CADA VEZ MÁS
REFERENTE

Desde el pasado jueves 27 de noviembre y
hasta el miércoles 3 de diciembre
inclusive tuvo lugar en el Complejo Tita
Merello la cuarta de edición de la
muestra no competitiva Buenos Aires Rojo
Sangre (BARS), un espacio para todo el cine
de terror, fantástico y bizarro que
no solo se produce en Argentina sino también
en el resto de América Latina y el
mundo.
En esta edición aumentó la
cantidad de material a exhibirse, respecto
a las anteriores, los días programados
e incluso el público, que llegó
casi a las 5.000 personas. Uno de los puntos
importantes de los organizadores era "establecer
el carácter realmente independiente
de las películas que se exhiben en
el festival. Porque queremos probar que
hay un cine, de presupuestos acotados, al
margen de los créditos y subsidios
oficiales y sin los supuestos compromisos
estéticos del llamado `nuevo
cine argentino´, que no es mostrado
en ningún otro festival, ni siquiera
en los autoproclamados `independientes´.
Y ese es el cine que queremos que se conozca",
afirmaba Gabriel Schipani, director del
BARS.
El Rojo
Sangre comenzó con tres estrenos
en 2000, llegando a siete preestrenos nacionales,
con siete más en la mira y que se
encuentran en etapas de postproducción,
en el corriente año. "Generalmente
realizados en video y en forma ultraindependiente,
varias películas no lograban hacerse
un lugar en los principales festivales cinematográficos
locales. Por eso los realizadores, de muy
interesantes largos, medios y cortometrajes,
debían conformarse con unas pocas
proyecciones autogestionadas. Esto es porque
el fantástico es aún considerado
en ciertos círculos como un `género
menor´. Por eso se hizo imperiosa
la necesidad de reunir bajo un mismo ámbito
a películas con las mismas problemáticas
de distribución, para que pudieran
acercarse a un público común",
pregonaba uno de los organizadores del festival.
El BARS
estuvo dividido en tres secciones de estrenos
y preestrenos más dos de retrospectiva.
Dentro los primeros hubo cortos medios y
largos argentinos y del resto del mundo,
mientras que en las muestras retro hubo
material de la vecina orilla y otro dedicado
a grandes realizadores.
LEJOS DEL PLATA

El panorama, en líneas generales,
resultó interesante, con algunos
picos muy buenos y otros que despertaron
sus dudas. Más allá de la
curiosidad por saber qué es lo que
se está haciendo en otras partes
del mundo y que acá (en Uruguay)
no llega (ni ha llegado) ni por casualidad,
hubo materiales de países a los que
muy poco (o nada) se les conocía
en cuanto a cine fantástico se refiere.
Y uno de estos fue Chile, con su película
de vampiros Sangre eterna,
cuyo nombre viene de un juego de rol jugado
por los protagonistas del film. Lo original
del asunto es la representación extremadamente
violenta del entretenimiento que el director
Jorge Olguín realiza en pantalla
y también la intención que
luego tiene de fusionar algo que parecía
ficción con el vampirismo supuestamente
real y al que deben enfrentarse estos personajes
mortales. El resultado no deja de llamar
la atención, por cierto, aunque cabe
achacarle cierto exhibicionismo en el trabajo
de maquillaje y la escasa concisión
al momentode contar la historia.
Italia también
aportó lo suyo: La casa maldita,
de Ivan Zuccon; tres historias entrecruzadas
en un mismo contexto, basadas en obras de
H. P. Lovecraft: La casa olvidada,
Los sueños en la casa de
la bruja y La música
de Erich Zann. Y no han sido muchos
los trabajos que abordaron directamente
al popular escritor en cine. Éste,
por su parte, se anota algunos sustos legítimos
y buenas atmósferas pero un guión
bastante desordenado, que modifica en cierta
manera (a veces sustancial) las notables
historias literarias en que se basa.
Siguiendo
por Europa el film Mucha sangre
hace honor al título pero en clave
de comedia de ciencia ficción alocada
y por momentos divertida, sumamente gore,
con mucha acción y, sobre todo, humor.
