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Andrew Niccol, un visionario
EL FUTURO YA ESTÁ ENTRE NOSOTROS

por Alejandro Yamgotchian (julio, 2003)

Por ahí el usuario no lo identifica tan fácilmente, pero si le decimos que el neocelandés Andrew Niccol (nacido en 1964) ha dirigido películas como Gattaca: Experimento genético (1997) y Simone (2002), y que también fue responsable del guión de The Truman Show (Peter Weir, 1998), pues el panorama queda mucho más claro. La manipulación que ejercen los medios de comunicación, la tendencia hacia una mecanización del individuo, y una exploración de los manejos de la industria del cine, la televisión y la publicidad fueron los temas principales de sus trabajos. Con ustedes, un tipo muy particular, que no queríamos dejar pasar así nomás.


LA MANO MORDIDA



Jim Carrey en The Truman Show.



Sus trabajos han sido utilizados en varias universidades norteamericanas, con el fin de abordar temas relacionados a la tecnología y, sobre todo, la sociedad. De ahí que no faltaran aquellos que lo tildaran de profeta, por el hecho de haberse adelantado, prácticamente, al tema de los reality shows con The Truman Show. Pero el hombre también es un buen observador y la prueba de ello está en varios apuntes incisivos de Simone, además de otros que ya están codeándose con nosotros y a la vuelta de la esquina en Gattaca.

Niccol trabajó en Londres y durante diez años haciendo avisos publicitarios para la televisión, antes de realizar su ópera prima (Gattaca). Claro que luego comenzó a recibir varias propuestas laborales en Estados Unidos, por lo que terminó radicándose en Los Ángeles (su actual lugar de residencia). Una vez creado el guión para The Truman Show (por el cual fue nominado al Oscar) el influyente productor Scott Rudin no consideró conveniente que un realizador novato dirigiera un film con un ascendente Jim Carrey (el presupuesto de la película ya rondaba los 60 millones de dólares), por lo que prefirió dejar todo en manos del director australiano Peter Weir.

Niccol, obviamente, venía saboreando los quehaceres de la industria y no es de extrañar que también lo haya hecho en el campo publicitario, donde la manipulación está a la orden del día. De ahí que, al momento de trabajar para cine, haya disparado ya de entrada en Gattaca, que bien puede tomarse como algo más generalizado, y luego sí llegara a volcar toda su artillería pesada (y muy personal) para The Truman Show y especialmente Simone. Los lugares en los que trabajó, la gente con la que se relacionó y las impresiones que todo le dejó salieron a la luz, sin importar que lo cuestionado y puesto en tela de juicio fuera lo que a él siempre le había dado de comer.


EVOCADOR Y VISIONARIO


Uma Thurman en Gattaca.


Hombre genéticamente imperfecto debe infiltrarse en la totalitaria corporación del título para poder cumplir su sueño de ser astronauta y viajar, así, al espacio exterior. Este es el eje argumental básico de Gattaca, cuyo contexto se ubica en un futuro inmediato y donde el análisis del ADN de las personas determina el estado fetal de las mismas, lo que van a hacer en el futuro e incluso las posibles enfermedades que puedan contraer. El protagonista (Ethan Hawke) nace con un problema en el corazón, por lo que decide asumir la identidad de un ser "válido" (pero postrado en silla de ruedas, a causa de un accidente) para lograr su objetivo, que luego se complica cuando un importante jerarca es hallado muerto. Al convertirse en el principal sospechoso comienza a ser perseguido de forma implacable y con las más sofisticadas tecnologías.

Son evidentes las señales de una sociedad que discrimina pero no a través de la religión, por ejemplo, sino por las propias condiciones físicas de sus integrantes, manipulados y controlados desde antes de ser dados a luz. El trabajo de producción en este thriller fantástico es notable (el diseño artístico tuvo una nominación al Oscar 1997), con un escenario que se amolda perfectamente a los conceptos que se van volcando y que predicen un futuro bastante gris respecto a la propia humanidad y sus ambiciones científicas, motivadas por la búsqueda de una sociedad ordenada y perfecta.

