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A propósito de El espinazo del diablo, de Guillermo Del Toro
EL TERROR EN BUENAS MANOS

por Alejandro Yamgotchian (diciembre, 2001)

El reciente lanzamiento en video de El espinazo del diablo permite a Arte7 aprovechar la ocasión para hacer un repaso a dicho film, que justo bajó de cartel cuando se inauguró este sitio web, y también a la trayectoria del joven realizador mexicano de la película, Guillermo Del Toro, responsable de otras brillantes incursiones en el género como Mimic y Cronos.


Si alguien escuchara hablar de un gordo pancho, sereno, muy católico y vegetariano (dejó de probar carne luego de ver El loco de la motosierra / La masacre de Texas, de Tobe Hooper), y admirador (igual que Shyamalan) de Las Chicas Superpoderosas, una de las cosas que menos podría pensar es que ese mismo sujeto ha hecho películas con seres sedientos de sangre, fantasmas vengativos, experimentos mortales, cortos en Súper-8 con varios muñequitos y abundante salsa de tomate, y numerosos maquillajes de heridas y monstruos. Pero así es el mexicano Guillermo Del Toro, uno de los pocos directores que, junto con el hindú M. Night Shyamalan y el chileno Alejandro Amenábar, a modo de contados ejemplos, están revitalizando con sus respectivos aportes un alicaído género fantástico. Del resto mejor no hablar mucho. 

Del Toro ya había sorprendido a unos cuantos con su debut, el thriller gótico Cronos en 1993. Luego fue importado por la industria para poner los pelos de punta en la escalofriante Mimic (1997), donde demostró que el talento de su obra anterior no había sido casualidad. Cuatro años después se fue a España para filmar una remake (a medias) de un film de su compatriota Carlos Enrique Taboada (Hasta el viento tiene miedo) que se llamó El espinazo del diablo (2001). Dicho trabajo se llegó a estrenar en cines uruguayos, aunque bajó de cartel en muy poco tiempo, igual que sus otros dos antecedentes. Y no hace mucho terminó de dirigir Blade 2 (2002), secuela del film Blade: Cazador de vampiros (basado en el personaje de comic creado por Marv Wolfman); actualmente está preparando otra adaptación proveniente del noveno arte: Domu, del responsable asiático de Akira (1988), Katsuhiro Otomo.



CONFIANZA Y TALENTO

"Ahorita entiendo más a Dios y entiendo más lo que es el alma y entiendo más mi propio concepto de esas cosas con lo que hago. Existe el entendimiento profano de la religion, aquello que no es sacerdocio, lo que no es oficialmente la iglesia. Y para mi esta mitología me ayuda a entender más a Dios y lo que es el alma o lo que es la vida y la naturaleza. Para mí, lo único que necesita el hombre ante la naturaleza y Dios es humildad y perspectiva y sacrificio." (GDT)

El hombre no es ningún careta, posee una sencillez tremenda, ha visto mucho cine fantástico, hace películas que siente, y jamás peca de soberbio ni juega a ser director de cine. Traslada a la pantalla aquellos miedos infantiles que lo dejaban deliciosamente nervioso e impaciente a la hora de irse a dormir, ha sido influenciado por algunos de los más grandes maestros del género, dentro (muchos clásicos terroríficos de la Universal) y sobre todo fuera de Estados Unidos (expresionismo alemán, las películas de la Casa Hammer, muy por encima de tantas otras de conocidos realizadores, como Bava, Romero y Argento), aunque preocupa cada vez más el hecho de que termine siendo devorado por una industria hollywoodense monstruosamente capitalista y cercenadora por excelencia de libertades artísticas, que lo colocó detrás de cámaras justamente para la secuela de Blade: Cazador de vampiros (Stephen Norrington, 1998).

Federico Luppi en Cronos.
Y un niño busca respuestas en El espinazo del diablo, ...luego de su muerte.
Mientras tanto, Wesley Snipes reparte bifes en Blade 2.