El director Pepe de las Heras tuvo nada
menos que al legendario Paul Naschy / Jacinto
Molina bajo sus órdenes, y el resultado
no pasa desapercibido, sobre todo si se
entra en el descarnado y despampanante juego
que se plantea, a propósito de una
invasión extraterrestre con siniestros
planes para los terrícolas.
Otras obras
del Viejo Continente que dieron mucho que
hablar fueron el policial fantástico
Vidocq, de Pitof y con
Gérard Dépardieu (tras un
asesino), una de las más destacadas
producciones francesas de los últimos
años, premiada como Mejor Película
en el Festival de Sitges, y la tenebrosa
Darkness, otro film español
pero de Jaime Balagueró y protagonizado
por Anna Paquin, Lena Olin, Giancarlo Giannini
y Fele Martínez, que gira alrededor
de un ser misterioso y muy antiguo que vaga
y se comunica a través de las penumbras
de una casa.
Yendo un
poco más para el Este, Japón
también estuvo presente y nada menos
que con Ringu / The Ring / El Aro,
exitosa y estupenda película de Hideo
Nakata, que tuvo sus secuelas y también
una remake americana (La llamada,
de Gore Verbinski) que no solo se basó
en la original sino que también mezcló
cosas de la segunda y tercera parte de la
saga nipona, y con resultados polémicos.
Claro que Ringu se guarda
momentos totalmente aterradores, excelentes,
y que incluso deja puertas abiertas para
una segunda parte, algo inferior a la primera
pero con sobresaltos que siguen helando
la sangre, en especial para todos aquellos
que ven un extraño video y mueren
petrificados siete días después.
Los espantapájaros
tampoco estuvieron ausentes y vinieron de
Estados Unidos; Espantapájaro,
de Emmanuel Itier, gira alrededor de un
apacible pueblito norteamericano y adolescentes
perseguidos y asesinados por el muñeco
del título, quien fuera poseído
y reanimado por el espíritu de un
joven muerto.
PANORAMA ARGENTINO

Un país prolífico en la materia
y cuyo fuerte para esta edición del
BARS fueron nada menos que siete largometrajes.
Como bien llegó a comentar un organizador
del evento, "sería arriesgado
hablar de un movimiento homogéneo,
pero es claro que algo está pasando
con el cine fantástico en Argentina."
Uno de los
puntos más notorios fue Mala
carne, escrita y dirigida por Fabián
Forte, y que plantea una curiosa vuelta
de tuerca al tema de los vampiros; aquí
las que dominan son las vampiresas. Hay
fragmentos de buena factura y climas bastante
agobiantes en esta historia de dos jóvenes
invitados por un par de mujeres a pasar
la noche en una casa supuestamente apacible
y en plena noche urbana.
Otros trabajos
que se destacaron fueron Baño
de sangre, de Paula Pollacchi,
primera mujer en Argentina en realizar un
largometraje de horror, y la híbrida
Run Run Bunny! de Mad Crampi.
La cuota onírica la puso Tico
Tico, de Marcelo Domizi, filmada
a lo largo de cuatro años, mientras
que el de fantasía a la porteña
lo agregó Vacaciones en la
tierra, de Sebastián de
Caro. Por su parte, Rostros usurpados,
de German Vulcano, es un thriller fantástico
que tiene la particularidad de ser la primera
película íntegramente rodada
en la ciudad de Tandil, con técnicos
y actores locales, y también de contar
en el elenco con Jorge Montejo, más
conocido como "Paolo, el Rockero"
(¿se acuerdan cuando vino al Cine
Cordón, en 1988, a dar su espectáculo?).
Otro de los estrenos fue el ejercicio terrorífico
Ruta hacia la muerte, de
Francisco de Lezica, un asunto de asesino
serial bastante flojito, a propósito
de grupo de jóvenes acechados por
veterano psicópata en el medio del
campo.
Entre el
material que muy probablemente esté
llegando para la próxima (la quinta)
edición está Habitaciones
para turistas y también
más cosas nuevas de FARSA Producciones,
aún sin título de estreno.
También
hubo un ciclo de retrospectiva al cine de
la vecina orilla, donde asomaron viejos
clásicos de las últimas décadas,
incluyendo El hombre bestia / Las
aventuras del Capitán Richard,
de Camilo Zaccaría Soprano y filmada
en Rosario, en 1934. Según Pablo
Sapere, programador del BARS, "los
libros de historia parecen estar de acuerdo.