Gattaca es mucho más punzante de lo que parece, ya que la propia naturaleza humana puede ser tomada como algo de lo más imperfecto, cosa que en el propio espectador (e incluso en el personaje principal) puede desencadenar un rechazo por la situación y una reafiramción de sus propios valores humanos (si es que los tiene) ante personas y hechos que en la ficción son de una superioridad tremenda pero que vistas hoy en día realmente dejan que pensar.

Niccol reivindica la capacidad del espíritu, por sobre todas las cosas, en medio de un panorama que no es tan perfecto como parece y que ha encontrado varios puntos en común (más que nada visuales) con algunos trabajos del fallecido Stanley Kubrick y el propio Steven Spielberg, quien incluso quedó sorprendido por la tarea de Niccol y hasta piensa tenerlo como guionista en uno de sus inminentes proyectos. Y no hay duda que el nombre de Julio Verne, al momento de hablar de "profetas", puede asomar perfectamente, ya que el paso del tiempo y el constante progreso humano terminaban convirtiendo varias fantasías del recordado novelista en hechos reales. Y hay que reconocer que Niccol está demasiado cerca, con Gattaca, respecto a planteos vinculados a un género cada vez menos ficticio y mucho más real.


LA IRONÍA REINA



Al Pacino en Simone.



Evidentemente, y al igual que en The Truman Show, la industria del entretenimiento y, sobre todo, sus trabajadores están en la mira de múltiples sátiras en Simone, de la misma manera que la prensa, el propio público mainstream norteamericano y la influencia de las modernas tecnologías que se manejan a diestra y siniestra.

Un director de cine venido a menos (Al Pacino) no encuentra consuelo ante la ida de su principal actriz e incluso ante la mala suerte taquillera que lo ha venido acompañando en sus últimas películas... hasta que un experto en computación le obsequia un programa que contiene a la estrella de cine perfecta.

El protagonista interpreta, justamente, a un director que quiere hacer buenas películas, sin importar la repercusión de las mismas en boleterías, pero en Hollywood la taquilla es la que manda y por tanto debe recurrir a una buena estrella para que salve su carrera como realizador, en lugar de pensar en un buen guión, por ejemplo. De ahí el programa proporcionado por una computadora, que sustituye actores reales e incluso crea íconos más potentes que cualquier estrella humana.

Niccol es consciente de esa necesidad que mucha gente tiene de idolatrar a alguien; de ahí que en The Truman Show se riera una vez más de la superficialidad de mucho público norteamericano, sinónimo de ganado consumidor. A diferencia de Michael Tolkin en Las reglas del juego (Robert Altman, 1992), donde los apuntes eran mucho más finos pero mordaces al fin, con un mecanismo de ingeniería que cuestionaba aspectos intrínsecos de la industria, Simone se concentra más en la repercusión de los mismos sobre las masas, en todo lo que rodea a ese ambiente y, por supuesto, en los distintos medios, ya sea televisión o incluso publicidad, que ofician como vías de transmisión.

Simone es una comedia inteligente, ácida y, a la vez, muy disfrutable, divertida. Y si de visionarios hablábamos el nombre de Michael Crichton es otro que debería asomar en este informe, sobre todo si se toma un antecedente suyo como Looker (1981), donde varias modelos eran asesinadas y luego representadas digitalmente para comerciales de televisión.

Esto de la manipulación de imágenes, precisamente, se ha usado para varios actores que, por ejemplo, fallecieron durante filmaciones, como el hijo de Bruce Lee (Brandon) en El cuervo (Alex Proyas, 1994); la película fue terminada como si nada hubiera pasado. Claro que lo de Crichton es más una cuestión tecnológica que ideológica. Y prueba de esto son los estragos de la ingeniería genética en Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993) o bien la innovadora tecnología, desórdenes mecánicos mediante, en Fuera de control (1984), Vacaciones mortales (1973), o El hombre robot (1974), novela del propio Crichton llevada al cine por Mike Hodges.




TREINTA AÑOS NO ES NADA...

