SUTILEZAS
ANÓNIMAS

Carl Franklin
El hombre filma cada tanto pero cuando lo
hace ejerce una solvencia tal que a uno
le despierta mucha curiosidad. Ha hecho
varias películas a lo largo de casi
dos décadas y en él se percibe
un aire similar al empleado por John Sayles,
aunque ese rigor conceptual del director
de Escrito en el agua (1992),
Estrella solitaria (1996)
y Hombres armados (1998)
no predomina tanto en este moreno, que más
bien se juega por cuidadosos despliegues
cinematográficos, relatos que, en
medio de la dinámica, la intriga
y la excelente acción, dan un pequeño
espacio para la observación de ambientes
y en especial personajes, y temas tirados
como de pasada, de manera indirecta, pero
que casi siempre han estado a lo largo de
su obra y que denotan suma preocupación
por parte del propio artista, en especial
el vinculado al racismo.
UNA DE CAL...
Un aire
de cine blaxploitation (subgénero
que tuvo su auge en los ´70, hecho
por negros y para negros, con blancos que
solían hacer de villanos) se detecta
en la mayoría de las películas
de Carl Franklin (bueno; al menos en lo
que se vio en cine y se llegó a editar
de él en video, aquí en Uruguay),
un realizador que formó parte, aunque
bajo el más absoluto anonimato, de
la nueva ola de directores morenos de fines
de los ´80, donde no solo asomaron
destacados artistas como Spike Lee (Haz
lo correcto) sino también
otros como John Singleton (Los dueños
de la calle), Bill Duke (Furia
en Harlem), Mario Van Peebles (New
Jack City), Ernest Dickerson (Respirando
violencia), los Hermanos Hughes
(Verdugos de la sociedad)
y hasta realizadores blancos como Lawrence
Kasdan aportando una enriquecedora mirada
a los problemas raciales en Los Ángeles
dentro de una de las historias entrecruzadas
de Grand Canyon: El corazón
de la ciudad (1991).
Algún
memorioso quizá recuerde la serie
Los magníficos,
que aquí daba Canal 4 los viernes
de noche. Carl Franklin, justamente, llegó
a aparecer en algunos episodios como el
Comisionado Crane; incluso dentro de sus
papeles como actor (hasta 1992 inclusive
y desde hacía casi 20 años)
interpretando, quizá por diversión,
varios personajes relacionados a detectives,
oficiales, sargentos y coroneles.
Tuvo trabajo
en cine y televisión, iniciándose
como director gracias a ejercicios de escaso
peso y donde al parecer importaba más
lo que se podía cobrar (El
ojo del águila 2 - editada
en video en Uruguay; Amenaza submarina
- exhibida por TNT), aunque comenzaron a
detectarse algunas inquietudes a partir
de Sin salida (no confundir
con la película de Roger Donaldson),
donde un grupo de estudiantes descubre un
asunto de corrupción vinculado a
un político que había ayudado
a un peligroso criminal a salir de prisión.
Quienes se deleitaron viendo a David Carradine
haciendo de malvado en Kill Bill
2 (Quentin Tarantino, 2004) pues
tendrían que ver lo que es en esta
película, con su aspecto de loco
psicótico yendo a un pueblo de Texas
a cobrarse una vieja deuda. La película
tomaba lugar en la década del ´60
e insinuaba muy vagamente el forzoso pasaje
de la juventud a la adultez por parte de
algunos de los protagonistas.
EL ASCENSO A PRIMERA

