EL
FUTURO YA ESTÁ ENTRE NOSOTROS
Por ahí
el usuario no lo identifica tan fácilmente,
pero si le decimos que el neocelandés Andrew
Niccol (nacido en 1964) ha dirigido películas
como Gattaca: Experimento genético
(1997) y Simone (2002), y que
también fue responsable del guión
de The Truman Show (Peter Weir,
1998), pues el panorama queda mucho más
claro. La manipulación que ejercen los
medios de comunicación, la tendencia hacia
una mecanización del individuo, y una exploración
de los manejos de la industria del cine, la televisión
y la publicidad fueron los temas principales de
sus trabajos. Con ustedes, un tipo muy particular,
que no queríamos dejar pasar así
nomás.
LA MANO MORDIDA

Jim Carrey en The Truman Show.
Sus trabajos han sido utilizados en varias universidades
norteamericanas, con el fin de abordar temas relacionados
a la tecnología y, sobre todo, la sociedad.
De ahí que no faltaran aquellos que lo
tildaran de profeta, por el hecho de haberse adelantado,
prácticamente, al tema de los reality
shows con The Truman Show.
Pero el hombre también es un buen observador
y la prueba de ello está en varios apuntes
incisivos de Simone, además
de otros que ya están codeándose
con nosotros y a la vuelta de la esquina en Gattaca.
Niccol trabajó
en Londres y durante diez años haciendo
avisos publicitarios para la televisión,
antes de realizar su ópera prima (Gattaca).
Claro que luego comenzó a recibir varias
propuestas laborales en Estados Unidos, por lo
que terminó radicándose en Los Ángeles
(su actual lugar de residencia). Una vez creado
el guión para The Truman Show
(por el cual fue nominado al Oscar) el influyente
productor Scott Rudin no consideró conveniente
que un realizador novato dirigiera un film con
un ascendente Jim Carrey (el presupuesto de la
película ya rondaba los 60 millones de
dólares), por lo que prefirió dejar
todo en manos del director australiano Peter Weir.
Niccol, obviamente,
venía saboreando los quehaceres de la industria
y no es de extrañar que también
lo haya hecho en el campo publicitario, donde
la manipulación está a la orden
del día. De ahí que, al momento
de trabajar para cine, haya disparado ya de entrada
en Gattaca, que bien puede tomarse
como algo más generalizado, y luego sí
llegara a volcar toda su artillería pesada
(y muy personal) para The Truman Show
y especialmente Simone. Los lugares
en los que trabajó, la gente con la que
se relacionó y las impresiones que todo
le dejó salieron a la luz, sin importar
que lo cuestionado y puesto en tela de juicio
fuera lo que a él siempre le había
dado de comer.
EVOCADOR Y VISIONARIO

Uma Thurman en Gattaca.
Hombre genéticamente imperfecto debe infiltrarse
en la totalitaria corporación del título
para poder cumplir su sueño de ser astronauta
y viajar, así, al espacio exterior. Este
es el eje argumental básico de Gattaca,
cuyo contexto se ubica en un futuro inmediato
y donde el análisis del ADN de las personas
determina el estado fetal de las mismas, lo que
van a hacer en el futuro e incluso las posibles
enfermedades que puedan contraer. El protagonista
(Ethan Hawke) nace con un problema en el corazón,
por lo que decide asumir la identidad de un ser
"válido" (pero postrado en silla
de ruedas, a causa de un accidente) para lograr
su objetivo, que luego se complica cuando un importante
jerarca es hallado muerto. Al convertirse en el
principal sospechoso comienza a ser perseguido
de forma implacable y con las más sofisticadas
tecnologías.
Son evidentes
las señales de una sociedad que discrimina
pero no a través de la religión,
por ejemplo, sino por las propias condiciones
físicas de sus integrantes, manipulados
y controlados desde antes de ser dados a luz.
El trabajo de producción en este thriller
fantástico es notable (el diseño
artístico tuvo una nominación al
Oscar 1997), con un escenario que se amolda perfectamente
a los conceptos que se van volcando y que predicen
un futuro bastante gris respecto a la propia humanidad
y sus ambiciones científicas, motivadas
por la búsqueda de una sociedad ordenada
y perfecta.
