
Título original: Innocence
País y año de producción:
Australia / Bélgica, 2000
Dirección: Paul
Cox
Guión: Paul Cox
Con: Julia Blake, Charles
Tingwell, Terry Norris
Duración: 94 minutos
Calificación:
No apta para menores de 12 años
Género: Comedia
/ Drama / Romántica
Reseña informativa:
Más de cuarenta años después
de haber vivido su primer amor una pareja
vuelve a encontrarse. Él es viudo
desde hace treinta años. Ella es
casada pero no feliz. Y ambos comprueban
que el amor que una vez tuvieron todavía
late entre ellos. Los años han
pasado aunque la ilusión de volver
a estar juntos es cada vez más
fuerte.
Curiosidades:
El director holandés Paul Cox había
dirigido en 1991 A Woman´s
Tale, la historia de una enferma
terminal de cáncer interpretada
por la actriz australiana Sheila Florance
(apareció en la primera Mad
Max), quien prácticamente
hizo el papel de la vida real, ya que
también padecía esa enfermedad,
que la mató pocos días después
de haber terminado el rodaje de “uno
de los dramas documentales más
demoledores filmados para cine”,
según los especialistas que la
vieron.
UN TOQUE DISTINTO
Innocence (1999) es
una de esas historias románticas
que también son historias de vida.
Y es gracias a la manera en que el holandés
Paul Cox narra su película que
se pueden apreciar elementos poco comunes
en ella. De pique nomás los personajes
parecen ser los menos indicados para vivir
un triángulo pasional típico
de gente joven o más bien adulta.
Claro que esta afirmación no es
tal, ya que, como se dice, el amor no
tiene edad. Y la película es consciente
de ello; de ahí que los pocos toques
de humor y comedia vengan de la reacción
del marido ante la confesión de
su mujer de casi setenta años:
“Ayer me acosté con un viejo
amigo”, a lo que él le responde:
“Estás bromeando, ¿no?;
ya no estás en edad para hacer
esas cosas”.
Mientras los padres hablan con sus hijos
como si estos fueran sus progenitores
(discuten, pegan portazos, gritan; de
ahí un poco parte de la "inocencia"
del título), la película
viaja hacia el pasado y traza paralelismos
con la pareja anciana del presente. Los
sentimientos son los mismos de antes,
pero las circunstancias no. Hay constantes
alusiones a sueños compuestos por
imágenes confusas, difusas, relacionadas
a personas que ya no están, a paisajes
oscuros, a tumbas, a cementerios, a reflejos
a través de vidrios que ponen una
separación, que no dejan ver perfectamente
los seres que se reflejan en puertas y
ventanas; como que hay algo que todavía
no está claro y que va a seguir
inquietando.
A pesar de todo hay una fuerza imparable
que reside en el corazón de la
mujer protagonista, en sentido figurado
y, sobre todo (en el final) en sentido
literal, y también en ese amante
ciegamente enamorado que hace caso omiso
de su enfermedad, con tal de poder disfrutar
lo más que pueda de su antigua
amada. Ella ha vuelto a la vida, en los
recuerdos de hechos y lugares que regresan.
Pero también sufre en esas lágrimas
que en realidad son parte de otra enfermedad
(a ella le llora un ojo y el otro no)
y que en el momento menos esperado recorren
su mejilla, como si el director quisiera
retratar a una mujer que sufre permanentemente
por las consecuencias de su nueva decisión.
A una mujer que lucha con todas sus ganas
para ser realmente feliz con aquel que
había sido su primer amor, sin
perjudicar a su actual marido. Lucha de
igual manera que en su juventud, haciendo
oídos sordos al ruido de un tren
que parte con su amado (para no oír
una partida que quizá sea para
siempre), o manteniéndose abrazada
a su novio y sin soltarlo, como si supiera
(igual que en la vejez) que algo no iba
a andar bien y que esa era la ocasión
para estar a tono con sus irrefrenables
sentimientos.
El resultado deja un sabor agradable.
La película no cae en golpes bajos,
en bandas sonoras edulcoradas o molestas,
o en lugares comunes; se trata de la visión
particular de un director muy elogiado
en Europa, y en donde la mujer casi siempre
juega un papel preponderante.
AY