The Truman Show.


Un vendedor de seguros (Jim Carrey) descubre que su vida ha sido puesta al servicio de un programa de televisión visto por millones de personas y en cuyo contexto hay más de 5.000 cámaras que lo filman desde que se levanta hasta que se acuesta. Todas las personas que él creía familiares, conocidos y amigos son en realidad actores al servicio de la emisión. En otras palabras: está siendo controlado a más no poder.

Este es el argumento de The Truman Show, donde la obsesión del público no es solo hacia las estrellas sino también para con algunos programas televisivos, como los reality shows, que comenzaron a multiplicarse como plagas y alrededor de todo el mundo a partir de este film de Peter Weir.

Niccol otra vez insiste, desde el guión, con el tema de la tecnología y en cómo incide esta última en la intimidad del propio ser humano, más que nada desde el punto de vista de ese marketing a gran escala, el macabro poder de los medios y su influencia en la gente (que aquí ya venía siendo vista como una gran cosecha de ganado), además del escalofrío que de entrada representa la forma de pensar del personaje (el creador) que interpreta brillantemente Ed Harris.

El tema de la búsqueda de la perfección que Niccol siempre ronda está esta vez en el propio programa, donde todo es color de rosa para el inocente protagonista. Esa misma perfección es la que también seduce a los televidentes, más allá de la sustancia de la propuesta, y sobre todo la que deja a la persona con ganas de seguir viendo más. La realidad, sin embargo, le indica otra cosa muy diferente (de ahí el final de la película).

Hay algunos que acusan a Niccol de ser un director de poco peso y que su verdadero trabajo no debería salir de lo que son los guiones (Simone podría despertar algunas sospechas pero Gattaca no). De lo que no hay dudas es que The Truman Show es quizá la película menos personal de Peter Weir, quien tan solo se limitó a aportar su notable oficio como realizador, y que el guión de Niccol incide mucho más de lo que pueda parecer en un primer análisis, ya que, por ejemplo, fue idea del propio Niccol usar las tomas con formato de pantalla televisiva para las escenas que justamente exponen a los televidentes en sus hogares viendo The Truman Show.

La idea es mostrar, además, la enorme influencia de los medios, que no solo le controlan la vida al personaje de Jim Carrey, sino también (indirectamente) a los propios televidentes, proporcionando sustancias planificadas y adictivas, que les dice qué estaría bien y qué no, sobre todo desde un punto de vista material, de la piel para fuera. Justamente, la actitud final de Carrey demuestra que la verdadera arma de ese ser humano, supuestamente común a todos, está en realidad dentro suyo (lo que más podría odiar un personaje como el de Ed Harris) y no en cualquier otra cosa que pueda hacer. El tema es que se dé cuenta de que lo están manipulando y muy delicadamente.

La sociedad moderna, por otro lado, es puesta en ridículo. Lo que importa es el rating (dinero) y la reputación (fama). El poder de los medios es más sólido de lo que uno imagina, y eso también es parte del drama que despierta la película, sobre todo al ponernos en la piel de Truman (Carrey), cuando descubre que sus treinta años de vida fueron totalmente artificiales.



Rachel Roberts y Andrew Niccol.






Curiosidades
: En Gattaca hay varios referentes literarios (hacia La Biblia, Aldous Huxley y un largo etcétera), lingüísticos (al Esperanto, idioma que pretendía ser universal en el siglo XIX) y astronómicos (el apellido del personaje de Uma Thurman es el de un astrónomo relacionado a descubrimientos importantes en Saturno, planeta al cual se dirige la misión espacial de la Corporación "Gattaca").

Simone es, en realidad, una actriz de carne y hueso. Nació en Canadá, se llama Rachel Roberts y es la esposa del director Niccol, a quien conoció el pasado año y con el que acaba de tener un hijo.

A diferencia de lo que mucha gente dice sobre The Truman Show, que dio origen a los reality shows, los mismos ya existían en la televisión norteamericana, por ejemplo, antes de comenzar la producción de la película, aunque no eran tan exitosos como en la actualidad.


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