Gattaca
es mucho más punzante de lo que parece,
ya que la propia naturaleza humana puede ser tomada
como algo de lo más imperfecto, cosa que
en el propio espectador (e incluso en el personaje
principal) puede desencadenar un rechazo por la
situación y una reafiramción de
sus propios valores humanos (si es que los tiene)
ante personas y hechos que en la ficción
son de una superioridad tremenda pero que vistas
hoy en día realmente dejan que pensar.
Niccol reivindica
la capacidad del espíritu, por sobre todas
las cosas, en medio de un panorama que no es tan
perfecto como parece y que ha encontrado varios
puntos en común (más que nada visuales)
con algunos trabajos del fallecido Stanley Kubrick
y el propio Steven Spielberg, quien incluso quedó
sorprendido por la tarea de Niccol y hasta piensa
tenerlo como guionista en uno de sus inminentes
proyectos. Y no hay duda que el nombre de Julio
Verne, al momento de hablar de "profetas",
puede asomar perfectamente, ya que el paso del
tiempo y el constante progreso humano terminaban
convirtiendo varias fantasías del recordado
novelista en hechos reales. Y hay que reconocer
que Niccol está demasiado cerca, con Gattaca,
respecto a planteos vinculados a un género
cada vez menos ficticio y mucho más real.
LA IRONÍA REINA

Al Pacino en Simone.
Evidentemente, y al igual que en The Truman
Show, la industria del entretenimiento
y, sobre todo, sus trabajadores están en
la mira de múltiples sátiras en
Simone, de la misma manera que
la prensa, el propio público mainstream
norteamericano y la influencia de las modernas
tecnologías que se manejan a diestra y
siniestra.
Un director de
cine venido a menos (Al Pacino) no encuentra consuelo
ante la ida de su principal actriz e incluso ante
la mala suerte taquillera que lo ha venido acompañando
en sus últimas películas... hasta
que un experto en computación le obsequia
un programa que contiene a la estrella de cine
perfecta.
El protagonista
interpreta, justamente, a un director que quiere
hacer buenas películas, sin importar la
repercusión de las mismas en boleterías,
pero en Hollywood la taquilla es la que manda
y por tanto debe recurrir a una buena estrella
para que salve su carrera como realizador, en
lugar de pensar en un buen guión, por ejemplo.
De ahí el programa proporcionado por una
computadora, que sustituye actores reales e incluso
crea íconos más potentes que cualquier
estrella humana.
Niccol es consciente
de esa necesidad que mucha gente tiene de idolatrar
a alguien; de ahí que en The Truman
Show se riera una vez más de la
superficialidad de mucho público norteamericano,
sinónimo de ganado consumidor. A diferencia
de Michael Tolkin en Las reglas del juego
(Robert Altman, 1992), donde los apuntes eran
mucho más finos pero mordaces al fin, con
un mecanismo de ingeniería que cuestionaba
aspectos intrínsecos de la industria, Simone
se concentra más en la repercusión
de los mismos sobre las masas, en todo lo que
rodea a ese ambiente y, por supuesto, en los distintos
medios, ya sea televisión o incluso publicidad,
que ofician como vías de transmisión.
Simone
es una comedia inteligente, ácida y, a
la vez, muy disfrutable, divertida. Y si de visionarios
hablábamos el nombre de Michael Crichton
es otro que debería asomar en este informe,
sobre todo si se toma un antecedente suyo como
Looker (1981), donde varias modelos
eran asesinadas y luego representadas digitalmente
para comerciales de televisión.
Esto de la manipulación
de imágenes, precisamente, se ha usado
para varios actores que, por ejemplo, fallecieron
durante filmaciones, como el hijo de Bruce Lee
(Brandon) en El cuervo (Alex
Proyas, 1994); la película fue terminada
como si nada hubiera pasado. Claro que lo de Crichton
es más una cuestión tecnológica
que ideológica. Y prueba de esto son los
estragos de la ingeniería genética
en Parque Jurásico (Steven
Spielberg, 1993) o bien la innovadora tecnología,
desórdenes mecánicos mediante, en
Fuera de control (1984), Vacaciones
mortales (1973), o El hombre
robot (1974), novela del propio Crichton
llevada al cine por Mike Hodges.
TREINTA
AÑOS NO ES NADA...
The
Truman Show.