Pequeños en situaciones bastante complicadas, adultos mayores que los acompañan, aconsejan y protegen, dramas y temores barnizados con sutiles toques poéticos, y metáforas de la propia realidad, con climas perturbadores y filmaciones de impecable factura, además de ocasionales toques de humor negro. Estos son algunos de los ingredientes más comunes de Cronos (la más personal y elogiada), Mimic (la menos íntima y reconocida), y El espinazo del diablo (donde los niños más trascendencia que nunca). El cine de Del Toro nace a partir de historias muy oscuras, y es allí desde donde se crean elementos completamente hipnotizadores, impensados; los personajes tienen un perfil bien definido, pero también hay situaciones muy emotivas, trágicas, que se fusionan inesperadamente en la historia, logrando algo que no deja de llamar la atención para lo que es una película del género. Si en Cronos y El espinazo... se preocupó más por los conceptos de su relato y los personajes, en Mimic volcó casi toda su inventiva visual para fabricar notables secuencias y sobresaltos. Pero en las tres siempre hay un enemigo que une a personas con sólidos valores humanos: un objeto peligroso (Cronos), seres mimetizados (Mimic) y un demente sin escrúpulos (El espinazo...), aunque no hay que olvidar cierta ambiguedad tanto en el personaje de Federico Luppi en Cronos como en el de Eduardo Noriega en El espinazo... El primero desesperado por buscar sangre que le dé vida eterna, tratando a la vez de no lastimar a sus seres más queridos, y el segundo, totalmente perverso, pero con un pasado muy injusto que lo transformó y marcó de por vida.




LOS NIÑOS PRIMERO  

"Cuando era muy pequeño y tenía algo así como dos años, me desperté una noche después de haber visto un episodio de Rumbo a lo desconocido titulado `El mutante´. Me había asustado tanto que empecé a ver hormigas verdes en la pared y criaturas dentro de mi armario, y en ese preciso momento fue cuando hice un pacto con los monstruos: `Si son buenos conmigo y me dejan ir al baño les dedicaré toda mi vida´. (GDT)

Federico Luppi y su nietita en presencia del temible invento alquimista en Cronos.

Entre el mito del vampiro y la alquimia Cronos se centra en la relación de un abuelo (Federico Luppi) y su nieta (la niña Tamara Shanath, de increíble actuación) que amenaza con desestabilizarse a partir de los hechos a los que el primero (un vendedor de antigüedades) se ve sometido: alimentarse de sangre para poder vivir, mientras trata de no hacerle ningún daño a la pequeña. La causa: la vida eterna que brinda una extraña pieza de oro (invento alquimista) hallada en la base de una estatua, siempre y cuando se cumpla con lo anterior. Por si fuera poco Jesús (tal es el nombre del protagonista; cabe acotar que en Cronos hay varias referencias al Cristianismo) deberá hacer frente al violento sobrino de un excéntrico señor que también desea vivir para siempre y quiere obtener el novedoso chiche. Del Toro, aquí, hace hincapié en situaciones trágicas y en las emociones de los propios personajes ante tan difícil situación. Los diseños góticos se dan la mano con una fotografía estilizada, donde la poca movilidad de la cámara se las ingenia para transmitir muchas cosas, tanto físicas como internas. La narración, también, se toma su tiempo, para dar cabida a ese especial y conmovedor vínculo (la última imagen de la película es magnífica) entre nieta y abuelo. Los temores infantiles que en Cronos se descifran a través de miradas, gestos y las propias composiciones de la imagen, en El espinazo del diablo se hacen mucho más explícitos, inclinaciones de Del Toro hacia la Cristiandad incluidas.

LOS MAYORES DESPUÉS

"`El espinazo del diablo´ fue en realidad el nombre que se le atribuyó a una epidemia mortal, que no fue diagnosticada hasta la pasada dédada del ´40. Anteriormente la gente le atribuía distintos calificativos. Y creo que esto acompaña a la película perfectamente. `El espinazo del diablo´ es una enfermedad que envuelve al niño cuando se encuentra en estado fetal, algo que precisamente les sucede a los infantes del orfanato en esta película. En determinado momento uno de los personajes manifiesta: `Algunas personas dicen que esto es lo que les pasa a los niños de nadie, a los niños que jamás deberían haber nacido.´Y esa es una leyenda muy embromada." (GDT)

Los niños del orfanato no la pasan tan bien en El espinazo del diablo.

