
Título original: La demora
País y año de producción:
Francia / México / Uruguay, 2012
Dirección: Rodrigo
Plá
Guión: Laura Santullo
Con: Roxana Blanco, Carlos
Vallarino, Oscar Pernas, Cecilia Baranda,
Julieta Gentile
Duración: 84 minutos
Calificación:
Apta para todo público
Género: Drama
Sitio Web: http://eneccine.com/prensa.asp?ID=lademora
Reseña argumental: Agustín
se olvida de las cosas; está envejeciendo
y lo sabe. Su hija María nunca
está sola, cuida de todos, duerme
poco y trabaja demasiado; su agobio va
en aumento. La relación entre estos
dos seres que se quieren y a la vez se
incomodan, de pronto se rompe.
El director uruguayo, radicado en México,
Rodrigo Plá es conocido por trabajos
como La zona (2007).
La guionista Laura Santullo también
había participado en el libreto
de dicha película, basada en un
cuento de su propia autoría.
SIN ANESTESIA
"La demora"
Siempre recuerdo que el cineasta británico,
Ken Loach, que aún sigue filmando
con pasión, expresaba que un film
no puede cambiar el mundo, pero sí
incidir para que una realidad social dolorosa,
adquiera relevancia para los que tienen
el poder político de revertirla
o mejorarla. Así, algunos títulos
de su cinematografía, con gran
sentido social, trascendieron de tal forma,
llegando a mover a la reflexión
y a la acción a ciertos representantes
del sistema político. Es el caso
de "un film sobre los sin techo"
de 1966, llamado Cathy Come Home,
que contribuyó a crear un asilo
para marginados.
Recuerdo también hace algunos
años, cómo un film de Loach,
Lady Bird, Lady Bird
(1994), diera pie a un extraordinario
debate, en la Asociación Cristiana
de Jóvenes, organizado por Cinemateca
Uruguaya, en el cual psicólogos,
asistentes sociales, críticos de
cine, y gente común intercambiaban
puntos de vista diversos acerca de la
función de la Asistencia Social
británica, que le quitara la custodia
de los hijos a la protagonista, que por
encima de adversidades de toda clase,
sentía un amor incuestionable por
sus hijos. Siempre es muy saludable pensar
acerca de ciertos problemas que aquejan
a una sociedad, en plural, más
allá de las realidades ficcionales
que pueden servir como disparadores.
El realizador uruguayo Rodrigo Plá
y su esposa, la escritora y guionista
Laura Santullo, ya conocidos por films
como La zona, Desierto
adentro, uruguayos que viven
en México, hijos de exiliados,
rodaron La demora en
Montevideo; film que fuera premiado en
Berlín por el Jurado Ecuménico
y además en Holanda con el lauro
de mejor película en el festival
de Laff.
El film plantea el tema de la vejez,
cuando un integrante de una familia, el
abuelo Agustín (en la actuación
entrañable y estremecedora del
actor de ochenta años, debutante,
Carlos Vallarino), comienza a padecer
un deterioro físico y cognitivo,
y su hija María (magistral performance
de la actriz, Roxana Blanco), una madre
sola con tres hijos, con una situación
económica deficitaria, en el límite
de la pobreza, se ve superada por la situación
de su padre, que le es extraña
a su carácter, y ejerce una violencia
inesperada sobre su progenitor, de la
cual se arrepentirá.
La película está basada
en el cuento de Santullo, "La espera",
quien tiene a su cargo el guión
del film. Según expresiones de
la guionista, había leído
en periódicos mexicanos, acerca
de ancianos maltratados o abandonados
en lugares públicos por sus familiares,
cuando se presentaba la problemática
de la senilidad enferma.
El drama que connota la vejez, cuando
se asocia con el mal de Alzheimer y su
progresión, dejó de ser
un tema tabuado para el cine. Así
el gran cineasta alemán, Michael
Haneke, acaba de recibir en Cannes la
Palma de Oro por su film Amour,
y el director coreano, Lee Chang-dong,
deslumbró y conmovió en
el Trigésimo Festival Cinematográfico
Internacional del Uruguay, con su film
Poesía para el alma,
próximo estreno de Cinemateca 18,
ambos con retratos de esta etapa pre-nocturnal,
crepuscular de la vida.
