado curiosamente por el capitán Renault, quien le aconsejará irse a Brazzaville, y a la policía le explicitará la emblemática frase: "busquen a los sospechosos de siempre".

La cámara seguirá a ambos, que desaparecen en la lejanía brumosa, en tanto se oye: "Louis, pienso que éste es el comienzo de una bella amistad".

No es casual que el American Film Institute, haya colocado a Casablanca en 1997 como la segunda película estadounidense de todos los tiempos, debajo de El ciudadano de Orson Welles. Y que los jóvenes de hoy la aplaudan fervorosamente, luego de finalizada la proyección del film.

El interjuego permanente entre la ilusión y la realidad, entre las historias individuales y el despiadado autoritarismo ominoso, imperialista de Hitler, la ilogicidad del romanticismo sin medida, sin obviar sus absurdos ("¿quién que es no es romántico?"), hacen de este opus en blanco y negro, un clásico cargado de futuro imperecedero.

P. M.


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