En El espinazo... el director mexicano viaja a plena Guerra Civil Española, más precisamente a un orfanato bastante aislado donde el fantasma de un niño comienza a hacer de las suyas. Por más que el espectro tiene su lado tétrico son los propios vivos a quienes debe temerse más, al propio contexto que el hombre llegó a crear; la guerra en sí misma y las numerosas muertes que acarrea, por un lado, y la bajeza humana en todo su esplendor, gentileza de un malvado personaje (Eduardo Noriega), por el que todos se sienten trastocados, en el otro. Si bien el asilo está un poco ajeno a la dura realidad española (geográfica e idealmente) una bomba enterrada (que nunca llegó a explotar y que se encuentra anclada en el patio de la institución) les recuerda que el conflicto bélico también se encuentra presente allí, al menos como una amenaza latente que en cualquier momento puede desencadenar una tragedia.


Más que una película de terror El espinazo del diablo apunta al drama humano aunque con toques (obligatoriamente) sobrenaturales y atmósferas prácticamente apocalípticas. Del Toro, además, vuelve al universo infantil y más que nunca antes en relación con personas mayores (otra vez Luppi, Marisa Paredes) que ahora se abren y reflexionan mucho más, sufren por amor, necesidad y hasta dolor ajeno, son más queridos pero también estrictos hasta con ellos mismos, se sienten más útiles y seguros. La inocencia infantil se une a la experiencia del mayor, pero ambos sienten y sufren por igual (como la nieta y el abuelo en Cronos); es como si los más chicos carecieran de las armas necesarias para enfrentar hechos inesperados que el destino les depara por adelantado y como si los más experientes ya vinieran fogueados pero a la vez cansados y sin muchas energías de tanto que han luchado. Pero en el encuentro ambos se sienten reconfortados. Cabe señalar que El espinazo... se inspira en Hasta el viento tiene miedo, del mexicano Carlos Enrique Taboada; sólo que en vez de niños hay niñas condenadas, por órdenes del director de un colegio, a pasar las vacaciones en una escuela por la que anda vagando un fantasma, con sonámbulos y situaciones oníricas incluidas.



TRABAJAR EL MIEDO  

"Lo más interesante es que en la naturaleza existen dos especies, únicamente dos especies que son expansionistas: el hombre y los insectos. Las demás especies son territoriales. El insecto es devorador, expansionista; sigue expandiéndose y no le importa. Y el hombre es así. Tampoco le importan las demás especies. Devora, devora, se reproduce y no le importa. Me interesaba muchísimo hacer como un duelo tremendo entre las dos especies más terribles y bien adaptadas de la creación. Literalmente, si la naturaleza y Dios planean las cosas para que haya balance, las dos especies que van a acabar peleándose por el mundo van a ser insectos y hombres. Y es una guerra silenciosa que ya está y existe." (GDT)


Mira Sorvino en Mimic.
El fantasma de El espinazo del diablo.
La lucha es a muerte en Blade 2.

Una de las principales razones por las cuales la atrapante Mimic pasó casi sin pena ni gloria para gran parte de los que la vieron es la meticulosidad de un guión concentrado (aquí los personajes no pesan tanto como en Cronos y El espinazo...) casi en su totalidad en cómo potenciar el miedo a través de las imágenes, pero mostrando a los antagonistas de la película y estirando, así, los nervios y la tensión. Mimic está repleta de escenas de gran poderío visual, cuya esencia se llega a captar hasta en un solo segundo, lo que bien puede llevar a que si el espectador no está atento (o directamente no se da cuenta de lo que ha pasado por sus ojos y oídos) sencillamente se pierda imágenes muy bien concebidas.


La historia gira alrededor de una entomóloga (Mira Sorvino; ver foto) que crea una cura a partir de un experimento (alteración de un insecto) que intentaba combatir una plaga mortal (las principales víctimas eran niños) surgida de la cucaracha. Pero dicha cura, tres años después, se desarrolla formando extraños y gigantescos especimenes (mezcla de humanos e insectos) cuyo plato predilecto es... la gente, que se mimetizan en lo que atacan, y que crecen en los subterráneos neoyorquinos.