Un vendedor de seguros (Jim Carrey) descubre que
su vida ha sido puesta al servicio de un programa
de televisión visto por millones de personas
y en cuyo contexto hay más de 5.000 cámaras
que lo filman desde que se levanta hasta que se
acuesta. Todas las personas que él creía
familiares, conocidos y amigos son en realidad
actores al servicio de la emisión. En otras
palabras: está siendo controlado a más
no poder.
Este es el argumento
de The Truman Show, donde la
obsesión del público no es solo
hacia las estrellas sino también para con
algunos programas televisivos, como los reality
shows, que comenzaron a multiplicarse como
plagas y alrededor de todo el mundo a partir de
este film de Peter Weir.
Niccol otra vez
insiste, desde el guión, con el tema de
la tecnología y en cómo incide esta
última en la intimidad del propio ser humano,
más que nada desde el punto de vista de
ese marketing a gran escala, el macabro poder
de los medios y su influencia en la gente (que
aquí ya venía siendo vista como
una gran cosecha de ganado), además del
escalofrío que de entrada representa la
forma de pensar del personaje (el creador) que
interpreta brillantemente Ed Harris.
El tema de la
búsqueda de la perfección que Niccol
siempre ronda está esta vez en el propio
programa, donde todo es color de rosa para el
inocente protagonista. Esa misma perfección
es la que también seduce a los televidentes,
más allá de la sustancia de la propuesta,
y sobre todo la que deja a la persona con ganas
de seguir viendo más. La realidad, sin
embargo, le indica otra cosa muy diferente (de
ahí el final de la película).
Hay algunos que
acusan a Niccol de ser un director de poco peso
y que su verdadero trabajo no debería salir
de lo que son los guiones (Simone
podría despertar algunas sospechas pero
Gattaca no). De lo que no hay
dudas es que The Truman Show
es quizá la película menos personal
de Peter Weir, quien tan solo se limitó
a aportar su notable oficio como realizador, y
que el guión de Niccol incide mucho más
de lo que pueda parecer en un primer análisis,
ya que, por ejemplo, fue idea del propio Niccol
usar las tomas con formato de pantalla televisiva
para las escenas que justamente exponen a los
televidentes en sus hogares viendo The
Truman Show.
La idea es mostrar,
además, la enorme influencia de los medios,
que no solo le controlan la vida al personaje
de Jim Carrey, sino también (indirectamente)
a los propios televidentes, proporcionando sustancias
planificadas y adictivas, que les dice qué
estaría bien y qué no, sobre todo
desde un punto de vista material, de la piel para
fuera. Justamente, la actitud final de Carrey
demuestra que la verdadera arma de ese ser humano,
supuestamente común a todos, está
en realidad dentro suyo (lo que más podría
odiar un personaje como el de Ed Harris) y no
en cualquier otra cosa que pueda hacer. El tema
es que se dé cuenta de que lo están
manipulando y muy delicadamente.
La sociedad moderna,
por otro lado, es puesta en ridículo. Lo
que importa es el rating (dinero) y la reputación
(fama). El poder de los medios es más sólido
de lo que uno imagina, y eso también es
parte del drama que despierta la película,
sobre todo al ponernos en la piel de Truman (Carrey),
cuando descubre que sus treinta años de
vida fueron totalmente artificiales.

Rachel Roberts y Andrew Niccol.
Curiosidades: En Gattaca
hay varios referentes literarios (hacia La
Biblia, Aldous Huxley y un largo etcétera),
lingüísticos (al Esperanto, idioma
que pretendía ser universal en el siglo
XIX) y astronómicos (el apellido del personaje
de Uma Thurman es el de un astrónomo relacionado
a descubrimientos importantes en Saturno, planeta
al cual se dirige la misión espacial de
la Corporación "Gattaca").
Simone
es, en realidad, una actriz de carne y hueso.
Nació en Canadá, se llama Rachel
Roberts y es la esposa del director Niccol, a
quien conoció el pasado año y con
el que acaba de tener un hijo.
A diferencia
de lo que mucha gente dice sobre The Truman
Show, que dio origen a los reality
shows, los mismos ya existían en la
televisión norteamericana, por ejemplo,
antes de comenzar la producción de la película,
aunque no eran tan exitosos como en la actualidad.
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