La primera película argentina de
género fantástico es Una
luz en la ventana (1942), una cinta
que fundamentalmente pasará a la
historia, más allá de los
logrados decorados y la esmerada fotografía,
por ser el primer paso en la pantalla del
enorme Narciso Ibáñez Menta.
Sin embargo hay una película que
abordó el género a mediados
de la década del ´30, que al
ser realizada fuera del incipiente circuito
de los grandes estudios nunca tuvo un estreno
comercial, permaneció juntando polvo
durante años hasta que finalmente
fue olvidada. Si bien la historia avanza
a tropezones y resulta bastante confusa,
continuaba Sapere, la película
tiene un nivel de delirio que la puede ubicar
como una de las grandes joyas del cine bizarro
nacional."
El ciclo
en cuestión llegó incluso
hasta el a esta altura clásico Lo
que vendrá (1987), de Gustavo
Mosquera, el mismo que nueve años
después dirigiría la estupenda
Moebius, y pasó
por la imborrable Sangre de vírgenes
(1967), de Emilio Vieyra, con las famosas
gaviotas-vampiro acechando a un grupo de
jóvenes "con toda la onda"
que viajan a Bariloche y se topan con un
siniestro ser, sediento de sangre. Lo que
más llamó la atención,
sin embargo, fueron dos películas;
una casi olvidada y otra tildada de "maldita":
La casa de las siete tumbas,
de Pedro Stocki (1981) y El inquisidor
/ El fuego del pecado / El inquisidor de
Lima (1974) de Bernardo Arias,
respectivamente.
La primera
cuenta la historia de dos supuestas grandes
amigas, aunque la más serena y dulce
es en realidad la que más ha venido
sufriendo y por tanto acumula un odio tan
grande que es capaz de cualquier cosa para
echar por tierra la felicidad de su camarada,
quien va a visitar a su enamorado, terminando
inexplicablemente en la casa del título.
En la misma se producen extraños
acontecimientos, gentileza de una mujer
mayor y su siniestra servidumbre. Esta película
fue uno de los puntales más altos
dentro de la muestra, gracias a una elaborada
historia, con algo de sugestión y
momentos que lindan con la paranoia total.
Actuaban Soledad Silveyra (desnudo incluido),
Miguel Angel Solá, María Rosa
Gallo, Juan Leyrado y, en un insólito
papel de joven desquiciada, María
Leal. El guión fue de Atilio Polverini,
quien luego dirigiera Bailoretto,
la aventura de un rebelde (1985).
Un terror
más seco y directo fue el que planteó
El inquisidor, coproducción
argentino-peruana, con Olga Zubarry, prohibida
por la censura y, al igual que La
casa de las siete tumbas, muy poco
difundida. La historia arranca con una serie
de extraños asesinatos, donde las
mujeres mueren quemadas vivas. Las pistas,
claro, llevan a la conclusión de
que hay una o varias personas que siguen
costumbres de la vieja Inquisición,
aunque el enemigo se topará con un
grupo de jóvenes e hipotéticas
víctimas que le hará dar un
giro considerable al asunto. Una película
que llamó más la atención
por la peculiaridad del argumento y los
hechos extracinematográficos que
suscitó, y no tanto por su calidad
en sí, bastante discreta, por cierto.
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,
director del BARS
por AY

Arte7
- ¿Se han cumplido las expectativas
para este festival?
Gabriel
Schipani - Sí; aunque temimos
al momento de plantearnos lo del cobro de
la entrada. Era barata, eso sí; tan
solo 2 pesos argentinos. De todas maneras,
y por suerte, ha venido mucha gente y eso
nos mantiene muy contentos.
La producción en el género
está empezando a crecer. Y a esta
altura el BARS ya se está convirtiendo
en punto de referencia obligatoria, tanto
para el que quiere ver terror, ciencia ficción
y bizarro como para aquel que pretenda dar
a conocer su obra.
Justamente;
por eso que decís es que nació
el BARS. Había un montón de
cosas sueltas, yo más o menos conocía
a varios, pero seguía estando el
problema de la producción sin vías
de exhibición. Entonces dije "bueno;
armémonos, juntémonos y a
empezar a crecer". Y así fue.