Es la película menos personal de Del Toro pero la más efectiva en cuanto a situaciones escalofriantes se refiere, y todo a partir de una pequeña historia del fallecido escritor Donald A. Wollheim. Los últimos tramos son más bien convencionales y poco convincentes, aunque el aroma a clase B es innegable y el trabajo, el más compenetrado con la industria (sin tomar en cuenta Blade 2) en comparación con obras suyas anteriores, es el que mejor le ha salido, cinematográficamente hablando. En Mimic también hay niños que sufren, mueren (algo poco usual, que volvería a repetirse en El espinazo del diablo), escuchan a personas mayores y se mandan grandes actuaciones; en este caso tenemos a un pequeño autista y su padre zapatero (interpretado por Giancarlo Giannini, en lugar de Luppi, quien no pudo aceptar por filmar Hombres armados, de John Sayles). Los movimientos de cámara son mucho más notorios, cosa que no ocurría en Cronos ni en El espinazo.... Y las metáforas religiosas dicen presente, una vez más, aunque es bueno aclarar que muchos de los creyentes terminan en una situación no muy buena que se diga y eso es algo que gran parte de los guionistas de Hollywood adoran divulgar. Y sino fíjense en algunas películas de la industria, donde cualquier personaje que tenga crucifijo o imagen de Cristo en determinado lugar de la casa, cabaña, auto, o vestimenta muere de forma espantosa o termina muy mal parado (sobre todo muchos antagonistas). Ah, un dato curioso: el mexicano Robert Rodríguez sirvió como uno de los directores de segunda unidad.




A PROPÓSITO DE BLADE 2



En realidad la idea era terminar el informe acá (todo lo anterior fue escrito en 2001), pero el estreno de Blade 2 (casi un año después de El espinazo del diablo) nos obliga a hacer un comentario más, claro. Con un elenco encabezado por Wesley Snipes, Kris Kristopherson, Ron Perlman (quien ya había trabajado para Del Toro en Cronos), Leonor Varela y el español Santiago "Torrente" Segura, la trama de esta secuela toma un pequeño e irónico giro, dado que ahora deberá el protagonista cazador de vampiros deberá unirse, justamente, a ellos mismos, sus enemigos, para combatir una raza peligrosísima que se alimenta de los de su especie.


El resultado está lejos de ser una simple continuación. Más que una segunda parte, una película aparte, oscurísima y muy violenta, que trata de aprovechar al máximo las limitaciones que un producto de estudio (New Line Cinema es la filial fantástica de Warner) puede brindar. Por lejos, mucho mejor que la original de Stephen Norrington donde Blade era la estrella novedosa del asunto. Aquí el cazador de vampiros no trasciende tanto como la feroz lucha entre dos bandos, que no se dan tregua alguna.


Los temas que siempre sobrevuelan las películas del realizador mexicano Guillermo del Toro no aparecen tan claros aquí como en sus antecedentes aunque de todas maneras siempre hay un lugarcito para lo religioso (basta con ver el diseño artístico en la guarida de los vampiros), los insectos (el funcionamiento en la anatomía de los enemigos) y esas relaciones humanas que generalmente hacen escala en la familia. Esto último se refleja pero no con la intensidad de otras labores del director azteca; apenas se nota algo entre Kris Kristofferson y Wesley Snipes, y también entre el jefe de los vampiros y sus dos hijos.


Para destacar, y con creces, la dirección, por supuesto, bastante bien respaldada por el trabajo fotográfico y también por el de maquillaje y efectos visuales. Siempre se buscan ángulos donde se pueda captar tanto la esencia de los dinámicos combates como la del temor que infunde esa nueva raza que se alimenta de vampiros. Hay climas lúgubres pero también trágicos. No hay chistes idiotas ni personajes graciosos. Esta es una película de terror, terror. Seria, hecha por alguien con experiencia y que tiene noción de lo que filma, más allá de algunas falencias en el guión de David S. Goyer, hombre asociado tanto a vulgaridades (Sentencia de muerte, Kickboxer 2, Juguetes demoníacos) como a más que interesantes labores (El amo de las marionetas, Ciudad en tinieblas).


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