¿Por
dónde empezar ante tantas cosas que a uno le vienen
a la mente, mientras observa este documental?
¿Valdrá la pena remontarse a antecedentes de un
género no muy visto que digamos por estas latitudes,
pero que brinda enormes posibilidades artísticas?
Mejor hacer escala exclusiva en este trabajo titulado
Aparte, que bien vale como punto de referencia
obligatoria para cualquier estudiante de cine
y también para ese espectador ávido de imágenes
que transmitan con total desnudez, franqueza y
de manera directa esa dura, potente, voraz realidad
que late en zonas suburbanas capitalinas. La misma
que a veces logra ser conocida pero no tan de
cerca ni con tanta osadía como en esta ocasión.
La misma que nuestro compatriota Mario Handler
(radicado durante veintitrés años en Venezuela;
hace pocos años volvió a Uruguay) decidió volcar
en este largometraje, que más que una obra es
un pedazo de vida, su labor quizá más apreciada
y uno de los trabajos más sobresalientes en la
historia del audiovisual y el cine nacional todo.
SUPER MARIO PLUS
Los seres humanos
que transitan por Aparte llegan a un punto
en que la indiferencia hacia la cámara es total,
lo que permite que lo veraz cobre más fuerza que
nunca gracias a actitudes de todo tipo y color,
que se manifiestan con total naturalidad. Si el
impacto al ver este documental es notorio, habría
que imaginar cuál sería la reacción de muchos
al ver cómo fue que Handler logró llegar a tan
magna tarea. Cuesta creer que una sola persona
haya sido la encargada de pensar, investigar,
conocer a uno para llegar a algunos, conocer a
algunos para chocar con otros, saber que esos
otros le llegaron a robar dinero y hasta cámaras
filmadoras. Cuesta creer que esa persona
haya escrito, filmado, editado, producido y dirigido,
pero también que haya arriesgado en varias ocasiones
su integridad física. Cuesta creer que esa persona,
que hace lo que más le gusta, llegara a estar
angustiada durante este... desafío, llegara a
convivir durante más de un año con personas de
zonas marginales donde había y se hacía de todo,
donde en algunas ocasiones su propia voluntad
impidió que continuara registrando esa imparable
realidad que podía haber producido más robos a
señoras mayores e historias de amor homosexual.
Llegó a dar tan el blanco que incluso corrió el
riesgo de que él mismo fuera objeto de sus tiros
con la cámara, allí, varado en la puntuación máxima
de un tablero adonde se dirigían los dardos, las
ideas que él traía en su mente y que luego anhelaba
compartir con esos espectadores tan apartados
de estas otras personas que desfilan por la pantalla.
Hubo veces que
Mario Handler no podía acceder a ciertas zonas
"prohibidas", por lo que tuvo que entregar
la cámara a otros "asistentes" del lugar
que sí pudieron romper el hermetismo de subcontextos,
códigos y culturas que podían variar incluso de
rancho en rancho. Claro que hubo mucho material
que quedó fuera (por cuestiones narrativas) a
la vez que se terminaron incluyendo noventa minutos
entre cuyos ingredientes figuraron atentas observaciones,
profundos conocimientos y un criterio de
selección de imágenes que confirman a su director
uruguayo como uno de los más grandes documentalistas
del mundo.
UN DOCUMENTAL
APARTE
La
fina estética empleada se nota hasta en fragmentos
que duran milésimas de segundo y en donde se expresan,
al mismo tiempo, muchas cosas que no hace falta
que el realizador las explique y sí que el espectador
logre procesarlas, interactuando con sus propios
valores humanos, para poder evaluar y (si quiere)
juzgar lo que está viendo, lo que está descubriendo.
Aquí no hay nada ficticio; tampoco entrevistas,
reportajes ni género periodístico alguno. No se
trata de un drama documental ni de crear algo
sensacionalista. Handler paseó la cámara por todos
los lugares que pudo, compaginó lo filmado con
un nivel de eficacia tremendo y logró una obra
mayúscula.
Dado que mucha
gente no pudo estar presente en el estreno mundial
realizado en Cinemateca 18, no sería bueno revelar
ciertas cosas para que uno pudiera vivir (y descubrir)
Aparte por sí mismo. Aquí hubo un plan
de filmación donde el realizador no quiso ser
estrella, ni apuntó a figurar como intermediario;
tan solo se nota, sí, aunque más por sus
virtudes estéticas, al momento de combinar arte
y comunicación, a la hora de transmitir una realidad
donde tan solo se trata de orientar con lo necesario
al que está del otro lado de la pantalla. Hay
varias sincronizaciones de palabras e imágenes
que le dan a las tomas un enriquecimiento mayor,
incluso con el propio Handler, al que en cierto
momento se lo ve filmando a dos jóvenes armando
un cigarrillo de marihuana, mientras las exhibiciones
corporales de la madre soltera menor llaman la
atención de uno de sus "asistentes",
que la filma con otra cámara. Esto último, claro,
no desentona con los intereses narrativos del
realizador ni con un fragmento donde la ingenuidad
se daba la mano con el dolor de una joven que
no podía tener a su hija bajo custodia, entre
más bromas y hasta un pintoresco señor, que parece
muy correcto y que irrumpe en la filmación como
cortando todo con una tijera de otros tiempos,
quizá mejores, de otras conductas y valores.
