Estos
malones de gurises como el que acabamos
de ver... ¿también se dan entre semana?
Y..., más
que nada los domingos.
¿Y
son todos niños los que vienen?
Mirá; en
realidad vienen mitad y mitad, porque hay
muchos adultos a los que les encanta el
juego; hay muchas parejas que vienen, y
no precisamente de jóvenes. Como que la
gente mayor se divierte más que los botijas.
¿Se
puede decir que tienen una clientela regular?
Uuuhhh...
hay de todo y son un montón. Algunos pibes
vienen y sacan el abono de cuatro y hasta
seis vueltas de corrido, que te sirve porque
tenés un descuento importante. En realidad
son de los que más se venden. Podés incluso
llegar a sacar el de doce. Hay muchos que
lo hacen. Apenas bajan del carrito que ya
se suben al otro y arrancan de nuevo, sin
parar. Les encanta. El ticket sale 14 pesos,
el de cuatro sale 40, el de seis 60, el
de diez 100 y el de doce 120.
A
pesar de la famosa crisis, y con todas estas
franquicias, ¿se mueve el negocio del Tren?
Depende.
Hemos tenido días trabajando cuatro horas
de corrido, sin parar un solo minuto. Palizas
como esas tenemos con frecuencia (risas),
sobre todo los fines de semana, feriados,
vacaciones escolares, y ni qué hablar durante
el verano; de mediados de diciembre a mediados
de marzo la cosa se mueve bastante.
¿Usted
vive de esto?
Y... vamos
tirando a como dé lugar. A mi me pagan 20
pesos la hora, se vendan o no se vendan
tickecitos. Se llegó incluso a hablar de
mudar el Tren, junto a los Autitos Chocadores,
para el lado donde está el Mambo, porque
la gente de Defensor Sporting quería este
predio. Pero por ahora todo está muy quieto.
¿Cada
cuanto se suele cambiar el diseño de afuera
y el decorado interior?
Cada
tres o cuatro años; básicamente se trae
todo de Argentina. Es la misma empresa la
que opera allá y acá.
Y
todos estos dibujos... ¿quién los hace?
Un muchacho
de acá, que se encarga de pintar los carritos,
también importados de Buenos Aires.
Me
imagino que un lugar tan oscuro y poco ventilado
tiene su mantenimiento...
Por supuesto,
siempre hay gente que limpia los carros,
las figuras, los muñecos; por suerte las
cosas no se rompen; sólo una vez cada tanto
puede que pase algo, pero se arregla enseguida.
¿Cuáles
son las cosas que más impresionan del juego?
Generalmente,
las piedras esas gigantes que parece que
te fueran a caer encima y también la bocina
de ese tren que es como si te fuera a pasar
por arriba.
¿Qué
pasó con el esqueleto que estaba al final
de la vuelta y que cuando salían los carritos
tocaba la campana? ¿Se jubiló?
Ese ya no
está más (risas).
¿Y con la
tan comentada tela de araña, que a uno lo
tocaba y no se sabía si era o no parte del
juego?
Uuuhhh,
la telita. Todavía está; incluso pusimos
otra a la entrada.
Usted,
que hace años que está trabajando acá, piensa
que los chiches nuevos del Tren son mejores
que los de antes.
Hmmm...
no. Antes el juego tenía más emoción.
Antes, por ejemplo, estaba aquel gorila
gigante que asustaba un montón e incluso
a aquella otra figura que parecía que te
iba a dar un hachazo.
Otra
cosa que me llama la atención es que, a
diferencia de muchos juegos, siempre hay
gente mayor atendiendo y no jóvenes uniformados
y robotizados.
Lo que pasa
es que hay casos, como la Rueda Gigante,
donde hay mucha responsabilidad en juego,
igual que acá, donde hubo muchos accidentes.
¿Y
de qué tipo?
Una muchacha,
de unos dieciocho años, que había venido
sola, se asustó y se tiró del carro. Para
peor en esa época no estaba la barra de
seguridad que hay ahora en los carritos.
Apenas se bajó de su carro venía otro atrás
que se la llevó puesta. Por suerte, al caer,
se lastimó sólo en una pierna. Podía haber
pasado cualquier cosa.
