LOS INVASORES Y SUS
NUEVOS PARADIGMAS
Por cuarta vez, la famosa obra escrita a comienzos
de los ´50 por el norteamericano Jack Finney
(La invasión de los usurpadores
de cuerpos) es llevada a la pantalla
grande. En Invasores (2007) del
alemán Oliver Hirschbiegel (director de
la algo sobrevalorada La caída)
hay una epidemia proveniente del espacio exterior
que se apodera directamente del cuerpo y la voluntad
de los seres humanos.
La notoriedad
de la novela en que se basa, que en realidad se
dio a conocer cuando fue publicada a lo largo
de tres números en la revista Colliers,
vino en la primera adaptación para cine,
Muertos vivientes, dirigida por
Don Siegel en 1956. Philip Kaufman haría
la segunda (Los usurpadores de cuerpos,
1978), y Abel Ferrara la tercera (Secuestradores
de cuerpos, 1993).
ROJO DE LEJOS

Jack Finney
El momento en que Jack Finney dio a conocer su
obra no era el mejor para Colliers, una
publicación de gran tiraje, a esa altura
bimensual, que llegaría a su fin tres años
después y que no solo se dedicaba a ilustrar
diversas noticias del acontecer mundial y a editar
cuentos de ficción, por ejemplo, sino que
a lo largo de su historia, desde fines del siglo
XIX, ofició de firme instrumento para el
periodismo de investigación, siendo objeto
de denuncias por parte de poderosas compañías
a las que criticaba, y que contó con colaboradores
de la talla de Jack London, Sinclair Lewis, Ernest
Hemingway y hasta Winston Churchill.
Jack Finney había
dicho que su novela nada tenía que ver
con un mensaje anticomunista que corriera de fondo;
que no la había pensado de ese modo. Lo
cierto es que en el momento en que salieron los
tres números de Colliers, el senador
McCarthy estaba en plena actividad con la "caza
de brujas" del Comité de Actividades
Antinorteamericanas, mientras el cine de ciencia
ficción comenzaba a hacer gala del "enemigo
rojo".
Otro hecho llamativo
es que la película que dos años
más tarde haría Don Siegel tampoco
hacía referencia a Marte pero sí
a una invasión alienígena que pretendía
controlar al ser humano para poder reproducirse
y de hecho sobrevivir, sin necesidad de matar
a nadie. El resultado de ese dominio llevaba,
sí, a que todas las personas afectadas
actuaran de la misma manera, fríamente
y sin mostrar emoción alguna, y eso era
algo bastante digno como para no generar desconfianza
dentro del contexto político en que la
obra se había filmado.
Sin embargo, resulta
algo ambiguo establecer una postura definitiva
dentro de ambas obras; por un lado el guionista
Geoffrey Homes (que figuraba con el seudónimo
"Daniel Mainwaring") estaba en las tristemente
famosas listas negras de Hollywood, y por otro
el ataque extraterrestre podía leerse como
una señal más bien en contra del
totalitarismo en sí, donde hasta las conversaciones
telefónicas estaban intervenidas y las
huellas digitales de las víctimas desaparecían;
todo rasgo particular de identidad pasaba a formar
parte del invasor, incluso el ADN.
Que lo imposible se viera como algo real era todo
un desafío para los personajes de Finney,
gente común y con vidas rutinarias, habitantes
de un pequeño pueblo donde la histeria
masiva y la autosugestión los llevaba a
pensar en un asesino serial al principio, y más
tarde, cuando la cosa tomó dimensiones
mayores, en un fenómeno sobrenatural.
Durante un momento
en el libro hay una interesante charla entre el
doctor en Medicina protagonista y su amigo psiquiatra.
Este último sostiene que el verdadero temor
radica en aquello que es desconocido y se intensifica
aún más cuando se hace realidad,
en esos hechos extraños que escapan al
conocimiento humano y que luego llevan al hombre
a replantearse todo aquello que prácticamente
se daba por descontado e inamovible. Pero a pesar
de su teoría, el profesional seguía
negando en los hechos una invasión del
espacio exterior, en lo que finalmente ocurre
dentro de ese pequeño pueblo llamado Santa
Mira.
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Dana
Wynter y Kevin McCarthy corren por sus vidas |
Las
cosas se ponen feísimas en Los
usurpadores de cuerpos |
Invasores:
arreglátelas como puedas |
Los hechos obviamente
no le daban la razón, por más que
nunca se supo de qué lugar específico
del espacio vino ese ataque ni tampoco cómo
empezó. Paralelamente, los medios de comunicación
que eran consultados por los perseguidos siempre
daban noticias vinculadas a corrupción,
asesinatos y violencia. Y eso era cuestionado
por los personajes de la novela, en el sentido
de cómo noticias tan macabras y sensacionalistas
eran vistas como algo normal, típico de
cada día (conviene aquí no olvidar
el pasado de Finney como publicista...).