Un paso en
falso
Sin dudas la película que lo colocó
definitivamente en la lista de realizadores
a tener muy en cuenta fue Un paso
en falso (1992; también
estrenada aquí directamente en video),
un muy buen thriller co-escrito y protagonizado
por Billy Bob Thornton, en el que corrían
dos historias paralelas; la de un trío
en fuga y al margen de la ley, y la de un
oficial de policía de un pequeño
pueblo (Bill Paxton) que debe salir a enfrentarlo.
Esta película
alude directamente a la marginación
que sufren los negros en Texas, como víctimas
de la violencia y la intolerancia. "Para
los negros parecer culpable es ser culpable",
dice en un momento, y aludiendo a los juicios
injustos, la notable protagonista Cynda
Williams, quien ya había trabajado
para Spike Lee en Mo´ Better
Blues (1990), que supo ser esposa
de Thornton en la vida real, y que lamentablemente
se perdió en proyectos de escasa
importancia. Pero también hay discriminación
hacia el propio sheriff (blanco) del condado,
hombre vulnerable y algo falto de iniciativa,
por parte de los dos detectives de Los Ángeles
que acuden en su ayuda.
Entre los
fugados la inteligencia corre por cuenta
de los dos morenos que acompañan
al torpe, precipitado y ansioso hombre blanco
(Billy Bob); su novia (Williams) y un amigo
(Michael Beach), que detrás de su
elegancia y aire de intelectual se esconde
un asesino en potencia, frío, despiadado,
pero inteligente, muy hábil con el
cuchillo y que realmente impresiona cuando
ataca. Sin embargo, y ya pasando al otro
bando, el que asoma como más ignorante
se perfila como el más capaz y hasta
valiente al momento de resolver situaciones
que implican acción y de la buena,
que no cae en el sensacionalismo y sí
en la espectacularidad pero por el dinamismo
y la intensidad con que está filmada
y montada.
La película,
por otro lado, también se guarda
importantes pasajes dramáticos que
recaen especialmente en la mujer que sigue,
a pesar de su voluntad, a los malhechores,
y también al protagonista Paxton,
que no parece estar muy feliz con su situación,
a pesar de toda la tranquilidad y comodidad
de la que dispone. Es entre este personaje
y el de la actriz Williams donde el film
aprovecha para trabajar otro factor común
en las películas de Carl Franklin,
las sentidas historias de amor y las grandes
dimensiones trágicas que adquieren,
sorpresivos desenlaces mediante y que no
vienen de estereotipos o encasillamientos
sino de perfiles bien trabajados y que son
medidos sin preferencias, con la misma vara.
Los toques
sugeridos de film noir en Un
paso en falso se volcarían
plenamente en El demonio vestido
de azul, manteniendo una insistente
línea de crítica social y
preocupación por personajes masculinos
honestos y algo sufridos, por más
que no lo demuestren (muy similar a los
del cine de Michael Mann, con William Petersen
en Cazador de hombres,
Russell Crowe en El informante
y hasta, en menor medida, Jamie Foxx y Tom
Cruise en la reciente Colateral).
En el centro hay una historia (proveniente
de una novela de Walter Mosley) donde un
detective de color (Denzel Washington) es
contratado para dar con el paradero de una
mujer (Jennifer Beals) vinculada a contextos
turbios de corruptos y poderosos.
EN LA LIGA MAYOR

El demonio
vestido de azul
No es casualidad que Carl Franklin se haya
embarcado en un proyecto de estas características,
que toma lugar en Los Ángeles (fines
de la década del ´40), que
contó con un presupuesto clase A,
que no le tiene nada que envidiar al misterio
de los clásicos norteamericanos de
mediados de siglo, al propio cine de Don
Siegel e incluso a ejemplos más cercanos
como Barrio Chino (1974)
de Roman Polanski, Hammett (1983)
de Wim Wenders o Los Ángeles
al desnudo (1997) de Curtis Hanson
En El
demonio vestido de azul se vuelve
a descargar (más gráficamente
que en Un paso en falso)
la artillería respecto al racismo.
La película no está tan jugada
a la resolución de un enigma sino
a poner las cosas en su sitio, una vez más
planteada como crónica pueblerina,
al margen de las grandes ciudades, con armónicas,
saxos y mucha música jazz que inunda
la banda sonora, además de excelentes
encuadres que realzan un trabajo fotográfico
de gran nivel (gentileza del japonés
Tak Fujimoto), visto también en Tiempo
límite, lo más nuevo
de Franklin y nuevamente con Denzel Washington.
Del desempleo
el protagonista pasa a ilusionarse con tener
su propia casa y vehículo; algo impensado
para lo que era la opresión y la
miseria a la que estaba expuesta la gente
de color de la época. De ahí
un poco el personaje del moreno Don Cheadle
(quien ya había estado a las órdenes
de Franklin en su primer trabajo, un corto
titulado Punk, producido
en 1986), otro violento y desalmado que
aparece en escena, al servicio del personaje
de Washington y que quizá surge como
respuesta, una revelación ante tanta
intolerancia.
Washington,
como el sheriff de Un paso en falso
que encarnó Bill Paxton,
es en principio un antihéroe algo
ingenuo, a pesar de conocer muy bien el
contexto donde vive. Él también
está en problemas, pero no lo demuestra;
tan solo los hechos van desenvolviendo lo
que tan hábilmente se oculta. Las
complicaciones no se resuelven con la familia
o la pareja, sino con esas amantes que los
entienden, que hasta arrastran fuertes sentimientos
del pasado y que por distintas razones el
destino los vuelve a unir (o los presenta),
aunque bajo circunstancias muy adversas.
Queda claro que estas mujeres se la juegan
por viejos amores, siendo conscientes de
que es muy difícil que las cosas
cambien. Los obstáculos a la felicidad
hacen de las historias de amor que dirige
Franklin algo que marca una profunda huella
en sus trabajos. Su cine es muchas veces
contemplado pero desde la mirada de los
negros, que aparecen como más maduros
y experientes que aquellos que los marginan.
Por supuesto que hay un espacio para seres
algo graciosos y caricaturescos (que incluso
llega hasta los propios villanos), además
de secuencias impresionantes relacionadas
a tiroteos generados en espacios cerrados
y de un vigor inusitado.
EL OFICIO Y LA EXPERIENCIA