La
verdad que sí. Y más que los carritos ahora
parecen ir mucho más rápido que antes. ¿Hubo
algún otro caso parecido a este?
Cómo no...
Hay uno del cual nunca me voy a olvidar.
Ocurrió hace unos tres años. Un padre y
su hijo suben al Tren. Cuando termina la
vuelta el botija estaba nervioso. Y al costado
veo al padre desmayado.
¿Qué?
Sí, desmayado.
Los mayores son los que más se emocionan,
principalmente la gente que viene del Interior,
algunos que no sabían siquiera lo que era
un tren fantasma y que quedaron impresionados.
Para saber lo que hay tenés que entrar,
y si nunca lo hiciste...
¿Tienen
cobertura médica para los clientes?
No, no hay
convenio con ninguna emergencia médica,
pero hubo mucha gente que salió mareada
o desmayada y que no podía caminar. Lo que
hacemos ahí es tirarlas al pastito, por
ejemplo, y enseguida llamamos a la Coronaria
o al que sea para que venga a brindar asistencia.
Ha pasado varias veces. Incluso con mucha
gente que se golpea al sacar la mano o intenta
pararse. La empresa no corre con los gastos,
sino que es el propio cliente que lo hace.
Ya
veo. Y en esta casa de al lado, ¿quien vive?
¿El encargado o los monstruos?
No, no (risas).
Ese lugar nada tiene que ver con nosotros.
Es un predio municipal.
Siempre
pensé que ahí vivía gente que se conectaba
al Tren Fantasma y se encargaba, de repente,
de vigilar que no pasara nada adentro, sobre
todo por un hecho que se dio hace ya más
de quince años...
¿Y qué pasó?
Un
miércoles de noche vine con un viejo amigo
al Tren y se nos dio por entrar con pedregullo,
para tirarle a los macacos. Hacía un frío
de aquellos y no había un alma, creo, en
todo el Parque. A los quince segundos de
empezada la vuelta el carrito se paró y
quedamos en el medio del juego y completamente
a oscuras. De repente sentimos unos pasos,
que luego desaparecieron. A los dos minutos
el juego volvió a activarse, pero al finalizar
la vuelta el que estaba trabajando nos dijo
algo así: "Rájense porque ya llamamos
a la policía". Y nos rajamos. Ahí pensé
que en esa casa media misteriosa podía haber
gente que vichaba con el fin de controlar
que no pasara nada.
No, no.
En realidad antes habían personas de particular
que se quedaban adentro mismo del juego
para cuidar y evitar desórdenes. Pero mirá
que esa moda incluso se mantiene hasta ahora.
Siempre aparece un vivo que tira piedras.
Yo de acá no escucho nada, pero me doy cuenta
porque tengo que andar sacando piedras,
a cada rato, de los carritos.
No
tienen vergüenza, ¿eh? (risas)
Sí. Y ni
te imaginás la cantidad de gente subidita
de copas que entra, sobre todo de madrugada.
En general son jóvenes, pero de tarde siempre
aparece algún adulto medio tomadito del
almuerzo, que viene con la familia y entra
igual con el hijo.
Por lo que me decís
la jornada de trabajo en el Tren Fantasma
es bastante larga. Si abren a media tarde
y se van hasta altas horas de la noche...
Claro; hay
veces que cerramos a las cuatro de la mañana,
más que nada los sábados. Por lo general
abrimos a las tres de la tarde.
Le
agradecemos mucho la gentileza y el sentido
del humor.
No, gracias
a ustedes.
Y esto fue todo, estimados amigos. Parados
a un costado de los rieles, entre carro
y carro, gente que subía y bajaba, y ruidos
de todo tipo estuvimos más de una hora con
Don Albérico. Después nos metimos en el
Tren, de nostálgicos nomás, para volver
a ver al gordo enjaulado, la mujer del sarcófago
(al mejor estilo Mario Bava), esqueletos
que se te vienen encima, las ya mencionadas
rocas gigantes, el vampiro, la anaconda,
los bocinazos...; en fin, un verdadero clásico
del Parque Rodó que, ojalá, no desaparezca
nunca.
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