El BARS que venía año tras
año iba muy vinculado a la cantidad
de producciones que comenzaban a aparecer
al mismo tiempo.
Por un lado está la posibilidad de
otorgar un canal de transmisión para
los artistas. Y por otro mostrar también
no solo ese cine argentino que no se ve
sino también el internacional, ya
que hay cineastas que viven en países
del Primer Mundo y producen materiales con
escasos recursos. Ahí también
entra el juego el BARS.
Claro;
la meta es reunir ese cine independiente
que se hace en todo el mundo y que no llega
a circuito comercial, o que incluso tarda
más en aparecer por estas latitudes,
en el mercado local. Tenemos el caso de
Ringu, que es bastante
conocida internacionalmente, pero también
ese cine que no se ve y al que pretendemos
difundir junto con todo lo otro.
De lo que no hay dudas es que este es no
es un festival para críticos sino
para la gente.
Ya
de por sí los géneros que
abarca el BARS están destinados al
público en general, masivo. Y queremos
que venga, que se reúna. Por ejemplo,
el caso del Festival de Cine Independiente
de Buenos Aires está dirigido primero
a los críticos, luego a los estudiantes
de cine, después a los cinéfilos
y al final de toda la lista viene el público.
Aquí el cine de géneros aparece
bastante marginado. En nuestro festival
la cosa es al revés; primero está
el público y después todo
lo demás. Y ya que te mencioné
lo de los géneros, fijáte
el caso de la ciencia ficción dentro
de la programación del BARS, un género
difícil de realizar y el que menos
producción tiene en Argentina. Nosotros,
sin embargo, logramos programar un bloque
entero, con un mediometraje y dos cortos.
Uno se queda por demás
conforme porque al menos Argentina, que
está muy cerca de nosotros, insiste
en producir obras vinculadas al género,
cosa que en Uruguay directamente no se hace.
Pero hay una impresión que me llevo
de varios materiales vistos en el BARS y
es la de una tendencia hacia lo truculento,
o mejor dicho hacia lo innecesariamente
truculento y que por momentos incomoda un
poco.
Mirá;
las primeras producciones que exhibimos
en otras ediciones del BARS apostaban a
poner mucha sangre, siendo conscientes de
que eran poco serias, más tendiendo
hacia lo bizarro; bastante hemogoblina pero
con un matiz cómico. Recién
este año comenzaron a verse materiales
de terror volcados hacia el gore,
sí, pero también otros con
cierta solidez conceptual e incluso que
apuestan a asustar desde el fuera de campo.
La idea de esto último es "asustemos
con lo que no se ve sin mostrar nada".
Este tipo de obras están apareciendo;
hay un cambio. En todos estos años
de BARS pudimos notar que muchos comienzan
a cambiar, a hacer un terror si se quiere
más formal.
¿Y qué hay del bloque que
se programó de snuff y ultraviolencia?
Otro
subgénero; una alternativa que a
mucha gente le puede chocar pero está
ahí, como algo para ver. Y hay que
respetarlo como lo que es.

Varias películas
se dieron a sala llena. Y entre retrospectivas,
materiales argentinos y extranjeros en etapa
de postproducción, por ejemplo, uno
ya se pone a pensar lo que va a ser el próximo
BARS…
Y…
esperemos que el éxito continúe,
que nos vuelvan a apoyar los institutos
y organismos que ya lo han hecho, porque
no solo hay un promedio de diez películas
que se están por terminar sino que
también hay otras tantas que empezaron
a filmarse. En 2000 el BARS empezó
tan solo con tres películas. Y mirá
lo que es ahora. Incluso a uno lo alienta
el hecho de que hayan directores que se
apuran con el trabajo para poder llegar
a tiempo y dar su película en la
próxima edición de nuestro
festival.
Hablabas de institutos y organismos. ¿Cómo
evaluás el apoyo, digamos estatal,
que ha tenido el festival?
Va
creciendo de a poquito. El Museo de Cine
siempre estuvo y ha cumplido un factor vital
para que estemos en este complejo cinematográfico.