BLANCO Y NEGRO
En un momento una señora mayor comenta con su
hijo cuáles pueden ser los propósitos de Handler
en todo este asunto. El propio director también
se encarga de captar otras personas de la zona
(al comienzo, en la fiesta de cumpleaños) en ese
momento justo, donde los gestos faciales encierran
una pregunta en común: "¿para qué miércoles
estará haciendo esto este tipo?" No es
para cuestionar directamente problemas sociales,
como el tema de la vivienda, la comida, los reclamos
por un hogar digno, las dificultades de la asistencia
médica pública, y el papel que juega la prensa,
ya que se limitan, como a la pasada, a dejar una
pequeña huella que distraiga al espectador por
unos segundos, respecto a lo que venía observando.
Tan solo eso. En Aparte importa más el
registro de una realidad tan lejana como impactante,
donde una familia (madre soltera, compañero y
pequeña de apenas un año que se mudan), por ejemplo,
camina por la ruta sin tomar real conciencia del
peligro que corre con autos, motos y hasta bicicletas
que pasan a toda velocidad, igual que camiones
de carga y ómnibus a sus espaldas y por la noche.
El montaje también
permite pasar de un momento de alegría a otro
de dolor y tristeza (de una jornada de ensayo
de baile a un velorio y posterior entierro), de
un momento que no deja de llamar la atención (prostitución,
ruidos callejeros) a otro de profunda paz y vida
familiar (mate, conversación entre madre e hija
y sonido de televisión). Incluso dentro de una
misma situación se escuchan a algunos jóvenes
contando sus crudas anécdotas de lo que llegaron
a pasar en la cárcel y la causa por la cual fueron
a parar ahí, mientras otros compañeros se sobreponen
con sus voces en una partida de naipes ("¿Quién
va; voy yo?") o preguntando por una pelota
para empezar a jugar al fútbol, entre vino frío
y marihuana. Otros prefieren mostrar cicatrices
de guerra, a la vez que los que están a su lado
exclaman frases como "Con más de tres
(cigarros) ya sos contrabandista... y comés
hasta las manos seis meses." y algunas
que ellos mismos interrumpen por respeto a los
jovencitos que los acompañan y hasta a veces justificando
("Tuve que matar") acciones del
pasado de las cuales se arrepienten reconociendo
errores y defectos. En otro momento el hijo escucha
sentado en un bar los duros encuentros que una
vez tuvo su madre con la policía y de inmediato
se lo ve a él mismo en busca de asistencia médica
luego de haber sido golpeado por los "botones".
"Va a demorar, eh", le dice una
funcionaria. "Sí, ¿no?", comenta
el muchacho, con total inocencia y sin imaginar
lo que le espera.
Es gente humilde
en todo sentido. Es gente sensible, también; basta
con ver las reacciones de una familia en un cine
céntrico, donde una película (En la puta vida)
hacía emocionar, más que nada, a Carina, quien
cerca del final hace un sentido repaso a algunos
de los hechos más importantes de su pasado y en
medio de poemas de amor que le habían enviado.
Handler también intenta descifrar, a través de
simples expresiones, lo que está pasando por la
cabeza de un joven, mientras observa en su celda
la televisión, captándolo incluso en su mirada
inmediata a un costado y como al vacío, mientras
exhala una bocanada del cigarrillo de marihuana.
Hubo más rostros silenciosos que fueron captados
en toda su plenitud física, pero que denotaban
muchas incógnitas por dentro. Aparte es
un tremendo documental. Y Handler todo un profesional,
capaz de hacer milagros con presupuestos ínfimos.
¿QUIÉN ES
MARIO HANDLER?
Muchas personas lo conocen, claro, pero hay otras
tantas que todavía no o que quizá lo tengan de
nombre nomás. Mario Handler nació el 10 de noviembre
de 1935 en Montevideo, cuenta con estudios de
Ingeniería, Fotografía y Cine, participó en diversos
movimientos culturales, fue colaborador del semanario
Marcha, y fundador de la Cinemateca del
Tercer Mundo. También posee en su currículum una
destacada trayectoria como docente (Uruguay, Venezuela,
Estados Unidos), trabajos para la RAI-TV de Argentina,
Bolivia, Chile y México, y numerosos premios en
Uruguay y el resto del mundo. Realizó varios trabajos
en la década del ´60 (Carlos, Elecciones,
Me gustan los estudiantes), ´70 (Líber
Arce: liberarse, Dos puertos y un cerro,
Tiempo colonial, María Lionza: un culto
de Venezuela) y ´90 (Nuestra cultura y
los medios de comunicación, Globalización).
Y ha recibido premios por su labor como sonidista,
director de fotografía, montajista y hasta guionista
radiofónico.
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