Si bien el film La demora
pone en escena, el tema de la vejez, en
el contexto de una desgarradora historia
de personajes, su subtexto deja planteadas
numerosas interrogantes al espectador,
que debe encontrar las respuestas últimas
en soledad.
Sería menester que en un país
tercermundista como el nuestro, se acercaran
a visionar el opus los que tienen la posibilidad
de cambiar la dolorosa realidad de los
llamados "adultos mayores",
para la búsqueda de soluciones
profundas respecto de un derecho humano
que es esencial - el de la vida digna
en la senectud - por la fragilidad, minusvalía,
indefensión, soledad que conlleva
esta antesala de la muerte. O empezar,
ya que el film tiene una intencionalidad
social, por instalar el tema en el debate
reflexivo general.
La película comienza con la secuencia
de la hija María (Roxana Blanco)
que está bañando a su padre
Agustín (Vallarino), y el espectador
visiona en un primer plano, el cuerpo
decrépito del anciano. La cámara
irá registrando la lentitud de
sus movimientos, su inestabilidad, las
dificultades que tiene en su vejez para
vestirse solo, la conciencia de ello;
también la intuición de
que puede ser una carga para su hija,
con la cual convive en una vivienda muy
pequeña, y con tres nietos, - dos
pequeños en edad escolar, y una
niña que está entrando en
la pre-adolescencia - y que tendrá
un esbozo enjuiciatorio respecto de las
decisiones maternas. María trabaja
mucho y duerme poco, el dinero no le alcanza,
se siente desesperada. Intenta buscar
ayuda familiar o institucional, para su
padre que está transitando por
la pérdida de memoria, el desconocimiento
de los lugares habituales; que se queda
solo, se escapa y se pierde, en aras de
refugiarse en su casita de antaño,
dolorosamente ocupada por otros, pero
donde reinaba otrora la felicidad hogareña.
Pero a María no se le proporciona
ayuda, protección. Las palabras
que emite su hermana mayor, son por demás
significativas ("no podés
venir, a instalarme ese problema"),
y los hogares estatales son sólo
para indigentes.
Termina tomando una decisión por
"puro desborde, no a conciencia",
actúa por una suerte de "accidente
emocional". De aquí unas
palabras que dice María, luego
de revisar las habitaciones de un geriátrico,
sin llegar a constatar que su padre fuese
recogido por la asistencia pública,
y que encierran el alcance de su drama
afectivo: "disculpe, yo no soy
así".
Tal vez como en los universos "loachianos",
las tribulaciones y dilemas de los personajes,
provienen en mayor grado de las circunstancias
económicas y sociales en las cuales
están inmersos, y en menor grado
se relacionan con rasgos de procedencia
moral o psicológica.
Según declaraciones del director,
se intentó que "el guión
conservara la estructura del cuento, que
está narrado en dos monólogos,
el del padre y el de la hija, que se van
intercalando", así el
espectador puede saber el pensamiento
de sus dos personajes centrales, sus puntos
de vista sobre lo que les acontece. De
aquí que la cámara parece
que los siguiera con vehemencia; y por
el contrario, los personajes secundarios
"salen fuera de cuadro"
ya sea porque están reflejados
o de espaldas, o se oigan sus voces; aunque
todos se mueven con y por una justificación
emocional.
Pero la sensibilidad del espectador queda
atrapada por la figura del abuelo en su
peripecia, en su situación de espera,
sentado en un banco a la intemperie, en
el jardín de un complejo habitacional
del Buceo, una noche fría de invierno.
Sólo el sonido del viento que hace
girar un cartel metálico, subraya
la dimensión de la soledad del
anciano. Es una escena magistral, durísima,
que marca además el paso del tiempo,
y señala la solidaridad de una
vecina que le traerá café,
o la de otro agonista que le acercará
un pantalón seco, o la de otro
habitual habitante de la noche montevideana,
que le dará un cartón para
paliar el crudo frío real y espiritual.
El soliloquio de Agustín es totalmente
conmovedor, sangrante para el alma, "porque
si un hombre no recuerda adónde
vive, es porque no tiene una casa"
o "¿…estará
María enojada conmigo, que no ha
venido a buscarme…?" Desenlace
abierto o cerrado. No lo sé. Hay
que vivir esta magnífica plasmación
cinematográfica, y ponerse en el
lugar del extremado sufrimiento y desamparo
de Agustín. Y sólo queda
callar.
P. M.