Y creo que ése es un reconocimiento
a nuestro esfuerzo. El Instituto de Cine
incluso aprobó el BARS 2003. Y entonces
como que de a poco ellos van abriéndose
a un género que lo tenían
como algo totalmente menor y que ahora como
que hubo señales a través
de las numerosas producciones independientes
que van en aumento. No puede haber indiferencia
alguna. La cosa se está moviendo.
El Festival de Cine de Mar del Plata introdujo
una sección dedicada al cine de terror,
el año pasado. Y esto nace desde
el BARS; fue algo fundamental y muy positivo
para todos nosotros.
El
Festival de Cine Independiente de Buenos
Aires también ha dado un espacio
al cine de terror…
Sí,
pero eso fue algo mínimo. Y lo hicieron
en jornadas que iban de la medianoche a
las 6 de la mañana, algo poco serio.
En dicho festival como que todavía
se nota una barrera bastante infranqueable
para con el cine de géneros y que
consiste en algo así como "esto
es lo que sirve y el resto no".
Me llamó mucho la atención
la cantidad de gente mayor y sobre todo
las numerosas mujeres que vi en las funciones
del BARS.
(Risas)
A mí también; ellas no se
caracterizan, en general, por gustar del
cine de terror o fantástico. Las
estamos incorporando (risas). Lo de la gente
mayor como que son admiradores que siguen
venerando al género con entusiasmo.
¿Y qué hay del apoyo de los
medios de comunicación?
Este
año el apoyo fue muy importante.
Se enteraron de que este festival existía
y tomaron nota. Se reconoció el evento,
el género y la movida que hay. Hubo
más difusión, más repercusión.
Eso fue vital para nosotros.
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CLÁSICOS Y MAESTROS

Otros materiales bienvenidos fueron los
clásicos del cine fantástico,
proyectados en 35mm. y por gentileza de
los propios coleccionistas, que prestaron
sus copias. En sustitución (por problemas
técnicos) de la película que
iba a abrir el BARS 2003 (Placer
sangriento, de Emilio Vieyra) se
dio el entretenido y frenético collage
(quizá no tan representativo, pero
bueno al fin) titulado Érase
una vez el terror (Andrew J. Kuehn,
1984), compuesto por imágenes de
75 películas del género y
acompañados de comentarios de Nancy
Allen y el fallecido Donald Pleasence.
Por ahí
también anduvo la notable Creepshow:
El festín del terror (1982)
del gran George Romero, escrita por su entrañable
amigo Stephen King y con maquillaje de Tom
Savini; todos tributando a los comics terroríficos
de la EC de mediados del siglo pasado. Y
hablando de King también se proyectó
la recordada La zona muerta
(1983), del canadiense David Cronenberg
y basada en la novela homónima de
Stephen, un trabajo que se mantenía
en la línea de ese realizador inquieto
por las alteraciones físicas de sus
personajes. Aquí Christopher Walken
podía ver el futuro, luego de un
accidente que lo había dejado en
coma.
Cerrando
la etapa norteamericana de clásicos
hubo dos películas más, tributando
de alguna manera a Sam Raimi: la comedia
terrorífica Noche alucinante
(1987) y la de acción y aventuras
El ejército de las tinieblas
(1993), segunda y tercera parte de la trilogía
Evil Dead respectivamente, que comenzara
con la aterradora (y algo subvalorada) Diabólico
(1983). Es curioso pero el impacto de estas
tres películas en Argentina ha logrado
un nivel de culto muy grande, suscitado
en muy pocos lugares.
Yendo a
Europa, por último, se evocaron dos
viejos clásicos: uno español
y otro italiano. El primero se trató
nada menos que de ¿Quién
puede matar a un niño? (1976)
del uruguayo Narciso Ibáñez
Serrador, hijo del gran Narciso Ibáñez
Menta. En el mismo una pareja de turistas
se ve amenazada en una isla española
y completamente habitada por niños,
quienes "llegaron al poder" asesinando
a los adultos. Por más que el realizador
afirmara que no había mensaje en
esta estupenda obra pues lo hay y tiene
relación con el maltrato y la violencia
hacia los infantes y a grandes escalas,
que históricamente se ha dado. Italia,
por su parte, dijo presente con Suspiria
(1977) de Dario Argento, simplemente una
obra maestra del terror que merecería
ya no un informe sino un pequeño
libro. |