Si uno se pone
a pensar en los pocos casos en cine donde el enemigo
desconocido venía a nuestro planeta, no
para invadir sino para alertar al hombre de que
parara con la destrucción de su hábitat
(el ejemplo más claro puede estar en El
día que paralizaron la Tierra
del ya fallecido Robert Wise), puede perfectamente
haber una causa detrás de esta invasión
en la novela de Finney, más cuando a partir
del ataque toda maldad, excitación y ambición
desaparece, y especialmente cuando alguien critica
al doctor protagonista por varias especies de
animales en extinción, debido a la brutal
expansión del hombre en el planeta.
La obra de Finney
admite varias interpretaciones, por cierto. Y
ese fue uno de los puntos más atractivos
seguramente para el alemán Oliver Hirschbiegel
al momento de hacer Invasores,
que lamentablemente tuvo algunos problemas con
el famoso corte final; hubo que poner otro director
(el de V de venganza, James McTeigue)
y nuevos guionistas entre 2006 y 2007 (nada menos
que los hermanos Wachowski, acá haciendo
los mandados), lo que llevó a Hirschbiegel
a no tener en su película (terminada hace
más de un año) el final que él
quería. Ese hecho, sin embargo, no afectó
tanto el resultado global.
El final de la
novela también puede sorprender a más
de uno, en el sentido de que Finney pone en boca
de su personaje principal un pequeño discurso
donde la raza humana debería ser algo así
como imbatible, por encima del daño que
haya causado al planeta donde reside y a sus propios
congéneres. Quizás una amenaza tan
peligrosa y devastadora pudo justificar un enaltecimiento
de esas características, bastante a tono
por cierto con el patriotismo Republicano sobre
el que Finney curiosamente ironiza en un momento
de su obra cuando confía en que la ayuda
del gobierno va a llegar al pequeño pueblo
invadido, dado que allí y en las últimas
Elecciones habían ganado justamente los
Republicanos.
SIN SALIRSE
DE LA VAINA
A diferencia del
doctor algo tímido, curioso y un poco bebedor
de la novela, el protagonista de Muertos vivientes,
Kevin McCarthy, es un hombre más abierto,
algo mujeriego, aunque reconocedor de que su tarea
como médico lo absorbía a tal punto
que no podía mantener relación estable
con ninguna mujer. Aquí el hombre debía
enfrentar a ese enemigo que lo invitaba a dormir
para que el invasor finalmente pudiera completar
la clonación, alegando que iba a seguir
siendo la misma persona. Lo que no decían
era que ellos iban a controlar a los humanos,
que se iban a adaptar a cualquier forma de vida
en la Tierra, con tal de subsistir, y que absorbían,
tomando a distancia, la mente y la memoria; el
cuerpo y el alma de las personas.
La película dirigida por Don Siegel llevó
tan solo tres semanas de filmación, un
presupuesto muy bajo, y dejó a Finney por
demás conforme; también a Sam Peckinpah,
confeso admirador de Siegel y con una pequeña
aparición en la película. Una vez,
eso sí, el fantasma de cómo terminaba
el film apareció, y a pesar que la adaptación
terminó convirtiéndose en todo un
referente de la ciencia ficción cinematográfica,
los estudios no quedaron convencidos con el final
y lo cambiaron, buscando y que a la vez hiciera
justicia con el protagonista.
En Muertos
vivientes la histeria colectiva de Santa
Mira era atribuida a la preocupación de
las personas por lo que pasaba en el mundo, y
la invasión a los efectos de la radiación
atómica, algo quizás un poco más
cercano a lo que venía siendo la "Guerra
Fría" y el tan perseguido, odiado
y siempre temido "enemigo rojo".
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Fría
como el hielo |
Donald
Sutherland y uno de los mejores momentos
en la película de Kaufman |
Los
invasores tras Nicole Kidman |
Pero cuando todo
iba quedando más claro y los protagonistas
pensaban el por qué del ataque, alguien
comenta que el ser humano sano ya es un peligro
en sí mismo... Por supuesto que la oferta
de vivir en un mundo sin problemas, donde las
emociones no hacían falta y la vida iba
a ser mucho más sencilla, tampoco convencía
al dúo protagónico de McCarthy y
Dana Wynter, al que ya no le iba quedando lugar
seguro hacia donde escapar.
