Es
imposible hacer una crítica del nuevo film de
Jeunet, Amèlie. Más que nada por la reacción
del propio espectador. Cuando uno lo está viendo
se siente completamente perfecto. Es una película
maravillosa, nos decimos a nosotros mismos. ¿Por
qué es maravillosa? Porque nos hace sentir bien.
O mejor dicho, nos hace pensar que el mundo es
perfecto y que todo tiene solución. Que siempre
habrá un ser humano que venga a ayudarnos y a
lograr que todo esté mejor que antes. Así es la
interpretación general (y por general quiero decir
la interpretación en suma del público e incluso
de los críticos). Sin embargo la felicidad, como
tal la propone la película, es un placebo. Es
falsa. He aquí por qué.
Amèlie
es una película hecha a partir de la contradicción.
Por un lado muestra un universo
estético (y tal vez ético) imposible y
una felicidad
tan luminosa que ni siquiera
puede encontrarse en los cuentos de hadas.
No se trata aquí de repudiar un film que construye
un universo ficticio, inexistente. Eso está perfecto.
Muchas (buenas) comedias lo hacen, y su fin es
mostrar que ese mundo nunca existió ni existirá,
lo cual produce cierto dolor, porque una vez terminada
la exhibición volveremos al mundo real que no
es tan feliz ni maravilloso. El problema es que
ese supuesto centro construido "solamente-para-la-película"
está atravesado por pautas y datos que lo hacen
ver real, en particular la del hombre "fantasma"
que aparece en las fotos. Después de haber pasado
la mayoría de la película haciéndonos "creer"
que esa figura realmente no existe, Jeunet le
da una explicación real. Por ende, su mundo supuestamente
fantástico queda hecho trizas.
Esta contradicción
se aplica también para las víctimas de las artimañas
"pro-alegría" del personaje principal. Estos pobres
seres quedan felices, pero solo por las mentiras
que se han tragado. Una vez que descubran la verdad
se sentirán aún peor. Es, para expresarla de una
forma coloquial, vino al pavo. Se les da una felicidad
que los deja embobados, pero esa sensación sólo
los va a terminar aniquilando en un futuro cercano.
Lo peor de todo esto es que la película postula
que eso está bien. No importa que tanto la vecina
infeliz como el padre de la protagonista hayan
sido manipulados casi al extremo, porque ahora
son felices y han cambiado su vida - aparentemente,
esto quiere decir el film - para bien. No es que
celebre el cinismo como ciertas películas de gangsters
posmodernas, sino que la película lo ve como algo
perfecto, asociado con la santidad.
Que un film reivindique la manipulación,
la mentira y la explotación como un acto de bondad
es algo sumamente irresponsable.
Mucha gente puede
despachar al film como una comedia, y por lo tanto,
uno no debe pensar demasiado en el film y
simplemente disfrutarlo. Esto es completamente
erróneo. El placer que provoca una película nunca
puede ser subvalorado, pero además el
género de la comedia ha sido despreciado
una y otra vez, cuando en sí es el género más
valiente. Tomemos la comedia negra (aunque no
sólo ese color de comedia), que está construida
para burlarse del mismo elemento temático que
le causa pavor y que está más alejado de la risa
y la alegría (la muerte). Amèlie tiene
momentos en los cuales uno piensa que es una comedia
negra, más que nada en el prólogo del film. ¿Entonces,
lo es? En absoluto, porque el film no tiene ni
el más mínimo rigor, no se queda en un tono, sino
que trata todos a la vez. Y lo peor, es que todos
los tonos son fallidos.
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Ahora, ¿por qué
la película es incapaz de exponer una idea sin
contradecirse tan brutalmente?. La respuesta es
muy clara: Amèlie es un film diseñado para
que le guste a todo el mundo. Tiene un poco de
humor negro, como también tiene de ternura, de
impacto visual y de drama. No se trata de mezclar
todo esto en una especie de "tuco", como los mejores
films de Almodóvar, sino de ponerlo en partes,
como si una junta de guionistas contratados por
un productor ansioso de hacer un fatídico film
"para las masas". Y aparentemente (lo que es muy
desafortunado) funcionó. No sólo con el público,
que en su mayoría la adoró (generalmente bajo
la expresión de "un canto a la vida", desagradable
tagline
que adornó varias de las peores películas
de los últimos años), sino también los críticos
que la premiaron en todos los lugares posibles.
Creo que hay dos
razones por las cuales la mayoría
de la gente
dedicada al análisis del cine enloqueció
con esta película. Una es el hecho de que muchos
de los individuos que deciden dedicarse a la crítica
son sumamente francófilos y esto también está
expuesto en Amèlie. La película vende una
visión que a muchos les gustaría tener de Francia,
y vive todo el film en un amague de "¡¡¡viva la
France, Renoir, la chanson, los cafes y el camambert!!!".
En sí, da la visión que los extranjeros (particularmente
los norteamericanos) quieren tener del país en
cuestión.
La
otra razón es el increíble, casi abrumador impacto
visual del film. Y esto no lo niegan ni siquiera
los (pocos) detractores acérrimos del film. Sin
embargo, festejar una película simplemente por
su estética es algo que peca de superficial. No
se puede dejar de negar que la manera de filmar
de Jeunet es poco menos que soberbia, y es posiblemente
una de las cosas por las cuales uno la pasa muy
bien en el cine. Pero otra cosa es festejarla
simplemente por sus colores. Lo más increíble
es que durante la misma temporada en que Amèlie
cosechaba elogios por todo el universo, otro film,
con una estética similar, fue fuertemente repudiado
por los críticos francófilos. Me estoy refiriendo
a Moulin Rouge: Amor en rojo (Baz Luhrman,
2001). Sin ser una gran película, la película
de Luhrman tenía una ética más clara y más noble.
No niega el dolor ni la muerte, como tampoco niega
la felicidad. Sin embargo, es un film más atacable;
primero porque combina y celebra la cultura pop
de todo un siglo; segundo porque si bien la norteamericana
tiene momentos de cursilería y ridículos extremos,
al igual que la francesa, es completamente consciente
de ellos y los expone frontalmente, sin hacerlos
pasar por algo que no son.

El
mensaje de Amèlie, si es que tiene uno
(y posiblemente lo tenga; toda película tiene
una ideología), es sumamente perturbador y contradictorio.
Pero al mismo tiempo, y tomando una postura puramente
subjetiva (lo cual, aunque escondido, es inevitable
en cualquier crítica), no se puede negar que uno
la pase bastante
bien en el cine. Es por eso que para quien esto
escribe es francamente imposible dar una puntuación
a esta cinta. Cada vez que se apunta a interpretarla
de un ángulo, la película falla, y no de una manera
interesante. Tal vez sea un nuevo tipo de película.
Uno que desafía al crítico a ponerle un maldito
puntaje.
AMÈLIE (Le faboloux
destin du Amèlie Poulaine)
- Alemania / Francia 2001. Dirección: Jean-Pierre
Jeunet. Guión: Jean-Pierre Jeunet, Guillaume
Laurant. Con: Audrey Tautou, Mathieu Kassovitz,
Rufus, Tolande Moreau, Arthus de Penguern, Urban
Cancellier, Dominique Pinon y la voz de Andre
Dussolier. Duración: 105 minutos. Calificación:
Apta para todo público. Editó: RBS
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