Franklin
dirige a Morgan Freeman en Crimen
en primer grado
Las cosas que importan (1998) fue
la siguiente labor de Franklin para un estudio
mayor. Un drama donde una joven periodista
(Renne Zellweger, quizá en la mejor
actuación de su carrera) debe dejar
su trabajo y viajar a un pequeño
pueblo para encargarse de su madre gravemente
enferma (Meryl Streep), junto a su padre
(William Hurt), un profesor al que le importa
más su profesión de escritor
que la propia familia. Aquí no hay
alusión alguna al tema de blancos
y negros, pero sí hacia algunos personajes
sufridos que Franklin insistentemente examina,
ahora desde una novela de Anna Quindlen,
y también a esas fachadas engañosas,
donde la madre ingenua, la hija rebelde
y el padre responsable no son lo que parecen,
a partir de la toma de importantes responsabilidades
que estremecen los cimientos del grupo familiar.
El hecho
de vivir con un mal terminal y ser consciente
a la vez de otras situaciones que conviene
no revelar (Streep), los desahogos con la
bebida (igual que Washington y del mismo
modo que Morgan Freeman en Crimen
en primer grado, otra de las labores
de Franklin) por parte de su esposo (William
Hurt, en otra buena actuación) inmerso
en dilemas que tocan su ética y ponen
a prueba sus valores, y una joven que de
preferencias por el padre pasa a contemplar
objetivamente todo lo que pasa a su alrededor,
estableciendo sus propias reglas y por ende
conflictos, forman parte de un cuadro atípico
en la obra de Franklin que bien le valió
un nuevo reconocimiento por parte del público
y la crítica especializada.
Cuatro años
más tarde llegaría Crimen
en primer grado, un thriller de
intriga en el que una abogada (Ashley Judd)
defiende a su marido, un marine acusado
de crímenes cometidos en El Salvador.
Un ejercicio menor para Franklin, donde
Morgan Freeman interpreta a un abogado destituido
por su adicción al alcohol que sin
embargo guarda algunos ases para ayudar
a la protagonista en su misión, incluido
el de volver a la bebida arriesgando su
vida para poder sacar una valiosa pista.
La acción tomaba lugar en una base
militar y también (en general) lejos
del ruido de la gran ciudad, del mismo modo
que algunos de los antecedentes mencionados
de Franklin, ademnás de Tiempo
límite, la película
que filmó un año después,
en 2003.
Esta última volvía a retomar
la línea de Un paso en falso
y El demonio vestido de azul,
en un tono blaxploitation pero
más liviano, technicolor,
para hacernos los cancheros. Aquí
Denzel Washington es un policía que
se ve envuelto como principal sospechoso
del mismo caso que está investigando.
El hombre viene de una separación
amistosa y se encuentra relacionado con
una mujer (Sanaa Lathan) de la cual está
muy enamorado. Claro que detrás de
esta historia vista en innumerables ocasiones
Franklin vuelve a poner su sello estético
(brillante fotografía del holandés
Theo van de Sande de por medio) aunque con
algunos giros imprevistos vinculados a la
traición e intento de asesinato.

Denzel Washington en Tiempo límite
Las buenas historias de amor, o al menos
las que Washington anhela en Tiempo
límite, del mismo modo que
otros personajes de Franklin, siempre encuentran
obstáculos al momento de consolidarse.
Hay un gran parecido con la de Paxton y
Cynda Williams en Un paso...;
curiosamente el personaje de ella se llamaba
Fantasía. Y también con la
del propio Washington y Jennifer Beals en
El demonio...; el de la
actriz de Flashdance (Adrian
Lyne, 1983) era Daphne Monet y bien puede
evocar una obra artística y por ende
inalcanzable... En el caso de Tiempo...
la prueba llega a un nivel insólito,
ya que lo sentimental entra en competencia
con durísimos escollos que tienen
su punto de partida en una considerable
suma en dólares y por la cual un
hombre quiebra su ética robándola
para pagar la operación de su amada,
supuesta enferma terminal.
Tiempo...
tiene un ritmo narrativo fluido, que no
decae y que juega hábilmente con
los nervios y la presión de su protagonista,
quien se embarca en una carrera contra el
tiempo para intentar demostrar que no es
culpable de ningún asesinato. Y a
partir de esta película, que en general
se la vio como "una más con
Denzel Washington", es que queríamos
rescatar al moreno Carl Franklin y su obra,
a la que veíamos práctica
e injustamente condenada casi al olvido.
Curiosidades:
Un paso en falso había
sido hecha directo a video pero fue tal
el aluvión de buenas reseñas
que recibió que al final tuvo su
merecida exhibición (limitada) en
cines de Estados Unidos.
El personaje de Billy Bob Thornton en Un
plan simple (1998) tenía
algunas similitudes con el que encarnó
en Un paso.... En la película
de Sam Raimi también aparecía
en el elenco Bill Paxton, el mismo que lo
acompañó en el elenco de Un
paso....
El
personaje de El demonio vestido
de azul, el detective conocido
como Easy Rawlins, integra otras obras literarias
de Walter Mosley.
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