La versión de Siegel sigue siendo la mejor
y la más fiel respecto al libro de Finney,
y se ha dicho que Sam Peckinpah llegó a
hacer algunas modificaciones (para bien) al guión,
algo que en su momento había irritado a
Geoffrey Homes, que amenazó con hacer una
queja oficial al Sindicato de Guionistas.
Las interpretaciones
aquí también se hacen múltiples
y muy curiosas, ya que el doctor (cuyo actor tiene
el mismo apellido que el senador McCarthy) tampoco
puede confiar en nadie y debe valerse por sí
solo para sobrevivir, en un contexto donde la
ayuda no aparece por ningún lado y en el
que debe luchar (sin dormirse) para no perder
su identidad.
OTRAS MIRADAS
El libro de Finney recién volvería
a ser tomado en Invasores, ya
que tanto la película de Philip Kaufman
como la de Ferrara apostaron más bien a
ser remakes de la de Siegel y no tanto fieles
adaptaciones de la novela. En el caso de Los
usurpadores de cuerpos el ataque tenía
un toque típico de terror de los ´70
(la mejor década para el género
en Estados Unidos), con mucha más tensión,
escenas nocturnas y atmósferas reforzadas
gracias a la notable fotografía de Michael
Chapman. Ni qué hablar de ese final inesperado,
sorprendente, que incluso ha llevado a algunos
a decir que esta película ha sido superior
a la original. Claro; el film se había
estrenado pocos años después del
escándalo "Watergate", que terminó
con la renuncia de Nixon a la Presidencia de Estados
Unidos. Y eso, sumado a las heridas que todavía
no habían cicatrizado por la guerra de
Vietnam, era el marco perfecto para nuevos miedos
dentro de la película.
Un caso no tan
lúcido, salvo por los atemorizantes gritos
con los que se comunicaban los invasores, fue
Secuestradores de cuerpos; quizás
el film más flojo en la carrera de Abel
Ferrara, un independiente que ahora estaba bajo
la lupa de la Warner y que llevaba la pesadilla
a una base militar en Alabama, dos años
después de la Guerra del Golfo y fundamentalmente
en el mismo año del primer atentado a las
Torres Gemelas (1993).
La Warner misma
volvería a impulsar una nueva remake, ahora
con Nicole Kidman como una psiquiatra de Washington
que lucha por proteger a su hijo de una epidemia,
que al principio se pensaba era un extraña
gripe. Aquí las críticas se adaptan
a los tiempos que corren aunque se ven superadas
por el matiz de aventura y suspenso que lleva
la película en sí, gentileza de
una enérgica y por lo general buena interpretación
de Kidman, que a veces sobreactúa.
El juego de apariencias
más las miradas frías y vacías
vuelven al tapete pero a partir de un virus que
se expande por contagio a causa de un accidente
espacial (la nave se llamaba "Patriot")
y que aprovecha el sueño de sus víctimas
para terminar con su objetivo, que es apoderarse
del ser humano en que se incuba y siempre manteniendo
el orden. Pero muy probablemente ese no "dormirse"
ni mostrar emoción alguna puede aplicarse
más que nunca al profesionalismo competitivo
de hoy día; esta nueva versión tampoco
pudo escapar a algunas críticas que la
acusaban de ser una película "liberal".
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La
obra está casi terminada |
Si
te gritan... ¡a correr! |
Algo
huele mal en la casa |
Si bien hay un
poco más de luminosidad en las escenas,
el nervio igual se mantiene y logra fluir a lo
largo de un relato que trata de ser algo realista
en cuanto a los hechos que se dan, siempre fieles
a la óptica que Finney por momentos transmitía
en su novela; el ser humano no sería tal
si en su mundo no hubiesen crisis, guerras ni
violencia.
Aquí los
paradigmas se extienden principalmente a la guerra
en Irak, y a otros terrenos muy sutiles (la nave
se despedaza sobre Washington, el centro de poder)
donde hay que estar atentos, leyendo la letra
chica que frecuentemente desfila por los noticieros
en la película. La invasión logra
nada menos que restaurar la paz en el mundo, siempre
y cuando no encuentre oposición alguna
del hombre en su estado natural.
"Esta
es una película de suspenso que se despliega
en un mundo contemporáneo reconocible",
decía el productor Joel Silver. "Sucede
en una era de desbordante paranoia política,
social y ambiental. A nosotros nos pareció
que este era el momento exacto para realizar el
film".
El resultado
visualmente es muy atractivo (desde el propio
diseño del afiche hasta el trabajo de cámara,
pasando por la banda sonora de John Ottman), y
como película de suspenso en sí
también, pero la búsqueda del hijo
por parte de la psiquiatra a veces deja de lado
las interesantes connotaciones de una invasión.
Aunque cueste creerlo, esta es la versión
que más se acerca al final de la novela
escrita por Finney.
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